domingo, 31 de agosto de 2014

La perspectiva

Un empate fuera nunca es un mal resultado, aunque a la hora de la verdad los empates valen igual fuera que dentro de tu propia casa. Sumas un punto y nunca sabes cuánto puede dar de sí un punto a final de temporada. El Mallorca, además, no es el Llagostera, aun sin llegar a ser el equipazo que fue hasta hace pocas temporadas. Las Palmas pudo haber ganado perfectamente este partido, pero me quedo con el final, con esa actitud inquebrantable a la hora de buscar la portería contraria. No era un final de Liga. Queda toda la temporada por delante; pero si un equipo, jugando fuera de casa, busca la victoria a toda costa en el minuto noventa, uno, si es seguidor de ese conjunto, duerme más tranquilo, o por lo menos sabe que los jugadores seguirán jugando dentro de una semana con esa intención y con las mismas ganas de lograr una victoria. Vale que hay otros equipos, sobre todo Betis y Sporting, que se pueden ir distanciando. Yo no me obcecaría con ellos. Más tarde o más temprano tendrán sus baches. Lo que vale es que Las Palmas no pierde la actitud que ha demostrado hoy hasta el último segundo. La primera parte jugó de maravilla y pudo haber sentenciado pero, como sucede casi siempre cuando te marcan un gol al filo del descanso, lo psicológico juega y parece como si te cambiaran el guion de repente. En la segunda mitad se tiró de oficio, pero no se vino el equipo abajo como sucedía en otras temporadas. Si se gana en casa la próxima semana, la Unión Deportiva se pondría con siete puntos en tres partidos. Creo que esa es la perspectiva que tenemos que mirar para valorar este empate. Sigo pensando que hay equipo y planteamiento para que por fin podamos tomarnos esta competición en serio. El próximo domingo puede ser clave para marcar distancias y para generar esa confianza necesaria que nos mantenga en los primeros puestos de una Liga ciertamente competitiva y complicada.

domingo, 24 de agosto de 2014

Genialidad y estrategia

No era un espejismo ni un sueño de una noche de verano. No encontramos muchos trazos poéticos en el juego, pero sí la intensidad, la verticalidad y la estrategia necesaria para salir de los desiertos en los que llevamos dando vueltas hace ya demasiado tiempo. La victoria también es bella, y en medio del pragmatismo queda espacio para la lírica y para la improvisación de la belleza. Hay muchos estilistas en el campo, pero esta vez no corrían sin sentido, ni regateaban donde no se resuelve absolutamente nada. Muchos dirán que el Llagostera no es un rival para medir fuerzas, pero eran justamente esos rivales los más que nos complicaban la vida en las últimas temporadas. Y lo hacían porque el equipo saltaba al campo sin intensidad y sin tener en cuenta que los tres puntos eran igual de importantes que cuando nos enfrentábamos a un equipo de campanillas. Esto no es más que el comienzo. Y en esa practicidad inicial ni siquiera hubo espacio para que Valerón luciera por lo menos un rato. La temporada es larga y el entrenador creo que sabe lo que está haciendo. Me quedo con la actitud de todos los jugadores, tanto en el terreno de juego como en el banquillo. No pasará este partido a los anales de la historia amarilla, pero quizá en unos meses podremos decir que todo comenzó con el Llagostera. Y luego está Sergio Araujo. Y ese golazo por toda la escuadra. Nos faltaba ese jugador que parece clonado con Saviola y Jonathan Viera. Si tienes actitud, una plantilla talentosa y bien plantada y, además, un fenómeno que te resuelve los partidos con dos regates o un tiro a puerta casi imparable cuentas con los mimbres necesarios para poder llegar adonde quieras. Esto es muy largo, pero creo que esta vez sí se está transitando por el camino correcto.

