miércoles, 29 de diciembre de 2010

El futbolista

Les voy a contar una historia en la que no quiero que se note ni la amargura ni el fracaso. Una historia como otras muchas que ustedes conocen. Hacía más de veinte años que no veía al amigo que me tropecé en el aeropuerto. Estaba en Madrid y había venido a visitar con su hijo el Santiago Bernabéu. Me contó que era la primera vez que había salido del archipiélago, y que lo tuvo que hacer porque se lo había prometido a su hijo si aprobaba todas las asignaturas con sobresalientes. El chico es un forofo del Real Madrid que no se quita de encima la camiseta de Cristiano Ronaldo. Su padre me lo presenta y le cuenta que nos criamos juntos. Yo le digo a su hijo que su padre era el mejor futbolista de todos nosotros, el que metía todos los goles y el que hacía las jugadas más prodigiosas. Veo que le brillan los ojos cuando recuerdo sus hazañas deportivas. Su hijo, mientras, me pide que le cuente cómo jugaba su padre y con qué jugador actual se le podría comparar. No exagero: su padre era una mezcla perfecta de Romario y Butragueño. El niño insiste en un jugador actual. Me quedo pensando. Podría decirle que tenía la sutileza de Iniesta y el desparpajo de Messi. Era un grande, el mejor de todos nosotros.

El hijo se fue a recorrer las tiendas del aeropuerto de Barajas con su camiseta de Cristiano Ronaldo. Yo me quedé hablando con mi amigo. Las cosas no le iban bien. Lo habían parado hacía dos meses. Trabajaba en la construcción. Mi amigo ni siquiera acabó el Graduado Escolar. Todos le decían que tenía el futuro garantizado como futbolista, y él se lo creyó y se dejó ir. Destacó en las categorías inferiores de la Unión Deportiva y estuvo a punto de ir al juvenil del Real Madrid. Prácticamente estaba el acuerdo cerrado cuando en un partido entre amigos pisó el balón y cayó en mala posición en una cancha de cemento que le partió la pierna en mil pedazos. Lo operaron varias veces y estuvo casi un año sin poder jugar. Cuando regresó a los terrenos de juego había perdido la velocidad y también aquella genialidad que le diferenciaba del resto de jugadores. Quería pero no podía, y poco a poco lo fueron enviando al banquillo y lo cedieron a equipos de inferior categoría. Recayó en la lesión, se dejó ir con la preparación física y la misma desmoralización le llevó a ir fracasando todas las veces que intentaba volver a ser el que fue. Me ha comentado que su hijo juega exactamente igual que él a su misma edad, pero que tiene miedo a que le suceda mismo. Incluso estando en paro, ha querido cumplir la promesa que le hizo si sacaba todo sobresaliente. Medio en broma me decía que esperaba que el próximo año no le pidiera ir a ver la final de la Champions. Nos despedimos en el aeropuerto de Gran Canaria. Mi amigo abrazaba a su hijo como tratando de salvaguardar toda su suerte. Aquella imagen que se iba alejando era como la vida misma.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fútbol y playa

Cada fútbol tiene su propia idiosincrasia. Generalmente tiene que ver con la forma de ser de quienes habitan el lugar donde se juegue. La alegría brasileña o la constancia alemana no son mitos, tampoco el espíritu de lucha del Athletic de Bilbao o la tendencia a la belleza del juego canario. Nunca se puede generalizar en nada. En Bilbao jugaban Manu Sarabia o Dani y en Las Palmas hemos tenido a muchos picapedreros, pero aun con esas salvedades, porque no todo el mundo tiene que jugar recreándose en un equipo, sí es cierto que el juego de Las Palmas ha quedado siempre marcado por las playas que circundan nuestra isla, y especialmente por la playa de Las Canteras.

Da lo mismo que ahora se juegue menos en la playa o que haya campos de césped artificial por todas partes. Más tarde o más temprano, el futbolista canario regresará a la arena y se le removerá todo el pasado que lleva en su carga genética y en su propio carácter. El control del balón y su conducción por el terreno de juego quedan marcados para siempre cuando uno se las ha tenido que ver en un campo que variaba según las pisadas y que exigía poco menos que malabarismo y una técnica depurada para dominarlo. Cuando paseo por La Cícer y me paro a ver cómo juegan al fútbol los niños o los jubilados reconozco ese fútbol tan nuestro y tan olvidado durante años. Jonathan Viera, Armiche, David González, Jorge, Vitolo o Guayre saben de lo que hablo, y ya digo que da lo mismo que no hayan jugado tanto en la arena como jugaron en su día Germán y compañía.

Nuestras playas se parecen más a las playas brasileñas que a las vascas, no sólo porque nos baña el mismo océano sino también por la forma de ser de quienes se acercan cada día a la orilla. En esos paseos he ido viendo durante años a verdaderos fenómenos que luego nunca me encontraba en el estadio. Pero por suerte, con el inicio de esta temporada, por fin han ido apareciendo por el césped del Gran Canaria. Preferiría ganar siempre, pero en caso de derrota me compensaría un control exquisito de un canario criado en la playa antes que todos esos patadones que nos han ido destrozando el fútbol durante años.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Aliquebrados

Hay una imagen que resume el partido disputado hoy contra el Cartagena. Corría el minuto 37 y Canal Plus mostró un primer plano de Paco Jémez. Esa era la cara de cada uno de nosotros en ese momento. Gesto adusto, incredulidad y desolación. Qué podemos esperar cuando ya perdemos tres a cero en el minuto veinte del partido. Bueno, pues a pesar de ese desastre, el equipo se repuso, llevó el mando del partido y logró marcar dos goles. Uno soñaba con que era posible la remontada, pero los sueños de la Unión Deportiva se vienen abajo desde que ataca el equipo contrario.

El Cartagena marcó tres goles en tres tiros a puerta y luego descansó hasta que tuvo necesidad de marcar un par de goles más. No le bastó más que acercarse a nuestra portería: cualquier día de éstos nos ofrecemos nosotros mismos para marcar los goles del contrario. No se pueden dar tantas facilidades, ni Barbosa puede jugar tan desconcentrado, aunque a pesar de los fallos creo que el meta argentino es vital en este equipo, y de no haber estado él bajo los palos las goleadas hubieran sido mayores. Lo que no entiendo es por qué Paco Jémez castigó a Juanpe. El problema no era Juanpe, ni Aythami, ni Ruymán. El problema es el concepto defensivo y la apuesta por jugadores como Pignol y Dani Carril, que ni son jóvenes, ni aportan seguridad, ni veo que resuelvan nada.

O vamos o no vamos. Si volvemos a alinear la defensa del año pasado vamos directos al fondo de la tabla de clasificación. Si renunciamos a la cantera creo que nos volverán a alejar del estadio. Me niego a creer que en todas las categorías inferiores de la Unión Deportiva ( o en los distintos equipos canarios de Tercera División) no haya laterales derechos e izquierdos mejores que estos dos jugadores. No son una apuesta de futuro ni aportan seguridad. Entonces para qué juegan, por qué juegan en Las Palmas.

Ya dije hace una semana que era el momento de la verdad, pero, claro, mantengo lo que dije siempre y cuando Paco Jémez mantenga también su apuesta por la cantera. Hoy puso a todos los veteranos y nos metieron tres goles en veinte minutos. Por tanto no sirve de nada esta derrota. No hay canteranos que aprendan de ella, sino repetidores de curso que ya están acostumbrados a fracasar (y eso es siempre peligroso). Esta vez no se trata sólo de olvidar. Tenemos que asumir que sin Vitolo y sin Guayre combinando con Jonathan Viera hemos perdido la chispa y la magia que nos ilusionó en los primeros partidos. Pero en el fútbol también cuentan las lesiones y la suerte, y ante esos desastres que de una forma o de otra irán afectando a todos los equipos hay que tirar de la concentración y del esfuerzo.

El equipo está saliendo dormido a los partidos, y aunque luego despierte siempre tiene unos cuantos minutos tontos que aprovechan los contrincantes para rematar la faenas (y ya da lo mismo el minuto de partido que se esté jugando). De momento vamos a confiar en los quince días que tenemos por delante para que los jugadores recuperen las ilusiones perdidas. Valdano decía que el fútbol es un estado de ánimo. Estoy totalmente de acuerdo con él, y además es un estado de ánimo que se va retroalimentando entre jugadores, aficionados, directivos y medios de comunicación. Ahora mismo, todos los que integramos esos grupos revitalizadores estamos de capa caída y temiendo que la mala racha nos lleve a la desazón de la pasada temporada. Tenemos que cambiar ese ánimo entre todos. Viene el Barça B, probablemente el peor equipo de la categoría que podía pisar el Gran Canaria en estos momentos y con estos desastres defensivos, pero también comienza un nuevo año y por tanto un nuevo ciclo. Recuperemos la apuesta por la cantera (se me ocurre plantear una defensa que muchos demandamos: David García en el lateral derecho, Samuel y Juanpe en el centro, y Ruymán en la izquierda: creo que sería más contundente y que cubriría mejor las subidas de los laterales cuando se fueran al ataque) y renovemos cuanto antes a Paco Jémez y a Cejudo para que haya una estabilidad contractual en el grupo. No nos olvidemos de Jorge (hoy podría haber jugado: puestos a sacar veteranos, prefiero los veteranos nuestros).

Nos han amargado un poco el turrón y el ánimo que teníamos hace unas semanas. Vamos a confiar en las próximas jornadas y a tratar de remontar cuanto antes. Queda mucha Liga. Creo que tenemos un equipo y un entrenador que, a poco que cambien un poco las cosas y apuntalemos la defensa, nos darán muchas tardes de gloria. Ahora toca apretar los dientes, confiar en el mañana y tirar de los tópicos más habituales del fútbol para consolarnos. Cualquier razonamiento lógico que queramos aplicar esta mañana nos dejaría nuevamente aliquebrados y de mal humor.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Las razones del cambio

Uno intuía que el cambio en el juego y en las formas de la Unión Deportiva había que buscarlo no sólo en el terreno de juego. Con sonrisas, buenas palabras y un poco de suerte no se consigue todo lo que se quiere en la vida. Lo primero, lo esencial, lo innegociable, es el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio diario. Y ahí está la clave de la actual Unión Deportiva Las Palmas. Lo tiene claro Paco Jémez, y después de ver el vídeo anoche yo también tengo cada vez más claro que debe ser el entrenador de Las Palmas por muchos años. No sólo apuesta por ese tesón y esa disciplina que, por no haber haberse transmitido a tiempo, ha echado a perder a tanto y tanto jugador canario talentoso estos últimos años. Su mensaje también contiene solidaridad y compromiso con el mundo que vivimos, sobre todo con los que han tenido menos suerte. En ese vídeo se percibe el magnífico ambiente que hay entre todos los jugadores, y entre éstos con el técnico y con el equipo directivo del club. Pero el vídeo se convierte en un documento impagable porque han sabido realizar una película partiendo de lo cotidiano y de los testimonios de los grandes protagonistas amarillos. La sala del estreno estaba a rebozar, y durante la hora y media de proyección no se escuchó absolutamente nada, y eso que había muchos jugadores con sus hijos pequeños. Ese silencio quiere decir que hubo emoción y entretenimiento, lo que creo que garantizará el éxito comercial del proyecto. No sé cuánto hubiéramos dado los aficionados amarillos por haber tenido un documento similar con Silva, Molowny y Mujica; con Tonono, Guedes y Germán; con Brindisi, Felipe y Carnevalli; con Narciso, Saavedra, Alexis o Kobe Contreras, o más recientemente con Robayna, Orlando y Socorro. Por tanto, mil gracias a los impulsores de esa iniciativa porque han logrado llevar a la pantalla lo que los aficionados sólo podemos llegar a intuir. Les invito a todos a que se adentren en el día a día de un grupo que, comandado por la sapiencia y el buen hacer de Paco Jémez, está llamado a darnos muchas tardes de gloria.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Llegó el momento

En las derrotas se aprende mucho más que en las victorias. De entrada se empiezan a reconocer a los verdaderos amigos y a los oportunistas. Hoy creo que la mayoría de aficionados que acudió al estadio de Gran Canaria demostró su entrega y su creencia en este equipo y en este proyecto. No en vano, esa mayoría fue la misma que hace apenas un mes se levantaba eufórica a aplaudir un juego que no se veía en la isla hacía muchos años. Los que juegan siguen siendo prácticamente los mismos, el entrenador es el mismo y los directivos son los mismos. Y les recuerdo que también son los mismos que todos valorábamos con recelo a finales de agosto, mayoritariamente canteranos, sin experiencia en categorías exigentes y sin haber completado por lo menos una Liga entera de rodaje en Segunda División. Volverán a la senda de la victoria y el buen juego. Ya hablé hace unas semanas de la noria. Hoy nos tocó quedar abajo, a pesar de lo luminosa que se veía desde dentro del estadio la que han montado en Siete Palmas. Un equipo bien plantado, con hechuras de Primera División, supo manejar el partido mejor que nosotros, y se encontró los goles, los mismos que nosotros fallamos desde el primer minuto del partido.

