sábado, 19 de diciembre de 2015

El juego de los otros

Escribía Flaubert en La educación sentimental que el tiempo también escribe. Y traza renglones sorprendentes en la vida y en el fútbol. El tiempo viene con días esplendorosos y también con esos otros en los que parece que todo se derrumba. Nunca estamos arriba del todo y, por suerte, tampoco se eterniza ningún infierno cotidiano. En el fútbol la victoria parece que nos cura de repente y que nos hace olvidar que quedan muchos partidos y que la euforia exacerbada no suele ser una buena consejera. Tocó perder contra el Espanyol después de dos partidos exitosos. Ni éramos Brasil del 82 hace tres días, ni ahora somos un equipo sin alma. Tuvimos un mal día en Barcelona, y ese tiempo que escribe aunque nosotros nos empeñemos en refrenarlo quiso hacerlo hoy con letras de decepción y de derrota.
La Unión Deportiva parecía vestida con una ropa que no le pertenecía. Y no solo porque eligiera el fucsia en lugar del amarillo, sino porque nos contagiamos con el juego que proponía el equipo contrario. Contribuimos a embarullar el partido y en los últimos minutos incluso jugamos al pelotazo. Por eso digo que nos vestimos con ropajes que no nos pertenecían, y así veías que había jugadores que no se reconocían cuando el balón pasaba por sus pies. Uno tenía la sensación de que ellos mismos eran conscientes de que no tenían nada que ver con los que se reflejaba en su propio espejo. Eso sí, volvimos a ser osados, jugando con dos puntas en la segunda parte; pero la sucesión de faltas y protestas evitaban que fluyera ese juego vistoso que hemos desplegado en las últimas jornadas. Siempre me cayó bien el Español, sobre todo cuando venían al Estadio Insular y jugaban Solsona, José María y Marañón, o cuando salía en las estampas aquel portero de paradas imposibles llamado Gato Fernández. Eran los años de Sarriá, un campo en el que Las Palmas casi siempre jugaba de maravilla. Ayer, sin embargo, volvimos a otro pasado más reciente que nada tiene que ver con el de las últimas jornadas. Ese tiempo de Flaubert escribió en contra nuestra desde el primer minuto del partido. Olvidemos cuanto antes esta decepción y volvamos a la calma del toque, la combinación y la paciencia. Las derrotas sí es verdad que son un poco más duras cuando pierdes sin reconocerte en el espejo de tu propia mirada. Pero también se aprende de ellas. Y son inevitables en cualquier camino de la vida y del deporte. Hasta las letras parece que fluyen mejor cuando se gana. Son las mismas, pero no son iguales: ustedes me entienden. También los jugadores de la Unión Deportiva que jugaron contra el Espanyol eran los mismos, pero no jugaron igual que en los dos partidos de la última semana. Se vistieron con una ropa que era de otros. Volvamos cuanto antes al amarillo y al primer toque. Dice el adagio que uno no sabe si tiene alas hasta que no salta al vacío y comprueba si vuela. Nosotros ya sabemos que volamos. Y las alas siguen intactas a pesar de que hoy se nos enredaran en la espalda.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Extraños en la noche

