miércoles, 29 de septiembre de 2010

La ecuación perfecta


Nunca me gustaron las matemáticas, probablemente porque nadie me las explicó con la lógica y la paciencia necesaria. Siento repeluz cada vez que me las tengo que ver con números o fórmulas, y quizá sólo me maneje correctamente cuando hago cálculos en las clasificaciones con los goles a favor o en contra, o con los partidos empatados y el número aproximado de puntos al que hay que llegar para salvarnos o ascender de categoría. Eso lo entendía desde niño, me imagino que porque me importaba y porque de ese entendimiento dependía que pudiera seguir las jornadas sabiendo qué equipos interesaba que perdieran.

Con el paso del tiempo, sí te das cuenta que buena parte de lo cotidiano depende de esos cálculos matemáticos o de fórmulas físicas que olvidé al minuto siguiente de haber aprobado segundo de BUP. El fútbol, por ejemplo, se juega con la velocidad, en el espacio y con el tiempo que siempre se combinaban en muchas de aquellas fórmulas de marras. Sin embargo, sí reconozco una ecuación que jamás se me borra de la cabeza: saca Carnevalli en corto sobre Felipe, éste cede a Jorge o a Félix, y sobre la marcha el balón llega a Brindisi: entonces es cuando se conjugan todos los números y los parámetros para que con un toque sutil la pelota recorra un espacio casi imposible por el que ya corre Morete como un caballo desbocado. El cañonazo final del ariete argentino sería el resultado perfecto de cualquier fórmula que se precie. Tras ese remate sólo se concebía el delirio.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Seguimos sumando ilusiones

En el fútbol juega el azar casi tanto como el otro equipo. Un gol cambia el destino de cualquier partido. Si es a favor despierta las genialidades y las ilusiones dormidas: cuando es en contra aploma las piernas y confunde las ideas. Hoy Las Palmas tuvo todo a su favor para haber conseguido una victoria contra el Granada, pero el equipo andaluz estuvo siempre bien plantado en el terreno de juego y supo jugar sus bazas. Nosotros también jugamos las nuestras y no dejamos de proponer buen fútbol todo el partido. No hay que desanimarse por este empate. No es un tópico, la Liga es larga y otorga muchos momentos para resarcirnos. Otro día tendremos el santo de cara y cerraremos el partido con un segundo gol cuando estemos ganando por la mínima y el contrario tenga un jugador menos. La apuesta por la cantera y por la juventud tiene también el riesgo de la bisoñez, pero bendito riesgo si seguimos jugando como lo estamos haciendo.

No se fue a especular con el marcador a favor, y eso supone que, igual que puedes ampliar el resultado, te pueden dejar helado a las primeras de cambio. Me quito el sombrero ante ese planteamiento irrenunciable de ataque que propone Paco Jémez. Ya dije en una entrada anterior que a veces el resultado es lo de menos. Se intentó jugar bien, se buscó siempre la portería contraria y se contó con el apoyo de un público entusiasta que con su presencia en el estadio refrenda esta manera de jugar al fútbol.

El gol del equipo contrario llevó el silencio a la grada. Sucede siempre. Los goles del equipo contrario nunca parecen goles, y uno siempre se queda mirando al árbitro a ver si lo anula, pero al final suben al marcador como los que cantamos nosotros en medio de un griterío que hace que retumben hasta los cimientos del estadio. Seguimos sumando puntos y queriendo jugar al fútbol. No sé adónde acabaremos llegando por ese camino, pero yo sigo manteniendo intactas todas las ilusiones en este equipo joven, brillante y con ganas de inventarse el fútbol en cada jugada que improvisa sobre el césped. Que no vengan ahora los agoreros y los resultadistas a hablar de pragmatismos y de una exagerada euforia. Durante muchos años ya dejamos que fueran ellos los que destrozaran nuestro fútbol. Los riesgos se asumen con todas sus consecuencias; pero nadie va a quitarnos la alegría que supondrá seguir cantando victorias sin traicionar ni un ápice el juego que mejor se ajusta a nuestra propia manera de entender la vida.

Un equipo de estampas


Hay equipos que se quedan grabados en nuestro recuerdo aunque su presencia haya sido efímera. El Granada es uno de esos clubes que se quedaron guardados para siempre en nuestra memoria. Yo lo achaco a las estampas y a que cuando jugó en Primera División uno estaba en una edad en la que los futbolistas se convertían en mitos sobre la marcha, sobre todo los futbolistas que salían en las estampas. También influían mucho las rayas horizontales de su equipaje. Nos gustaba el equipaje del Granada porque era desenfadado, llamativo y distinto al resto. Es un acierto que hayan recuperado esas rayas después de haberse perdido durante años en esa casa común de las rayas rojiblancas verticales que ya pertenecen a otros muchos equipos de mayor solera.