Si no creyera en este equipo y en este proyecto, y si hubiera visto sólo este partido, escribiría un comentario mucho más crítico y con consecuencias más hirientes. Pero sería desleal si lo hiciera. Podría haber titulado “Barra libre” por las facilidades que volvimos a dar en defensa (de hecho los goles vinieron por fallos nuestros): sería lo fácil y lo que me pediría un cuerpo que no tuviera en su memoria más cercana las combinaciones y el juego veloz que estilaba la Unión Deportiva hasta ayer mismo. Quítale al Barcelona a Xavi, a Iniesta y a Messi; al Madrid a Xabi Alonso, a Cristiano Ronaldo y a Higuaín; bórrale a Las Palmas de hace unos años a Brindisi, a Morete y a Juani; o más atrás en el tiempo suprime de la alineación a Germán, a Guedes y a León. Esos equipos nunca hubieran sido los mismos. Nosotros hace tiempo que no jugamos con Vitolo, con Josico (clave a la hora de ordenar la presión y de contener a los contrarios) y con Guayre. Y en buena parte de la temporada hemos perdido a Jonathan Viera. Los que han entrado lo han hecho de maravilla, pero no puede ser lo mismo jugar con Xavi que sin Xavi, o con Brindisi que sin Brindisi, y no digamos con Germán o sin Germán en el campo. Aun con esas bajas, en la primera parte le jugamos de tú a tú al Xerez y pudimos estar por delante en el marcador. Luego pasó lo que a veces sucede también a nuestro favor, que un fallo alienta al contrario, le facilita un gol y le hace jugar con soltura y tranquilidad. No hay más historia, y debemos olvidar este encuentro cuanto antes extrayendo todo lo bueno que con el tiempo se aprende de las derrotas.

La Liga es larga y puede suceder cualquier cosa, pero creo que hay algo en lo que debemos de ser fieles y leales con todas las consecuencias que ha de tener siempre la fidelidad y la lealtad. Hablo de Paco Jémez. Creo que ha de ser un entrenador que debe estar muy por encima de los resultados, y ya sé que eso suena a barbaridad cuando hablamos de fútbol. Pero si queremos un proyecto de futuro y una vuelta a Primera División con posibilidades de permanecer muchos años en ella, si queremos que los mejores canteranos encuentren un hueco en nuestro equipo, y si apostamos por el fútbol de ataque, no podremos nunca cuestionar a Jémez. Y además quiero escribir esto sin saber si a final de temporada estaremos en Primera División, en Segunda o Segunda B. Hubo un par de impresentables que despidieron al equipo silbando. Supongo que si las cosas no ruedan bien en Cartagena y con el Barça B, esos críticos se irán reproduciendo como se reproduce siempre la mala hierba. No se acuerdan, y vuelvo al principio, que en agosto nos veíamos condenados a un descenso de categoría teniendo en cuenta la arriesgada apuesta por la cantera. Por eso digo que este es el momento de estar con el equipo y de tener la cabeza fría para pensar qué es lo queremos. Miremos a la gente de la grada Naciente, ese es el camino, el apoyo incondicional a nuestros colores cuando la forma de jugar y quienes juegan se acercan mucho a lo que siempre hemos querido para Las Palmas. Quedémonos con el debut de Tyrone, otro nuevo valor de la cantera que debuta en el primer equipo. A los amigos se les reconoce en las caídas; también a los aficionados de un equipo de fútbol. Volvamos los ojos al fútbol inglés. Si hay nobleza, entrega y compromiso con los colores jamás dejan de animar a su equipo. Les da lo mismo estar perdiendo por tres a cero en casa. Nuestros fallos son esencialmente defensivos. Lo malo hubiera sido que fueran en ataque o que tuvieran que ver con la falta de talento o con el sacrificio. Tenemos talento de sobra, y detrás vienen canteranos que dicen que pondrán al Gran Canaria en pie en unos pocos años. Para que eso ocurra tenemos que contar con alguien que tenga la valentía de subirlos al primer equipo y, sobre todo, que les deje jugar como siempre hemos querido jugar los canarios, con soltura, al ataque y sin renunciar nunca a la belleza. Todo lo que se aleje de ese compromiso nos irá alejando de la Unión Deportiva y del estadio nuevamente. Aprendamos de los errores pasados. No nos dejemos llevar por la fatuidad de los resultados. Saquemos siempre la lectura más positiva de todas las derrotas. Mañana es otro día.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La bajada

Cuando la gente del norte de Gran Canaria viene a la capital siempre habla de bajar a Las Palmas. No hay pendientes ni las carreteras se trazan con esa sensación que luego llevamos al lenguaje. Sin embargo, una y otra vez nos empeñamos en bajar a la capital y en subir de nuevo a casa. Por eso, cuando veníamos al Insular siendo niños siempre decíamos que bajábamos al partido. Esa bajada equivalía a una fiesta y a alguna noche previa sin dormir si quien venía a jugar era el Barça, el Real Madrid o alguna figura como Kempes, Enzo Ferrero o Lobo Diarte cuando estaba en el Zaragoza. No se bajaba nunca solo. En Guía se formaban grupos que utilizaban los viejos Peugeot para venir al partido. Los niños veníamos en la última fila de asientos, y nuestros padres ocupaban apretados todos los restantes. No se llegaba al partido con el tiempo justo. Había que buscar aparcamiento y que tomarse las cosas con calma. Solíamos llegar una o dos horas antes. Nuestros padres se dirigían a echarse los guanijais en los bares de la zona y nosotros aprovechábamos para agenciarnos de golosinas y de estampas en los estancos antes de ponernos morados con los Nik, las Fantas y los Clipper.

Ya en el estadio todo era mágico y luminoso. Veías a menos de un metro a todos tus ídolos, y en la época que no había vallas podías saltar al césped a conseguir un autógrafo de Quini, de Santillana o de Paul Breitner. Generalmente ganábamos los partidos y cantábamos goles prodigiosos. El viaje, la bajada, casi nunca era en balde. Te podías comer un corneto que pregonaban al grito inolvidable del Kalise p’a los nervios y si había suerte te llevabas una bandera o un banderín del equipo que jugaba contra Las Palmas comprada antes o después del encuentro en función de las alegrías de los mayores. A lo mejor no nos enterábamos de casi nada de lo que sucedía en el campo. Seguíamos el balón como hipnotizados y todo se centraba en la emoción de aquellos minutos siempre inolvidables. Luego, una vez terminaba el partido, subías en el coche escuchando a los mayores como ahora escuchas una emisora de radio analizando el encuentro. Lo que pasaba es que nuestros padres y nuestros abuelos sabían un rato de fútbol, posiblemente mucho más que nosotros, y no los engañaban así como así. Eran muy exigentes con quienes vestían la camiseta amarilla, pero si veían que algún jugador heredaba la genialidad de sus antecesores lo defendían a carta cabal. Los jugadores eran casi como sus hijos, y la Unión Deportiva no sé si tendría parangón con alguna otra afición en su vida. No eran fanáticos, pero no hubieran entendido la existencia sin aquellos sábados a las ocho y media en el Insular. Cuando ahora voy al estadio y veo aparecer coches procedentes de los pueblos de la isla llenos de niños y de mayores dispuestos a vivir intensamente noventa minutos, recreo aquellos momentos inolvidables que tanto contribuyeron a que mi afición por este equipo esté por encima de categorías, contingencias económicas o resultados. La afición se asienta en los recuerdos más cómplices y cercanos, aquellos que compartiste durante años con quienes más admirabas. Un padre y un hijo, cuando ven un partido juntos, olvidan las edades y las jerarquías. Da lo mismo que tú entonces fueras un niño y que tu padre tuviera treinta y tantos años; también importa poco que ahora el adulto seas tú y que él ya tenga setenta años. En el momento en que los once jugadores amarillos empiezan a correr detrás de la pelota se detienen los tiempos y las edades. Hasta que termina el partido, todo juega a favor de esas emociones que nos igualan y nos reencuentran.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El infortunio siempre es pasajero

En el fútbol se gana, se pierde o se empata. Lo que he escrito no es una perogrullada. Lo sabe usted, lo sé yo y lo sabe el niño que está empezando a interpretar la vida y el juego. Hoy perdimos. Hasta ahí ya sabía usted. Pero también pudimos haber ganado. "Hombre, eso estaría por ver", me respondería usted sentencioso. Claro que estaría por ver, pero si entra el disparo de Vicente Gómez o la falta de Cejudo el partido se hubiera movido con otras corrientes más favorables. También influye el hecho de que un árbitro permita que le den patadas como si fuera un pimpampún al cerebro de tu equipo y no lo proteja ni le saque tarjeta a su marcador ( lo que sí es intolerable es que luego se las enseñe a los tuyos con faltas inexistentes como las que pitó a Vicente Gómez o a Aythami en sus respectivas tarjetas amarillas). Pero hoy el árbitro no influyó en el resultado. La suerte volvió a sernos esquiva y nos condenó con un primer gol en propia puerta cuando dominábamos el encuentro. Así y todo creo que la victoria del Celta fue justa. Se encontró con el resultado a favor y supo controlar y rematar el partido. Nosotros tenemos que hacer otras lecturas. Por ejemplo la de la madurez de Aythami, que lejos de venirse abajo tras la desgraciada jugada del primer gol pidió la pelota, subió al ataque y defendió con contundencia su banda. El equipo se va haciendo poco a poco en estas derrotas y en las contingencias que va sufriendo. Cualquier otro conjunto, con el número de bajas tan importantes y tan determinantes que tenía hoy Las Palmas, no hubiera dado la talla. No me duele perder así. Veo cada vez más asentado a Vicente Gómez, Barbosa realizó un par de paradas de mucho mérito, David González ha vuelto a coger la batuta prodigiosamente, Ruymán muestra cada día más descaro y Juanpe sigue siendo un valor seguro para la defensa de Las Palmas.

Ahora toca centrarnos en el próximo partido y olvidar cuanto antes este varapalo. Sí es cierto que habría que ensayar más las estrategias de los saques de esquina y la búsqueda de más contundencia en ataque, aunque eso también se consigue cuando los jugadores logran jugar juntos dos o tres partidos seguidos ( y eso está siendo casi imposible por las jodidas lesiones). No podemos pedir más. Han hecho lo que han podido y no han traicionado el juego de ataque y la búsqueda constante de la portería contraria. Ya habrá partidos que se nos darán mejor. Y el Celta tendrá días como el que hoy ha tenido Las Palmas. Pero lo que sí está claro es que la Unión Deportiva se ha ganado el respeto de los rivales y de los comentaristas nacionales. No es flor de un día. Seguirán entrando canteranos y seguiremos creciendo.