Hoy hubiera cumplido cien años Frank Sinatra. Fue alguien que siempre se mantuvo fiel a su estilo. Vio pasar modas e ídolos que luego se quedaron en nada, y tuvo que aprender a soportar más de un fracaso. La Unión Deportiva Las Palmas se asemeja al cantante de Nueva Jersey. Por su fidelidad al toque de balón. Por las incomprensiones, y un poco también por la suerte. Bordamos el fútbol en el primer tiempo, pero no fuimos capaces de rubricar lo que íbamos escribiendo en el centro del campo. Nos asemejamos otra vez a esos escritores que narran y narran sin llegar a ninguna parte y sin saber cómo finalizar las historias. Nos sentíamos extraños en la noche jugando contra un Betis azul. Un Betis azul es casi como un perro verde, una rareza incomprensible, una visión que nos aleja del misticismo que puede tener el fútbol. No me imagino a Cardeñosa o a Gordillo vestidos de azul; pero ya sabemos que ahora vale más el merchandising que el lirismo.
Y la noche, como en esa canción de Sinatra, iba pasando de largo, y no llegaba el gol, y todo parecía condenado nuevamente al fracaso del empate en casa o de la derrota. Pero Setién fue fiel a su romanticismo hasta el último momento, y apostó por Valerón a falta de pocos minutos, y antes lo había hecho por Nauzet y por Willian José. Siempre buscando el ataque, siempre mirando hacia el marco contrario. Y llegó el delirio en el descuento. Y hubo justicia poética, y nos enamoramos otra vez del fútbol como cuenta Sinatra que se enamoró en esa canción, con esa sensación tan maravillosa y tan placentera que deja el amor o la victoria de tu equipo en el minuto noventa.
Llevábamos todo el partido queriendo encontrar un oasis en alguna parte. Uno no se da cuenta de que está en el desierto hasta que no pasa mucho tiempo sin vislumbrar un oasis. Nos estábamos empezando a parecer a esos personajes de Paul Bowles que se terminan extraviando a sí mismos entre dunas interminables. Sigo siendo igual de optimista que la pasada semana, y si no hubiéramos marcado esta noche seguiría defendiendo a carta cabal la propuesta futbolística de Quique Setién y Eder Sarabia. Es el fútbol que me gusta, el que admiraba cuando era niño y me llevaban de la mano al Insular, el juego de toque, la búsqueda de la portería contraria, lo que aprendí de Germán o de Brindisi. Y me quedo con el estilo antes que con el resultado. De momento tenemos que tratar de mantenernos en Primera. No será fácil, pero me tranquiliza saber que tenemos un Norte bien marcado y que sabemos a lo que estamos jugando. La noche es mágica cuando todo sale como habíamos soñado. Y la suerte, esa que dice el tango de Discépolo que es grela, a veces nos sorprende y nos regala un poco de justicia poética. Nos merecíamos ese triunfo y ese gol en el descuento. Extraños en la noche, pero felices como esos amantes que se encuentran en el último momento.



domingo, 6 de diciembre de 2015

Con la cabeza alta

Recuerdo un cuento del italiano Dino Buzzati. Alguien con un poco de fiebre, prácticamente sano, se acerca a un sanatorio para que le receten algún medicamento. Ese sanatorio tenía siete plantas. La última para los que estaban prácticamente sanos y la primera planta para los que estaban casi desahuciados. Al paciente lo suben al séptimo piso y poco a poco, a lo largo del cuento, le van bajando de plantas sin que pueda hacer nada para evitarlo. Y cada vez se siente peor estando sano, y cada vez es más difícil que suba de planta nuevamente. La Unión Deportiva se empieza a parecer a ese paciente de Buzzati, pero creo que, con tiempo, y aun a pesar de lo que digan los agoreros, subiremos puestos en la clasificación y dejaremos atrás esta caída libre hacia el abismo estando sanos, o lo que es lo mismo, jugando de maravilla la mayor parte de los partidos.
Quien no haya visto el encuentro del Molinón podría pensar que en lugar de contarlo me estoy inventando una gran mentira. Es cierto, perdimos tres a uno, y se nos escapa uno de los rivales más directos; pero dominamos, jugamos de maravilla y tuvimos al Sporting contra las cuerdas durante casi todo el partido. Perdimos por los detalles, por ese pase malhadado de Culio que podría haber dado cualquiera, y porque aún nos falta un delantero que culmine y le dé sentido a tanto dominio y a tanto esfuerzo por volver bello todo lo que hacemos.
Si me hablan de resultados, evidentemente no tengo argumentos; pero si lo que me preguntan es que si creo que en el futuro saldremos de esta especie de agujero negro, respondería que estoy seguro de que todo terminará bien si tenemos paciencia, aunque la paciencia, como el tiempo, precisa de más entereza y de más cordura que la euforia. Nos quedamos con diez, y perdimos, además, al único central que nos quedaba en la plantilla, justo en el momento en que habíamos puesto todo el caviar sobre la mesa. Guardo en la retina muchas de las jugadas del Flaco el pasado jueves contra la Real Sociedad, y le agradezco a Setién que premiara esa exhibición sacándolo al campo con casi media hora por delante y con el equipo dominando el partido. Pero todo en la vida, en el fútbol, y hasta en el parchís, es una cuestión de detalles. Justo cuando ya nos veíamos disfrutando del espectáculo fue cuando quedamos fuera del partido, sin que Valerón tocara la pelota, con un jugador menos, y sintiendo, como ese paciente del cuento de Buzzati que les contaba al principio, que nos siguen bajando de planta sin que estemos enfermos, o en este caso, sin que juguemos mal al fútbol. Vale que nos falta el gol, y el gol, lo queramos o no, es el arjé de la fisis de este deporte, lo que le da sentido y lo que regala tiempo para que luego nos recreemos en el delirio. Ahora nadamos contracorriente, que es donde se ahogan incluso los mejores nadadores, y no va a ser fácil llegar a la orilla; pero hagan un esfuerzo por no venirse abajo y por acudir al estadio en el próximo partido sabiendo que nuestro equipo quiere cicatrizar cuanto antes las heridas. Hoy ni siquiera pienso mirar la clasificación. Prefiero recordar los muchos minutos de buen juego que vi en el Molinón y seguir creyendo en un milagro amarillo.

