miércoles, 29 de diciembre de 2010

El futbolista

Les voy a contar una historia en la que no quiero que se note ni la amargura ni el fracaso. Una historia como otras muchas que ustedes conocen. Hacía más de veinte años que no veía al amigo que me tropecé en el aeropuerto. Estaba en Madrid y había venido a visitar con su hijo el Santiago Bernabéu. Me contó que era la primera vez que había salido del archipiélago, y que lo tuvo que hacer porque se lo había prometido a su hijo si aprobaba todas las asignaturas con sobresalientes. El chico es un forofo del Real Madrid que no se quita de encima la camiseta de Cristiano Ronaldo. Su padre me lo presenta y le cuenta que nos criamos juntos. Yo le digo a su hijo que su padre era el mejor futbolista de todos nosotros, el que metía todos los goles y el que hacía las jugadas más prodigiosas. Veo que le brillan los ojos cuando recuerdo sus hazañas deportivas. Su hijo, mientras, me pide que le cuente cómo jugaba su padre y con qué jugador actual se le podría comparar. No exagero: su padre era una mezcla perfecta de Romario y Butragueño. El niño insiste en un jugador actual. Me quedo pensando. Podría decirle que tenía la sutileza de Iniesta y el desparpajo de Messi. Era un grande, el mejor de todos nosotros.

El hijo se fue a recorrer las tiendas del aeropuerto de Barajas con su camiseta de Cristiano Ronaldo. Yo me quedé hablando con mi amigo. Las cosas no le iban bien. Lo habían parado hacía dos meses. Trabajaba en la construcción. Mi amigo ni siquiera acabó el Graduado Escolar. Todos le decían que tenía el futuro garantizado como futbolista, y él se lo creyó y se dejó ir. Destacó en las categorías inferiores de la Unión Deportiva y estuvo a punto de ir al juvenil del Real Madrid. Prácticamente estaba el acuerdo cerrado cuando en un partido entre amigos pisó el balón y cayó en mala posición en una cancha de cemento que le partió la pierna en mil pedazos. Lo operaron varias veces y estuvo casi un año sin poder jugar. Cuando regresó a los terrenos de juego había perdido la velocidad y también aquella genialidad que le diferenciaba del resto de jugadores. Quería pero no podía, y poco a poco lo fueron enviando al banquillo y lo cedieron a equipos de inferior categoría. Recayó en la lesión, se dejó ir con la preparación física y la misma desmoralización le llevó a ir fracasando todas las veces que intentaba volver a ser el que fue. Me ha comentado que su hijo juega exactamente igual que él a su misma edad, pero que tiene miedo a que le suceda mismo. Incluso estando en paro, ha querido cumplir la promesa que le hizo si sacaba todo sobresaliente. Medio en broma me decía que esperaba que el próximo año no le pidiera ir a ver la final de la Champions. Nos despedimos en el aeropuerto de Gran Canaria. Mi amigo abrazaba a su hijo como tratando de salvaguardar toda su suerte. Aquella imagen que se iba alejando era como la vida misma.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fútbol y playa

Cada fútbol tiene su propia idiosincrasia. Generalmente tiene que ver con la forma de ser de quienes habitan el lugar donde se juegue. La alegría brasileña o la constancia alemana no son mitos, tampoco el espíritu de lucha del Athletic de Bilbao o la tendencia a la belleza del juego canario. Nunca se puede generalizar en nada. En Bilbao jugaban Manu Sarabia o Dani y en Las Palmas hemos tenido a muchos picapedreros, pero aun con esas salvedades, porque no todo el mundo tiene que jugar recreándose en un equipo, sí es cierto que el juego de Las Palmas ha quedado siempre marcado por las playas que circundan nuestra isla, y especialmente por la playa de Las Canteras.