Intentaremos subir este año, pero si no lo haremos la siguiente temporada con una plantilla más experimentada y más sólida. Creo que los aficionados seguirán estando con el equipo. Jugamos un papel muy importante en cada partido en el Gran Canaria. Nos reconocemos en el campo de juego y hemos recobrado la emoción cuando vemos el azul y el amarillo. Ya nos visitará el Celta en la segunda vuelta y trataremos de devolverle la moneda. No es un tópico. Además la climatología parece siempre un anticipo de nuestro propio fracaso. Espero que la lluvia sea pronto un vaticinio de victoria. Hasta ahora, cuando ha empezado a diluviar en los estadios que hemos ido visitando, el balón parece como si se pusiera de parte del equipo contrario. Disfrutemos de este puente largo y asumamos la derrota como parte de un guión establecido de antemano. No nos queda otra. En el fútbol la siguiente jornada siempre es un acicate para poder cambiar la historia. Nada es eterno. Ni las alegrías ni las penas se asientan en ninguna parte. Sigamos jugando. Tenemos la suerte de ser aficionados de un equipo que se ajusta a nuestra propia manera de entender la vida: arriesga, intenta generar belleza, no desfallece y a veces gana, a veces pierde y otras veces empata. Me preocupa más que Vitolo conserve su alegría y que sepa que estamos detrás de cada uno de los pasos que va a dar en los próximos meses que esta derrota.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El otro

El balón es el destinatario de casi todos nuestros sueños. De niños lo hubiéramos dado todo por haber sido unos virtuosos o por haberlo sabido controlar como mismo lo hacía Maradona en Villa Fiorito soñando con llegar a ser lo que luego fue. Nosotros también teníamos sueños parecidos de grandeza futbolística, pero poco a poco los tuvimos que ir recolocando en otros objetivos para poder seguir adelante. Así y todo jamás perdimos de vista el balón. Sólo hemos dejado que sean otros los que lo golpeen y los que metan los goles memorables que imaginábamos en aquellos campos improvisados en las maretas o en las canchas de los colegios.

Muchas veces eres tú mismo el que golpea la pelota. Da igual quién juegue en la Unión Deportiva. Ahí estás tú, parando el balón, levantando la cabeza, regateando en un palmo de terreno y colocándolo en toda la escuadra. Después te levantas y aplaudes desaforado, señalando el nombre de otro o comentando con el vecino la maravillosa jugada que acabas de ver. Pero no te engañes, cada uno es partícipe de su propia alegría en ese momento. No importa que haya veinte mil personas gritando contigo. En los momentos clave el gol lo meterás tú solo, como en aquellos partidos soñados de la infancia. Una vez pita el árbitro el final vuelves a casa o a la rutina diaria sin vítores y sin seguidores que te pidan autógrafos por la calle, pero que te quiten lo gozado en el campo durante noventa minutos. Incluso cuando silbas y te quejas de lo poco que corre un jugador te lo estás recriminando a ti mismo. Siempre estás ahí, por eso jamás renegarás de tus colores. Sería como renegar de tus propios sueños.

domingo, 28 de noviembre de 2010

El disparate

Si se acaba la emoción desaparece la magia. Los amores mueren muchas veces cuando tienen que enfrentarse a las necesidades materiales y alimenticias. Uno no se puede pasar toda la vida contemplando puestas de sol o besando románticamente en los bancos de los parques. La hipoteca, la inestabilidad laboral o el recibo de la luz acaban muchas veces con ese idilio que uno pensaba disfrutar toda la vida. Lo prosaico mata lo poético y el dinero envilece casi todo lo que toca. También el fútbol, que era una pasión a salvo justamente por lo que tenía de incongruente, de sorpresivo y de épico. Ahora está en manos de la televisión y de cuatro ejecutivos que sólo buscan la rentabilidad y el negocio. Si alguien nos hubiera dicho hace años que el Barcelona jugaría contra el Real Madrid un lunes por la noche lo hubiéramos tomado por un aguafiestas. Pero las teles emiten partidos los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados, y por supuesto también los domingos. Los ponen a cualquier hora y de cualquier Liga. El fútbol se ha convertido en un disparate que puede morir por saturación de intereses y de goles.

Supongo que serán cosas de la aldea global. También es verdad que en medio de esa alocada programación de partidos nos vamos aproximando otra vez a lo más cercano. Paradójicamente lo global activa luego lo local. Por eso estamos mirando tanto hacia la Unión Deportiva nuevamente, sobre todo si juegan canteranos que aún podemos reconocer por la calle. El Madrid y el Barcelona juegan otra competición. Parecen los globetrotters de gira por España. Sólo hay emoción cuando disputan la Liga de Campeones. No creo que tarden mucho los de la UEFA en montarse una Liga Europea de fútbol similar a la NBA, con franquicias, sin descensos, y con más anuncios de refrescos, hamburguesas y zapatillas deportivas que deporte. No sé para qué perdemos el tiempo viendo partidos de Primera División. Con seguir los dos clásicos tendríamos de sobra. El dinero marca la diferencia. En una competición regular es casi impensable la sorpresa si de entrada un jugador de un equipo cobra lo mismo que los veintidós del otro. Es una cosa de locos. También resulta incongruente que sigamos el partido del Madrid contra el Barcelona con corazón de lunes y viendo tan lejos el próximo fin de semana. Todavía un miércoles, aun incordiando, era más llevadero, pero pasar a un lunes este enfrentamiento es quitarle el carácter sagrado que siempre ha tenido para los buenos futboleros. Ya nada importa. Mandan las apuestas, los anuncios, las televisiones y los cuatro ídolos engominados e inmaduros. Los que aún queremos mantener a salvo el romanticismo tendremos que tirar de la épica. Los futbolistas ya sólo son iconos de máquinas tragaperras.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La noria

Cuando llegamos hoy al estadio de Gran Canaria nos encontramos una gran noria. En principio no estaba funcionando, pero no recordábamos que la vida y el fútbol se mueven con los mismos ritmos y las mismas subidas y bajadas que las norias. Unos días estás arriba y otros abajo. Unas noches tocas el cielo y otras te acercas peligrosamente al infierno. Hoy nos tocó terminar arriba, en lo más alto, ganando y respirando satisfechos al final del partido. Quince minutos antes del final estábamos abajo, y la verdad es que veíamos difícil que el mecanismo del azar se moviera y nos volviera a elevar a las alturas. Otros partidos habíamos caído en los últimos minutos. Hoy ganamos. Siempre he escrito que la suerte no iba a estar eternamente en nuestra contra. Pero también he sostenido que la suerte sólo la encuentra quien la busca. Me quito de nuevo el sombrero ante Paco Jémez. Fue fiel a su estilo y le ganamos a un señor equipo que podría estar perfectamente en Primera División.

Jugó Jorge Larena y ganamos el partido. No tuvo la soltura ni el desparpajo de los que llevan muchos partidos, pero logró mantener el equipo armado y supo poner la inteligencia en todo lo que intentaba. Les recuerdo que Josico, la temporada pasada, cuando jugaba tan poco como Jorge en ésta, parecía un jugador acabado, y ya ven ahora cómo está rindiendo cuando sale al campo. Por tanto hemos recuperado a Jorge para el resto de la temporada. Y también hemos descubierto que su alumno más aventajado, Vicente Gómez, tiene mucho que decir en el futuro. Me gusta la demarcación en la que ha jugado hoy, y sobre todo me gusta cómo lo ha hecho. Puede ser la combinación perfecta de Busquets y de Juan Guedes. Ojo al futuro que viene de la mano de Vicente Gómez. Partidazo a pesar de algunas precipitaciones. Otro mérito de Paco Jémez su reconversión en el campo.

Pero quien estaba en el terreno de juego era Jonathan Viera, y eso son ya palabras mayores. Cuanto más lo veo jugar más entregado estoy a su forma de entender el fútbol. Somos unos afortunados por tenerlo en nuestro equipo. No sé lo que aguantará porque vendrán muchos grandes a intentar ficharlo, pero los dos o tres detalles que nos deja en cada partido nos seguirán llevando al estadio cada quince días como quien acude a ese restaurante en el que sabes que siempre hay alguna delicatessen que quedará grabada para siempre en tu recuerdo más sibarita. Lo mismo podría escribir de Vitolo. Desde que coja el ritmo volverá a llenar de sutileza y poesía el juego de su banda.

Hoy no voy a escribir del árbitro. Me molesta que haya expulsado a Jémez. Habría que sacarlo en volandas de los estadios por su contribución al fútbol bello y al espectáculo. Era mentira que no sabíamos ganar. Ganaremos muchos más partidos y estaremos arriba toda la temporada, pero no me gustaría estar en la piel de Paco Jémez. Tiene una veintena de jugadores que pueden jugar y que merecerían ser titulares indiscutibles. Qué me dicen de las jugadas de Pedro Vega o del gol de Quiroga, otro que se suma a la fiesta. Les recuerdo que no pudieron jugar Josico, Guayre o David González, y que no olvidamos a Juanpe o a Armiche. No éramos unos locos soñadores. La noria se movía con su propio mecanismo, pero más tarde o más temprano iba a terminar poniéndonos a la altura de nuestro fútbol y de nuestro compromiso con el espectáculo. Hoy estamos todos un poco más felices.

PD: Le pediría al responsable de la megafonía del estadio que no nos silenciara poniendo el himno a todo volumen según pita el árbitro el final del partido. Hoy nos hubiera encantado que los jugadores hubieran escuchado el eco ensordecedor de nuestros aplausos. También el otro día, contra el Girona, dejaron que el árbitro se marchara sin escuchar la música de viento que mereció su desvergüenza.

Un sueño cumplido

Hoy Vicente Gómez se habrá despertado comprobando que a veces los sueños se cumplen. De niño siempre iba al estadio Insular a ver cómo jugaba Jorge Larena, cómo controlaba la pelota o cómo buscaba los desmarques de los compañeros. Él no le decía nada a nadie, pero se imaginaba jugando junto a Jorge con la camiseta amarilla, recibiendo sus pases y celebrando los goles. Con el tiempo, Jorge salió a recorrer mundo y Vicente se quedó subiendo los distintos escalones que conducen a los objetivos que uno se plantea confundiendo siempre los sueños con una realidad que a veces se empeña en echarlos abajo. Hoy, al paso de muchos años, se verá saltando al campo con su ídolo y recibiendo sus consejos cuando falle un pase o se equivoque en la manera de interpretar una jugada. Se sentirá más tranquilo teniendo a Jorge a su lado. Y Jorge, claro, sabe que está ante su gran día. No creo que estuviera tan ansioso desde que debutara con la Unión Deportiva. Los que admiramos su fútbol cruzaremos los dedos cada vez que el balón pase por sus pies. Les deseo a ambos toda la suerte del mundo. Sus destinos han terminado reencontrándose. Ahora falta que el azar juegue junto a ellos. Reconozco que hoy iré al estadio de Gran Canaria con una ilusión tremenda. Me sigue fascinando la apuesta de Paco Jémez: es valiente, sabe lo que tiene que hacer en cada momento y sigue apostando por la belleza y por el buen fútbol. En un partido como el de esta tarde, casi todos los entrenadores que hubieran estado en su lugar habrían optado por un centro del campo defensivo. Se merece todos los éxitos del mundo por esa osadía y esa fidelidad al fútbol que nos seduce. Espero que Vicente Gómez y Jorge Larena contribuyan a embellecer su propuesta. De momento, el sueño de los dos se ha hecho realidad.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ganar, perder y seguir jugando

El fútbol te enseña que la derrota es pasajera, que todo cambia en un par de partidos o de temporadas, y que, más tarde o más temprano, ganamos de nuevo y nos sentimos los seres más afortunados que han pisado la tierra. También la victoria se pierde por el escotillón del olvido. Realmente lo que disfrutas es cada paso que vas dando hasta conseguirla, y luego, cuando ya has ganado, llega poco a poco la desmemoria. Muchas veces es más épico el sueño de la victoria que la propia victoria; pero puestos a elegir, tanto en la vida como en el fútbol, apostamos por ganar en cualquier parte.