sábado, 28 de noviembre de 2015

El estilo como estrategia innegociable

Escribía Sartre que en el fútbol todo se complica por la presencia del otro equipo. Por eso jamás habrá dos partidos iguales, ni siquiera jugando los mismos jugadores. El otro equipo, como hoy el Deportivo, nos puede sorprender con una defensa inesperada o con una presión en todo el campo. Y en ese caso tenemos la opción de ser fieles a nuestro estilo o de jugar a expensas de lo que proponga el contrario. A mí me gustan los equipos que son fieles a su estilo con todas las consecuencias. Me gusta, por tanto, cómo está jugando la Unión Deportiva. Y me alegro si gana; pero cuando pierde no tengo esa sensación de que no hay camino de salida por ninguna parte. Perdimos con el Deportivo de La Coruña y casi no disparamos a puerta. Podría escribir que seguimos al borde del abismo y que no ha habido milagro; pero sería ingrato si en el fragor de una mala noche me olvidara del partido de Valencia y de lo que propone mi equipo más allá del resultado.
Cada jugador que juega en la elite tiene un largo camino recorrido. No se llega saliendo de la cama una mañana. Casi siempre llegan los que más lucharon o los que más talento atesoraban. Quique Setién se ha encontrado a esos profesionales y ha sabido transmitirles un estilo, y esos jugadores estoy seguro de que comenzarán el próximo partido como si hoy no hubiera pasado nada. Si únicamente volvemos a estar pendientes de lo inmediato regresaremos por donde mismo vinimos. A lo mejor también caemos así, pero creo que sabemos a dónde vamos. Aun pudiendo parecer frívolo o iluso, hace tiempo que mantengo que en el fútbol lo único que queda, cuando pasan los años, es esa pátina de los regates inolvidables o de las gestas inesperadas. Y esos recuerdos son los que luego terminan amarilleando en nuestra memoria.
Hace años, cuando Las Palmas fue subcampeón de Liga, los equipos sorprendían a los rivales con sus planteamientos. Casi no había imágenes. Hoy juegas un partido como el que jugó Las Palmas en Valencia y ya el próximo rival sabe cómo controla el balón Tana o hacia qué lado regatea Roque Mesa. Aún nos falta rapidez en los movimientos, un buen organizador en el centro del campo y, sobre todo, contundencia en el ataque. Mientras tanto tendremos que apretar los dientes y esperar al siguiente encuentro. Claro que vale la crítica, pero no pasemos del blanco al negro en una sola semana. El fútbol es un juego de matices que navega siempre a favor del tiempo. La próxima jornada comenzará todo de nuevo, la dicha de la victoria o la desazón del fracaso. Lo que queda es un estilo. En la vida. En el deporte. Y también en el propio estado de ánimo.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Las posesiones paradójicas