Da lo mismo que ahora se juegue menos en la playa o que haya campos de césped artificial por todas partes. Más tarde o más temprano, el futbolista canario regresará a la arena y se le removerá todo el pasado que lleva en su carga genética y en su propio carácter. El control del balón y su conducción por el terreno de juego quedan marcados para siempre cuando uno se las ha tenido que ver en un campo que variaba según las pisadas y que exigía poco menos que malabarismo y una técnica depurada para dominarlo. Cuando paseo por La Cícer y me paro a ver cómo juegan al fútbol los niños o los jubilados reconozco ese fútbol tan nuestro y tan olvidado durante años. Jonathan Viera, Armiche, David González, Jorge, Vitolo o Guayre saben de lo que hablo, y ya digo que da lo mismo que no hayan jugado tanto en la arena como jugaron en su día Germán y compañía.

Nuestras playas se parecen más a las playas brasileñas que a las vascas, no sólo porque nos baña el mismo océano sino también por la forma de ser de quienes se acercan cada día a la orilla. En esos paseos he ido viendo durante años a verdaderos fenómenos que luego nunca me encontraba en el estadio. Pero por suerte, con el inicio de esta temporada, por fin han ido apareciendo por el césped del Gran Canaria. Preferiría ganar siempre, pero en caso de derrota me compensaría un control exquisito de un canario criado en la playa antes que todos esos patadones que nos han ido destrozando el fútbol durante años.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Aliquebrados

Hay una imagen que resume el partido disputado hoy contra el Cartagena. Corría el minuto 37 y Canal Plus mostró un primer plano de Paco Jémez. Esa era la cara de cada uno de nosotros en ese momento. Gesto adusto, incredulidad y desolación. Qué podemos esperar cuando ya perdemos tres a cero en el minuto veinte del partido. Bueno, pues a pesar de ese desastre, el equipo se repuso, llevó el mando del partido y logró marcar dos goles. Uno soñaba con que era posible la remontada, pero los sueños de la Unión Deportiva se vienen abajo desde que ataca el equipo contrario.

El Cartagena marcó tres goles en tres tiros a puerta y luego descansó hasta que tuvo necesidad de marcar un par de goles más. No le bastó más que acercarse a nuestra portería: cualquier día de éstos nos ofrecemos nosotros mismos para marcar los goles del contrario. No se pueden dar tantas facilidades, ni Barbosa puede jugar tan desconcentrado, aunque a pesar de los fallos creo que el meta argentino es vital en este equipo, y de no haber estado él bajo los palos las goleadas hubieran sido mayores. Lo que no entiendo es por qué Paco Jémez castigó a Juanpe. El problema no era Juanpe, ni Aythami, ni Ruymán. El problema es el concepto defensivo y la apuesta por jugadores como Pignol y Dani Carril, que ni son jóvenes, ni aportan seguridad, ni veo que resuelvan nada.

O vamos o no vamos. Si volvemos a alinear la defensa del año pasado vamos directos al fondo de la tabla de clasificación. Si renunciamos a la cantera creo que nos volverán a alejar del estadio. Me niego a creer que en todas las categorías inferiores de la Unión Deportiva ( o en los distintos equipos canarios de Tercera División) no haya laterales derechos e izquierdos mejores que estos dos jugadores. No son una apuesta de futuro ni aportan seguridad. Entonces para qué juegan, por qué juegan en Las Palmas.

Ya dije hace una semana que era el momento de la verdad, pero, claro, mantengo lo que dije siempre y cuando Paco Jémez mantenga también su apuesta por la cantera. Hoy puso a todos los veteranos y nos metieron tres goles en veinte minutos. Por tanto no sirve de nada esta derrota. No hay canteranos que aprendan de ella, sino repetidores de curso que ya están acostumbrados a fracasar (y eso es siempre peligroso). Esta vez no se trata sólo de olvidar. Tenemos que asumir que sin Vitolo y sin Guayre combinando con Jonathan Viera hemos perdido la chispa y la magia que nos ilusionó en los primeros partidos. Pero en el fútbol también cuentan las lesiones y la suerte, y ante esos desastres que de una forma o de otra irán afectando a todos los equipos hay que tirar de la concentración y del esfuerzo.

