sábado, 30 de octubre de 2010

Un golpe helado

Hasta hoy sabía que los berzianos tenían vinos excelentes y mejores escritores; pero creo que también tienen la suerte de que el Camino de Santiago pase a escasos metros del Toralín y de que estemos en año Jacobeo. Acaba de finalizar el partido entre la Ponferradina y la Unión Deportiva y estoy tan noqueado y tan aliquebrado como todos los aficionados amarillos. Uno no sabe qué diablos ha podido pasar para que ahora mismo no esté escribiendo la crónica de una victoria de Las Palmas. El partido estaba ganado y controlado, con muchas oportunidades falladas y con el enésimo error arbitral que evitó que Edixon Perea (me ha gustado mucho el jugador colombiano, seguimos sumando) se quedara solo delante del portero leonés. Miro mi libreta de anotaciones y sólo leo frases triunfantes que destilan euforia. Tenía incluso el titular: “Esto va en serio”. Lo había escrito a mitad de la segunda parte. Pero en el fútbol no se puede escribir nada con coherencia, y mucho menos hacerlo antes de que finalicen los noventa minutos. ¿Y ahora cómo titulo este comentario? Perdimos, sí, eso queda claro. Íbamos ganando uno a dos y Vicente Gómez tuvo una oportunidad clarísima que casi hizo que mis piernas remataran con las suyas sentenciando el partido. Pero ni mis piernas, ni las del magnifico jugador amarillo, ni tampoco las de todos los aficionados canarios que se levantaron del sillón en el momento del remate, lograron meter la pelota en la portería. Y, claro, en la jugada inmediatamente posterior empató la Ponferradina. Fútbol es fútbol, que decía el sabio Boskov. Después, ya sabemos cómo se escriben esos guiones: partido roto, ataques y contraataques alocados y la suerte jugando sus bazas más que la calidad y las intenciones. Por eso he escrito lo del Camino de Santiago. Sólo asumiendo esa relación seudo mágica puedo entender la derrota de esta tarde.

No estaban los tres jugadores más desequilibrantes del equipo, pero aun así estábamos plantando cara y ganando hasta que el partido se empezó a confundir con la lluvia que estaba cayendo en el campo. Nosotros veíamos por la ventana un cielo azul y cuando mirábamos a la pantalla atisbábamos unos goterones que parecían que iban a lesionar a los jugadores. Todo se fue enfriando, el fútbol y nuestro estado ánimo. Nos metieron el tercer gol y parecía que el agua se había convertido en escarcha. La suerte sigue jugando en nuestra contra en todos los partidos. Vale que cometimos errores en defensa, pero en ataque tenemos que rematar veinte veces en posición clara para marcar un gol. Ya lo he escrito en alguna entrada anterior: esto es imposible que se repita siempre. Ahora sólo nos queda pensar en el partido contra el Elche, nuestro eterno revitalizador. Se nos dan siempre mal esos partidos enredados, bajo un cielo plomizo, con los equipos de la zona de Castilla León. Tiene uno la sensación de haber vivido muchas veces este encuentro en el campo del Numancia, del Valladolid o del Salamanca. No hemos jugado nuestro mejor partido. Esto es muy largo y habrá nuevas ocasiones para resarcirnos. Lo que sí tiene que hacer el director deportivo de la Unión Deportiva cuanto antes es mirar las condiciones contractuales y las cláusulas que hay que pagar para que la suerte se alinee alguna vez en nuestro equipo. Nos falta ese pequeño empujón que consolide las victorias que tenemos una y otra vez en nuestra mano. Respiremos hondo, nosotros y sobre todo los jugadores, tan castigados por ese azar y por ese trencilla ladino y arbitrario que en todos los partidos tiene que restarnos algún punto. La tarde de hoy podía haber sido mil veces mejor. Qué vamos a hacer. Vuelvo a Vujadin Boskov: fútbol es fútbol, y no hay más ciencia ni tenemos que buscar más explicaciones. Un día se gana y otro se pierde.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Razones


Hace tiempo que no tengo por qué justificar mis aficiones. Me gusta el fútbol porque la vida sería mucho más aburrida si no existiera. También me gusta la literatura, la música, el periodismo, la mujer, el mar o escuchar esos pájaros cumbreros que te sorprenden improvisando acordes. Creo que no hay que estar todo el santo día eligiendo unas cosas y desechando otras. Hay que defender lo que a uno le hace feliz.