Lo que no vale es ganar de cualquier manera. Una victoria al patadón satisface y te hace vibrar cuando levantan la copa, pero luego te queda el regusto amargo de no haber visto ni un pase inolvidable que compensara los noventa minutos. Si Puyol no hubiera marcado cuando España jugó con Alemania en el último Mundial, y finalmente hubiera sucedido lo que casi siempre pasa con Alemania, que gana en el último minuto o en los penatis, todo hubiera sido olvido desde aquel día. No soportamos la derrota, ni siquiera jugando bien, y el resquemor del recuerdo de lo que pudo haber sido hace que nos olvidemos cuanto antes de ese partido. Si jugamos de maravilla y ganamos sí que conservamos esa victoria como oro en paño para el resto de nuestros días. El fútbol, por tanto, te enseña desde niño a relativizar y a valorar las cosas en su justa medida. Lo que vale es seguir jugando y apostando por el futuro. Da lo mismo donde estemos ahora. Hay apostar siempre por los grandes sueños. Que se cumplan o no es lo de menos. Lo importante es poder seguir viviendo en ellos, seguir jugando.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Una pésima digestión

Nada es casual. Hoy perdimos. Perdimos con Carril en el campo y con Jorge Larena en el banquillo. El partido empezó con música de Albinoni en honor del gran Carmelo Campos. Albinoni fue lo único bello del encuentro. Esta vez no hay árbitro que nos excuse. Entiendo a Paco Jémez. Él sabe por qué dijo lo que dijo la pasada semana sobre los errores infantiles. Jamás cuestionaré a Jémez. Valoro su osadía, su apuesta por el fútbol bello y hasta los riesgos que luego nos acaban destrozando; pero no entiendo su apuesta por Dani Carril y su ninguneo a Jorge Larena. Vicente Gómez es un grandísimo jugador que dará muchas tardes de gloria a Las Palmas, pero ganando dos a uno y con el Salamanca a punto de tirar la toalla fue un pecado casi mortal no haber dejado el centro del campo en manos de alguien con la veteranía y el saber hacer de Jorge.

Me quedo con el partidazo de Juanpe. Espero que Jémez empiece a valorar al de Arinaga como merece y se olvide de los despistes y de las salidas de tono de Samuel. Faltaba Josico. Eso lo notamos todos cada vez que atacaba el Salamanca. Tampoco fue el día de David González. Perdió muchos balones comprometidos y no se mostraba tan talentoso como en los partidos anteriores. Hoy hemos aterrizado en la realidad de la Segunda División con un equipo que creo que tiene todas las papeletas para subir a Primera División. Sigo creyendo en Las Palmas, pero no concibo que haya cometido diecisiete faltas por siete del Salamanca, ni tampoco me vale perder metiendo a un defensa para contener el resultado. La entrada de Aythami fue una traición a nuestra filosofía que se acabó pagando. Ya nos pasó lo mismo con la entrada de Pollo en el partido contra el Elche. O vamos o no vamos. Si dudas te quedas en tierra de nadie, y ya sabemos que al camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Lo que espero es que no nos pongan más partidos a esta hora. Ganes o pierdas, con los nervios se te echa a perder el almuerzo. Esta es una hora para que jueguen los veteranos o los benjamines. No entiendo este negociado inconcebible del fútbol y de las televisiones. Eso sí, me gustó más la narración de Marca Televisión que la del Plus en el partido contra los ilicitanos. Tenían más referencias, tiraban de historia y a veces sabían de lo que estaban hablando. Digo a veces porque ni Jonathan Viera jugó en el Universidad ni tampoco comprendo cómo se pudieron olvidar de Carnevalli cuando hablaban de los porteros de la Unión Deportiva. Internet y la bisoñez tienen esas cosas, que se van a la wikipedia y tiran del gran Pepín Casas pero luego se olvidan de lo que nos acordamos casi todos los buenos futboleros. Carnevalli, al margen de las palomitas y de las estiradas que vimos en mil noches inolvidables en el Insular, fue el portero de Argentina en el Mundial 74. Por tanto, Marca, primero que nada hay que tener un respeto a la historia y a los mitos. Espero que el gran Paco García Caridad, que sí sabe mucho de la Unión Deportiva, les dé un tirón de orejas a esos pitagorines de la wikipedia. Hablaban de los setenta y del subcampeonato de la Copa del Rey, pero confío en que García Caridad les dé lo antes posible una rápida lección de Guedes, Tonono, Germán y compañía, de un subcampeonato de Liga, de una eliminación al Torino, que era lo que hoy puede ser el Inter de Milán, o de aquella épica victoria al Millonarios de Di Stéfano y Pedernera. Pero de la historia no comemos. Ahora viene el Rayo. Ya esto es pasado, como aquel pasado glorioso y tristemente efímero. Empecemos de nuevo en ese próximo partido en el Gran Canaria. Espero que Jémez recuerde que hay un jugador llamado Jorge Larena en el banquillo. Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Carril, les recuerdo, ya ha tenido por lo menos dos, la del partido del Girona, que era para haberlo borrado de la alineación, y la de hoy, de juzgado de guardia. Que vuelva Ruymán o que se le dé una oportunidad al lateral izquierdo de Las Palmas Atlético o de los juveniles A, B o C. Cualquiera menos este Carril que encima tampoco es una apuesta de futuro. El del Rayo Vallecano será otro partido. El de hoy mejor lo olvidamos. Ha sido una pésima digestión.

martes, 16 de noviembre de 2010

A Jorge Larena



No sé qué te habrán contado de los héroes y de los mortales. Aquí todos venimos a sobrevivir, pero cada uno tiene una virtud especial que le hace distinto al resto. Están los amañados, los resistentes, los optimistas, los que lo ven todo negro, los rápidos, los lentos…Cabemos todos porque el mundo es grande y la vida corta. También están los genios, unos para la pintura, otros para la escritura, algunos para los números y muy pocos para el fútbol. Tú eres uno de esos pocos elegidos. Acabo de escribir que la vida es corta, pero lo que realmente es un fogonazo que sólo aguanta unos pocos años es la vida del futbolista. No soy dado a escribir la palabra genio así como así. La escribo porque te vi jugar maravillosamente al fútbol muchas noches en el Insular y otras tantas cuando vestías la camiseta del Atlético de Madrid. Toda aquella sutileza en el toque de balón sólo se conserva en tus pies. Aquella visión de juego y aquella inteligencia sólo está en tu cerebro. Supongo que te faltará la ilusión. Eso es lo más fácil de buscar. Yo por mucha ilusión que le ponga a mi fútbol jamás lograré hacer lo que tú sí puedes lograr. Ni yo, ni tampoco muchos de esos futbolistas que sí son titulares en equipos de Primera y Segunda División. Tú eres mil veces mejor que la mayoría de ellos. Creo que no te queda otra que creértelo cuanto antes y saltar al campo a comerte el mundo. Se te van los años y no puedes dejarnos a los que admiramos tu fútbol con la magua de no volver a verte gobernando magistralmente el centro del campo. Es tu momento. Si te conciencias y recuperas lo que tienes dentro, y si trabajas a destajo y te olvidas de fracasos recientes, te puedes convertir en una pieza fundamental de la Unión Deportiva. No quiero ni pensar cómo jugarían Vitolo, Viera, Armiche, Guayre, Vicente Gómez y compañía recibiendo la clarividencia de tus pases. De ti depende. No te agobies ni te precipites intentando demostrar nada nuevo. Déjate llevar por tu juego, sal al campo relajado, entrena como un galeote cada semana, y verás cómo te conviertes en el líder de este equipo. Piensa en tu retorno a los campos de Primera División comandando a este conjunto plagado de canteranos talentosos. Tienes muchas páginas por escribir. No las dejes en blanco. El poeta Baudelaire decía que había que tratar de ser sublime sin interrupción. No olvides nunca esa máxima. Sólo los genios pueden ser sublimes. No te escribiría esto si no valorara la calidad que atesoras. No la desaproveches. El día que vuelvas a salir al campo piensa en esa sentencia del poeta francés. No te desesperes si no te sale el primer o el segundo pase. Sigue intentándolo. La conquista de la belleza requiere paciencia y confianza. No desperdicies el talento que te han regalado los dioses.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Robo de cartera

El único aficionado de la Unión Deportiva que debe estar alegre ahora mismo se llama Juan Antonio García Melián. Sólo sé que es de Agüimes y que a la salida del estadio de Gran Canaria había una señora con un pequeño megáfono gritando que había encontrado su cartera. La señora jugaba con la socarronería canaria y decía que en ese caso no se había producido un robo como el que hoy sufrió el equipo amarillo. La encontró en el suelo y su intención, si no aparecía el dueño, era llevarla a la policía. A esta hora supongo que García Melián estará dando saltos de alegría si está leyendo este texto o si ya le han avisado del hallazgo. La señora repetía que menos mal que fue ella la que encontró la cartera y no el árbitro que hoy se suponía que debía impartir justicia en el partido que enfrentaba a la Unión Deportiva Las Palmas con el Girona. El trencilla, al que me niego a ponerle nombre para no hacerle publicidad (la mejor venganza es siempre el olvido y el silencio) sí que nos robó la cartera pitándonos un penalti más que dudoso en el último minuto y no queriendo ver uno posterior a favor de Las Palmas en el descuento.

Se nos ha vuelto a quedar cara de tonto. Vale que Paco Jémez dice que esos goles en los momentos finales se deben a fallos del propio equipo. Estoy de acuerdo con él, pero no me negará que en circunstancias normales, y a pesar de esos fallos infantiles en el marcaje, el Girona nunca habría empatado si no se pita ese penalti y se mira para otro lado cuando hay que pitar el otro. Qué pena esas pistas de atletismo. Todo queda lejos, para el árbitro y para ese portero impresentable que también tenemos que devolver cuanto antes al olvido (quién es, quién ha sido, adónde ha llegado: no es más que un mindundi provocador e inmaduro que tampoco verá escrito aquí su nombre). El nombre que sí escribo es el de Jonathan Viera. Qué quieren que les diga: yo hoy vi tres o cuatro jugadas que quedarán grabadas para siempre en mi memoria (eso es lo que tienen los grandes y los que valen la pena, que se asientan para siempre en nuestro recuerdo tirando de su talento y su genialidad). No voy a describir ninguna de esas jugadas, pero si el fútbol estuviera estructurado por géneros como la literatura, esas creaciones sólo se podrían concebir como poesías sublimes sólo al alcance de los elegidos. Tampoco me quiero olvidar de los detalles de Armiche. Dará mucho que hablar. Tiempo al tiempo. Tiene descaro, velocidad y una técnica exquisita. Y qué puedo decir de Josico. Cuando se va el equipo se desmorona. Los otros tienen que aprender cuanto antes y ser capaces de repetir lo que él hace. Su ausencia se nota sobre todo en la presión. No hay inteligencia ni ayudas, y en un visto y no visto el equipo contrario se planta en nuestro área. Esto sigue siendo fútbol. Por tanto viva la fiesta, aun cuando nos toque llorar últimamente y además a última hora, que es cuando más amargo es el llanto. Yo decía en la entrada anterior que la mala suerte no podía durar siempre, y lo mismo escribí en la contracrónica de hace dos partidos, y en el partido del Huelva, y en el del Granada e incluso en el del Betis. Faltaba el colmo de la mala suerte: que te metan un gol decisivo en el último minuto del partido y de penalti más que dudoso, o por lo menos de un penalti de los que habitualmente no se pitan, y menos al equipo de casa. Digo yo que llegados al colmo, a partir de ahora sólo cabe ir mejorando. No quiero creer a Paco Jémez cuando dice que el equipo no está para luchar por el ascenso. Supongo que buscará una motivación renovada en los jugadores con esa cura de humildad y que, al mismo tiempo, pretende que los aficionados aprendan a valorar la salvación como el gran objetivo irrenunciable. Ni en la vida ni en el fútbol sabemos qué pasará mañana, pero sigo siendo optimista a pesar de estos varapalos que nos están echando abajo las ilusiones de los fines de semana. No sé si es verdad que se perdió más en la guerra de Cuba. Pero hoy necesito tirar del tópico para consolarme. Por más que busco no encuentro ningún argumento razonable.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Bandera

Me lo encontré al final de sus días en el centro sociosanitario de Taliarte. Yo había ido a hacer un reportaje para el periódico sobre alguna actividad que organizaba el centro con los mayores y no pude dejar de reparar en su mirada melancólica y en aquel gesto adusto, aburrido, de alguien a quien la vida ya le parecía una propina sin sentido. Los años anteriores lo había visto muchos días en los bancos de Triana. Tampoco tenía nada que ver con el que yo me encontraba de niño en el Insular haciendo sonar una corneta que formaba parte de la banda sonora del Estadio.

