miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un derbi en medio del océano

El fútbol te enseña que la derrota no es más que un mal trago pasajero que se olvida en el siguiente partido. Unas veces estás arriba y otras te asomas al abismo de esas clasificaciones que casi no ocupan espacio en los periódicos deportivos. La Unión Deportiva y el Tenerife saben mucho de esos vaivenes del destino. Las épocas gloriosas de un equipo suelen coincidir con las debacles del otro. Parecen dos púgiles evitando siempre el gran combate. Sin embargo, de vez en cuando coinciden en el mismo tiempo, en la misma categoría y en un sueño más o menos parecido. Hoy es uno de esos días en los que la suerte de uno se convertirá inevitablemente en la desgracia del otro. Un empate no sería más que una agonía insufrible para ambos porque en los derbis solo se gana o se pierde. Todo lo demás carece de importancia.
Da lo mismo que digas que ya no sigues el fútbol como antes o que se ha convertido en un vergonzante negocio. A medida que se acerca la hora del partido rememoras los encuentros improvisados de cuando eras niño, aquellas rivalidades entre calles, barrios o pueblos cercanos. Ahora juegan otros; pero en el fondo sigues siendo el mismo futbolero que desea cantar el gol de la victoria en el último minuto. Esta es otra Liga, y no es un tópico. Sucede como en el Celtic contra el Rangers, como en el Newel’s contra Rosario Central, como con Peñarol y Nacional o como con el Sevilla y el Betis. Lo que pasa es que ninguno de esos derbis tienen mar de por medio estando tan cercanos. Aquí hablamos de islas, con todo lo que cualquier insular sabe que eso conlleva. Casi nos tocamos en la distancia, y cuando coincidimos por esos mundos somos como hermanos; pero esas fraternidades se pierden por completo cuando se cruzan los colores blanquiazules y amarillos. Borremos a los exaltados del mapa, no nos valen para lo que hablo porque no representan a ninguno de los dos equipos, y quedémonos con esa emoción que nos tiene todo el partido en vilo, como si nos jugáramos un puesto para una final de la Champions.
Todos recordamos algún derbi. Yo nunca olvidaré el de las paradas de Manolo López en la Copa. Vivía entonces en Madrid y recuerdo salir a las calles de Malasaña con la bufanda de Las Palmas. No era el único loco. Les juro que me tropecé a otros como yo, en un día entre semana, en invierno, coreando el Pío Pío por las calles del Foro. Hoy, escribía Machado, es siempre todavía. Nos queda la épica inolvidable de ese pasado, o la desazón de alguna derrota como aquella que nos devolvió a Segunda División sin saber que tardaríamos tanto tiempo en encontrar el camino de vuelta. Ahora ese camino parece que, después de muchos años, se atisba en el horizonte de ese espacio verde por el que deambulan tantos anhelos cada semana. En unos tiempos en los que algunos se olvidan de la esencia del fútbol y la confunden con un show de gominas y merchandising, nos aferramos todavía más a lo cercano, a lo que realmente nos ató de por vida a un deporte que sin esa épica sería tan insulso como uno de esos partidos de cricket en los que nunca entendemos absolutamente nada. Y no nos engañemos: aquí no vale eso de que gane el mejor. Aquí todos queremos que gane la Unión Deportiva Las Palmas.


sábado, 30 de noviembre de 2013

Páez

Páez estaba en aquellas alineaciones que a uno le ataron al fútbol de por vida. Formaba parte de un centro del campo en el que el balón pasaba por Germán, por Brindisi, por Jorge, por Pepe Juan, por Noly, por Félix, por Quique Wolff y por tantos y tantos que supieron entender cómo queríamos que jugaran al fútbol los amarillos. Paradójicamente ese fútbol lo iban inventando en cada partido para que luego nuestra memoria fuera incorporando variantes y gestas a partes iguales. Me alegra y comparto el reconocimiento de la Unión Deportiva al concederle la insignia de oro y brillantes. Los clubes se hacen grandes cuando saben cuidar a quienes los engrandecieron en los pequeños detalles. Porque, además, Federico Páez es una de esas personas que no ha sabido nunca separar el fútbol de la vida o, para ser más precisos, separar la vida de la Unión Deportiva Las Palmas.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Los eternos debutantes

Ayer, antes del partido de la Unión Deportiva contra el Mirandés, yo le comentaba a un amigo que había que ganar por goleada para disipar dudas; pero este amigo, que sabe un rato de fútbol, me recordaba lo igualada que estaba la Segunda División y lo peligroso que era el equipo burgalés fuera de casa. Ganamos tres a uno, pero pudimos haber empatado e incluso haber perdido el encuentro. Nada que ver esta categoría con el sopor de esa Primavera División tan previsible y tan entregada al poder del dinero y de los grandes fichajes. Aquí cualquiera le gana a cualquiera, y en esas batallas Las Palmas creo que tiene mucho que decir. Ningún equipo se distanciará del resto, pero estando donde estamos ahora mismo, y teniendo en cuenta que contamos con un equipo que está empezando a acoplarse, las expectativas son tremendamente halagüeñas, aun contando con esa inverosimilitud que tantas veces mueve las rachas de los equipos. Lo que le falta a Las Palmas es mantener una regularidad y no empezar un partido a ritmo de chachachá para luego ir echándose hacia atrás cuando marca hasta terminar bailando a ritmo de bolero lento o de peligroso réquiem. En esos casos ni siquiera nos salva el contraataque. Ese ritmo creo que marcará el futuro del equipo amarillo. La diferencia, entre otras muchas, está en Juan Carlos Valerón. Ayer veía imágenes de Di Stéfano jugando con cuarenta en el Espanyol. No era una saeta que corría por el campo, pero marcaba los tiempos, daba los pases que anticipaban goles y sabía colocar al equipo para que no se rompiese con cualquiera de esos inesperados giros que a veces acontecen en los encuentros. También metía goles. Como Valerón, como todos esos visionarios del balón que encuentran en el terreno de juego lo que los demás a veces no somos capaces de ver ni en sueños. Y además, esos jugadores terminan haciendo buenos a todos los que les rodean. Ahí están Vicente Gómez o Tana, que llevaban años esperando encontrarse con la mano sabia de un maestro para poder demostrar todo el talento que atesoran. Me quedo con la sonrisa casi juvenil de Valerón cuando marcó sus dos goles, con esa alegría que uno espera de cualquier debutante. Los grandes genios saben que el único partido que vale es el que están jugando.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Los porteros que salían en las estampas