Hace años, en una magnífica obra de teatro titulada Geppeto, el protagonista recuerdo que decía que en la vida hay un tiempo para Cervantes, otro para Beethoven y otro para Pelé. Suscribo esa frase. Nunca reniego de mi condición de futbolero. Aprendí mucho de la vida jugando al fútbol de niño y sobre todo asumiendo poco a poco que con los años se gana y se pierde, casi siempre con el azar de por medio, y que por eso no hay ni que desesperar ni que lanzar las campanas al vuelo como si se fuera a acabar el mundo.

El fútbol no deja de ser un juego, como la propia vida. Y si no seguimos jugando nos vamos olvidando poco a poco de vivir. Albert Camus, uno de los escritores que más admiro, también era de los que decía que buena parte de lo que sabía de la vida lo había aprendido jugando al fútbol. No tengo nada que explicar a los que no han disfrutado nunca de un buen partido ni de la emoción de los prolegómenos. A mí tampoco me gusta el críquet, y sería incapaz de apasionarme como lo hago cuando sigo un partido de la Unión Deportiva en Primera, Segunda o Segunda B. Da lo mismo. La emoción quedó grabada a fuego en la infancia. También los colores que a uno le remueven sobre la marcha todas las emociones.

domingo, 24 de octubre de 2010

Un equipo

Ganó un equipo y un planteamiento de juego innegociable. El objetivo sigue siendo el divertimento y la búsqueda de la portería contraria. Paco Jémez no traicionó su manera de entender el fútbol y además logró integrar nuevos jugadores en su proyecto. Pero todo empieza en Barbosa. Un gran equipo se arma desde la portería. La confianza se escribe siempre debajo de los tres palos. Un portero inseguro genera dudas en todo el equipo, pero un meta que detiene casi todo lo que llega a la portería comienza a contagiar la osadía al resto de los jugadores. Luego hay que contar con una defensa expeditiva que sepa dar el primer pase y que acabe con cualquier tentativa de ataque del equipo contrario. En el medio campo debe haber siempre un Josico sobre el que gravite todo el juego, un jugador que desbarate las jugadas del contrario y que lleve el balón a los fantasistas. Delante hay que tener un Guayre que imprima velocidad y ponga el talento. He nombrado sólo un par de jugadores. No quería personificar en nadie el magnífico partido protagonizado por la Unión Deportiva ante el Albacete. Si acaso quería volver a referirme a Paco Jémez, el auténtico artífice de este milagro que nos hace disfrutar del fútbol en cada uno de los partidos que se juegan en el Gran Canaria. No quería citar a nadie pero he terminado hablando de Barbosa, de Josico y de Guayre. Realmente tenía que haberlos nombrado a todos. Cómo olvidar las genialidades de David González y Cejudo, la profundidad de Javi Guerrero, los cortes precisos de David García y de Samuel o las subidas por la banda y la seguridad que están aportando Aythami y Ruymán. Cómo obviar la recuperación de Pedro Vega o de Sergio Suárez, la contundencia de Pollo o la clase que atesora Vicente Gómez. Un equipo.
Es difícil poner a dos personas de acuerdo para que remen hacia el mismo lado. La mitad de los barcos de la vida cotidiana zozobran por el individualismo o el obcecamiento de los que navegan. Por eso poner a once hombres de acuerdo para que jueguen a lo mismo se convierte en una tarea casi titánica. Y sobre todo cuando tienes que luchar contra otros once hombres, y contra uno que casi siempre pita en tu contra. Otra vez volvimos a sufrir los errores y las equivocaciones de unos individuos que están empeñados en hacernos la puñeta en cada partido. Pero a pesar de ellos seguimos sumando. Y lo seguiremos haciendo. Este equipo tiene más aplomo y ha ido aprendiendo de los errores de otros partidos. Sigo siendo tremendamente optimista. No veía a Las Palmas jugar así desde la época de los argentinos de los años setenta. Y ya no es flor de un día ni depende el juego de un par de individualidades. Hay motivos para la esperanza. Tenemos un estilo de juego que nos define. Nos pasa como a la selección española, otro "equipo" que después de muchos años sin saber a lo que quería jugar ha dado con un sistema de juego reconocible y victorioso. Nosotros estamos en el mismo camino. Sólo hace falta que la suerte nos acompañe un poco más. Hoy pudimos haber marcado media docena de goles. Si logramos rematar la mitad de las jugadas que vamos trenzando no habrá nadie que nos detenga. Cada día encuentro más motivos para seguir soñando. Por una vez tenemos equipo. Durante muchos años sólo habíamos tenido jugadores corriendo sin ton ni son en un campo de fútbol. Y encima casi todos proceden de la cantera. Por eso nos toca aún más de cerca esta alegría que nos cambia la cara y nos vuelve tan soñadores y tan esperanzados.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Conexiones