El equipo está saliendo dormido a los partidos, y aunque luego despierte siempre tiene unos cuantos minutos tontos que aprovechan los contrincantes para rematar la faenas (y ya da lo mismo el minuto de partido que se esté jugando). De momento vamos a confiar en los quince días que tenemos por delante para que los jugadores recuperen las ilusiones perdidas. Valdano decía que el fútbol es un estado de ánimo. Estoy totalmente de acuerdo con él, y además es un estado de ánimo que se va retroalimentando entre jugadores, aficionados, directivos y medios de comunicación. Ahora mismo, todos los que integramos esos grupos revitalizadores estamos de capa caída y temiendo que la mala racha nos lleve a la desazón de la pasada temporada. Tenemos que cambiar ese ánimo entre todos. Viene el Barça B, probablemente el peor equipo de la categoría que podía pisar el Gran Canaria en estos momentos y con estos desastres defensivos, pero también comienza un nuevo año y por tanto un nuevo ciclo. Recuperemos la apuesta por la cantera (se me ocurre plantear una defensa que muchos demandamos: David García en el lateral derecho, Samuel y Juanpe en el centro, y Ruymán en la izquierda: creo que sería más contundente y que cubriría mejor las subidas de los laterales cuando se fueran al ataque) y renovemos cuanto antes a Paco Jémez y a Cejudo para que haya una estabilidad contractual en el grupo. No nos olvidemos de Jorge (hoy podría haber jugado: puestos a sacar veteranos, prefiero los veteranos nuestros).

Nos han amargado un poco el turrón y el ánimo que teníamos hace unas semanas. Vamos a confiar en las próximas jornadas y a tratar de remontar cuanto antes. Queda mucha Liga. Creo que tenemos un equipo y un entrenador que, a poco que cambien un poco las cosas y apuntalemos la defensa, nos darán muchas tardes de gloria. Ahora toca apretar los dientes, confiar en el mañana y tirar de los tópicos más habituales del fútbol para consolarnos. Cualquier razonamiento lógico que queramos aplicar esta mañana nos dejaría nuevamente aliquebrados y de mal humor.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Las razones del cambio

Uno intuía que el cambio en el juego y en las formas de la Unión Deportiva había que buscarlo no sólo en el terreno de juego. Con sonrisas, buenas palabras y un poco de suerte no se consigue todo lo que se quiere en la vida. Lo primero, lo esencial, lo innegociable, es el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio diario. Y ahí está la clave de la actual Unión Deportiva Las Palmas. Lo tiene claro Paco Jémez, y después de ver el vídeo anoche yo también tengo cada vez más claro que debe ser el entrenador de Las Palmas por muchos años. No sólo apuesta por ese tesón y esa disciplina que, por no haber haberse transmitido a tiempo, ha echado a perder a tanto y tanto jugador canario talentoso estos últimos años. Su mensaje también contiene solidaridad y compromiso con el mundo que vivimos, sobre todo con los que han tenido menos suerte. En ese vídeo se percibe el magnífico ambiente que hay entre todos los jugadores, y entre éstos con el técnico y con el equipo directivo del club. Pero el vídeo se convierte en un documento impagable porque han sabido realizar una película partiendo de lo cotidiano y de los testimonios de los grandes protagonistas amarillos. La sala del estreno estaba a rebozar, y durante la hora y media de proyección no se escuchó absolutamente nada, y eso que había muchos jugadores con sus hijos pequeños. Ese silencio quiere decir que hubo emoción y entretenimiento, lo que creo que garantizará el éxito comercial del proyecto. No sé cuánto hubiéramos dado los aficionados amarillos por haber tenido un documento similar con Silva, Molowny y Mujica; con Tonono, Guedes y Germán; con Brindisi, Felipe y Carnevalli; con Narciso, Saavedra, Alexis o Kobe Contreras, o más recientemente con Robayna, Orlando y Socorro. Por tanto, mil gracias a los impulsores de esa iniciativa porque han logrado llevar a la pantalla lo que los aficionados sólo podemos llegar a intuir. Les invito a todos a que se adentren en el día a día de un grupo que, comandado por la sapiencia y el buen hacer de Paco Jémez, está llamado a darnos muchas tardes de gloria.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Llegó el momento