El primero era siempre el último. Casi nadie quería estar ahí cuando éramos niños. Todos queríamos correr por el campo y meter goles por la escuadra; pero luego, cuando íbamos al Estadio Insular, nos terminábamos colocando en la portería. Si hubiéramos jugado en campos de césped todos habríamos elegido el número uno para tirarnos sin miedo o para volar como veíamos que lo hacía Daniel Carnevali cuando improvisaba algunas de sus felinas palomitas.
Siempre que salía del estadio me repetía a mí mismo que al día siguiente jugaría de portero en los partidos con los amigos. Pero la realidad no se parecía a lo que había visto, y nunca aguanté más de dos encuentros seguidos recibiendo pelotazos y siendo el último, el que veía venir a los delanteros completamente solos, y el que no encontraba ninguna brizna de hierba en donde amortiguar las caídas dentro del área.
Los campos eran pedregales o canchas de cemento. Me gustaba aquella parafernalia de ponerme los guantes y las rodilleras, pero no había nada que evitara los raspones y aquel dolor tremendo que dejaba el balón de reglamento cuando estaba mojado y te golpeaba inesperadamente en la cara. Con los años sí es verdad que uno termina jugando de portero muchos días de su vida; pero ya no es tan romántico el espectáculo, ni tampoco hay nadie que te aplauda cuando logras evitar que te derroten en el último momento o en la última jugada. De aquellos tiempos recordaré siempre un partidazo de Arconada en el Insular que yo creo que nos colocó a todos en la portería durante varias semanas. Lo detenía absolutamente todo, y eso que Las Palmas ganó por dos a cero en la que fue la última temporada de Quique Wolf. Y también me viene a la memoria la sobriedad de Iribar, qué porterazo, y qué suerte teníamos los niños de entonces por poder verlos tan cerca que casi nos parecía mentira que no fueran estampas. Porque entonces todos los grandes jugadores que salían en las estampas aparecían cada sábado a las ocho y media de la noche por Fedora, como en el cine, con la misma magia que lograba que se terminaran cumpliendo todos los sueños.

domingo, 27 de octubre de 2013

Estética y emoción

Qué grande es el fútbol cuando hay dos equipos que quieren ganar el partido y un estadio con solera lleno de público. Todo el mundo hablaba esta tarde de que estábamos viendo un partido de Primera División. Creo que se equivocaban, ya no se pueden definir los encuentros por la categoría sino por la rivalidad o la intensidad del juego. Yo hace tiempo que dejé de seguir casi todos los partidos de Primera División. En la vida me voy a emocionar con un Getafe-Levante o un Almería-Villarreal. En cambio, siempre vibrará algo cuando encuentre en algún calendario un Sporting de Gijón-Unión Deportiva de Las Palmas. El fútbol, como el vino, también es memoria, y en esos partidos aparecen Quini, Enzo Ferrero, Ciriaco, Uría o Castro jugando contra Germán, Brindisi, Carnevali o Morete.
Uno rememora subcampeonatos de Liga, semifinales de Copa y, en mi caso, un equipo de cajas de fósforos que aún me sé de carrerilla. Siempre me ha gustado el Sporting, y de alguna manera su destino lo emparento mucho con el de la Unión Deportiva. Hoy ganamos dos a tres en El Molinón en el que creo que será el encuentro que cambiará por completo el destino futuro de los amarillos. Ganamos el partido y también la confianza con la que luego se termina venciendo en otros encuentros igual de complicados. Hartos de tanta especulación, y no digamos de la mercadotecnia de esos derbis galácticos que si acaso emocionan en Singapur o en Ankara, agradecemos esta vuelta a la esencia del fútbol y de su memoria más cercana. Nunca será lo que otros quieren que veamos, y eso que hoy, en una decisión que atenta contra cientos de partidos históricos, alguien entendió que el equipaje amarillo podría prestarse a confusión con el rojiblanco. Escuché decir que por los pantalones azules. A veces los árbitros también contribuyen a cargarse la estética del espectáculo. Porque el fútbol es eso, estética y emoción, da lo mismo el orden.




sábado, 19 de octubre de 2013

Once

El otro día cogí un taxi para ir al estadio de Gran Canaria a ver el partido de Copa entre la Unión Deportiva y el Hércules. El taxista era muy espiritual y poco futbolero. No entendía cómo podía gustarme un espectáculo en el que varios hombres corren detrás de un balón perseguidos por un árbitro. Yo traté de explicarle que a veces no es lo que vemos lo que realmente estamos mirando. Le pregunté si había ido mucho al fútbol cuando era niño y me dijo que no porque su padre odiaba ese deporte. No perdí el tiempo en buscar más argumentos. Iba a ver al Hércules y mientras él hablaba yo recordaba a Giuliano o al Tigre Barrios. Siempre me ha caído muy bien el Hércules, quizá, al igual que el Español, tenga que ver algo su equipaje, aunque luego llegué al estadio y me encontré una de esas camisetas con las que los equipos se están cargando buena parte de la épica de la que vive el fútbol, o de la que luego se nutre cuando carecemos de respuestas racionales.
El taxista sí me dijo que creía mucho en la numerología y que me había recogido en un edificio con el número once, que su licencia acababa en ese número y que nos habíamos tropezado cinco matrículas que incluían esos dígitos. Yo le iba a contestar que si hubiera buscado el treinta y tres o el diecinueve también los habría encontrado, pero no quise polemizar. Pagué, entré al estadio y como la zona en la que me siento estaba medio vacía cambié de asiento. Cuando me quise dar cuenta estaba en el número once y esbocé una sonrisa al tiempo que Las Palmas marcaba su primer gol. El taxista me explicó que ese era un número mágico que por lo visto abría las puertas del universo. Si coincidiera con él le diría que a lo mejor el fútbol también está emparentado con la numerología. Tal vez buena parte de la magia de ese deporte tenga que ver con que sean once, y no ocho o dieciséis, los jugadores que saltan al campo a improvisar nuestros propios sueños.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Cambio de piel

Hoy llega el otoño, y de alguna manera cambiará nuestra mirada. Tendremos algo más de frío a última hora de la tarde y en la madrugada ya no dejaremos los pies a la intemperie fuera de las sábanas. Hoy también parece que la Unión Deportiva ha cambiado la piel que empezó a renovar la pasada semana. La llegada de los nuevos fichajes ha sido clave, tanto por lo que aportan al equipo como por lo que han influido en los que ya estaban pero no veíamos por ninguna parte. Contamos con solidez defensiva, algo esencial para cualquier proyecto que se pretenda poner en marcha en Segunda División, y en el centro del campo no tenemos nada que envidiar a la mayoría de los equipos de Primera. Lo de Masoud son palabras mayores. Nos ha tocado la lotería con ese fichaje, y solo había que ver cómo despidieron hoy en Girona a Juan Carlos Valerón para saber lo que aporta y el empaque que ha venido a darle a la Unión Deportiva Las Palmas.
Ganamos cero a dos donde el año pasado nos ridiculizaron con una vergonzante goleada. Y de nuevo queda claro que tenemos neuronas futboleras en el banquillo. Si dejamos trabajar a Lobera, no habrá suerte que impida que sigamos mejorando. Así es el fútbol, lo que parece negro se vuelve de repente blanco, y en un visto y no visto te despreocupas de mirar la clasificación por debajo y empiezas a hacer toda clase de cábalas para ver cuánto nos puede quedar para estar en lo más alto. Creo que ahora sí tenemos equipo para plantear todos los retos que queramos.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Aparecieron los cimientos