Las nuevas tecnologías llegan al fútbol sólo a través de los aficionados. La FIFA sigue queriendo vivir en el siglo diecinueve y mantiene los goles fantasmas como prueba de ese anacronismo decrépito que no les deja asomarse al futuro. Sin embargo, los medios de comunicación, la mayoría de los clubes y los aficionados sí que nos hemos adaptado a esas nuevas tecnologías en beneficio del fútbol y de nuestros equipos. Esta página web de la Unión Deportiva sería un ejemplo de esa salida de la noche de los tiempos que parece promover la FIFA. En fin, allá ellos.

Nosotros sí que podemos seguir los partidos y los resultados de Las Palmas aunque estemos lejos de casa. No se imaginan la satisfacción que siente uno cantando en directo un gol de Las Palmas en Nueva York, en París o en Viena. Me da lo mismo que los vecinos me tomen por loco. Conectado a Internet uno puede seguir la narración como si estuviera en casa. Ya conté en una entrada anterior las peripecias de la generación de mi abuelo con las palomas mensajeras para poder seguir los resultados de la Unión Deportiva. Pero es que yo recuerdo que cuando Las Palmas jugaba en Segunda B y yo vivía en Madrid sólo podía enterarme del resultado de un partido llamando por teléfono o esperando a los periódicos del día siguiente, aunque muchas veces seguíamos al equipo en aquellos encuentros de infausto recuerdo en Móstoles, Leganés o Fuenlabrada.

Y si me remonto unos pocos años antes, a finales de los ochenta, me veo en Londres moviendo como un loco la antena de una radio para intentar sintonizar Tablero Deportivo cuando Las Palmas, en Segunda División, jugaba los domingos por la tarde. Canté muchos goles entre sonidos rarísimos que a veces no me permitían saber ni siquiera el nombre del goleador. Ahora, sin embargo, conectas el portátil y te llegan las incidencias del partido como si estuvieras en Ingenio o en San Mateo. Y además yo soy de los que muchas veces prefiere seguir el partido por la radio antes que por la tele.

Es cierto que no te puedes llevar casi nada cuando te vas lejos de casa por un tiempo, pero teniendo la cercanía de tu equipo te llegas a sentir menos extraño y menos desubicado. Hay una serie de automatismos que si desaparecieran de nuestras vidas nos dejarían desorientados y con la sensación de que nos falta algo para armar el rompecabezas de nuestra propia existencia cotidiana. El seguimiento de los resultados y las incidencias del equipo de fútbol que ya nos quitaba el sueño desde que íbamos al colegio es una de esas rutinas innegociables. La sensación de felicidad y de alivio tras una victoria merecida, y no digamos trascendental, nos sigue elevando sobre la marcha al séptimo cielo que frecuentábamos casi a diario en los años de infancia.

