domingo, 30 de marzo de 2014

La suerte que faltaba

Hay días en los que uno intuye, casi desde que sale de la cama, lo que luego le termina sucediendo. No sabes qué pasará; pero sí llegas a presentir las alegrías o alguna malhadada desgracia. En el fútbol pasa un poco lo mismo. Si comienza el partido y ves que el equipo contrario falla una ocasión sin portero y con el jugador a un metro de la portería ya casi asumes que tu equipo ha amanecido poco menos que protegido por las estrellas. Nadie regaló nada esta mañana en el Gran Canaria, y si subimos a Primera podríamos decir que veremos muchos partidos como este.
Pudo ganar cualquiera de los dos equipos; pero venció el que contó con la suerte, con un porterazo casi imbatible y con un grupo de jugadores que se mueve por el campo al compás del primer pase de alguien que dignifica este deporte cada vez que el balón pasa a su lado. Barbosa, Valerón, Momo, Asdrúbal, Massoud, Aranda, los hermanos Castellano…Había nombres y ahora hay jugadores comprometidos que por fin se creen lo bien que saben jugar al fútbol cuando quieren. Y además jugó la suerte, pero para tenerla hay que arriesgar y seguir insistiendo como si nada hubiera pasado cuando vienen mal dadas. Estamos donde queríamos. El ascenso directo está casi a tiro de piedra. No puede haber otra meta en estos momentos. La promoción es una lotería, y ahí la suerte ya termina claudicando ante los nervios. Tenemos que salir a ganar en Alcorcón y llenar el Gran Canaria en el próximo partido en casa. Yo creo que esa suerte que hoy encontramos, y que nos fue tan esquiva en otros encuentros, también cede ante el estruendo y la felicidad de tanta gente con ganas de celebrar un ascenso. Me quedo con las caras de los aficionados que salían hoy del estadio. Esta isla hace tiempo que se merece una gran alegría futbolera. Es verdad que nos conformamos con poco; pero solo nosotros sabemos el calvario que hemos vivido durante años de fútbol insulso y desastroso. Pensar en el Madrid, en el Barça o en el Atleti casi nos devuelve a la noche de Reyes. Y esta vez sí que parece que por fin puede dejar de ser un sueño.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Giuliano

Hay mil formas de llegar donde uno quiere y ninguna de ellas está inventada. Ayer encontré un álbum de estampas de fútbol de la temporada 1977/78. Alguien lo había tirado al mismo contenedor en el que yo deposito la basura cada día. Reconocí inmediatamente la portada. Estaban todas las estampas. También la de Giuliano. Yo estuve coleccionando esos cromos durante muchas semanas. Compraba, cambiaba, jugaba al estampío y poco a poco logré ir completando las fotos de todos mis ídolos junto a los últimos fichajes que aparecían siempre en las páginas finales. Solo me faltaba la estampa de Giuliano, un argentino que jugaba de líbero en el Hércules de Alicante al que había visto hacer grandes partidos en el Estadio Insular. Cada año había un jugador casi inencontrable, y esa temporada era Giuliano. Mi álbum desapareció en alguna de mis mudanzas, pero nunca de mi mente. Tampoco se borró jamás el olor a tinta de aquellos sobres cuando los abrías esperando el milagro de poder encontrar a los jugadores que te faltaban. Me traje el álbum que encontré en la basura y lo estuve hojeando en casa durante un rato. Había nostalgia, pero ya no estaba para mitomanías ni emociones futboleras. La estampa que faltaba no la había encontrado sorpresivamente en ningún sobre y no valía lo mismo que entonces. Pocas veces valoramos lo que nos viene dado o lo que ni siquiera hemos podido perder porque nunca nos dejaron encontrarlo en ninguna parte.

domingo, 16 de marzo de 2014

Incoherencias futboleras

Hace años el fútbol era más o menos previsible, incluso cuando sucedían cosas que no esperábamos. Los equipos tenían sus rachas, los jugadores sus momentos de gloria y sus crisis y hasta los aficionados nos íbamos poniendo en situación a medida que pasaban las jornadas. Unas veces tocaba estar arriba y otras abajo. Es cierto que de vez en cuando aparecía algún equipo que rompía todas las previsiones; pero lo que no era habitual es que todos los equipos de una competición estuvieran todo el rato echando por tierra sus propias expectativas. Los que iban a descender están en unas semanas en puestos de ascenso, y a los que estaban arriba los encuentras cada vez más lejos de los primeros puestos, aunque luego, si dejas de mirar la clasificación unas cuantas semanas, todo vuelve a cambiar de nuevo. La Unión Deportiva, por ejemplo, puede pasar de ser el mejor equipo de la competición a ser un conjunto en el que no confiaría ni el más fanático de los aficionados. Y luego, siguiendo esa naturalidad de esta extraña incoherencia futbolera, vuelve a convertirse otra vez en lo más fetén de esta Segunda División alocada que estamos viviendo. Puede subir cualquiera; pero si habiendo jugado pésimamente tantas jornadas estamos solo a cinco puntos del ascenso directo, este año no me extrañaría que tocara ascenso. Yo ya no me atrevo a hacer ningún vaticinio en medio de este fútbol tan raro que cada día entendemos un poco menos. Equipo tenemos de sobra. Otra cosa es que ellos mismos terminen de creérselo.