La Unión Deportiva Las Palmas ya no se parece a cualquiera de los equipos de fútbol que improvisábamos en el patio del colegio o con dos piedras en cualquier descampado. La llegada de un delantero como Aranda, de un organizador como Apoño, de un estilete como Masoud, y la irrupción de dos laterales experimentados y con espíritu atacante como Xabi Castillo –partidazo el suyo- y Ángel López, cambian todo el panorama y mejora notablemente la perspectiva que vislumbramos para esta temporada.
De alguna manera espantamos el miedo; pero no está la cosa como para tirar tracas en ninguna parte. Sigo echando de menos a la cantera. No entiendo por qué Asdrúbal no entró mucho antes o por qué no se le da una oportunidad a jugadores como Artiles o Herrera. Lo bueno de todo esto es la amplitud de la plantilla, la solvencia, sobre todo en defensa, y los buenos momentos que nos pueden regalar estos jugadores desde que hagan su particular pretemporada y se conozcan un poco más cuando se mueven por el campo. También hay que tener en cuenta que el Jaén no es nada del otro jueves; pero tampoco lo eran el Eibar o el Mirandés y no fuimos capaces de hacer nada en noventa minutos.
Los que no veíamos claro la llegada de esos refuerzos de última hora creo que tenemos que admitir que son unos excelentes fichajes que ayudan a solventar muchos de los defectos que evidenciaba el equipo hasta este momento; pero perdonen que siga siendo reincidente con la reivindicación de la cantera. Me gustaría comprobar que en casi todos los encuentros se convoca a algún jugador del filial. Se lo están mereciendo y creo que no hay razón para que se les siga cerrando el paso. Aprovechemos la veteranía que tiene ahora mismo Las Palmas para que los canteranos se sientan arropados y vayan integrándose poco a poco en el primer equipo. De repente estamos todos un poco más ilusionados con la Unión Deportiva. Eso sí, quien no falla nunca es la afición. Más de diez mil personas nuevamente en un domingo con tele en directo. Como hace años que nos conformamos con muy poco para ilusionarnos, a partir de hoy ya volvemos a plantar los más bellos sueños. ¿Castillos en el aire? No entenderíamos la vida sin ellos; pero por lo menos esta vez han aparecido los cimientos que no encontrábamos por ninguna parte.


PD: Quisiera hacer pública la queja de los cientos de aficionados que se vieron atrapados en el acceso peatonal al cementerio de San Lázaro. Se vivieron momentos complicados por el acceso individual a través de una batalla llena de hierros que hubo de ser atravesada por personas mayores y padres con niños pequeños. No sucedió ninguna desgracia gracias al civismo de los aficionados, pero hubo mucho riesgo de avalancha o de caída masiva. Si no se puede pasar por ahí que cierren completamente el acceso, y si se puede que se habilite un espacio más seguro. Tengo fotos de lo sucedido por si algún interesado tuviera interés en comprobar la veracidad de lo que cuento.



sábado, 24 de agosto de 2013

Jugando a nada

El fútbol es un juego, y se entiende que los juegos nacieron para entretener y para divertir a los que juegan y a quienes siguen esas jugadas. Aceptamos la victoria o la derrota, pero lo que nunca admitimos es el aburrimiento y la pérdida de tiempo. Llevamos dos partidos y casi no hemos tirado a la portería del equipo contrario. Hoy en Mendizorroza la Unión Deportiva Las Palmas volvió a jugar a nada, porque siempre se acaba jugando a nada cuando no hay verticalidad ni remate. Espero que se acuda a la cantera o que se fiche con más coherencia para evitar las actuales descompensaciones. Así no vamos a ninguna parte, y no hace falta ser ningún Menotti para darse cuenta de las numerosas lagunas que presenta ahora mismo el equipo amarillo. Queda toda la temporada, y por supuesto que hay tiempo para la enmienda y el cambio. Lo lamentable es que hayamos llegado a este comienzo destrozando todo lo que tanto costó construir el año pasado. Este empate nos permite sumar el primer punto, pero no creo que haya nadie que se atreva a sacar pecho después de lo que hemos visto esta tarde. Sin ánimo de divertir y sin capacidad para jugar al ataque solo conseguiremos merodear las zonas más mediocres o más peligrosas de la tabla clasificatoria.



sábado, 17 de agosto de 2013

Mucho humo

Las consecuencias del calor no sabes nunca dónde terminan apareciendo. Hoy lo más ocurrente es hablar del bochorno que hemos sufrido en Canarias. A ninguno nos hubiera gustado estar en la piel de los jugadores que saltaron al césped del Gran Canaria. Ya eso tiene todo el mérito del mundo, como también es meritoria la asistencia de diez mil espectadores que acudieron para estar con su equipo en el estreno liguero cuando tenían la opción de ver el partido en la televisión. No era un buen día para un estreno, ni una buena hora, ni tampoco un buen estadio, desangelado con el calor y con el frío, lejano y aséptico, como si estuviera siempre en medio de ninguna parte. Todo lo demás fue tedio y decepción.
No se puede valorar nada en noventa minutos, o igual sí, porque lo que vimos hoy no nos ha gustado nada. El equipo ha perdido potencial, está descompensado, con muchos jugadores en algunos puestos como el lateral izquierdo y con ausencia absoluta de rematadores y de delanteros centros. Valerón es Valerón y dejó detalles que justifican su presencia en el equipo, pero si no hay equipo no hay pase de Valerón que tenga sentido. Espero que lo de hoy (0-1 contra el Deportivo de La Coruña) haya sido solo un mal sueño pasajero. Lo que vimos fue humo, bruma que no dejaba apreciar casi nada bueno en la Unión Deportiva. Confío en que se disipe pronto esa primera impresión y que nos encontremos con un equipo conjuntado en los próximos encuentros. Si no es así lo pasaremos muy mal esta temporada. Una primera jornada da para lo que da; pero el pasado año, tras la victoria en Santander, casi creíamos que éramos el Barça de Guardiola. Luego vimos que no era para tanto. Hoy tampoco creo que podamos decir que tenemos uno de esos equipos sin personalidad ni filosofía definida. Quiero pensar que el calor nos jugó una mala pasada. En el banquillo sigue Lobera, por tanto se entiende que estamos en manos de alguien que sabe mucho de fútbol. Lo defendí el pasado año cuando estábamos hundidos y lo vuelvo a defender a pesar de este varapalo inicial. Lo que no sé es si ha dependido de él la confección de la actual plantilla. Le encuentro muchas lagunas y peligrosas incapacidades. El portero visitante apenas tuvo que intervenir durante el partido. Todo era demasiado previsible, balones fáciles o centros que no encontraban más que defensas coruñeses por todas partes. Incluso con un jugador menos fue el equipo visitante el que llevó las riendas del juego. Muchas dudas para un día excesivamente caluroso. Demasiado humo para tantas y tantas planificaciones.