domingo, 17 de octubre de 2010

La suerte y el padrino

El partido de esta tarde contra el Real Valladolid fue uno de esos encuentros que se parecen a los días en los que todo nos sale torcido desde que salimos de la cama. Hay una gran semejanza entre la vida y el fútbol, y en ambos casos la suerte juega un papel primordial. Y también, claro, lo tiene más fácil en la vida quien cuenta con un padrino que allane el camino y facilite las cosas, sobre todo cuando uno empieza. Ese padrino lo tuvo hoy el Valladolid en la figura de Pino Zamorano y en un penalti que en la vida hubiera pitado a favor de Las Palmas. Pero no contento con ese padrino arbitrario, el equipo pucelano contó con la suerte que evitó que Las Palmas marcara en los primeros minutos. Salió arrollando al Valladolid, combinando, desbordando, jugando con el mismo prodigio que en los otros partidos de la temporada. Y estuvo así hasta que se lesionó Vitolo. Cómo dependemos del desborde, del cambio de ritmo y del desparpajo de Vitolo. Pero aun con ese gol facilitado por el padrino y con la lesión del canterano le seguimos jugando de tú a tú a los blanquivioletas. Pero nuevamente la suerte nos dio de lado con un gol justo antes del descanso. Lo demás tiene poca historia. Comienza la segunda parte, el Valladolid juega con espacios y a las primeras de cambio cierra el partido. Al final el marcador indica un tres a cero tan injusto como engañoso. Pero no nos queda otra que aprender de estos partidos. Forman parte del guión que nos espera.

Ahora sólo nos cabe desear que no sea nada lo de Vitolo y que tampoco vaya a mayores la lesión de Jonathan Viera. El equipo nos espera el próximo fin de semana en el Gran Canaria. Ahora más que nunca es cuando hay que demostrar que avalamos este proyecto y que nos sentimos orgullosos de la manera que tienen de jugar al fútbol. Falta cerrar los partidos y tener más contundencia arriba, pero sobra calidad y ganas de seguir creciendo. No tengo ninguna duda de que continuaremos en los primeros puestos. Otro día la suerte jugará con nosotros. Han sido muchos partidos sin ver puerta cuando arrollábamos al rival. El día del Alcorcón sí encontramos el gol y los huecos que se abrieron nos permitieron jugar al fútbol desplegando todo el prodigio que atesoran nuestros jugadores en sus botas. Y el Alcorcón, para aquéllos que decían que era un equipo bailable, está en la zona alta de la tabla.

La próxima jornada viene el Albacete, y además llega herido tras perder con la Ponferradina. Es otro conjunto con oficio y plagado de jugadores con experiencia. Nadie nos dijo que esto iba a ser fácil. Hoy hemos tenido un mal día y hemos cosechado la primera derrota de la temporada. Ahora toca olvidar, aprender de los errores y seguir confiando en nuestro juego. Estos jugadores precisan de nuestro empuje y necesitan saber que cuentan con todo nuestro apoyo. Habrá otros días como éste, pero también se repetirán noches como las que vivimos contra el Alcorcón, el Villareal B o en la primera parte contra el Betis. Fue un partido raro, como esos días raros en los que nos vemos atrapados de vez en cuando. Pero la vida y el fútbol, que como digo van casi siempre de la mano, también nos han enseñado que todos estos desastres se olvidan desde que regresan los días venturosos. Menos mal que esta tarde me la ha alegrado un poco David Silva con el golazo que acaba de marcar contra el Blackpool en la Premier. Al equipo derrotado, a pesar del gran gol de Silva, le pasó como a Las Palmas: jugó mil veces mejor y mereció la victoria, pero así es el fútbol. Deciden los goles, esos regalos del cielo que casi siempre están en manos del azar. O del padrino que contribuye a que aparezcan penaltis que allanen un poco el camino.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Destinos equivocados



Hay dioses que escriben destinos equivocados. Un mal día o un segundo que desearías olvidar puede escribir para siempre todo tu recuerdo. Le sucedió al Flaco Cardeñosa en el partido contra Brasil durante el Mundial de Argentina. Tenía la portería vacía para rematar a gol, pero nadie sabe cómo se enredó con el balón y acabó estrellándolo lastimosamente contra el cuerpo de Amaral. Tuvo un mal día justo en el peor momento. Nadie recuerda sus partidazos con el Betis ni que fue él quien dio el pase de gol a Rubén Cano para que empujara el balón en aquel partido memorable contra Yugoslavia en 1977, el del botellazo a Juanito, que nos clasificó para el Mundial 78.