En las derrotas se aprende mucho más que en las victorias. De entrada se empiezan a reconocer a los verdaderos amigos y a los oportunistas. Hoy creo que la mayoría de aficionados que acudió al estadio de Gran Canaria demostró su entrega y su creencia en este equipo y en este proyecto. No en vano, esa mayoría fue la misma que hace apenas un mes se levantaba eufórica a aplaudir un juego que no se veía en la isla hacía muchos años. Los que juegan siguen siendo prácticamente los mismos, el entrenador es el mismo y los directivos son los mismos. Y les recuerdo que también son los mismos que todos valorábamos con recelo a finales de agosto, mayoritariamente canteranos, sin experiencia en categorías exigentes y sin haber completado por lo menos una Liga entera de rodaje en Segunda División. Volverán a la senda de la victoria y el buen juego. Ya hablé hace unas semanas de la noria. Hoy nos tocó quedar abajo, a pesar de lo luminosa que se veía desde dentro del estadio la que han montado en Siete Palmas. Un equipo bien plantado, con hechuras de Primera División, supo manejar el partido mejor que nosotros, y se encontró los goles, los mismos que nosotros fallamos desde el primer minuto del partido.

Si no creyera en este equipo y en este proyecto, y si hubiera visto sólo este partido, escribiría un comentario mucho más crítico y con consecuencias más hirientes. Pero sería desleal si lo hiciera. Podría haber titulado “Barra libre” por las facilidades que volvimos a dar en defensa (de hecho los goles vinieron por fallos nuestros): sería lo fácil y lo que me pediría un cuerpo que no tuviera en su memoria más cercana las combinaciones y el juego veloz que estilaba la Unión Deportiva hasta ayer mismo. Quítale al Barcelona a Xavi, a Iniesta y a Messi; al Madrid a Xabi Alonso, a Cristiano Ronaldo y a Higuaín; bórrale a Las Palmas de hace unos años a Brindisi, a Morete y a Juani; o más atrás en el tiempo suprime de la alineación a Germán, a Guedes y a León. Esos equipos nunca hubieran sido los mismos. Nosotros hace tiempo que no jugamos con Vitolo, con Josico (clave a la hora de ordenar la presión y de contener a los contrarios) y con Guayre. Y en buena parte de la temporada hemos perdido a Jonathan Viera. Los que han entrado lo han hecho de maravilla, pero no puede ser lo mismo jugar con Xavi que sin Xavi, o con Brindisi que sin Brindisi, y no digamos con Germán o sin Germán en el campo. Aun con esas bajas, en la primera parte le jugamos de tú a tú al Xerez y pudimos estar por delante en el marcador. Luego pasó lo que a veces sucede también a nuestro favor, que un fallo alienta al contrario, le facilita un gol y le hace jugar con soltura y tranquilidad. No hay más historia, y debemos olvidar este encuentro cuanto antes extrayendo todo lo bueno que con el tiempo se aprende de las derrotas.