martes, 16 de julio de 2013

Un final perfecto

Las buenas historias dependen casi siempre de los finales. Y además suelen ser cíclicas y contienen todo lo que uno espera de la vida cuando se escribe como si estuviéramos soñando con ella. Juan Carlos Valerón logró tocar el cielo con la camiseta blanquiazul del Deportivo de La Coruña; pero no hay foto que iguale a la de aquel flaco que un día logró detener el tiempo en el Estadio Insular. Bastaba con verlo correr para saber que a su alrededor iba a suceder algo inesperado. Nos ha pasado muchas veces con numerosos futbolistas canarios; pero luego los años, la mala vida o la mala suerte han ido dejando demasiados juguetes rotos que no lograron lo que prometían los prodigios de sus primeros encuentros. Ese azar truncó la carrera de Miguel Ángel Valerón una malhadada tarde copera en la que todavía resuena el crujido de un sueño hecho añicos por la violencia desmedida de un defensa. No solo basta con el talento para llegar cada día más lejos. Juan Carlos aprendió con el destino de su hermano. Tuvo claro que la suerte jugaba en todos los partidos, pero también intuyó que solo con humildad, con paciencia y con esfuerzo se puede superar cualquier reto. A partir de ahí todo lo que fue haciendo se asemejó a uno de esos cuadros en los que parece que alguien ha logrado trazar lo que los demás ni siquiera vemos.
El tiempo, aunque parezca mentira, se detenía unos segundos cada vez que el balón llegaba a sus piernas. Lo demás era magia, esa magia impredecible que define a los grandes jugadores de la historia del fútbol. Aprendió a luchar y a no venirse abajo, se rehizo tras los fracasos y volvió una y otra vez rebelándose contra sus propias rodillas. Yo no he disfrutado tanto viendo fútbol como cuando seguí aquellos partidos de Juan Carlos Valerón en la Liga de Campeones o como cuando jugaba con la selección española.
Posiblemente me haya cegado más de una vez el paisanaje, pero presumo de haber visto mucho fútbol con los ojos de quien siempre ha deseado disfrutar como cuando era niño e idolatraba a mis ídolos como jamás he vuelto a idolatrar nunca a nadie. Para mí, por mucho que me digan, Brindisi, Felipe, Germán o Carnevali jamás podrán ser humanos. Ya luego de mayor te das cuenta de que los jugadores son mucho más jóvenes que tú o que si los sigues un poco no hay mucho que admirar ni siquiera cuando están jugando. Pero con Valerón sí que volvía a sentir lo que vivía de niño cuando veía a Cruyff, a Kempes, a López Ufarte o a Enzo Ferrero corriendo sobre el césped de un estadio que jamás morirá en mi memoria más sagrada. Cumplía todos mis sueños cuando lo veía mover el balón, cuando regateaba o cuando daba uno de aquellos pases imposibles que hacían grandes a delanteros que luego languidecían a medida se alejaban de su lado. Le recuerdo en el estadio del Arsenal, en el del Bayern, en Old Trafford, en Milán, en el Bernabéu o en el Nou Camp. Y ya no era solo yo el que le admiraba. Toda Europa se rindió a su talento y hasta el mismísimo Pelé, que se entiende que sabe mucho de esto, lo situó un día entre esos elegidos que han logrado que la alquimia también forme parte del juego.
Ahora regresa adonde empezó todo. Si yo escribiera su historia hubiera intentado que ese hubiera sido su final perfecto. El fútbol no se juega solo con las piernas. Si fuera así todos estaríamos invitados a la fiesta. Hay algo más, eso que no es posible nombrar porque queda fuera de todas las lógicas y de todas las coherencias. Los gitanos lo llaman duende y los italianos maniera. No es solo inspiración. Cuando veamos otra vez a Valerón levantando la cabeza con la camiseta amarilla acabaremos comprendiendo que el fútbol es algo más que un juego. Ustedes me entienden, y si no me entienden les invito a que acudan al estadio de Gran Canaria a verlo. No creo que venga a la Unión Deportiva Las Palmas por dinero. Si hubiera sido así se habría marchado a otras aventuras más lejanas y mejor remuneradas. Vuelve porque quiere que el principio y el final de su leyenda tengan el color que tenían de niño sus sueños futboleros. Cualquiera de nosotros, si hubiéramos tenido su suerte, habría hecho exactamente lo mismo. Por eso lo admiramos tanto. Porque de alguna manera ha sabido cumplir nuestros propios sueños.

(Este texto fue publicado hoy en el periódico Canarias 7)

lunes, 17 de junio de 2013

Pasar página

La victoria o la derrota importan poco al día siguiente. Lo que queda es el intento y la experiencia de lo que se vive. Cuando se gana se disfruta tanto que olvidamos las filosofías; en cambio la derrota nos sirve para relativizar todas las competiciones y para saber que lo que vale no son los logros sino los intentos. Al día siguiente, ganadores y perdedores volverán a empezar de nuevo acumulando recuerdos. A veces incluso es mejor perder que ganar si queremos valorar esos triunfos cuando lleguen. Saber ganar es un arte más complicado que aprender a seguir perdiendo. Ayer la Unión Deportiva Las Palmas volvió a quedarse en el camino de sus propios sueños de ascenso; pero desde hoy mismo estaremos planteando nuevos objetivos, posibles fichajes y próximos retos. Forma parte del devenir del deporte y del camino de nuestras ilusiones a medida que las vamos construyendo. No se gana en un día ni se pierde nunca todo de repente. Lo que acontece no es más que la consecuencia de lo que se ha venido haciendo. Y también está la suerte, pero esta se alía casi siempre con quienes más la buscan y con los que menos desesperan. Cada cual ha de aprender a pasar sus propias páginas si quiere seguir leyendo la vida que aún le queda por delante.



sábado, 18 de mayo de 2013

El bar de Buenlugar

Hace tres semanas llegué a Buenlugar, en Firgas, justo cuando iba a comenzar el partido de la Unión Deportiva contra el Córdoba, quizá el encuentro que dejó al equipo amarillo con una resaca peligrosa y paralizante de la que aún no se ha recuperado. Solo había un bar abierto en la carretera. Venía de recorrer esa maravilla de la naturaleza que es el barranco de Azuaje, por lo que llegaba relajado y feliz después de escuchar la bajada del agua y el canto de cientos de pájaros festivos. En el bar quería ver el comienzo del partido de Las Palmas en televisión, pero el que tenían sintonizado era el del Barcelona. Viendo los gestos reconcentrados y alguna que otra camiseta del Barça no se me ocurrió pedirles que cambiaran de canal, aunque me quedé con la rasquera de comprobar cómo ni siquiera en el interior de la isla los amarillos despiertan el interés de cuando yo era niño y no había bar, casa o patio de vecinos en donde no se escucharan las narraciones radiofónicas siempre que jugaba la Unión Deportiva. Y menos mal que no pedí que cambiaran el canal: a la media hora ya jugábamos con nueve jugadores y nos habían marcado un par de goles. No sé qué partido habrán seguido hoy en la tele de aquel bar de Buenlugar; pero desde luego que visto lo visto en el estadio de Gran Canaria no creo que nadie esté por la labor de jugarse la clientela de su bar poniendo un espectáculo tan aburrido y tedioso como fue el partido ante el Recreativo (y lo mismo podíamos decir del encuentro de la semana pasada ante el Huesca que vi en una terraza del Monopol ante el desinterés de casi todos los parroquianos).
No sé qué le ha pasado a la Unión Deportiva, pero esa indolencia nos puede costar cara, no solo porque nos podamos quedar fuera de la promoción sino porque estamos ahuyentando a todos los aficionados que este año se habían vuelto a ilusionar con el equipo de su tierra. Hacía tiempo que no veía a tantos niños con camisetas amarillas como en los últimos meses. Solo por ellos espero que los jugadores espabilen y no dejen pasar la oportunidad que casi estamos tocando con los dedos después de muchos años de decepciones. En la vida solo gana el que cree en sus propios sueños. Da lo mismo que a veces no se cumplan. Lo lamentable es comprobar que los jugadores de tu equipo ni siquiera sean capaces de correr tras el balón que da vida a todos esos sueños. No voy a pecar de derrotista; pero sería imperdonable que no nos termináramos jugando nada por no salir al terreno de juego con la alegría y la confianza de hace unos meses. Ya casi no hay tiempo para enmendar errores. O vamos o no vamos; y si no vamos, ni en Buenlugar ni en La Culata acabarán haciéndole caso a unos colores que cada día se alejan más de los niños que siguen creciendo sin tener memoria de un enfrentamiento contra el Real Madrid o el Fútbol Club Barcelona. El fútbol es épica y es memoria, por eso los aficionados más fieles mantenemos a salvo nuestra afición amarilla a pesar de los muchos bostezos de todos estos años. Nos salva la memoria sentimental de los días grandiosos. Pero si no cambian las cosas el futuro de la Unión Deportiva tendrá cada día menos afectos y menos querencias inquebrantables. Ahora mismo esa épica y esa renovación de afectos depende de Nauzet, Vitolo, Momo y compañía. Esto es un juego en el que se puede ganar o perder. Lo que no aceptamos es que sea la falta de entrega y de ilusión la que nos vuelva a dejar lejos del reparto de todos los premios.