Lo primero es el balón. Todo lo demás, por lo menos en el fútbol, no es más que metafísica. Si no tienes el balón no juegas a nada. Puedes ganar; pero tu victoria será efímera y tus aficionados te acabarán silbando porque es como si hubieras usurpado algo que no te pertenecía. Las Palmas tuvo el balón en Mestalla, y lo movió con ocho jugadores canarios en el equipo titular, y también contó con la paciencia de los buenos artistas.
Unas horas antes habíamos visto cómo el Barcelona desarbolaba al Real Madrid con parecidas estrategias. Allí también jugó un equipo contra una serie de figuras desperdigadas por el campo. A veces no responde la suerte y todo ese dominio, y ese sacrificio en la presión, no tiene el resultado esperado; pero la eficacia es siempre perecedera ante el martillo pilón de la insistencia en lo bello. Tenemos un equipo trabajado, y debería escribir la palabra equipo con mayúsculas porque esa es la clave de la nueva Unión Deportiva. Empatamos y seguimos con la misma filosofía de juego, y fuimos a ganar el partido. No sé a ustedes, pero a mí esta noche la camiseta de Las Palmas me pareció aún más amarilla que otras veces. Pudimos haber ganado. Aún veo a Momo rematando solo dentro del área y todavía retumba el larguero ante el disparo de Tana cuando empatábamos a uno. También la tuvimos en el último segundo con Araujo solo ante el portero.
La Unión Deportiva vuelve a respetarse para ser respetada. Quique Setién y Sarabia han demostrado que el fútbol es de quien quiere jugar con el balón desde que comienza el partido, y quien cree en esa filosofía busca el esférico cuando gana, cuando pierde y cuando empata. Nunca aburre. Jamás se adormece. Pessoa escribía que el Tajo era un río más grande que el que pasaba por su pueblo, pero que ese mismo Tajo, con toda su grandeza, no era para él más importante que el pequeño riachuelo que pasaba por su pueblo. Ayer hubo un derbi que paralizó a medio mundo futbolístico; pero ese clásico no fue más importante en la vida de los aficionados amarillos que el encuentro de anoche ante el Valencia. Los partidos se ganan o se pierden a veces de forma azarosa; pero uno sabe que en las competiciones largas la justicia casi siempre tiene que ver con un proyecto. Nuestro proyecto es el balón y el juego sincronizado del equipo. Dominamos la técnica y hemos reavivado la ilusión. Nos acostamos tarde, pero valió la pena la vigilia. Merecimos la victoria y casi la conseguimos. En el fútbol podríamos decir que la posesión es una paradoja. Quien tiene el balón es quien mejor sabe ser solidario. Lo tienes y lo compartes buscando la eficacia, la belleza y la victoria. Esta noche todo fue bello y casi ganamos. Se buscó la portería contraria hasta el último momento, y se seguirá buscando en el primer minuto del próximo encuentro.