La Liga es larga y puede suceder cualquier cosa, pero creo que hay algo en lo que debemos de ser fieles y leales con todas las consecuencias que ha de tener siempre la fidelidad y la lealtad. Hablo de Paco Jémez. Creo que ha de ser un entrenador que debe estar muy por encima de los resultados, y ya sé que eso suena a barbaridad cuando hablamos de fútbol. Pero si queremos un proyecto de futuro y una vuelta a Primera División con posibilidades de permanecer muchos años en ella, si queremos que los mejores canteranos encuentren un hueco en nuestro equipo, y si apostamos por el fútbol de ataque, no podremos nunca cuestionar a Jémez. Y además quiero escribir esto sin saber si a final de temporada estaremos en Primera División, en Segunda o Segunda B. Hubo un par de impresentables que despidieron al equipo silbando. Supongo que si las cosas no ruedan bien en Cartagena y con el Barça B, esos críticos se irán reproduciendo como se reproduce siempre la mala hierba. No se acuerdan, y vuelvo al principio, que en agosto nos veíamos condenados a un descenso de categoría teniendo en cuenta la arriesgada apuesta por la cantera. Por eso digo que este es el momento de estar con el equipo y de tener la cabeza fría para pensar qué es lo queremos. Miremos a la gente de la grada Naciente, ese es el camino, el apoyo incondicional a nuestros colores cuando la forma de jugar y quienes juegan se acercan mucho a lo que siempre hemos querido para Las Palmas. Quedémonos con el debut de Tyrone, otro nuevo valor de la cantera que debuta en el primer equipo. A los amigos se les reconoce en las caídas; también a los aficionados de un equipo de fútbol. Volvamos los ojos al fútbol inglés. Si hay nobleza, entrega y compromiso con los colores jamás dejan de animar a su equipo. Les da lo mismo estar perdiendo por tres a cero en casa. Nuestros fallos son esencialmente defensivos. Lo malo hubiera sido que fueran en ataque o que tuvieran que ver con la falta de talento o con el sacrificio. Tenemos talento de sobra, y detrás vienen canteranos que dicen que pondrán al Gran Canaria en pie en unos pocos años. Para que eso ocurra tenemos que contar con alguien que tenga la valentía de subirlos al primer equipo y, sobre todo, que les deje jugar como siempre hemos querido jugar los canarios, con soltura, al ataque y sin renunciar nunca a la belleza. Todo lo que se aleje de ese compromiso nos irá alejando de la Unión Deportiva y del estadio nuevamente. Aprendamos de los errores pasados. No nos dejemos llevar por la fatuidad de los resultados. Saquemos siempre la lectura más positiva de todas las derrotas. Mañana es otro día.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

La bajada

Cuando la gente del norte de Gran Canaria viene a la capital siempre habla de bajar a Las Palmas. No hay pendientes ni las carreteras se trazan con esa sensación que luego llevamos al lenguaje. Sin embargo, una y otra vez nos empeñamos en bajar a la capital y en subir de nuevo a casa. Por eso, cuando veníamos al Insular siendo niños siempre decíamos que bajábamos al partido. Esa bajada equivalía a una fiesta y a alguna noche previa sin dormir si quien venía a jugar era el Barça, el Real Madrid o alguna figura como Kempes, Enzo Ferrero o Lobo Diarte cuando estaba en el Zaragoza. No se bajaba nunca solo. En Guía se formaban grupos que utilizaban los viejos Peugeot para venir al partido. Los niños veníamos en la última fila de asientos, y nuestros padres ocupaban apretados todos los restantes. No se llegaba al partido con el tiempo justo. Había que buscar aparcamiento y que tomarse las cosas con calma. Solíamos llegar una o dos horas antes. Nuestros padres se dirigían a echarse los guanijais en los bares de la zona y nosotros aprovechábamos para agenciarnos de golosinas y de estampas en los estancos antes de ponernos morados con los Nik, las Fantas y los Clipper.