sábado, 11 de mayo de 2013

Mouriñadas

A veces salgo a correr cerca de donde están jugando los chiquillos los sábados por la mañana y me quedo asombrado con los insultos de los padres y, sobre todo, con la gesticulación y los gritos de entrenadores que solo quieren niños competitivos y estresados. No cambio esos equipajes ni esos campos de hierba artificial por las cuatro piedras con las que improvisábamos campos de fútbol creando equipos con camisetas que tuvieran -y era un decir- los mismos colores: La plaza, San Roque, La Cuesta, Urbanización Pineda...Aprendimos mucho de lo que sabemos de la vida, como decía Albert Camus, jugando y viendo fútbol, pero sin tantas sofisticaciones y sin tantas "mouriñadas".

domingo, 5 de mayo de 2013

Perder el miedo

Si se desata la locura el fútbol termina siendo una fiesta y vuelve a ser ese juego que todos buscamos desde que cantamos los primeros goles en el patio del colegio. Es entonces cuando aparece el azar en medio del caos alterando los marcadores y nuestras propias pulsaciones. Se juega con fuego; pero al mismo tiempo se sabe que se mantiene a raya al tedio que tanto nos aleja de los estadios últimamente. El tramo final del partido de la Unión Deportiva contra el Sporting fue un ejemplo de esa locura inesperada, sobre todo teniendo en cuenta que el Gijón tenía un jugador menos y que, aun así, mereció el empate que luego quedó roto cuando el equipo amarillo pudo deshacerse de esa coraza que a veces le agarrota impidiendo que fluya con naturalidad el talento de sus jugadores.
A Las Palmas le falta desmelenarse un poco más. Hay calidad de sobra para ganar y para alegrar la mirada de quienes les vean jugando al fútbol; pero una y otra vez parece que les puede la responsabilidad y que les pesan hasta las botas cuando llegan los momentos decisivos. Ayer hubo suerte; pero no siempre vamos a encontrar el santo de cara, y esa suerte, como digo, solo aparece cuando dejas que tus músculos se muevan como se moverían tus propios sueños. Seguimos dependiendo de nosotros mismos para la promoción; pero cualquier carambola nos puede dejar fuera si no salimos a ganar cada uno de los partidos. Y si llegamos a la promoción prefiero perder en un partido alocado y con muchos goles que en uno de esos encuentros que estamos viendo cada vez que se mete más gente de la cuenta en el estadio y no contemplamos ni una sola jugada que merezca la pena. Ya escribí hace unas semanas que estas finales en casa eran como un ensayo general para la promoción, y en esos ensayos los jugadores siguen sin creerse todo el potencial que atesoran. Lo único que me tranquiliza es que en el banquillo hay un entrenador sereno, observador e inteligente. También sé que, llegado el momento, la afición lograría marcar un par de goles decisivos; pero esos ensayos generales tienen que convertirse cuanto antes en grandes estrenos que despejen todas las dudas y que asusten a los posibles rivales. Hay una gran ilusión colectiva en juego. Lo único que pedimos es que no nos desvalijen ese sueño por el miedo a no conseguirlo.


martes, 16 de abril de 2013

El hombre de la gorra azul y amarilla

Lleva varias temporadas aguantando las bromas de quienes se acercan cada tarde a merendar. Viven casi todos en la calle o en condiciones de extrema pobreza. No han tenido suerte en la vida. Debe tener casi setenta años y siempre llega con su gorra de la Unión Deportiva Las Palmas. No sé cómo se llama. Yo a esa hora paseo a mi perro cerca de donde ellos se encuentran y escucho lo que dicen antes de entrar a la parroquia que les ofrece esa comida vespertina que les ayuda a llegar a la noche o a bajar los efectos del alcohol de garrafón al que están enganchados muchos de ellos. Saben de fútbol, y los mayores pontifican poniendo como ejemplo a Alfonso Silva, a Guedes o a Germán. Ese hombre lleva años aguantando burlas por su fidelidad amarilla. Ahora llega ufano y sonriente casi todos los lunes. Cualquiera que lo viera podría decir que ha sido el autor de los goles de la Unión Deportiva. No los ha marcado, pero su alegría seguro que no tiene nada que envidiar a los gritos de Vitolo o de Thievy cuando logran batir al portero del conjunto contrario. Ya no tiene que bajar la cabeza cuando le dicen que el equipo no vale un duro o que los jugadores son unos gandules. Ahora es él quien desafía a los otros exhibiendo en todo momento el amarillo y azul de su gorra de plato. Yo creo que es lo único que se mantiene limpio y poco desgastado en su vestimenta. Cada vez que gana Las Palmas me acuerdo de él, lo imagino viendo el partido al borde del infarto y luego saltando o maldiciendo la suerte por las calles en las que malvive tratando de encontrar cada noche un portal o unos cartones donde cobijarse. No ganamos el pasado sábado; pero aun así tenemos el ascenso, por lo menos el que se logra promocionando, más cerca que nunca. Nadie podrá silenciarlo hasta que acabe la temporada. En el fondo, casi todos sus compañeros de merienda son igual de aficionados a Las Palmas, aunque con tal de hacerlo rabiar lo llevan molestando hace años cada vez que el equipo pierde o tiene un mal día. El otro día hablaba de los viejos y de su deseo de ver a la Unión Deportiva en Primera antes de morir; pero esa alegría, cuando acontece, se multiplica todavía más en quienes no tienen absolutamente nada. Ese hombre seguro que hoy anda por las calles algo aliquebrado; pero el próximo lunes volverá a cantarle las cuarenta a todo aquel que se le ocurra bromear con los colores o el escudo de su gorra.