Yo recuerdo los equipos de cajas y de chapas con los jugadores del Granada. Nos sabíamos sus alineaciones, y hay una serie de nombres como Parits o Izcoa que quedaron para siempre en nuestro subconsciente futbolero. También jugaba en ese equipo el paraguayo Maciel antes de recalar en la Unión Deportiva y convertirse en un icono siempre reconocible en el equipo que comandaban Brindisi, Morete y Carnevalli. En esas estampas también se encontraba Castellanos, todavía sin la barba con la que jugó en el Valencia tantos años, y el entrenador era Miguel Muñoz, recién salido del Real Madrid y antes de llegar a la Unión Deportiva a escribir una de las páginas más gloriosas del equipo amarillo.

Ese equipo de estampas que por suerte ha vuelto al lugar que se merece por la entidad de la ciudad y por su afición es el que esta tarde visitará el estadio de Gran Canaria. En aquella temporada 1975-76, la Unión Deportiva tenía un equipo de transición que aún conservaba algunos de los artífices de las grandes gestas de los años sesenta y que ya iba dando entrada a los que luego acompañarían a los argentinos en los éxitos de los siguientes años, ya con Muñoz y Maciel en el plantel amarillo. El Granada nos ganó aquel año los dos partidos. Yo creo que hoy cambiará esa historia. No va a ser un rival fácil, pero entre el talento de nuestros canteranos y el aliento de los aficionados que acudirán al estadio seguro que podremos colocarnos en lo más alto de la clasificación. Hacía mucho tiempo que no salía a la calle un sábado por la mañana y escuchaba a todo el mundo hablando del partido de la Unión Deportiva. Ya sólo por haber conseguido eso creo que este equipo entrenado magistralmente por Paco Jémez merece todos nuestros respetos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Pioneros

Cuando vivía en Madrid y hablaba con quienes habían visto muchos partidos de fútbol en Chamartín, en el antiguo Metropolitano y en el Manzanares, casi todos coincidían en que la Unión Deportiva Las Palmas era el equipo que más les había deslumbrado en los años sesenta por su forma de mover la pelota, por la depurada técnica de los jugadores y por la propia manera de concebir el fútbol, más creativa y repensada que la del resto, más fantasiosa, más cercana a lo que luego acabaríamos conociendo como fútbol total.

Son muchas las referencias literarias o los personajes destacados de la cultura y el deporte que se refieren a Las Palmas cuando hablan del fútbol de aquellos años. Pocos equipos pueden presumir de esa épica que les iguala a otros referentes que han deslumbrado en la historia de este deporte. Creo que Las Palmas ha vendido poco esa grandeza del pasado que debería servir, tal como ahora estamos haciendo con la vuelta a la cantera y al juego creativo y deslumbrante, para articular cualquier paso que demos de cara al futuro.

Esos mayores que vieron jugar a la Unión Deportiva aquellos años recordaban siempre que ese juego lo realizaban antes de que apareciera la selección de Brasil de 1970, el Ajax de las tres Copas de Europa o la Holanda del Mundial 74. Mucho antes, un grupo de canarios, encabezados por Germán, Guedes, Tonono o León había puesto en pie el Bernabéu o el Nou Camp con ese juego que ahora desarrolla el Barcelona de Guardiola o la selección española. El olvido suele ser siempre injusto. No exagero lo más mínimo. Pregunten a los mayores que vieron aquel deslumbrante despliegue amarillo de talento en los campos de media España.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Diez puntos

La camiseta amarilla de Las Palmas lleva trozos de muchos corazones que la hicieron legendaria; pero la del Victoria, además de esa grandeza, conlleva una historia y una épica a la que nunca se le debe faltar el respeto. Fueron las dos camisetas, junto con la del Atlético de Madrid, que vistió el gran Alfonso Silva. A mí me han contado viejos victoristas que las rayas blanquinegras de la camiseta se cosían por separado hasta engarzarlas como una obra de arte. Brillaban en el antiguo Campo España y aún se mantienen sus fulgores en la memoria de esos mayores que tanto y tanto saben de fútbol y de gestas deportivas.

Los jugadores que esta noche ganaron cero a tres en Villareal con la casaca del Victoria se merecen todo nuestro respeto y nuestra admiración, desde el primero hasta el último. Cómo no vamos a ilusionarnos. Si no lo hacemos ahora cuándo vamos a hacerlo. Han sido muchos años de patadones y decepciones como para no tocar un poco el cielo con estos diez puntos en sólo cuatro jornadas de Liga. Pero lo de menos son los números y las matemáticas. Lo que vale es cómo se han ganado. La creatividad, el talento y la lucha han ido de la mano en todo momento. Con tres a cero nunca se renunció al cuarto gol. Los viejos también me cuentan siempre que Alfonso Silva hacía lo mismo. Su espíritu vestía hoy la camiseta blanquinegra confundiéndose con Guayre, con Vitolo y sobre todo con ese fantasista del balón genial y fulgurante llamado Jonathan Viera. Da lo mismo que a veces no les salgan los regates. Sólo por verlos cómo encaran una y otra vez a los contrarios y cómo buscan con determinación la portería uno se da por satisfecho. Ganar o perder a veces es lo de menos. Pero lo bueno es que esos jugadores que engrandecen el fútbol juegan en nuestro equipo, y encima ganan. Llevábamos muchos años viendo con desconsuelo cómo eran otros los que jugaban a lo que nosotros siempre habíamos sabido jugar. Por eso nos satisface tanto esta victoria, porque sabemos que como único se dignifica el fútbol canario es jugando y ganando de esa manera.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Estaba escrito