Ya en el estadio todo era mágico y luminoso. Veías a menos de un metro a todos tus ídolos, y en la época que no había vallas podías saltar al césped a conseguir un autógrafo de Quini, de Santillana o de Paul Breitner. Generalmente ganábamos los partidos y cantábamos goles prodigiosos. El viaje, la bajada, casi nunca era en balde. Te podías comer un corneto que pregonaban al grito inolvidable del Kalise p’a los nervios y si había suerte te llevabas una bandera o un banderín del equipo que jugaba contra Las Palmas comprada antes o después del encuentro en función de las alegrías de los mayores. A lo mejor no nos enterábamos de casi nada de lo que sucedía en el campo. Seguíamos el balón como hipnotizados y todo se centraba en la emoción de aquellos minutos siempre inolvidables. Luego, una vez terminaba el partido, subías en el coche escuchando a los mayores como ahora escuchas una emisora de radio analizando el encuentro. Lo que pasaba es que nuestros padres y nuestros abuelos sabían un rato de fútbol, posiblemente mucho más que nosotros, y no los engañaban así como así. Eran muy exigentes con quienes vestían la camiseta amarilla, pero si veían que algún jugador heredaba la genialidad de sus antecesores lo defendían a carta cabal. Los jugadores eran casi como sus hijos, y la Unión Deportiva no sé si tendría parangón con alguna otra afición en su vida. No eran fanáticos, pero no hubieran entendido la existencia sin aquellos sábados a las ocho y media en el Insular. Cuando ahora voy al estadio y veo aparecer coches procedentes de los pueblos de la isla llenos de niños y de mayores dispuestos a vivir intensamente noventa minutos, recreo aquellos momentos inolvidables que tanto contribuyeron a que mi afición por este equipo esté por encima de categorías, contingencias económicas o resultados. La afición se asienta en los recuerdos más cómplices y cercanos, aquellos que compartiste durante años con quienes más admirabas. Un padre y un hijo, cuando ven un partido juntos, olvidan las edades y las jerarquías. Da lo mismo que tú entonces fueras un niño y que tu padre tuviera treinta y tantos años; también importa poco que ahora el adulto seas tú y que él ya tenga setenta años. En el momento en que los once jugadores amarillos empiezan a correr detrás de la pelota se detienen los tiempos y las edades. Hasta que termina el partido, todo juega a favor de esas emociones que nos igualan y nos reencuentran.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El infortunio siempre es pasajero

En el fútbol se gana, se pierde o se empata. Lo que he escrito no es una perogrullada. Lo sabe usted, lo sé yo y lo sabe el niño que está empezando a interpretar la vida y el juego. Hoy perdimos. Hasta ahí ya sabía usted. Pero también pudimos haber ganado. "Hombre, eso estaría por ver", me respondería usted sentencioso. Claro que estaría por ver, pero si entra el disparo de Vicente Gómez o la falta de Cejudo el partido se hubiera movido con otras corrientes más favorables. También influye el hecho de que un árbitro permita que le den patadas como si fuera un pimpampún al cerebro de tu equipo y no lo proteja ni le saque tarjeta a su marcador ( lo que sí es intolerable es que luego se las enseñe a los tuyos con faltas inexistentes como las que pitó a Vicente Gómez o a Aythami en sus respectivas tarjetas amarillas). Pero hoy el árbitro no influyó en el resultado. La suerte volvió a sernos esquiva y nos condenó con un primer gol en propia puerta cuando dominábamos el encuentro. Así y todo creo que la victoria del Celta fue justa. Se encontró con el resultado a favor y supo controlar y rematar el partido. Nosotros tenemos que hacer otras lecturas. Por ejemplo la de la madurez de Aythami, que lejos de venirse abajo tras la desgraciada jugada del primer gol pidió la pelota, subió al ataque y defendió con contundencia su banda. El equipo se va haciendo poco a poco en estas derrotas y en las contingencias que va sufriendo. Cualquier otro conjunto, con el número de bajas tan importantes y tan determinantes que tenía hoy Las Palmas, no hubiera dado la talla. No me duele perder así. Veo cada vez más asentado a Vicente Gómez, Barbosa realizó un par de paradas de mucho mérito, David González ha vuelto a coger la batuta prodigiosamente, Ruymán muestra cada día más descaro y Juanpe sigue siendo un valor seguro para la defensa de Las Palmas.