sábado, 6 de abril de 2013

A ciegas

No pude ver el partido de esta tarde de la Unión Deportiva. Escribo a ciegas; pero contento. Solo sé que ganamos en el último minuto contra otro rival directo y que la promoción deja de parecer una entelequia. Ya escribí que una vez llegara este momento y se liberaran las tensiones, el equipo iba a depararnos grandes alegrías. También vivimos contra el Guadalajara el ensayo general de las consecuencias de la euforia. Tengo claro que el próximo partido contra el Hércules será muy diferente al del batacazo de hace una semana. Este equipo es ganador, y ante eso solo queda esperar grandes acontecimientos. Tenemos que luchar por la plaza de ascenso directo (al Alcorcón le acaba de suceder algo parecido a lo de Las Palmas la pasada semana y ha perdido en casa con el Racing cuando podía poner tierra de por medio). Pase lo que pase mañana no estaremos a más de cuatro puntos de la segunda plaza. Solo sé que ganamos uno a cero y que Thievy marcó el gol de la victoria. Con eso me basta. No sé si jugamos de maravilla o si ganamos sin merecerlo. Lo que me agrada es mirar una y otra vez la clasificación y comprobar que la Unión Deportiva se ha consolidado en los puestos altos de la tabla. También me alegro por los componentes de la peña de La Bañeza. Hacía tiempo que se merecían un triunfo como el de hoy. De nuevo les recuerdo que el fútbol, como la vida, suele poner a cada uno donde se merece. La Liga es una biografía que se traza con claroscuros. Solo hay que conservar la calma cuando llegan los malos resultados y no lanzar las campanas al vuelo por un par de goleadas. Lo que vale es el final, que como ya sabemos en el fútbol no deja de ser más que el principio del próximo partido o de la temporada siguiente. Creo que se avecinan días grandiosos. Hay muchos viejos que te repiten una y otra vez que no quieren morirse sin volver a ver a la Unión Deportiva en Primera. Va por ellos.


sábado, 30 de marzo de 2013

Sombras nada más

La vida misma. Luces y sombras. Es imposible no errar de vez en cuando. Hoy tocaron sombras. No se veía claridad nada más que en el cielo azul que acompañaba a los miles de espectadores que esta tarde “humanizaron” el estadio de Gran Canaria. No vale renegar de quienes hasta hace unas horas pensábamos que eran los mejores jugadores de Segunda. Si el estadio estaba casi lleno hoy se debe justamente al trabajo que han realizado los integrantes de la Unión Deportiva esta temporada. También vale esta derrota ante el Guadalajara (0-1) para valorar las otras victorias. En Segunda, aunque suene a tópico, no hay rival fácil, y quien creía que lo que quedaba de temporada iba a ser un paseo triunfal se equivocaba de medio a medio. Prefiero que esto suceda ahora. Digamos que me lo tomo como un ensayo general para la promoción. Cuando llegue ese día-que llegará en breve- o cuando nos estemos jugando el ascenso directo –no olviden los puntos que hemos recortado en pocas semanas- ya sabemos lo que puede suceder si no salimos con la concentración necesaria. Me ha sorprendido que jugadores como Momo o Nauzet, que por su experiencia en Primera deben ser los que eviten que el equipo se amedrente ante un llenazo, no fueran capaces de ayudar a controlar mejor el tempo del partido. Lo bueno es que estoy seguro que algo como lo de hoy no les sucederá dos veces y que, junto con Lobera, serán los primeros en reconocer los errores cometidos, sobre todo la falta de tensión, agresividad y convicción del primer tiempo. Ya digo que quedan muchos puntos en juego y que los demás equipos que luchan por el ascenso también tendrán sus “Guadalajarazos”. Les recuerdo a los tremendistas que el ambiente no gana partidos, y si no tiren de historia y vayan al Maracanazo o al Centenariazo del Real Madrid en la final de Copa contra el Depor de Manuel Pablo y Valerón –qué partidazo el suyo, como casi siempre, aquella noche-. Pero si quieren buscar parecidos más cercanos en el tiempo no olviden el encuentro de España contra Estados Unidos un año antes de ganar el Mundial en Suráfrica o el empate de hace unos días ante Finlandia. El Guadalajara sería nuestro Estados Unidos o nuestra Finlandia, esa decepción que llega cuando nadie la espera y cuando tenemos a nuestro favor la historia, la afición y el estado de ánimo. Claro que eso es lo que hace que el fútbol nos enganche tanto. También les vuelvo a recordar dónde estábamos hace cinco meses. Todo sigue igual. Lo de hoy no ha sido más que un ensayo para que el día que llenemos el estadio en el partido clave de la temporada todos sepamos de entrada lo que tenemos que hacer. Lo lamentable hubiera sido que esta decepción hubiera llegado en un encuentro decisivo de mayo o junio. Ahora seguimos arriba y contamos con los mismos jugadores que ganaron la semana pasada en Sabadell de forma prodigiosa. Los extremismos se emparentan malamente con el fútbol. Hay que mantener la mesura en todas las circunstancias y no volvernos locos en los triunfos ni desgraciados inconsolables en las derrotas. Hoy tocaban nada más que sombras. Como la vida a veces, el fútbol también tiene sus días de tristes boleros.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulos prodigiosos

La suerte termina dando confianza y la confianza acaba luego acercando la suerte. Lo podemos escribir justo al revés que vendría a significar exactamente lo mismo. El fútbol es una mezcla de suerte, confianza, calidad y esfuerzo. Ahora mismo, la Unión Deportiva Las Palmas cuenta con todo lo que se necesita tener para acercar nuestros sueños futbolísticos adonde hace tiempo que queríamos cumplirlos. Quedan once partidos; pero les recuerdo que en la primera vuelta, a estas alturas, estábamos mirando hacia el pozo inquietante de la Segunda B. Todo lo que ha ocurrido desde entonces parece una especie de milagro; pero los milagros, como la suerte, hay que salir a buscarlos, y el equipo que entrena Sergio Lobera hace tiempo que sale decidido a cambiar de arriba abajo la frustrante historia de los últimos años.
No es fácil ganarle cuatro a cero a domicilio al Sabadell. Realmente no es nunca fácil marcar un gol en Segunda División, pero es que la Unión Deportiva es, hoy por hoy, un equipo de Primera, y a medida que pasen las jornadas y la confianza se asiente todavía más veremos todo lo que pueden dar de sí jugadores que se merecen vestir la camiseta amarilla en el Camp Nou o el Bernabéu. Si logramos asentarnos en posiciones de promoción no tengo ninguna duda de que este equipo, ya liberado de las presiones más inmediatas, será capaz de ir embelleciendo cada vez más el tránsito del balón por el terreno de juego. Hay talento y capacidad técnica como para soñar despiertos. De nuevo destaco el esfuerzo de todos los jugadores y la lectura de los partidos de Sergio Lobera. Agradezco a la directiva la paciencia que tuvo en los días más convulsos y me dispongo a esperar la fiesta que viviremos el próximo sábado en el estadio de Gran Canaria. Hacía tiempo que no disfrutábamos tanto con la Unión Deportiva. La última vez que subimos no practicábamos el fútbol preciosista que estamos viendo en algunos de los partidos de esta temporada. Y además me gustan los epílogos de los encuentros, el cabezazo providencial de Murillo en Almería, la obra de arte de Vitolo y Nauzet ante el Real Madrid Castilla y el golazo de Thievy esta noche en la Nova Creu Alta. Los finales hay que saber escribirlos para que las historias no se queden nunca a medias. La Unión Deportiva está finalizando cada uno de sus últimos capítulos de forma prodigiosa. Hacía tiempo que no deseábamos tanto acercarnos al final de temporada. A veces dan ganas de adelantar las hojas para ver lo que va a suceder antes de tiempo. De momento toca dormir a pierna suelta.