Los que frecuentamos el estadio de Ciudad Jardín somos capaces de recordar, casi con el mismo sonido desafinado y los mismos agudos, a Fernando el Bandera con aquella corneta que hacía que el estadio reaccionara cuando el público se dejaba llevar por el sopor de algún partido infumable. También fue él el que un día se presentó anunciando el grito de guerra del Pío Pío. Creo que fue antes de un partido decisivo contra el Valladolid de Gilberto Yearwood, aunque igual me equivoco, pero sí soy capaz de recordar la entrevista en un periódico local a Fernando el Bandera, y la propuesta que éste hacía para fomentar el Pío Pío como grito de guerra futbolera. Quién le iba a decir que luego ese cántico se corearía cientos de veces en conciertos, partidos de fútbol y de baloncesto, o cada vez que necesitamos apelar a un acuerdo sonoro en el que reconocernos. Así se generan muchos de los cánticos y de los himnos que entran a formar parte de la memoria colectiva: vienen de la nada, o de la ocurrencia de alguien en un día de partido o en una tarde de aburrimiento en casa.

A mí se me pone la piel de gallina cuando recuerdo las grandes noches del Insular con el sonido de aquella trompeta que se escuchaba por todo el estadio anticipando riqui racas o goles memorables. De alguna manera su sonido se confunde con los sístoles y los diástoles de todos los que asistíamos a aquellos partidos. Los ingleses, que en las tradiciones del fútbol, en sus parafernalias y en sus estadios no permiten que nadie trafique con las emociones, han sabido siempre convertir esos himnos y esos sonidos en signos de identidad de un club o de una afición. Creo que nosotros tenemos poco que ver con el Hola don Pepito, Hola Don José. No nos dice nada, no hay emoción sino infantilismo en ese canto. Deberíamos volver al riqui raca, al sonido de aquella trompeta, al Pío Pío y a todos los cantos que nos hermanen en el recuerdo y en las grandes gestas amarillas. El Somos costeros que tanto se cantó con Los Gofiones en la final de Copa del Rey con el Barcelona sí que es uno de esos himnos con solera en los que reconocernos. No estaría mal tampoco el Triqui Traque del Tartanero que ya ha propuesto Malena Millares. Yo les aseguro que los forofos del Celtics o del Liverpool no dejarían escapar esas y otras canciones similares que le dieran a los partidos una dimensión más festiva y ritual que ese Hola don Pepito que no tiene nada que ver con nuestra tradición futbolera.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Me quedo con los detalles

Uno puede mirar la vida desde un plano panorámico o acercando la cámara todo lo posible a lo más pequeño y casi siempre inadvertido. Desde una visión panorámica, el partido que hemos jugado hoy contra el Elche deberíamos arrojarlo sobre la marcha por el escotillón del olvido. Apenas tuvimos posesión de balón, hilvanamos sólo un par de jugadas y lo raro fue que no saliéramos derrotados. Pero si nos asomamos al partido con un primer plano, o con un zoom que ayude a ver lo que se pierde en la espesura, encontraremos un equipo que no paró de luchar los noventa minutos, a otro árbitro que consintió el juego violento cada vez que alguien de Las Palmas quería parar el balón y buscar combinaciones con los compañeros, y sobre todo podremos reconocer a ese virguero talentoso y genial que responde al nombre de David González: pase de lujo para dejar solo a Cejudo en el primer gol e inteligencia avispada para marcar con un gesto su renuncia a la jugada de ataque en el segundo tanto: si hubiera intentado jugar la pelota nos hubieran pitado fuera de juego. También en esa mirada de los detalles aparece Paco Jémez aportando músculo al centro del campo cuando íbamos ganando y quedaban unos pocos minutos para finalizar. La pena fue que no valiera para nada esa apuesta defensiva. La suerte que nosotros nunca hemos tenido para cerrar otros partidos atendiendo a la justicia poética merecida la encontró el Elche en el descuento (yo no sé qué diablos pretendían los comentaristas de Canal Plus Liga recordando todo el rato el empate del Elche en el último suspiro en Valladolid: yo creo que lo repitieron hasta quince veces en cinco minutos. Y claro, pendientes de ese detalle de mal agüero que acabó cumpliéndose, no comentaban nada del juego violento de Wakaso, Acciari, Pelegrín y el resto de pateadores del Elche. De pena).

Después de que el Elche empatara a uno hubiéramos firmado este resultado, pero ahora no hay quien nos quite la rasquera por haber perdido dos puntos que nos hubieran mantenido en los puestos más altos de la clasificación. Analizando los partidos contra la Ponferradina y contra el Elche uno se queda con la magua de no haber traído los seis puntos para la isla. Lo único que consuela de este pequeño naufragio es que en la segunda vuelta, cuando estemos en el momento clave de la temporada, tendremos ocasión de resarcirnos. De momento sólo tenemos que pensar en el partido contra el Girona. También contamos los días para la vuelta de Vitolo, o para que puedan volver a coincidir en el ataque de la Unión Deportiva Vitolo, Viera, Guayre, Cejudo y David González. Ya habrá otros rebotes que nos beneficien y otros descuentos que nos sean más propicios. Hoy llegamos tres veces y metimos dos goles. En muchos partidos teníamos que contar con diez o doce ocasiones para marcar un gol. Quedémonos con los detalles y con el empate conseguido. El Elche casi vuelve a ser nuestro revitalizador; pero esa condición la dejaremos para la segunda vuelta, que es cuando los puntos ya no se jugarán con balas de fogueo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Mitos

No estás viendo a Guayre, a Armiche, a Vitolo o a Jonathan Viera. Tampoco veías hace años a Miguel Ángel Valerón, a Alexis Trujillo, a Narciso, a Koke Contreras, a Noly o a Martín Marrero. Desde la grada se ven mitos, no jugadores. En la tele también tienen esa misma condición, pero la distancia y la frialdad los vuelve más humanos.

Cuando vamos a un partido no vemos a los jugadores que cada cierto tiempo renuevan las alineaciones. Seguimos viendo a aquéllos que salían en las estampas o que aparecían en nuestros equipos de chapas o de cajas. Da lo mismo la cara o el dorsal. Desde la grada uno entrega al jugador todo lo que ha soñado. Casi podríamos decir que juega por nosotros y con nuestros sueños más futboleros. Ustedes me entienden.

Nunca vamos a ver jugar al vecino de la esquina. Tampoco a esos jugadores que un día tenían edad para ser nuestros padres y que hoy podrían ser nuestros hijos. Kafka decía que la literatura se escribía entre sombras, rebuscando. El fútbol también mantiene esa nebulosa que convierte en seres casi irreales a los futbolistas que se enfundan la camiseta de nuestro equipo. Una alineación de mitos. Eso es lo que lo es un equipo para los que nos sentamos en las gradas de un estadio. Por eso nos sigue enganchando tanto.

sábado, 30 de octubre de 2010

Un golpe helado

Hasta hoy sabía que los berzianos tenían vinos excelentes y mejores escritores; pero creo que también tienen la suerte de que el Camino de Santiago pase a escasos metros del Toralín y de que estemos en año Jacobeo. Acaba de finalizar el partido entre la Ponferradina y la Unión Deportiva y estoy tan noqueado y tan aliquebrado como todos los aficionados amarillos. Uno no sabe qué diablos ha podido pasar para que ahora mismo no esté escribiendo la crónica de una victoria de Las Palmas. El partido estaba ganado y controlado, con muchas oportunidades falladas y con el enésimo error arbitral que evitó que Edixon Perea (me ha gustado mucho el jugador colombiano, seguimos sumando) se quedara solo delante del portero leonés. Miro mi libreta de anotaciones y sólo leo frases triunfantes que destilan euforia. Tenía incluso el titular: “Esto va en serio”. Lo había escrito a mitad de la segunda parte. Pero en el fútbol no se puede escribir nada con coherencia, y mucho menos hacerlo antes de que finalicen los noventa minutos. ¿Y ahora cómo titulo este comentario? Perdimos, sí, eso queda claro. Íbamos ganando uno a dos y Vicente Gómez tuvo una oportunidad clarísima que casi hizo que mis piernas remataran con las suyas sentenciando el partido. Pero ni mis piernas, ni las del magnifico jugador amarillo, ni tampoco las de todos los aficionados canarios que se levantaron del sillón en el momento del remate, lograron meter la pelota en la portería. Y, claro, en la jugada inmediatamente posterior empató la Ponferradina. Fútbol es fútbol, que decía el sabio Boskov. Después, ya sabemos cómo se escriben esos guiones: partido roto, ataques y contraataques alocados y la suerte jugando sus bazas más que la calidad y las intenciones. Por eso he escrito lo del Camino de Santiago. Sólo asumiendo esa relación seudo mágica puedo entender la derrota de esta tarde.

No estaban los tres jugadores más desequilibrantes del equipo, pero aun así estábamos plantando cara y ganando hasta que el partido se empezó a confundir con la lluvia que estaba cayendo en el campo. Nosotros veíamos por la ventana un cielo azul y cuando mirábamos a la pantalla atisbábamos unos goterones que parecían que iban a lesionar a los jugadores. Todo se fue enfriando, el fútbol y nuestro estado ánimo. Nos metieron el tercer gol y parecía que el agua se había convertido en escarcha. La suerte sigue jugando en nuestra contra en todos los partidos. Vale que cometimos errores en defensa, pero en ataque tenemos que rematar veinte veces en posición clara para marcar un gol. Ya lo he escrito en alguna entrada anterior: esto es imposible que se repita siempre. Ahora sólo nos queda pensar en el partido contra el Elche, nuestro eterno revitalizador. Se nos dan siempre mal esos partidos enredados, bajo un cielo plomizo, con los equipos de la zona de Castilla León. Tiene uno la sensación de haber vivido muchas veces este encuentro en el campo del Numancia, del Valladolid o del Salamanca. No hemos jugado nuestro mejor partido. Esto es muy largo y habrá nuevas ocasiones para resarcirnos. Lo que sí tiene que hacer el director deportivo de la Unión Deportiva cuanto antes es mirar las condiciones contractuales y las cláusulas que hay que pagar para que la suerte se alinee alguna vez en nuestro equipo. Nos falta ese pequeño empujón que consolide las victorias que tenemos una y otra vez en nuestra mano. Respiremos hondo, nosotros y sobre todo los jugadores, tan castigados por ese azar y por ese trencilla ladino y arbitrario que en todos los partidos tiene que restarnos algún punto. La tarde de hoy podía haber sido mil veces mejor. Qué vamos a hacer. Vuelvo a Vujadin Boskov: fútbol es fútbol, y no hay más ciencia ni tenemos que buscar más explicaciones. Un día se gana y otro se pierde.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Razones


Hace tiempo que no tengo por qué justificar mis aficiones. Me gusta el fútbol porque la vida sería mucho más aburrida si no existiera. También me gusta la literatura, la música, el periodismo, la mujer, el mar o escuchar esos pájaros cumbreros que te sorprenden improvisando acordes. Creo que no hay que estar todo el santo día eligiendo unas cosas y desechando otras. Hay que defender lo que a uno le hace feliz.

Hace años, en una magnífica obra de teatro titulada Geppeto, el protagonista recuerdo que decía que en la vida hay un tiempo para Cervantes, otro para Beethoven y otro para Pelé. Suscribo esa frase. Nunca reniego de mi condición de futbolero. Aprendí mucho de la vida jugando al fútbol de niño y sobre todo asumiendo poco a poco que con los años se gana y se pierde, casi siempre con el azar de por medio, y que por eso no hay ni que desesperar ni que lanzar las campanas al vuelo como si se fuera a acabar el mundo.