No recuerdo cuándo me hice seguidor de la Unión Deportiva Las Palmas porque realmente no recuerdo si alguna vez no lo fui. Tampoco me acuerdo cuál fue la primera palabra que pronuncié ni dónde di el primer paso sobre el planeta, y sin embargo en la vida no hago más que escribir y caminar todo lo que pueda.

Soy de la Unión Deportiva Las Palmas porque ni mi padre ni mi abuelo, ni el entorno que me rodeaba, me dieron otra opción. Nací en 1967, en plena época dorada de los amarillos, y crecí viendo desde las gradas del Insular a Tonono, a Germán, a Wolf, a Brindisi, a Carnevalli o a Felipe. Guedes fue siempre el mito, lo mismo que Silva, Mujica o Molowny. Escuchaba a todas horas las referencias al Victoria o al Marino, y el olor a césped, a jareas y al humo de los puros se mezcla siempre en mi recuerdo con el griterío de los goles en el Insular. Aquellos goles se gritaban con la misma pasión con la que gritaría un resucitado si regresara al mundo.

La Unión Deportiva siempre ha estado presente en mi vida, y reconozco que mi estado de ánimo depende muchas veces de sus gestas o de sus desastres semanales. Por eso me convencieron sobre la marcha para escribir este blog. Porque no me quedaba más remedio. Ya debía estar escrito ese destino inevitable antes de que llegara yo a ponerle palabras a lo que sólo se concibe desde esa bendita emoción que nunca entienden los que de niños no vieron de cerca a sus ídolos. Mis ídolos de infancia, huelga decirlo, vestían siempre de amarillo. Y esa pasión futbolera y mitómana ya es innegociable cuando se cumplen más de doce años. Espero que la compartamos a través de un blog que tratará, como buscan los buenos futboleros, de plantear un juego entre líneas en el que las palabras sean siempre titulares indiscutibles.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Palomas mensajeras

Nunca conocí a nadie más aficionado al fútbol y a la Unión Deportiva Las Palmas que mi abuelo Santiago. Vivía en Guía, pero era del Victoria antes de que se fundara la Unión Deportiva. Con el nacimiento del equipo amarillo ya no hubo sino un solo destino hacia el que encauzar la pasión futbolera. En aquellos años no había Internet ni las radios emitían en directo el desarrollo de los encuentros.

En Guía tenían que esperar alguna llamada telefónica o la llegada de los que, tras muchas horas de carretera, regresaban con las últimas noticias de la Unión Deportiva. Tampoco había teléfono móvil, y ni siquiera estaba el puente de Silva para bajar a la capital. En vista de esas deficiencias de la comunicación, mi abuelo bajaba al estadio con un cajón de palomas mensajeras. Mi padre esperaba en Guía, justo a la entrada del pueblo, a que llegaran las incidencias del partido anilladas a aquellas palomas que ponían el corazón en un puño cuando las veían acercarse a la casa de mi familia. Y hablo en tercera persona del plural porque eran cientos de personas las que se agolpaban esperando noticias del equipo amarillo.

Mi abuelo solía enviar las palomas en el descanso y al final del partido, y también cada vez que se marcaba un gol. Nunca lo llegué a ver con las palomas en el estadio porque cuando yo iba con él los encuentros de Las Palmas ya los retransmitían en la radio, pero jamás he dejado de imaginarme cómo sería el vuelo de esa paloma saliendo del Insular, surcando la costa norte de la isla, y llegando a Guía para provocar, en caso de triunfo, una especie de repetición de emociones y de vítores entre los aficionados que esperaban ansiosos. Esto no es literatura, no me estoy inventando nada. Mi abuelo murió hace muchos años, pero siempre que marca un gol histórico Las Palmas soy capaz de reconocer palomas que llevan mensajes mucho más allá de donde es capaz de llegar nuestra vista. Y me acuerdo de mi abuelo, y estoy seguro de que seguirá anillando palomas con las mismas manos temblorosas con las que anillaría los goles de Gallardo, Oramas y Padrón cuando le ganamos por tres a dos al Millonarios de Pedernera, Pipo Rossi y Alfredo Di Stéfano.