sábado, 2 de marzo de 2013

El fútbol como la vida

El fútbol sigue siendo una metáfora de la vida. Hoy Las Palmas se enfrentó a un equipo que vino a ganar y a divertirse. Y eso lo agradecemos los aficionados aunque no haya ganado la Unión Deportiva. Pero al margen del resultado (empate a tres goles), quiero regresar a ese parecido entre el campo de juego de la vida y el del fútbol. Dos nombres: Deulofeu y Juanpe. El primero es uno de los mejores jugadores que yo he visto sobre el Gran Canaria. Cada vez que tenía el balón entre sus pies parecía que se detenía el tiempo para dejar paso a la magia. Todo lo que hacía era inesperado y sutil. Regateaba casi sin esfuerzo e inventaba el fútbol en medio metro. Su primer gol es para enmarcarlo. El partido perfecto. La vida soñada.
En el otro lado estaría Juanpe. El defensa amarillo cometió un error de principiante cuando su equipo había logrado empatar a dos y contaba con mayoría numérica. Tras el fallo, los que estábamos en la grada casi sentimos la desolación y la punzada de dolor del defensa de Arinaga. Estaba en el partido que nunca querría haber jugado. La vida temida.
Pero ni uno tiene que encumbrarse ni el otro ha de venirse abajo. Mañana es otro día, y el destino de ambos puede ir en cualquiera de las direcciones que marque el azar. Juanpe ha de aprender de ese error y asumir con madurez que ya vendrán mejores días. A Deulofeu, si le respetan las lesiones y mantiene esa seguridad en todo lo que intenta, lo veremos dentro de poco inventando prodigios con Messi, Iniesta y compañía. Alguien dormirá hoy escuchando el eco de los aplausos, y alguien no pegará ojo en toda la noche reviviendo un minuto fatídico en el que hubiera querido detener el tiempo para cambiar el bote malhadado de un balón. El fútbol como la vida. Y como el sueño que varía cada noche según nos hayan tratado las horas del día.


domingo, 17 de febrero de 2013

Las segundas vueltas

Hay momentos en la vida en los que cruzamos los dedos de manera inconsciente antes de dar un paso. También hay partidos de fútbol en los que esos mismos dedos se mueven igual de nerviosos ante la incertidumbre. Hoy era uno de esos partidos. Había que ganar, y además había que demostrar que la reciente derrota en Alcorcón no fue más que un episodio anecdótico, o que por lo menos esa sensación de equipo endeble y sin confianza iba a quedar nuevamente alejada jugando en el estadio de Gran Canaria. Lo que no entiendo es por qué el mismo equipo que logra jugar al fútbol prodigiosamente en casa se estrella luego a las primeras de cambio cuando se las tiene que ver con un rival lejos de la isla. Confío en que partidos como el de hoy se graben en la mente de los jugadores para que se crean de una vez lo que todos nos venimos creyendo hace tiempo: que si salen a ganar y apuestan por la filosofía de fútbol que propone Sergio Lobera no habrá azar o contingencia que nos aleje de la promoción del ascenso (o del propio ascenso directo).
En la primera vuelta, fue el partido con el Girona el que más nos hizo dudar de nuestras verdaderas posibilidades, sobre todo porque veníamos de una derrota en casa contra el Alcorcón y porque se nos caía de las manos el sueño que habíamos vislumbrado tras la primera victoria contra el Racing de Santander. Ahora han cambiado las cosas, y otra goleada, en este caso a nuestro favor, nos devuelve, casi intacta, la ilusión que veníamos fraguando desde hace meses. Aun a pesar de la pájara de los últimos minutos, hoy hemos podido ver a un equipo solvente, creativo y con rematadores cada día más letales. Toca salir fuera con la misma intención con que salimos en el estadio de Gran Canaria. Y ya no se puede esperar más tiempo. No hay nada que impida ese cambio a la hora de encarar los partidos lejos de casa. Ahí estará la clave del ascenso. Hay equipo, hay una afición dispuesta a empujar en todo lo que haga falta y contamos con un entrenador que se ajusta a nuestra manera de entender el fútbol. Hoy tocaba mirar hacia arriba y se ha conseguido alzar sobradamente esa mirada. Solo deseo que esos mismos jugadores ya no vuelvan a bajar los brazos. Se puede ganar o perder, pero lo que no se puede hacer nunca es dejar que los partidos pasen de largo. Si no se desfallece, el tiempo siempre logra que encontremos salidas en medio de cualquier caos.

sábado, 2 de febrero de 2013

Jugando a mantener los sueños

Hay partidos que solo pueden disfrutar los aficionados de los equipos que están sobre el terreno de juego. Apenas hay ocasiones, se juega casi todo el tiempo en el centro del campo, se opta por el despeje azaroso y no se para de correr en ningún momento. Si no eres de la partida, saldrías corriendo del estadio sobre la marcha; pero si estás implicado, esos encuentros son los que también te hacen amar el fútbol. Hoy había dos equipos bien armados y conjuntados sobre el estadio de Gran Canaria. Se respetaban. Se tanteaban. Se temían. Y los aficionados valorábamos ese respeto, ese tanteo e incluso esos temores que convertían cada saque de esquina en faltas al borde del área. No hubo goles (bueno, hubo un golazo del Elche que por lo menos en el campo me pareció totalmente legal, uno de esos goles que se quedan grabados en la buena memoria futbolística por su plasticidad y por su ejecución, en una posición casi imposible, de media chilena, casi de espaldas; pero sabiendo dónde se quería dirigir el balón en todo momento). Pero ese cerocerismo no fue de los que te espantan de los estadios. Yo por lo menos me entretuve viendo el partido y tuve la impresión de que el tiempo se me pasó volando. Me quedo tranquilo porque Las Palmas le jugó de tú a tú al líder de la categoría y porque la actitud de los jugadores me permite mantener todos los sueños intactos. No quiero olvidar la iniciativa de Armas&Asociados, que logró que buena parte del estadio corease el himno de la Unión Deportiva en el minuto cuatro de la segunda parte. Conozco mucho a Manolo Armas, y estoy seguro de que en los próximos partidos logrará que todo el Gran Canaria se ponga en pie en ese minuto para escorar los ánimos de los encuentros a los anhelos amarillos. Esta tarde, si levantabas la mirada te encontrabas un cielo azul e intenso que de alguna manera contribuía a la puesta en escena del espectáculo. También pasaban nubes con esas formas que de niños nos hacían buscar similitudes de animales o mapas de países recién estudiados en los atlas que nos enseñaban en el colegio. A veces el fútbol también dibuja en el césped esos escorzos prodigiosos, eléctricos, como el control que realizó Momo en la segunda parte o como los que nos suele regalar Vitolo cuando tiene su día. Realmente son las expectativas las que luego anticipan las emociones: uno puede buscar lo sublime en todo lo que le rodea; también en un partido embarullado, en un empate a cero, en una tarde de febrero que podría ser perfectamente la primera tarde de cualquier primavera. Por un momento pensé que estaba viendo un encuentro de promoción. Será más o menos como el de hoy, así de intenso, así de incierto. Esto sigue siendo fútbol: sucesión de guiones tan improvisados como los que uno quisiera encontrar en la vida. Sin trampas, sin mentiras, sin silencios cobardes.