viernes, 22 de agosto de 2014

Principios y finales

Todo principio es siempre un desafío. Nunca sabemos adónde vamos a terminar llegando, ni tampoco qué es lo que nos deparará ese destino siempre tan veleidoso y tan inesperado. En el fútbol, como en la vida, todo depende del esfuerzo, de la preparación y de los planteamientos que se vayan haciendo. Luego está claro que también juega la suerte; pero en una Liga creo que la suerte tiene poco que decir cuando se ha ido caminando paso a paso sin perder de vista el norte y sin cegarnos con lo inmediato. Los últimos principios de la Unión Deportiva no han sido precisamente halagüeños, y cuando no se navega con soltura desde el comienzo resulta más complicado controlar las travesías y los manejos del juego. La confianza es esencial en todo lo que hacemos. Si se empieza ganando y jugando con criterio lo más probable es que nadie nos pare antes de llegar a la ansiada meta del ascenso.
Lo que va llegando de la Unión Deportiva de esta temporada invita al optimismo. Se está jugando de manera más efectiva y vertical y el grupo que comenzó a gestarse el pasado año se presenta ahora mucho más consolidado. Queda por ver qué sucede en la portería, aunque las veces que vi jugar a Raúl Lizoain me gustó la seguridad que transmitía y su estampa de portero a lo Iríbar, sobre todo por la sobriedad de sus movimientos y por sus reflejos. Creo que el nuevo entrenador sabe mucho de fútbol, o más concretamente de ese otro fútbol que se juega en Segunda División y que nada tiene que ver con las preciosuras o las técnicas que quisiéramos ver desde que el balón rueda por el césped. No se trata de ganar a toda costa; pero sin seguridad defensiva y sin tirar a puerta no se va a ningún lado ni en Segunda, ni en la Premier, ni en Preferente.
Contamos con Valerón, y eso son palabras mayores y un motivo más que suficiente para sacar el carné de abonado, aunque luego hay que tener en cuenta los trazos de los finales. Para los que escribimos, los finales no son más que una consecuencia de los principios una vez ha transcurrido la trama y vamos desenredando todos los misterios del argumento. A nosotros nos tocó el pasado año un final que no se recoge ni en las más angustiosas tragedias griegas; pero lo que sucedió tuvo que ver precisamente con un mal principio y con una trama en la que perdimos muchas veces el norte de lo que teníamos que hacer para no extraviarnos. Luego llegaron las prisas y las promociones, y en esos casos sí es cierto que uno queda más a merced de la suerte que en una final de Copa o que en una tanda de penaltis. Antes de escribir, también tenemos que ir buscando las historias; y para ello nos nutrimos con todo lo que escuchamos, con lo que vemos y con lo que creemos que puede pasar a formar parte de un buen argumento. Realmente uno escribe cuando no está escribiendo, lo mismo que un equipo gana cuando no sabe siquiera contra qué rival se va a terminar jugando el ascenso. Para eso están las pretemporadas y las planificaciones previas, la confección de una plantilla equilibrada, el carácter de los jugadores y la preparación física y táctica. Ya luego, al saltar al campo, se recoge todo ese trabajo previo casi sin que el jugador se dé cuenta. En ese sentido creo que este año Las Palmas va por buen camino. No sabemos qué sucederá en junio. Nadie lo sabe. Pero de lo que hagamos en agosto dependerá buena parte de la temporada.
No falló la afición. Ya eso lo sabíamos todos los que estábamos en el Gran Canaria el día del ascenso del Córdoba. Sin decirnos nada, nos mirábamos unos a otros estupefactos, como el día del primer descenso a Segunda contra el Athletic de Bilbao. Recuerdo las mismas lágrimas y el mismo desencanto; pero al mismo tiempo quiero unir la reacción de entonces con la de ahora. Creo que puede suceder lo mismo. No permitiremos que cuatro gamberros nos vuelvan a aguar la fiesta. Somos muchos más que ellos y tenemos un vínculo de unión con el equipo que ha estado a prueba muchísimas veces. La afición jamás le ha fallado a la Unión Deportiva Las Palmas. En medio de una crisis virulenta y de unas duras condiciones económicas ya se superan los doce mil socios. Ya solo por eso, los jugadores deben salir en cada partido como si se estuvieran jugando la vida. Los finales, como decía al comienzo, no son más que corolarios de lo que se ha ido sembrando desde el primer entrenamiento. Aquellos que ya no están y que se quedaron a punto de celebrar el ascenso se merecen esa justicia poética. Me acuerdo de un amigo de mi padre fallecido en Guía recientemente que nunca se perdía un partido de Las Palmas cuando jugaba en casa. Se llamaba Juan Padrón León y estuvo en el estadio aquella malhadada tarde contra el Córdoba. Estoy seguro de que también estará por algún lugar del Gran Canaria si finalmente logramos festejar el ascenso. Va por ellos.