Ese mismo recuerdo infausto ha quedado en la Unión Deportiva para Castellano y Félix, dos grandísimos jugadores, salidos de la cantera, y con muchos años en la élite, que fallaron sendos penaltis en momentos claves para el equipo amarillo. El penalti de Castellano contra el Real Madrid que nos pudo dar media Liga me tocó casi recién nacido, por lo que el recuerdo que tengo es el de la memoria de mis mayores; pero el que sí pude ver en directo fue el de Félix en la semifinal de Copa del Rey contra el Fútbol Club Barcelona en 1984. Habíamos perdido dos a uno en el Nou Camp y en la vuelta ganamos uno a cero en el Insular con muchas ocasiones falladas por la Unión Deportiva (entonces en Copa no valían el doble los goles marcados fuera de casa: si hubiera sido así nos hubiéramos plantado en otra final). Recordamos a Félix por el penalti pero nadie recuerda a Maschiarelli rematando penosamente una y otra vez contra la meta de Urruticoechea. En ese partido también destacó el excelente marcaje que le hizo Benito a Maradona, al que prácticamente no dejó tocar la pelota en todo el encuentro. Llegados a los penaltis, le tocó a Félix llevarse la peor parte. Colocó el balón, cogió carrerilla y su disparo se perdió lastimosamente hacia la Grada Curva. Pocas veces he visto el Insular tan apesadumbrado. Bueno, un año antes también nos habíamos quedado de piedra el día del descenso ante el Athletic de Bilbao. Pero esos momentos ya pasaron, ya no volverán, como tampoco llegarán los grandiosos. Habrá otros días de éxitos y fracasos, es algo inevitable si hablamos de competición y de deporte. Un día ganas y otro pierdes, como en la vida. Lo que no vale es asociar a Félix con ese momento azaroso. Durante muchos años fue pieza clave en el centro del campo de la Unión Deportiva en Primera División, sobre todo en los años de Brindisi y de Morete. Posiblemente sea uno de los mejores ejemplos en los que se podría mirar la actual cantera amarilla. Los que le vimos jugar muchas noches partidos memorables tenemos el deber de evitar que su nombre se asocie solamente a un malhadado penalti. Félix y todos los que vistieron la camiseta amarilla durante muchos años en Primera División tienen más historia que casi todos los jugadores que han pasado por el club en los últimos veinte años. Por eso hay que seguir creyendo en la cantera. Los mejores años nos los dieron los jugadores que salían de nuestras playas y de los barrios y los pueblos de las islas.

sábado, 9 de octubre de 2010

El hombre del utilitario rojo

¿Por qué acuden veintincinco mil personas a un mismo lugar, en un día determinado, a una hora concreta, y todos con cara de querer pasarlo bien a toda costa? ¿Qué llevó hoy al estadio de Gran Canaria a tantos aficionados? ¿Se jugaba un ascenso? ¿El equipo milita milagrosamente en Primera División? ¿Las Palmas ha fichado a Xavi y a Messi? La respuesta la encontramos en el propio desarrollo del partido entre la Unión Deportiva Las Palmas y el Real Betis Balompié, sobre todo en el juego desplegado por el equipo amarillo en algunos tramos de la primera parte.

Uno sale satisfecho aunque no gane Las Palmas. Yo creo que hubiera salido satisfecho aunque hubiera perdido. Nunca pensé que llegaría a escribir algo así, pero aquí queda. Tenía claro que me iba a poner en pie para aplaudir cuando aún no habíamos empatado. ¿Por qué iba a aplaudir? ¿A santo de qué iba a celebrar una derrota? Pues porque hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto viendo jugar a Las Palmas, por el desparpajo, por la osadía que siguen mostrando los jugadores y también por la clase que atesora buena parte del equipo.

Pero nada de esto hubiera sucedido si la directiva no hubiera apostado por la cantera, con todo el riesgo que se asume con una decisión como esa, y sobre todo si no hubiera habido un entrenador que fuera capaz de transmitir al equipo el espíritu y el sistema que mejor se adapta a la manera que tenemos los canarios de entender el fútbol.