El fútbol no deja de ser un juego, como la propia vida. Y si no seguimos jugando nos vamos olvidando poco a poco de vivir. Albert Camus, uno de los escritores que más admiro, también era de los que decía que buena parte de lo que sabía de la vida lo había aprendido jugando al fútbol. No tengo nada que explicar a los que no han disfrutado nunca de un buen partido ni de la emoción de los prolegómenos. A mí tampoco me gusta el críquet, y sería incapaz de apasionarme como lo hago cuando sigo un partido de la Unión Deportiva en Primera, Segunda o Segunda B. Da lo mismo. La emoción quedó grabada a fuego en la infancia. También los colores que a uno le remueven sobre la marcha todas las emociones.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un equipo

Ganó un equipo y un planteamiento de juego innegociable. El objetivo sigue siendo el divertimento y la búsqueda de la portería contraria. Paco Jémez no traicionó su manera de entender el fútbol y además logró integrar nuevos jugadores en su proyecto. Pero todo empieza en Barbosa. Un gran equipo se arma desde la portería. La confianza se escribe siempre debajo de los tres palos. Un portero inseguro genera dudas en todo el equipo, pero un meta que detiene casi todo lo que llega a la portería comienza a contagiar la osadía al resto de los jugadores. Luego hay que contar con una defensa expeditiva que sepa dar el primer pase y que acabe con cualquier tentativa de ataque del equipo contrario. En el medio campo debe haber siempre un Josico sobre el que gravite todo el juego, un jugador que desbarate las jugadas del contrario y que lleve el balón a los fantasistas. Delante hay que tener un Guayre que imprima velocidad y ponga el talento. He nombrado sólo un par de jugadores. No quería personificar en nadie el magnífico partido protagonizado por la Unión Deportiva ante el Albacete. Si acaso quería volver a referirme a Paco Jémez, el auténtico artífice de este milagro que nos hace disfrutar del fútbol en cada uno de los partidos que se juegan en el Gran Canaria. No quería citar a nadie pero he terminado hablando de Barbosa, de Josico y de Guayre. Realmente tenía que haberlos nombrado a todos. Cómo olvidar las genialidades de David González y Cejudo, la profundidad de Javi Guerrero, los cortes precisos de David García y de Samuel o las subidas por la banda y la seguridad que están aportando Aythami y Ruymán. Cómo obviar la recuperación de Pedro Vega o de Sergio Suárez, la contundencia de Pollo o la clase que atesora Vicente Gómez. Un equipo.
Es difícil poner a dos personas de acuerdo para que remen hacia el mismo lado. La mitad de los barcos de la vida cotidiana zozobran por el individualismo o el obcecamiento de los que navegan. Por eso poner a once hombres de acuerdo para que jueguen a lo mismo se convierte en una tarea casi titánica. Y sobre todo cuando tienes que luchar contra otros once hombres, y contra uno que casi siempre pita en tu contra. Otra vez volvimos a sufrir los errores y las equivocaciones de unos individuos que están empeñados en hacernos la puñeta en cada partido. Pero a pesar de ellos seguimos sumando. Y lo seguiremos haciendo. Este equipo tiene más aplomo y ha ido aprendiendo de los errores de otros partidos. Sigo siendo tremendamente optimista. No veía a Las Palmas jugar así desde la época de los argentinos de los años setenta. Y ya no es flor de un día ni depende el juego de un par de individualidades. Hay motivos para la esperanza. Tenemos un estilo de juego que nos define. Nos pasa como a la selección española, otro "equipo" que después de muchos años sin saber a lo que quería jugar ha dado con un sistema de juego reconocible y victorioso. Nosotros estamos en el mismo camino. Sólo hace falta que la suerte nos acompañe un poco más. Hoy pudimos haber marcado media docena de goles. Si logramos rematar la mitad de las jugadas que vamos trenzando no habrá nadie que nos detenga. Cada día encuentro más motivos para seguir soñando. Por una vez tenemos equipo. Durante muchos años sólo habíamos tenido jugadores corriendo sin ton ni son en un campo de fútbol. Y encima casi todos proceden de la cantera. Por eso nos toca aún más de cerca esta alegría que nos cambia la cara y nos vuelve tan soñadores y tan esperanzados.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Conexiones

Las nuevas tecnologías llegan al fútbol sólo a través de los aficionados. La FIFA sigue queriendo vivir en el siglo diecinueve y mantiene los goles fantasmas como prueba de ese anacronismo decrépito que no les deja asomarse al futuro. Sin embargo, los medios de comunicación, la mayoría de los clubes y los aficionados sí que nos hemos adaptado a esas nuevas tecnologías en beneficio del fútbol y de nuestros equipos. Esta página web de la Unión Deportiva sería un ejemplo de esa salida de la noche de los tiempos que parece promover la FIFA. En fin, allá ellos.

Nosotros sí que podemos seguir los partidos y los resultados de Las Palmas aunque estemos lejos de casa. No se imaginan la satisfacción que siente uno cantando en directo un gol de Las Palmas en Nueva York, en París o en Viena. Me da lo mismo que los vecinos me tomen por loco. Conectado a Internet uno puede seguir la narración como si estuviera en casa. Ya conté en una entrada anterior las peripecias de la generación de mi abuelo con las palomas mensajeras para poder seguir los resultados de la Unión Deportiva. Pero es que yo recuerdo que cuando Las Palmas jugaba en Segunda B y yo vivía en Madrid sólo podía enterarme del resultado de un partido llamando por teléfono o esperando a los periódicos del día siguiente, aunque muchas veces seguíamos al equipo en aquellos encuentros de infausto recuerdo en Móstoles, Leganés o Fuenlabrada.

Y si me remonto unos pocos años antes, a finales de los ochenta, me veo en Londres moviendo como un loco la antena de una radio para intentar sintonizar Tablero Deportivo cuando Las Palmas, en Segunda División, jugaba los domingos por la tarde. Canté muchos goles entre sonidos rarísimos que a veces no me permitían saber ni siquiera el nombre del goleador. Ahora, sin embargo, conectas el portátil y te llegan las incidencias del partido como si estuvieras en Ingenio o en San Mateo. Y además yo soy de los que muchas veces prefiere seguir el partido por la radio antes que por la tele.

Es cierto que no te puedes llevar casi nada cuando te vas lejos de casa por un tiempo, pero teniendo la cercanía de tu equipo te llegas a sentir menos extraño y menos desubicado. Hay una serie de automatismos que si desaparecieran de nuestras vidas nos dejarían desorientados y con la sensación de que nos falta algo para armar el rompecabezas de nuestra propia existencia cotidiana. El seguimiento de los resultados y las incidencias del equipo de fútbol que ya nos quitaba el sueño desde que íbamos al colegio es una de esas rutinas innegociables. La sensación de felicidad y de alivio tras una victoria merecida, y no digamos trascendental, nos sigue elevando sobre la marcha al séptimo cielo que frecuentábamos casi a diario en los años de infancia.

domingo, 17 de octubre de 2010

La suerte y el padrino

El partido de esta tarde contra el Real Valladolid fue uno de esos encuentros que se parecen a los días en los que todo nos sale torcido desde que salimos de la cama. Hay una gran semejanza entre la vida y el fútbol, y en ambos casos la suerte juega un papel primordial. Y también, claro, lo tiene más fácil en la vida quien cuenta con un padrino que allane el camino y facilite las cosas, sobre todo cuando uno empieza. Ese padrino lo tuvo hoy el Valladolid en la figura de Pino Zamorano y en un penalti que en la vida hubiera pitado a favor de Las Palmas. Pero no contento con ese padrino arbitrario, el equipo pucelano contó con la suerte que evitó que Las Palmas marcara en los primeros minutos. Salió arrollando al Valladolid, combinando, desbordando, jugando con el mismo prodigio que en los otros partidos de la temporada. Y estuvo así hasta que se lesionó Vitolo. Cómo dependemos del desborde, del cambio de ritmo y del desparpajo de Vitolo. Pero aun con ese gol facilitado por el padrino y con la lesión del canterano le seguimos jugando de tú a tú a los blanquivioletas. Pero nuevamente la suerte nos dio de lado con un gol justo antes del descanso. Lo demás tiene poca historia. Comienza la segunda parte, el Valladolid juega con espacios y a las primeras de cambio cierra el partido. Al final el marcador indica un tres a cero tan injusto como engañoso. Pero no nos queda otra que aprender de estos partidos. Forman parte del guión que nos espera.

Ahora sólo nos cabe desear que no sea nada lo de Vitolo y que tampoco vaya a mayores la lesión de Jonathan Viera. El equipo nos espera el próximo fin de semana en el Gran Canaria. Ahora más que nunca es cuando hay que demostrar que avalamos este proyecto y que nos sentimos orgullosos de la manera que tienen de jugar al fútbol. Falta cerrar los partidos y tener más contundencia arriba, pero sobra calidad y ganas de seguir creciendo. No tengo ninguna duda de que continuaremos en los primeros puestos. Otro día la suerte jugará con nosotros. Han sido muchos partidos sin ver puerta cuando arrollábamos al rival. El día del Alcorcón sí encontramos el gol y los huecos que se abrieron nos permitieron jugar al fútbol desplegando todo el prodigio que atesoran nuestros jugadores en sus botas. Y el Alcorcón, para aquéllos que decían que era un equipo bailable, está en la zona alta de la tabla.

La próxima jornada viene el Albacete, y además llega herido tras perder con la Ponferradina. Es otro conjunto con oficio y plagado de jugadores con experiencia. Nadie nos dijo que esto iba a ser fácil. Hoy hemos tenido un mal día y hemos cosechado la primera derrota de la temporada. Ahora toca olvidar, aprender de los errores y seguir confiando en nuestro juego. Estos jugadores precisan de nuestro empuje y necesitan saber que cuentan con todo nuestro apoyo. Habrá otros días como éste, pero también se repetirán noches como las que vivimos contra el Alcorcón, el Villareal B o en la primera parte contra el Betis. Fue un partido raro, como esos días raros en los que nos vemos atrapados de vez en cuando. Pero la vida y el fútbol, que como digo van casi siempre de la mano, también nos han enseñado que todos estos desastres se olvidan desde que regresan los días venturosos. Menos mal que esta tarde me la ha alegrado un poco David Silva con el golazo que acaba de marcar contra el Blackpool en la Premier. Al equipo derrotado, a pesar del gran gol de Silva, le pasó como a Las Palmas: jugó mil veces mejor y mereció la victoria, pero así es el fútbol. Deciden los goles, esos regalos del cielo que casi siempre están en manos del azar. O del padrino que contribuye a que aparezcan penaltis que allanen un poco el camino.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Destinos equivocados



Hay dioses que escriben destinos equivocados. Un mal día o un segundo que desearías olvidar puede escribir para siempre todo tu recuerdo. Le sucedió al Flaco Cardeñosa en el partido contra Brasil durante el Mundial de Argentina. Tenía la portería vacía para rematar a gol, pero nadie sabe cómo se enredó con el balón y acabó estrellándolo lastimosamente contra el cuerpo de Amaral. Tuvo un mal día justo en el peor momento. Nadie recuerda sus partidazos con el Betis ni que fue él quien dio el pase de gol a Rubén Cano para que empujara el balón en aquel partido memorable contra Yugoslavia en 1977, el del botellazo a Juanito, que nos clasificó para el Mundial 78.

Ese mismo recuerdo infausto ha quedado en la Unión Deportiva para Castellano y Félix, dos grandísimos jugadores, salidos de la cantera, y con muchos años en la élite, que fallaron sendos penaltis en momentos claves para el equipo amarillo. El penalti de Castellano contra el Real Madrid que nos pudo dar media Liga me tocó casi recién nacido, por lo que el recuerdo que tengo es el de la memoria de mis mayores; pero el que sí pude ver en directo fue el de Félix en la semifinal de Copa del Rey contra el Fútbol Club Barcelona en 1984. Habíamos perdido dos a uno en el Nou Camp y en la vuelta ganamos uno a cero en el Insular con muchas ocasiones falladas por la Unión Deportiva (entonces en Copa no valían el doble los goles marcados fuera de casa: si hubiera sido así nos hubiéramos plantado en otra final). Recordamos a Félix por el penalti pero nadie recuerda a Maschiarelli rematando penosamente una y otra vez contra la meta de Urruticoechea. En ese partido también destacó el excelente marcaje que le hizo Benito a Maradona, al que prácticamente no dejó tocar la pelota en todo el encuentro. Llegados a los penaltis, le tocó a Félix llevarse la peor parte. Colocó el balón, cogió carrerilla y su disparo se perdió lastimosamente hacia la Grada Curva. Pocas veces he visto el Insular tan apesadumbrado. Bueno, un año antes también nos habíamos quedado de piedra el día del descenso ante el Athletic de Bilbao. Pero esos momentos ya pasaron, ya no volverán, como tampoco llegarán los grandiosos. Habrá otros días de éxitos y fracasos, es algo inevitable si hablamos de competición y de deporte. Un día ganas y otro pierdes, como en la vida. Lo que no vale es asociar a Félix con ese momento azaroso. Durante muchos años fue pieza clave en el centro del campo de la Unión Deportiva en Primera División, sobre todo en los años de Brindisi y de Morete. Posiblemente sea uno de los mejores ejemplos en los que se podría mirar la actual cantera amarilla. Los que le vimos jugar muchas noches partidos memorables tenemos el deber de evitar que su nombre se asocie solamente a un malhadado penalti. Félix y todos los que vistieron la camiseta amarilla durante muchos años en Primera División tienen más historia que casi todos los jugadores que han pasado por el club en los últimos veinte años. Por eso hay que seguir creyendo en la cantera. Los mejores años nos los dieron los jugadores que salían de nuestras playas y de los barrios y los pueblos de las islas.

sábado, 9 de octubre de 2010

El hombre del utilitario rojo

¿Por qué acuden veintincinco mil personas a un mismo lugar, en un día determinado, a una hora concreta, y todos con cara de querer pasarlo bien a toda costa? ¿Qué llevó hoy al estadio de Gran Canaria a tantos aficionados? ¿Se jugaba un ascenso? ¿El equipo milita milagrosamente en Primera División? ¿Las Palmas ha fichado a Xavi y a Messi? La respuesta la encontramos en el propio desarrollo del partido entre la Unión Deportiva Las Palmas y el Real Betis Balompié, sobre todo en el juego desplegado por el equipo amarillo en algunos tramos de la primera parte.