viernes, 6 de noviembre de 2015

La memoria de las camisetas

Las camisetas de los equipos tienen memoria. Guardan las grandes gestas y las más duras derrotas. El recuerdo no solo lo ponemos quienes llevamos años viendo esos colores en cientos de partidos diferentes. Esa memoria se le activa a Las Palmas cuando juega con los equipos con más solera. Se encoge en estadios como el Bernabéu donde no logramos ganar ni cuando éramos los mejores, y se rearma con equipos como el Sevilla o la Real Sociedad. La Real casi siempre se nos dio bien en el Insular, incluso en sus años de gloria, cuando ganaron las dos Ligas en unos tiempos en los que el fútbol podía escribirse de vez en cuando con la letra de los equipos más modestos. Recuerdo una victoria, también por dos a cero, con Arconada parando todo lo que llegaba a la puerta. Jamás he vuelto a un portero volar como voló aquella noche el meta donostiarra ante los disparos de Brindisi, de Wolf o de Morete. Y también los barrimos del campo el año en que ganaron una de las Ligas, con un Julio Suárez imparable que trajo por el camino de la amargura al lateral Celayeta.
En el partido contra la Real nos jugábamos mucho, más de lo que nos atrevíamos a contar. Una caída en nuestro estadio en estos momentos nos hubiera dejado muy tocados anímicamente. Pero no solo ganamos sino que recuperamos a Araujo y nos quedamos con la sensación de que cuando el equipo combina y corre genera peligro. Ahora nos enfrentamos al Valencia, otro equipo de esos que acabará recordando la memoria de la camiseta. Aquel Valencia de Claramunt o de Bonhoff y Kempes también se nos dio bien muchas veces. El miedo lo tengo contra el Getafe, el Eibar o el Levante. Entre los pesos medios de toda la vida, Las Palmas se desenvuelve como si no hubiera pasado el tiempo. La victoria de esta noche puede ser el principio del camino que nos ayudará a consolidarnos en Primera. Y luego está Valerón. Da lo mismo que solo toque el balón un par de veces. El fútbol no es más que ese par de segundos en que se para el tiempo. Esa es también la memoria que guardan las camisetas. La nuestra tiene las arrugas de los escorzos de Alfonso Silva o de los regates en corto de Germán Dévora.

sábado, 31 de octubre de 2015

Las distancias siderales

Está claro que el optimismo en el Bernabéu casi siempre ha de ser un estado de ánimo previo, una ilusión como la que se vive cuando se sella una quiniela o se cierran los ojos para pensar que estamos en una ciudad que jamás hemos visitado. Desde que comienza el partido se suelen venir abajo las gestas grandiosas, esa épica que imaginábamos amarilla ayer por la tarde y también el fin del mal fario en el Paseo de La Castellana. Bastaron quince minutos para bajar del séptimo cielo. Un fallo en la entrega, una presión asfixiante en la salida del balón o un grancanario genial llamado Jesé Rodríguez desarmaron cualquier atisbo de hazaña.
Pero esta derrota debe afectar poco al ánimo. Y yo me quedo con todo ese amarillo que se vio en las gradas, y solo deseo que alguna vez, en ese futuro que jamás sabemos a dónde nos terminará llevando, se produzca una conjunción de planetas que nos deje salir del Bernabéu por la puerta grande. Hoy el marcador quedó igual que en aquella inolvidable final de Copa contra el Barça en 1978, y la sensación fue la misma que entonces, un quiero y no puedo, un gol de Brindisi como hoy el de Hernán que apenas nos dio opciones, una afición entregada en la grada, y ese sabor agridulce de quien prefiere decir que el rival, como escribía al principio, no estaba a nuestro alcance; pero que en el fondo soñaba con honrar a Tonono, a Guedes, o al corazón amarillo que siempre conservaron Molowny o el gran Antonio Betancort.
No sufrimos la goleada de Getafe, ni nos marcaron los siete goles de la última y lejana visita a ese templo en el que se han escrito muchas de las más legendarias páginas de este deporte. En aquella final contra el Barcelona estuvo por medio Franco Martínez pitando un penalti muy riguroso que nos sacó del partido. Hoy no hubo mediaciones arbitrales, como aquella vez que el Real Madrid también remontó un cuatro a cero en la Copa. Sencillamente el fútbol ya no es lo que era. Todo parece robotizado a golpe de talonario. Imagino que a medio plazo equipos como el Real Madrid se medirán en una Liga europea similar a la NBA con otros conjuntos que tengan el mismo potencial presupuestario. Nosotros, y esta vez no es un tópico ni una disculpa, pertenecemos a otra Liga, a la de los terrenales, a la de andar por casa, a la que puede cambiar el guion en cualquier momento, la que nos medirá a la Real Sociedad el próximo fin de semana, a aquella Real Sociedad, que como la Unión Deportiva de los setenta, le ganó dos Ligas al Madrid con un equipo de cantera. Otros tiempos y otro fútbol, sin apuestas, sin derechos televisivos y sin jugadores que parece que están vendiendo gominas o desodorantes en cualquier primer plano. Los románticos de este deporte vamos a seguir soñando. Solo espero que el año que viene volvamos a tener otra nueva oportunidad en el Bernabéu. Y entonces nos volveremos a ilusionar como hace unas horas, y soñaremos, y creeremos que es posible cambiar la historia de una vez por todas. Así es la vida y así es el fútbol, una inquebrantable intención de ser felices. Esa ilusión que se vive casi siempre antes de los noventa minutos.