Debido a la cantidad de gente que había a la salida del estadio, los amigos que fuimos al partido decidimos tomarnos una cerveza hasta que se despejara el tráfico. Tras esa espera fuimos a buscar el coche que teníamos casi al lado del campo de hockey. Nos encontramos a muchos chiquillos esperando la salida de los jugadores –cada uno en su propio vehículo- para pedir los autógrafos y sacarse la foto de rigor junto a sus ídolos. Vimos cómo salía un utilitario rojo como el que puede tener cualquier hijo de vecino. Era un coche que carecía de la ostentación y del estruendo que tanto se ha puesto de moda entre los futbolistas que se comportan como multimillonarios consentidos. Todos le paraban y requerían una foto con quien iba dentro. El coche se detenía y quien conducía se dejaba fotografiar pacientemente mientras firmaba decenas de papeles improvisados. Era Paco Jémez junto a su señora. Parecía un aficionado más abandonando el estadio; pero la diferencia con el resto es que a él le vitoreaban, le aplaudían y le daban las gracias.¿Habíamos ganado la Copa de Europa? ¿Habíamos ascendido a Primera División? ¿Por qué le daban las gracias? ¿Por qué le vitoreaban? La respuesta creo que la podemos consensuar entre todos: por hacernos un poco más felices. No recuerdo que nadie dijera eso, pero se leía esa frase en los ojos de los niños y de los mayores. Da lo mismo lo que suceda dentro de unas jornadas. De momento estamos viviendo un sueño. Y ese hombre cercano y sencillo, el que conducía un utilitario rojo, es el que ha escrito el argumento que están interpretando prodigiosamente los jugadores que saltan al terreno de juego. Al final quedamos dos a dos, pero para lo que permanecerá en nuestra memoria el marcador es lo de menos. Lo que sí recordaremos dentro de unos años serán las combinaciones casi imposibles de Guayre, Vitolo, David González, Cejudo, Jonathan Viera y compañía en aquel partido contra el Betis, cuando atacábamos hacia la grada de Naciente. El fútbol se vuelve siempre épico en los detalles. Como la vida. Y al final es cierto que sólo permanece lo que se acaba entrecruzando con las emociones.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Las pistas

Soy de los que no entienden la necesidad de colocar pistas de atletismo en los estadios de fútbol. Y mucho menos que esas pistas te acaben separando de tu equipo. A lo mejor algún día podremos hacerlas desaparecer, pero de momento es lo que tenemos y hay que acostumbrarse a ellas. Al fin y al cabo al fútbol se juega en el terreno de juego, y si esa lejanía la compensamos con talento la cosa puede ir equilibrándose.

El Insular ya no existe. No podemos comportarnos como niños recreando lo que pudo haber sido y no fue. Soy de los devotos del estadio de Ciudad Jardín (les recomiendo lo que ha escrito Malena Millares en su blog Al Golpito sobre el Insular: transmite magistralmente la emoción y todo lo que vivimos en ese espacio siempre añorado), pero como me recuerdan siempre los pragmáticos allí nos fuimos a Segunda B, y con todo ese apoyo cercano nos costó una barbaridad salir de ese pozo de olvido. No nos queda otra que arrimar el hombro y acostumbrarnos a lo que tenemos. Que las gradas están lejos, pues gritemos y aplaudamos más para que nos escuchen los jugadores y se sientan arropados por el público. La vida es una constante aventura en la que tenemos que ir capeando lo que nos va viniendo. No se puede vivir anclado en el pasado porque entonces no das un paso adelante y te estancas lastimosamente. Lo que fue, lo que vivimos y lo que nos contaron está bien para la literatura, para la épica o para estos blogs; pero luego, en ese presente que palpita cada dos semanas en el estadio de Gran Canaria, tenemos que apostar por la felicidad con todas las consecuencias transmitiendo todas nuestras buenas vibraciones a los jugadores. Con los sueños de grandeza no se va a ninguna parte. También nuestros abuelos echaron de menos el estadio de Campo España cuando asistieron las primeras veces al Insular. El día que subamos a Primera División y empecemos a acumular gestas en el Gran Canaria, éste se irá asentando también en nuestra memoria más forofa y sentimental.