Uno sale satisfecho aunque no gane Las Palmas. Yo creo que hubiera salido satisfecho aunque hubiera perdido. Nunca pensé que llegaría a escribir algo así, pero aquí queda. Tenía claro que me iba a poner en pie para aplaudir cuando aún no habíamos empatado. ¿Por qué iba a aplaudir? ¿A santo de qué iba a celebrar una derrota? Pues porque hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto viendo jugar a Las Palmas, por el desparpajo, por la osadía que siguen mostrando los jugadores y también por la clase que atesora buena parte del equipo.

Pero nada de esto hubiera sucedido si la directiva no hubiera apostado por la cantera, con todo el riesgo que se asume con una decisión como esa, y sobre todo si no hubiera habido un entrenador que fuera capaz de transmitir al equipo el espíritu y el sistema que mejor se adapta a la manera que tenemos los canarios de entender el fútbol.

Debido a la cantidad de gente que había a la salida del estadio, los amigos que fuimos al partido decidimos tomarnos una cerveza hasta que se despejara el tráfico. Tras esa espera fuimos a buscar el coche que teníamos casi al lado del campo de hockey. Nos encontramos a muchos chiquillos esperando la salida de los jugadores –cada uno en su propio vehículo- para pedir los autógrafos y sacarse la foto de rigor junto a sus ídolos. Vimos cómo salía un utilitario rojo como el que puede tener cualquier hijo de vecino. Era un coche que carecía de la ostentación y del estruendo que tanto se ha puesto de moda entre los futbolistas que se comportan como multimillonarios consentidos. Todos le paraban y requerían una foto con quien iba dentro. El coche se detenía y quien conducía se dejaba fotografiar pacientemente mientras firmaba decenas de papeles improvisados. Era Paco Jémez junto a su señora. Parecía un aficionado más abandonando el estadio; pero la diferencia con el resto es que a él le vitoreaban, le aplaudían y le daban las gracias.¿Habíamos ganado la Copa de Europa? ¿Habíamos ascendido a Primera División? ¿Por qué le daban las gracias? ¿Por qué le vitoreaban? La respuesta creo que la podemos consensuar entre todos: por hacernos un poco más felices. No recuerdo que nadie dijera eso, pero se leía esa frase en los ojos de los niños y de los mayores. Da lo mismo lo que suceda dentro de unas jornadas. De momento estamos viviendo un sueño. Y ese hombre cercano y sencillo, el que conducía un utilitario rojo, es el que ha escrito el argumento que están interpretando prodigiosamente los jugadores que saltan al terreno de juego. Al final quedamos dos a dos, pero para lo que permanecerá en nuestra memoria el marcador es lo de menos. Lo que sí recordaremos dentro de unos años serán las combinaciones casi imposibles de Guayre, Vitolo, David González, Cejudo, Jonathan Viera y compañía en aquel partido contra el Betis, cuando atacábamos hacia la grada de Naciente. El fútbol se vuelve siempre épico en los detalles. Como la vida. Y al final es cierto que sólo permanece lo que se acaba entrecruzando con las emociones.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Las pistas

Soy de los que no entienden la necesidad de colocar pistas de atletismo en los estadios de fútbol. Y mucho menos que esas pistas te acaben separando de tu equipo. A lo mejor algún día podremos hacerlas desaparecer, pero de momento es lo que tenemos y hay que acostumbrarse a ellas. Al fin y al cabo al fútbol se juega en el terreno de juego, y si esa lejanía la compensamos con talento la cosa puede ir equilibrándose.

El Insular ya no existe. No podemos comportarnos como niños recreando lo que pudo haber sido y no fue. Soy de los devotos del estadio de Ciudad Jardín (les recomiendo lo que ha escrito Malena Millares en su blog Al Golpito sobre el Insular: transmite magistralmente la emoción y todo lo que vivimos en ese espacio siempre añorado), pero como me recuerdan siempre los pragmáticos allí nos fuimos a Segunda B, y con todo ese apoyo cercano nos costó una barbaridad salir de ese pozo de olvido. No nos queda otra que arrimar el hombro y acostumbrarnos a lo que tenemos. Que las gradas están lejos, pues gritemos y aplaudamos más para que nos escuchen los jugadores y se sientan arropados por el público. La vida es una constante aventura en la que tenemos que ir capeando lo que nos va viniendo. No se puede vivir anclado en el pasado porque entonces no das un paso adelante y te estancas lastimosamente. Lo que fue, lo que vivimos y lo que nos contaron está bien para la literatura, para la épica o para estos blogs; pero luego, en ese presente que palpita cada dos semanas en el estadio de Gran Canaria, tenemos que apostar por la felicidad con todas las consecuencias transmitiendo todas nuestras buenas vibraciones a los jugadores. Con los sueños de grandeza no se va a ninguna parte. También nuestros abuelos echaron de menos el estadio de Campo España cuando asistieron las primeras veces al Insular. El día que subamos a Primera División y empecemos a acumular gestas en el Gran Canaria, éste se irá asentando también en nuestra memoria más forofa y sentimental.

Algún día haremos desaparecer las pistas y lograremos culminar la obra con un cerramiento digno en todos los puntos cardinales del estadio, pero de momento vamos a empujar entre todos para hacerlo nuestro. Lo que nos interesa es que los once jugadores amarillos que salten al campo jueguen como si los estuviéramos llevando en volandas. Y para ello también se requiere un esfuerzo por nuestra parte. Si sólo miramos atrás corremos el riesgo de quedarnos anclados en el tiempo como aquellas bíblicas estatuas de sal de las que nos hablaban en el colegio. Nos vemos todos el próximo fin de semana en el estadio de Gran Canaria para asistir al partido contra el Betis, un encuentro que espero que sea sólo un anticipo del que se jugará la próxima temporada en Primera División. Nosotros somos los únicos que podemos cambiar la historia de ese estadio. Les recuerdo que Argentina ganó el Mundial 78 con una afición que supo llevar a su equipo en volandas en un estadio con pistas de atletismo. Si nos lo proponemos, los jugadores de la Unión Deportiva podrán sentir nuestra cercanía en cada jugada. No habrá nada, ni siquiera esa aberración fría y distante que tenemos que hacer desaparecer cuanto antes, que impida que nuestros ánimos y nuestra euforia acaben confundiéndose con el juego vistoso y alegre de nuestro propio equipo.

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sábado, 2 de octubre de 2010

Seguimos jugando

Ya llegarán los días en los que la experiencia nos ayude a consolidar las victorias que parecen al alcance de la mano. Siempre recuerdo que el Barça de Guardiola que terminó ganando todo lo que puede ganar un equipo de fútbol europeo empezó su temporada de gloria perdiendo con el Numancia en Los Pajaritos. Nosotros también estamos empezando la temporada, y de momento seguimos invictos.

El Recreativo de Huelva no es un equipo del montón. Está plagado de muchos jugadores que han jugado en Primera División y aún mantiene la vitola de ser un equipo que en los últimos años se ha manejado entre lo más fetén del fútbol nacional. Ese equipo ha acabado hoy con media plantilla amonestada. Ya en los primeros quince minutos sólo se propusieron parar el partido con patadas y enredando el juego. Le costó mucho a Las Palmas entrar en el partido, pero así y todo hubo algunos fogonazos que de vez en cuando nos hacían despertar de la modorra por la que apostaba el Recre. Nunca nos encerramos atrás. Siempre propusimos toque y ataque. Y además el equipo no se rompió en ningún momento. A medida que vayan pasando las jornadas, los canteranos que forman la columna vertebral del equipo irán ganando en confianza y en veteranía, y cuando la adquieran difícilmente se verán sorprendidos como en los dos últimos encuentros. Estamos en el camino. Seguimos queriendo jugar al fútbol los noventa minutos.

Pero lo mejor de todo el partido fueron los últimos quince minutos. Uno se siente cada día más amarillo cuando ve a la Unión Deportiva buscar decidida, y siempre tocando la pelota, la portería contraria. Y encima siguen apareciendo nuevos referentes de la cantera que no hacen más que afianzar un proyecto que está llamado a darnos muchas alegrías. Me gusta mucho el juego de Vicente Gómez; creo que engarza con la genialidad cada día más desbordante de Jonathan Viera y con la clase y el estilo de gran futbolero que muestra Vitolo en casi todas sus acciones. Randy tiene mucho que decir, y si no al tiempo, lo mismo que Armiche. Cada día contamos con más razones para seguir soñando. El fútbol casi siempre premia a los osados y a los que apuestan por dignificarlo a través de la belleza. Este equipo se merece esa justicia poética que sólo está destinada a los más grandes. Si tenemos paciencia y un poco de suerte, nos vamos a divertir mucho en los próximos años. De momento, nadie nos va a quitar las ganas de soñar. Da lo mismo que no todos los días juguemos como contra el Alcorcón o el Villareal B. Tanto con el Granada como con el Huelva, el único equipo que buscó el gol hasta el último minuto fue el nuestro. Y da igual que juguemos en casa o que lo hagamos fuera. La Unión Deportiva que entrena Paco Jémez lleva hasta el límite aquella máxima que siempre exigía Baudelaire a los creadores: ser sublimes sin interrupción.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La ecuación perfecta


Nunca me gustaron las matemáticas, probablemente porque nadie me las explicó con la lógica y la paciencia necesaria. Siento repeluz cada vez que me las tengo que ver con números o fórmulas, y quizá sólo me maneje correctamente cuando hago cálculos en las clasificaciones con los goles a favor o en contra, o con los partidos empatados y el número aproximado de puntos al que hay que llegar para salvarnos o ascender de categoría. Eso lo entendía desde niño, me imagino que porque me importaba y porque de ese entendimiento dependía que pudiera seguir las jornadas sabiendo qué equipos interesaba que perdieran.

Con el paso del tiempo, sí te das cuenta que buena parte de lo cotidiano depende de esos cálculos matemáticos o de fórmulas físicas que olvidé al minuto siguiente de haber aprobado segundo de BUP. El fútbol, por ejemplo, se juega con la velocidad, en el espacio y con el tiempo que siempre se combinaban en muchas de aquellas fórmulas de marras. Sin embargo, sí reconozco una ecuación que jamás se me borra de la cabeza: saca Carnevalli en corto sobre Felipe, éste cede a Jorge o a Félix, y sobre la marcha el balón llega a Brindisi: entonces es cuando se conjugan todos los números y los parámetros para que con un toque sutil la pelota recorra un espacio casi imposible por el que ya corre Morete como un caballo desbocado. El cañonazo final del ariete argentino sería el resultado perfecto de cualquier fórmula que se precie. Tras ese remate sólo se concebía el delirio.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Seguimos sumando ilusiones

En el fútbol juega el azar casi tanto como el otro equipo. Un gol cambia el destino de cualquier partido. Si es a favor despierta las genialidades y las ilusiones dormidas: cuando es en contra aploma las piernas y confunde las ideas. Hoy Las Palmas tuvo todo a su favor para haber conseguido una victoria contra el Granada, pero el equipo andaluz estuvo siempre bien plantado en el terreno de juego y supo jugar sus bazas. Nosotros también jugamos las nuestras y no dejamos de proponer buen fútbol todo el partido. No hay que desanimarse por este empate. No es un tópico, la Liga es larga y otorga muchos momentos para resarcirnos. Otro día tendremos el santo de cara y cerraremos el partido con un segundo gol cuando estemos ganando por la mínima y el contrario tenga un jugador menos. La apuesta por la cantera y por la juventud tiene también el riesgo de la bisoñez, pero bendito riesgo si seguimos jugando como lo estamos haciendo.

