domingo, 28 de septiembre de 2014

El déjà vu de los naufragios

Todo parecía dispuesto para que fuera un gran día de fiesta. Teníamos el mantel, la cubertería, un vino excelente y el mejor de los condumios; pero alguien se olvidó de controlar el fuego y de aderezar correctamente los platos. Y encima no llegaron todos los invitados que estábamos esperando. Esa comida que presumíamos pantagruélica y deliciosa nos ha dejado con una comezón en el estómago que no arregla ni la mejor agua guisada de nuestras abuelas. Hoy perdimos de la peor manera posible: por la mañana, contra el Tenerife y jugando pésimamente al fútbol.
Una derrota matinal te deja más descolocado que las que sufres a última hora de la tarde o de la noche. Ya andas todo el día como paloma sin nidal y escuchando las crónicas improvisadas donde quiera que te muevas. Caer derrotados contra el Tenerife duele más que hacerlo contra el Osasuna, el Real Madrid o el Celtics de Glasgow, y si además pierdes viendo cómo los jugadores de ellos se multiplican por todo el campo la cosa pinta todavía más negra. Jugamos sin criterio, sin confianza, sin personalidad y sin cabeza. Todo empezó siendo totalmente distinto al pasado año. Metimos un golazo tras una gran jugada de Araujo que centró para que Nauzet dejara pasar el balón y Momo rematara de manera impecable; pero de repente, cuando creíamos que íbamos a ganar cuatro a cero, metimos al Tenerife en el partido tras un saque de corner. Hasta hoy no había visto fisuras en los planteamientos de Herrera; pero contra el Tenerife creo que se precipitó en los cambios. Y no solo eso: no entiendo cómo teniendo el criterio, la maestría y la pausa de Valerón a su disposición decidió dejarlo en el banquillo para quedarse a merced del músculo de Vitolo, de Cristo Martín o de Aridane.
El Tenerife nos ganó por coraje, por empuje y por esa inercia que siempre prodiga la confianza si la suerte está de tu lado. Casi no rematamos a puerta en la segunda parte y corríamos por el campo como pollos sin cabeza. Tenía que llegar la primera derrota; pero ya digo que este era el peor de los escenarios, y encima apareciendo la sombra del malhadado Uli Dávila. Ahora volveremos a los tópicos del borrón y cuenta nueva y aquí no ha pasado nada; pero sí han pasado cosas y el entrenador tiene una semana por delante para que los jugadores vuelvan a jugar con la confianza con la que venían ganando. Llega el Sporting y hay que demostrar que lo del Heliodoro fue un accidente, un despiste o uno de esos días en que decidimos hacernos el harakiri.
Vi el partido en la terraza de La Boheme, en el Monopol, rodeado de decenas de aficionados que abarrotaban el espacio con camisetas y bufandas amarillas. El gol que metió Momo resonó como si hubiéramos marcado en la final de Champions; pero ese eco se fue apagando poco a poco a medida que pasaban los minutos. A la una de la tarde, y con un solajero que rajaba las piedras, nos mirábamos unos a otros sin saber adónde ir. Delante de nosotros pasaban los bueyes y los parranderos de la Romería del Rosario; pero la romería estaba más para malagueñas que para isas, folías o saltonas. Lo único que se escuchaba era el nombre de Valerón por todas partes. Faltaba criterio, mesura y clarividencia, y el de Arguineguín solo aparecía en la tele con un peto naranja. El caviar estaba escondido al fondo de la casa, y el mejor vino, y la cubertería de plata. Esperemos que lo podamos disfrutar en otra fiesta. Toca levantarse, pero te quedas con una magua tremenda sabiendo que tenías argumentos de sobra para cambiar el guion de todos los años, esta sensación de déjù vu que dejan siempre todos los naufragios.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Los milagros inesperados

Hace unos meses, saliendo del estadio de Gran Canaria, se le apareció una especie de ángel a un hombre apesadumbrado con una bufanda amarilla.
-Pídeme un milagro
-¡Estoy yo para milagros! Hace un rato te hubiera pedido que el remate del Córdoba hubiera golpeado en el palo o que hubieras impedido que saltaran decenas de energúmenos al campo; pero ahora, como casi siempre, los milagros llegan tarde.
-Ya eso pasó, si quieres la temporada que viene subo al equipo a Primera.
-Has tenido muchos años para hacer eso. Lo primero es meter goles y evitar que nos los metan. Pero no me hables del año que viene porque ni siquiera sé si voy a venir al estadio.