Algún día haremos desaparecer las pistas y lograremos culminar la obra con un cerramiento digno en todos los puntos cardinales del estadio, pero de momento vamos a empujar entre todos para hacerlo nuestro. Lo que nos interesa es que los once jugadores amarillos que salten al campo jueguen como si los estuviéramos llevando en volandas. Y para ello también se requiere un esfuerzo por nuestra parte. Si sólo miramos atrás corremos el riesgo de quedarnos anclados en el tiempo como aquellas bíblicas estatuas de sal de las que nos hablaban en el colegio. Nos vemos todos el próximo fin de semana en el estadio de Gran Canaria para asistir al partido contra el Betis, un encuentro que espero que sea sólo un anticipo del que se jugará la próxima temporada en Primera División. Nosotros somos los únicos que podemos cambiar la historia de ese estadio. Les recuerdo que Argentina ganó el Mundial 78 con una afición que supo llevar a su equipo en volandas en un estadio con pistas de atletismo. Si nos lo proponemos, los jugadores de la Unión Deportiva podrán sentir nuestra cercanía en cada jugada. No habrá nada, ni siquiera esa aberración fría y distante que tenemos que hacer desaparecer cuanto antes, que impida que nuestros ánimos y nuestra euforia acaben confundiéndose con el juego vistoso y alegre de nuestro propio equipo.

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sábado, 2 de octubre de 2010

Seguimos jugando

Ya llegarán los días en los que la experiencia nos ayude a consolidar las victorias que parecen al alcance de la mano. Siempre recuerdo que el Barça de Guardiola que terminó ganando todo lo que puede ganar un equipo de fútbol europeo empezó su temporada de gloria perdiendo con el Numancia en Los Pajaritos. Nosotros también estamos empezando la temporada, y de momento seguimos invictos.

El Recreativo de Huelva no es un equipo del montón. Está plagado de muchos jugadores que han jugado en Primera División y aún mantiene la vitola de ser un equipo que en los últimos años se ha manejado entre lo más fetén del fútbol nacional. Ese equipo ha acabado hoy con media plantilla amonestada. Ya en los primeros quince minutos sólo se propusieron parar el partido con patadas y enredando el juego. Le costó mucho a Las Palmas entrar en el partido, pero así y todo hubo algunos fogonazos que de vez en cuando nos hacían despertar de la modorra por la que apostaba el Recre. Nunca nos encerramos atrás. Siempre propusimos toque y ataque. Y además el equipo no se rompió en ningún momento. A medida que vayan pasando las jornadas, los canteranos que forman la columna vertebral del equipo irán ganando en confianza y en veteranía, y cuando la adquieran difícilmente se verán sorprendidos como en los dos últimos encuentros. Estamos en el camino. Seguimos queriendo jugar al fútbol los noventa minutos.

Pero lo mejor de todo el partido fueron los últimos quince minutos. Uno se siente cada día más amarillo cuando ve a la Unión Deportiva buscar decidida, y siempre tocando la pelota, la portería contraria. Y encima siguen apareciendo nuevos referentes de la cantera que no hacen más que afianzar un proyecto que está llamado a darnos muchas alegrías. Me gusta mucho el juego de Vicente Gómez; creo que engarza con la genialidad cada día más desbordante de Jonathan Viera y con la clase y el estilo de gran futbolero que muestra Vitolo en casi todas sus acciones. Randy tiene mucho que decir, y si no al tiempo, lo mismo que Armiche. Cada día contamos con más razones para seguir soñando. El fútbol casi siempre premia a los osados y a los que apuestan por dignificarlo a través de la belleza. Este equipo se merece esa justicia poética que sólo está destinada a los más grandes. Si tenemos paciencia y un poco de suerte, nos vamos a divertir mucho en los próximos años. De momento, nadie nos va a quitar las ganas de soñar. Da lo mismo que no todos los días juguemos como contra el Alcorcón o el Villareal B. Tanto con el Granada como con el Huelva, el único equipo que buscó el gol hasta el último minuto fue el nuestro. Y da igual que juguemos en casa o que lo hagamos fuera. La Unión Deportiva que entrena Paco Jémez lleva hasta el límite aquella máxima que siempre exigía Baudelaire a los creadores: ser sublimes sin interrupción.