No se fue a especular con el marcador a favor, y eso supone que, igual que puedes ampliar el resultado, te pueden dejar helado a las primeras de cambio. Me quito el sombrero ante ese planteamiento irrenunciable de ataque que propone Paco Jémez. Ya dije en una entrada anterior que a veces el resultado es lo de menos. Se intentó jugar bien, se buscó siempre la portería contraria y se contó con el apoyo de un público entusiasta que con su presencia en el estadio refrenda esta manera de jugar al fútbol.

El gol del equipo contrario llevó el silencio a la grada. Sucede siempre. Los goles del equipo contrario nunca parecen goles, y uno siempre se queda mirando al árbitro a ver si lo anula, pero al final suben al marcador como los que cantamos nosotros en medio de un griterío que hace que retumben hasta los cimientos del estadio. Seguimos sumando puntos y queriendo jugar al fútbol. No sé adónde acabaremos llegando por ese camino, pero yo sigo manteniendo intactas todas las ilusiones en este equipo joven, brillante y con ganas de inventarse el fútbol en cada jugada que improvisa sobre el césped. Que no vengan ahora los agoreros y los resultadistas a hablar de pragmatismos y de una exagerada euforia. Durante muchos años ya dejamos que fueran ellos los que destrozaran nuestro fútbol. Los riesgos se asumen con todas sus consecuencias; pero nadie va a quitarnos la alegría que supondrá seguir cantando victorias sin traicionar ni un ápice el juego que mejor se ajusta a nuestra propia manera de entender la vida.

Un equipo de estampas


Hay equipos que se quedan grabados en nuestro recuerdo aunque su presencia haya sido efímera. El Granada es uno de esos clubes que se quedaron guardados para siempre en nuestra memoria. Yo lo achaco a las estampas y a que cuando jugó en Primera División uno estaba en una edad en la que los futbolistas se convertían en mitos sobre la marcha, sobre todo los futbolistas que salían en las estampas. También influían mucho las rayas horizontales de su equipaje. Nos gustaba el equipaje del Granada porque era desenfadado, llamativo y distinto al resto. Es un acierto que hayan recuperado esas rayas después de haberse perdido durante años en esa casa común de las rayas rojiblancas verticales que ya pertenecen a otros muchos equipos de mayor solera.

Yo recuerdo los equipos de cajas y de chapas con los jugadores del Granada. Nos sabíamos sus alineaciones, y hay una serie de nombres como Parits o Izcoa que quedaron para siempre en nuestro subconsciente futbolero. También jugaba en ese equipo el paraguayo Maciel antes de recalar en la Unión Deportiva y convertirse en un icono siempre reconocible en el equipo que comandaban Brindisi, Morete y Carnevalli. En esas estampas también se encontraba Castellanos, todavía sin la barba con la que jugó en el Valencia tantos años, y el entrenador era Miguel Muñoz, recién salido del Real Madrid y antes de llegar a la Unión Deportiva a escribir una de las páginas más gloriosas del equipo amarillo.

Ese equipo de estampas que por suerte ha vuelto al lugar que se merece por la entidad de la ciudad y por su afición es el que esta tarde visitará el estadio de Gran Canaria. En aquella temporada 1975-76, la Unión Deportiva tenía un equipo de transición que aún conservaba algunos de los artífices de las grandes gestas de los años sesenta y que ya iba dando entrada a los que luego acompañarían a los argentinos en los éxitos de los siguientes años, ya con Muñoz y Maciel en el plantel amarillo. El Granada nos ganó aquel año los dos partidos. Yo creo que hoy cambiará esa historia. No va a ser un rival fácil, pero entre el talento de nuestros canteranos y el aliento de los aficionados que acudirán al estadio seguro que podremos colocarnos en lo más alto de la clasificación. Hacía mucho tiempo que no salía a la calle un sábado por la mañana y escuchaba a todo el mundo hablando del partido de la Unión Deportiva. Ya sólo por haber conseguido eso creo que este equipo entrenado magistralmente por Paco Jémez merece todos nuestros respetos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Pioneros

Cuando vivía en Madrid y hablaba con quienes habían visto muchos partidos de fútbol en Chamartín, en el antiguo Metropolitano y en el Manzanares, casi todos coincidían en que la Unión Deportiva Las Palmas era el equipo que más les había deslumbrado en los años sesenta por su forma de mover la pelota, por la depurada técnica de los jugadores y por la propia manera de concebir el fútbol, más creativa y repensada que la del resto, más fantasiosa, más cercana a lo que luego acabaríamos conociendo como fútbol total.

Son muchas las referencias literarias o los personajes destacados de la cultura y el deporte que se refieren a Las Palmas cuando hablan del fútbol de aquellos años. Pocos equipos pueden presumir de esa épica que les iguala a otros referentes que han deslumbrado en la historia de este deporte. Creo que Las Palmas ha vendido poco esa grandeza del pasado que debería servir, tal como ahora estamos haciendo con la vuelta a la cantera y al juego creativo y deslumbrante, para articular cualquier paso que demos de cara al futuro.

Esos mayores que vieron jugar a la Unión Deportiva aquellos años recordaban siempre que ese juego lo realizaban antes de que apareciera la selección de Brasil de 1970, el Ajax de las tres Copas de Europa o la Holanda del Mundial 74. Mucho antes, un grupo de canarios, encabezados por Germán, Guedes, Tonono o León había puesto en pie el Bernabéu o el Nou Camp con ese juego que ahora desarrolla el Barcelona de Guardiola o la selección española. El olvido suele ser siempre injusto. No exagero lo más mínimo. Pregunten a los mayores que vieron aquel deslumbrante despliegue amarillo de talento en los campos de media España.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Diez puntos

La camiseta amarilla de Las Palmas lleva trozos de muchos corazones que la hicieron legendaria; pero la del Victoria, además de esa grandeza, conlleva una historia y una épica a la que nunca se le debe faltar el respeto. Fueron las dos camisetas, junto con la del Atlético de Madrid, que vistió el gran Alfonso Silva. A mí me han contado viejos victoristas que las rayas blanquinegras de la camiseta se cosían por separado hasta engarzarlas como una obra de arte. Brillaban en el antiguo Campo España y aún se mantienen sus fulgores en la memoria de esos mayores que tanto y tanto saben de fútbol y de gestas deportivas.

Los jugadores que esta noche ganaron cero a tres en Villareal con la casaca del Victoria se merecen todo nuestro respeto y nuestra admiración, desde el primero hasta el último. Cómo no vamos a ilusionarnos. Si no lo hacemos ahora cuándo vamos a hacerlo. Han sido muchos años de patadones y decepciones como para no tocar un poco el cielo con estos diez puntos en sólo cuatro jornadas de Liga. Pero lo de menos son los números y las matemáticas. Lo que vale es cómo se han ganado. La creatividad, el talento y la lucha han ido de la mano en todo momento. Con tres a cero nunca se renunció al cuarto gol. Los viejos también me cuentan siempre que Alfonso Silva hacía lo mismo. Su espíritu vestía hoy la camiseta blanquinegra confundiéndose con Guayre, con Vitolo y sobre todo con ese fantasista del balón genial y fulgurante llamado Jonathan Viera. Da lo mismo que a veces no les salgan los regates. Sólo por verlos cómo encaran una y otra vez a los contrarios y cómo buscan con determinación la portería uno se da por satisfecho. Ganar o perder a veces es lo de menos. Pero lo bueno es que esos jugadores que engrandecen el fútbol juegan en nuestro equipo, y encima ganan. Llevábamos muchos años viendo con desconsuelo cómo eran otros los que jugaban a lo que nosotros siempre habíamos sabido jugar. Por eso nos satisface tanto esta victoria, porque sabemos que como único se dignifica el fútbol canario es jugando y ganando de esa manera.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Estaba escrito

No recuerdo cuándo me hice seguidor de la Unión Deportiva Las Palmas porque realmente no recuerdo si alguna vez no lo fui. Tampoco me acuerdo cuál fue la primera palabra que pronuncié ni dónde di el primer paso sobre el planeta, y sin embargo en la vida no hago más que escribir y caminar todo lo que pueda.

Soy de la Unión Deportiva Las Palmas porque ni mi padre ni mi abuelo, ni el entorno que me rodeaba, me dieron otra opción. Nací en 1967, en plena época dorada de los amarillos, y crecí viendo desde las gradas del Insular a Tonono, a Germán, a Wolf, a Brindisi, a Carnevalli o a Felipe. Guedes fue siempre el mito, lo mismo que Silva, Mujica o Molowny. Escuchaba a todas horas las referencias al Victoria o al Marino, y el olor a césped, a jareas y al humo de los puros se mezcla siempre en mi recuerdo con el griterío de los goles en el Insular. Aquellos goles se gritaban con la misma pasión con la que gritaría un resucitado si regresara al mundo.

La Unión Deportiva siempre ha estado presente en mi vida, y reconozco que mi estado de ánimo depende muchas veces de sus gestas o de sus desastres semanales. Por eso me convencieron sobre la marcha para escribir este blog. Porque no me quedaba más remedio. Ya debía estar escrito ese destino inevitable antes de que llegara yo a ponerle palabras a lo que sólo se concibe desde esa bendita emoción que nunca entienden los que de niños no vieron de cerca a sus ídolos. Mis ídolos de infancia, huelga decirlo, vestían siempre de amarillo. Y esa pasión futbolera y mitómana ya es innegociable cuando se cumplen más de doce años. Espero que la compartamos a través de un blog que tratará, como buscan los buenos futboleros, de plantear un juego entre líneas en el que las palabras sean siempre titulares indiscutibles.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Palomas mensajeras

Nunca conocí a nadie más aficionado al fútbol y a la Unión Deportiva Las Palmas que mi abuelo Santiago. Vivía en Guía, pero era del Victoria antes de que se fundara la Unión Deportiva. Con el nacimiento del equipo amarillo ya no hubo sino un solo destino hacia el que encauzar la pasión futbolera. En aquellos años no había Internet ni las radios emitían en directo el desarrollo de los encuentros.

En Guía tenían que esperar alguna llamada telefónica o la llegada de los que, tras muchas horas de carretera, regresaban con las últimas noticias de la Unión Deportiva. Tampoco había teléfono móvil, y ni siquiera estaba el puente de Silva para bajar a la capital. En vista de esas deficiencias de la comunicación, mi abuelo bajaba al estadio con un cajón de palomas mensajeras. Mi padre esperaba en Guía, justo a la entrada del pueblo, a que llegaran las incidencias del partido anilladas a aquellas palomas que ponían el corazón en un puño cuando las veían acercarse a la casa de mi familia. Y hablo en tercera persona del plural porque eran cientos de personas las que se agolpaban esperando noticias del equipo amarillo.

Mi abuelo solía enviar las palomas en el descanso y al final del partido, y también cada vez que se marcaba un gol. Nunca lo llegué a ver con las palomas en el estadio porque cuando yo iba con él los encuentros de Las Palmas ya los retransmitían en la radio, pero jamás he dejado de imaginarme cómo sería el vuelo de esa paloma saliendo del Insular, surcando la costa norte de la isla, y llegando a Guía para provocar, en caso de triunfo, una especie de repetición de emociones y de vítores entre los aficionados que esperaban ansiosos. Esto no es literatura, no me estoy inventando nada. Mi abuelo murió hace muchos años, pero siempre que marca un gol histórico Las Palmas soy capaz de reconocer palomas que llevan mensajes mucho más allá de donde es capaz de llegar nuestra vista. Y me acuerdo de mi abuelo, y estoy seguro de que seguirá anillando palomas con las mismas manos temblorosas con las que anillaría los goles de Gallardo, Oramas y Padrón cuando le ganamos por tres a dos al Millonarios de Pedernera, Pipo Rossi y Alfredo Di Stéfano.