Todo aquello se olvidó, y esta temporada más de catorce mil aficionados se hicieron socios de Las Palmas. También llegó un argentino. Los grandes ídolos de ese aficionado que renovó su abono fueron los argentinos de los años setenta que vistieron de amarillo. Siempre que le preguntas algo de fútbol el subconsciente le remite una y otra vez a Carnevali, a Wolf, a Brindisi y a Morete. No ha vuelto a tropezarse con aquel ángel, pero cada vez que la Unión Deportiva marca un gol le lanza un guiño desde la grada. Es imposible que aparezca un delantero como Araujo si no hay un milagro o un ángel por medio. Casi todo lo que toca lo convierte en gol, que es algo que en el fútbol vale más que el oro o que cualquier potosí que nos pongan delante. Pero un fenónemo necesita un equipazo a su alrededor, si no es probable que se quede en el mismo camino en el que se quedaron tantos jugadores de esta isla por no disponer de ese conjunto adecuado y, sobre todo, de un entrenador que supiera de fútbol y de lo que acontece fuera del campo. El partido ante el Alcorcón se parece a aquel encuentro en el que descubrimos a Jonathan Viera y a Vitolo, pero la solidez de este equipo no tiene nada que ver con el empaque y la seguridad defensiva que ha logrado Paco Herrera. Ya sé que tiendo a ser optimista desde que ganamos un par de partidos seguidos. La vida no sería habitable si uno no intentara ser optimista desde que sale de la cama. El fútbol se parece mucho a la vida y nos enseña que las decepciones son como esas borrascas que siempre terminan pasando. No sé si todo esto tendrá algo que ver con el encuentro que tuvo aquel aficionado con un ángel. Los ángeles también aparecen cuando los buscamos. O un día se presentan vestidos con los colores de tu equipo y casi tienes que pellizcarte para saber que no es un sueño lo que estás mirando. Ha habido muchas apariciones así de fulgurantes en la historia de la Unión Deportiva; pero hacía muchos años que no llegaban, o que si llegaban se apagaban en un par de jornadas o con los primeros elogios. Lo de Araujo es otra historia, lo mismo que lo de Nauzet, Valerón, Momo, David Simón o Javi Castellano. Muchos de ellos lo perdieron todo hace un par de meses. También a nosotros nos quebró el alma aquella panda de desalmados que saltó al campo; pero ya dijimos entonces que no estábamos dispuestos a que nos ganaran. A los bárbaros se les derrota con belleza y con inteligencia, o con goles como los que se marcaron anoche en el estadio de Gran Canaria. Que no nos despierte nadie de este sueño. Y que los ángeles sigan vistiendo de amarillo durante muchos años.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Que siga la fiesta

En la primera parte casi miré más hacia el cielo azul de Santander que hacia el terreno de juego. Fue algo lógico si tenemos en cuenta que hubo casi cuarenta faltas y que el fútbol parecía un remedo de un partido de las Cinco Naciones. El Racing se defendió con toda clase de faltas y de interrupciones, y aun así logró un gol que casi nos cuesta el partido. Pero eso era antes. Ahora ves que el equipo no se desmorona en ningún momento, que no es aquel conjunto de personalidades contrariadas que se venían abajo con el primer gol en contra. Fuimos verticales, ambiciosos y, sobre todo, coherentes, con un Valerón que parece que está todo el tiempo dirigiendo una orquesta sinfónica. Y luego, claro, está ese delantero que parece un híbrido de Saviola y del Chino Recoba. Lo de Araujo son palabras mayores. Presientes el gol desde que recibe un balón en el centro del campo. Marcó el primero y el segundo, que marcó Ángel casi cuando el partido estaba terminando, solo era una cuestión de tiempo. Esto es va en serio. Que siga la fiesta y que nos dure la tortícolis por tener que seguir mirando hacia arriba todo el rato.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Un equipo ganador y copero

La victoria también termina siendo una costumbre. Aquellos que ganan habitualmente ya salen al campo con la mitad de los puntos conseguidos. Al final es el deseo y la inercia de la propia victoria la que termina condicionando hasta los entrenamientos. En los dos últimos partidos de Las Palmas uno tenía la impresión de que más tarde o más temprano llegarían los goles. Si está Araújo cerca del área ya sabes que esa intuición se terminará cumpliendo incluso antes de lo esperado, pero creo que en estos momentos da lo mismo quien se enfunde la camiseta amarilla. En las últimas temporadas presentíamos las derrotas antes de que llegaran -incluso el día del varapalo ante el Córdoba la mayoría de nosotros ya estaba anticipando ese gol que llegó cuando casi teníamos el sueño en la mano-. Este año también perderemos algunos partidos, pero creo que con un entrenador como Paco Herrera es muy difícil que un conjunto se acostumbre a ese sino descarnado que deja siempre cualquier fracaso. De momento estamos casi en lo más alto de la clasificación y seguimos adelante en la Copa. Este equipo, tan vertical, y con una plantilla amplia y con tanto talento, también está llamado a ser copero. Tiempo al tiempo.