sábado, 19 de enero de 2013

No era un espejismo

Hemos pasado del talismán verdiblanco del Elche al del Racing de Santander (aunque hoy vistiera de negro). Comenzamos ganándoles en Liga, revivimos en Copa del Rey (y logramos que en los despachos amarillos quedara claro que estábamos con Lobera) y hoy nos estrenamos en la segunda vuelta venciendo de nuevo y teniendo a menos de un partido el ascenso directo a Primera División. Todos los que vieron el encuentro de esta tarde han podido corroborar que Las Palmas sigue siendo un equipo conjuntado y solidario que suma solvencia y credibilidad cada semana que pasa. Uno tiene la sensación, aun en los peores momentos, de que todo saldrá bien, quizá porque esa confianza pasa de la grada a los jugadores y de estos a los aficionados desde que el balón echa a rodar. Hoy, por ejemplo, volvió a aparecer Vitolo para marcar el gol de la victoria; pero la jugada que lo origina la creó y la interpretó Dani Castellano, una de las grandes revelaciones de la temporada, cada día más asentado en su puesto, cada semana más atrevido y más eficaz con el balón en los pies. Su éxito es el de la constancia y la confianza en uno mismo a pesar de no contar con oportunidades para demostrar su valía. Seguro que su hermano gemelo, Javi Castellano, está como estaría él la pasada temporada, entrenando como si fuera a jugar mañana mismo y sin dejar que decaiga ni su estado de ánimo ni su ambición. Y es que en este equipo –por eso repito tanto esa palabra- está resultando muy difícil conservar la titularidad, y en estos momentos no hay nadie intocable o imprescindible. Ahí está Raúl Lizoain, un portero que aporta una gran seguridad y que le pondrá cada día más difícil a Lobera la elección del guardameta amarillo. Hoy realizó una parada espectacular en la primera parte en la única gran ocasión que tuvo el Racing en todo el partido ( en esa primera parte Las Palmas tiró diez veces a puerta y pudo haber sentenciado el encuentro; luego en el segundo tiempo se tiró de oficio y se maniató perfectamente al rival). Creo que vamos a disfrutar de muy buenos momentos en el futuro; pero todo mañana no deja de ser más que una incertidumbre. Lo mejor es esta sensación de plenitud y alegría futbolera que estamos sintiendo ahora mismo los aficionados de la Unión Deportiva. Hacía muchos años que no vivíamos el fútbol de esta manera. Hoy hemos dado otro gran paso. Quedan muchos; pero a medida que se van dando llegamos a vislumbrar ese oasis que son las ilusiones cuando se ha estado tanto tiempo atravesando desiertos áridos y desesperantes. Si miras la clasificación verás que nada de esto es un espejismo.

lunes, 14 de enero de 2013

Poética futbolera

Hay días en los que se presiente un ascenso, y hoy es uno de ellos. El gol de Vitolo en el límite del tiempo de descuento logra que se remuevan todas las ilusiones dormidas durante años. Y hoy, además, me di cuenta de que el fútbol está hermanado con la poesía por muchas consanguinidades cercanas a la emoción y también por esa magia que tienen el gol y el verso cuando llegan en el momento que no los esperas y te dejan el espíritu animoso y sosegado, como si todo cobrara sentido de repente y te pudieras olvidar de la grisuras cotidianas. Al mismo tiempo hoy también comprobé que en los pocos metros que rodean a mi asiento hay varios poetas con los que comparto pasión futbolera. La primera de ellas es Malena Millares, a quien encontré junto a Bruno González charlando con el periodista Pascual Calabuig. Casi todos los partidos nos vemos antes de que los jugadores salten al campo y calibramos las sensaciones, muchas veces más poéticas que futbolísticas, que tenemos de cada encuentro. Hoy, además, fue una delicia escuchar durante un rato al maestro Calabuig glosando viejas hazañas de la Unión Deportiva con nombres propios que muchas veces dejamos que se mueran en el olvido. Yo soy de los niños que identifican las grandes gestas de la Unión Deportiva con la voz de Pascual Calabuig cuando comentaba los partidos para Estudio Estadio, para Telecanarias o para Lunes Deportivo. Germán, Brindisi o Morete son nombres que en televisión sonaban siempre con su inconfundible tono cargado de emoción y- ¡ahora caigo!- de mucha intención poética detrás de cada jugada que narraba.
También se sienta cerca el poeta Isaac Oropez, que hoy llegó a los siete minutos, cuando el partido ya iba dos a cero, y que luego subía las escaleras con empate a dos y cara de disgusto. Menos mal que antes de llegar al final de la subida se acercó a abrazarme para celebrar el golazo de Vitolo que rompía ese empate injusto que mostraba el marcador electrónico –más injusto si cabe por venir de un penalti inexistente y de la expulsión, más surrealista aún, de Barbosa-. Pero justo tres filas por debajo también se sienta la que considero una de las más grandes poetas canarias de todos los tiempos, la catedrática de Literatura y profesora universitaria, Alicia Llarena. Me encanta hablar con Alicia en los descansos, y cada día me quedo más asombrado de su clarividencia futbolística y de lo mucho que ama los colores de la Unión Deportiva. Hoy, en ese descanso, le recordé el verso de Baudelaire que recomienda que hay que ser sublime sin interrupción. Le decía que Las Palmas salió sublime y que en cinco minutos metió dos goles con un fútbol vertical, ambicioso y fulgurante, pero que luego, sin que nadie lo entendiera, se vino abajo y dejó que esa intención de grandeza se fuera diluyendo peligrosamente. Lo que no sabíamos era que ese reposo del talento solo era el anticipo de un verso final que nos ha dejado con la alegría en el cuerpo y en el alma. No concibo un desenlace más grandioso que el del partido de esta noche. Toda la poesía cabía en el remate postrero de Vitolo, en su escorzo, en su amago, y en ese momento en que descubres que el balón se estrella contra unas redes en las que coinciden nuestros deseos con la realidad. Terminamos la primera vuelta en puestos de promoción y a cinco puntos del ascenso directo. No creo que haya nadie que a estas alturas nos pueda seguir acusando de ilusos.


PD: Estos días se agradecen iniciativas como la de la empresa guiense Armas&Asociados que capitanea el economista Manuel Armas: han creado una campaña denominada Contigo P’Primera en la que incentivan la asistencia al estadio de Gran Canaria y ofrecen un 10 por ciento de descuento sobre el precio de las entradas