Ahora toca centrarnos en el próximo partido y olvidar cuanto antes este varapalo. Sí es cierto que habría que ensayar más las estrategias de los saques de esquina y la búsqueda de más contundencia en ataque, aunque eso también se consigue cuando los jugadores logran jugar juntos dos o tres partidos seguidos ( y eso está siendo casi imposible por las jodidas lesiones). No podemos pedir más. Han hecho lo que han podido y no han traicionado el juego de ataque y la búsqueda constante de la portería contraria. Ya habrá partidos que se nos darán mejor. Y el Celta tendrá días como el que hoy ha tenido Las Palmas. Pero lo que sí está claro es que la Unión Deportiva se ha ganado el respeto de los rivales y de los comentaristas nacionales. No es flor de un día. Seguirán entrando canteranos y seguiremos creciendo.

Intentaremos subir este año, pero si no lo haremos la siguiente temporada con una plantilla más experimentada y más sólida. Creo que los aficionados seguirán estando con el equipo. Jugamos un papel muy importante en cada partido en el Gran Canaria. Nos reconocemos en el campo de juego y hemos recobrado la emoción cuando vemos el azul y el amarillo. Ya nos visitará el Celta en la segunda vuelta y trataremos de devolverle la moneda. No es un tópico. Además la climatología parece siempre un anticipo de nuestro propio fracaso. Espero que la lluvia sea pronto un vaticinio de victoria. Hasta ahora, cuando ha empezado a diluviar en los estadios que hemos ido visitando, el balón parece como si se pusiera de parte del equipo contrario. Disfrutemos de este puente largo y asumamos la derrota como parte de un guión establecido de antemano. No nos queda otra. En el fútbol la siguiente jornada siempre es un acicate para poder cambiar la historia. Nada es eterno. Ni las alegrías ni las penas se asientan en ninguna parte. Sigamos jugando. Tenemos la suerte de ser aficionados de un equipo que se ajusta a nuestra propia manera de entender la vida: arriesga, intenta generar belleza, no desfallece y a veces gana, a veces pierde y otras veces empata. Me preocupa más que Vitolo conserve su alegría y que sepa que estamos detrás de cada uno de los pasos que va a dar en los próximos meses que esta derrota.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El otro

El balón es el destinatario de casi todos nuestros sueños. De niños lo hubiéramos dado todo por haber sido unos virtuosos o por haberlo sabido controlar como mismo lo hacía Maradona en Villa Fiorito soñando con llegar a ser lo que luego fue. Nosotros también teníamos sueños parecidos de grandeza futbolística, pero poco a poco los tuvimos que ir recolocando en otros objetivos para poder seguir adelante. Así y todo jamás perdimos de vista el balón. Sólo hemos dejado que sean otros los que lo golpeen y los que metan los goles memorables que imaginábamos en aquellos campos improvisados en las maretas o en las canchas de los colegios.

Muchas veces eres tú mismo el que golpea la pelota. Da igual quién juegue en la Unión Deportiva. Ahí estás tú, parando el balón, levantando la cabeza, regateando en un palmo de terreno y colocándolo en toda la escuadra. Después te levantas y aplaudes desaforado, señalando el nombre de otro o comentando con el vecino la maravillosa jugada que acabas de ver. Pero no te engañes, cada uno es partícipe de su propia alegría en ese momento. No importa que haya veinte mil personas gritando contigo. En los momentos clave el gol lo meterás tú solo, como en aquellos partidos soñados de la infancia. Una vez pita el árbitro el final vuelves a casa o a la rutina diaria sin vítores y sin seguidores que te pidan autógrafos por la calle, pero que te quiten lo gozado en el campo durante noventa minutos. Incluso cuando silbas y te quejas de lo poco que corre un jugador te lo estás recriminando a ti mismo. Siempre estás ahí, por eso jamás renegarás de tus colores. Sería como renegar de tus propios sueños.