domingo, 25 de octubre de 2015

Mejor en La Cícer

Baudelaire decía que había que tratar de ser sublime sin interrupción. Él se refería a la escritura, pero si se hubiera referido al fútbol habría que explicarle que lo sublime se queda en nada cuando se juega sobre un campo que no te permite dar dos pases seguidos. Se puede cambiar de entrenador, de sistema de juego, de plantilla y hasta de nombre (aunque ya decía Galeano que lo único perenne e innegociable es la afición a tu equipo de infancia). Puedes fichar a Messi o a Ronaldo, o recuperar a Germán o a Brindisi. No habría nada que hacer. A veces manda el terreno de juego. Es verdad que estaba en mejores condiciones que el día del Eibar, y que con las tormentas de los últimos días ha podido sufrir más de la cuenta, pero así no hay quien juegue al fútbol. Es como pretender tocar la Novena Sinfonía de Beethoven solo con un bombo y unos platillos. Da lo mismo que tengas las partituras. Si no tienes instrumentos, importa poco los músicos que pongas encima del escenario.
De haber estado el césped en unas condiciones aceptables, estoy seguro de que hubiéramos visto un gran partido de fútbol. Lo tenía todo, jugadores virgueros y entrenadores con una apuesta decidida por el ataque. Ese ha sido el gran cambio de la Unión Deportiva, la puesta en escena, la recuperación de jugadores como Vicente Gómez y Tana, y una intención irrenunciable de manejar la pelota y buscar el uno contra uno desde que hubiera ocasión para ello. También el Villarreal de Marcelino saltaba con esa misma intención al campo, pero luego ese propio campo aventaba cualquier atisbo de juego porque era imposible que el balón siguiera una trayectoria más o menos previsible. No había manera de combinar al primer toque, y cualquier jugada se ralentizaba y se quedaba en nada tras un control que se hacía necesario si el jugador no quería vérselas con un saltaperico dislocado entre sus piernas. Esperemos que para el partido de la Real Sociedad tengamos por fin un césped de Primera. Ese día, además, cambiará por completo el aspecto del estadio con la apertura de la Grada Sur. Ahí empieza nuestra nueva Liga y el ciclo de Quique Setién. Pero antes visitaremos el Bernabéu. Jamás hemos ganado en Chamartín, y ya saben de mi optimismo exagerado. Nunca tiro la toalla, y en el fútbol siempre digo que el Guía o el Arucas le pueden ganar al Real Madrid. A lo mejor solo sucede una vez en la vida, pero ya son muchos años de historia sin vencer en ese templo de la Castellana. No perdemos nada y tenemos mucho que ganar. Por lo menos tendremos un césped en condiciones para que se luzcan Tana, Viera, Araujo y compañía. Aquí, si no se arregla la cosa en estas dos semanas, habrá que ir pensando en jugar en La Cícer (aunque con las lluvias La Cícer está casi peor que el estadio). Solo tendríamos que tener en cuenta las mareas y colocar una grada en la Avenida de Las Canteras. Al fin y al cabo nuestro fútbol viene de la playa, y creo que se jugaría mejor allí que en un césped que tiene de césped lo que Gatusso pudo tener de Maradona.


viernes, 23 de octubre de 2015

La gran montaña

Un alpinista sabe que cuando se emprende una subida solo hay que mirar hacia arriba, sobre todo cuando las paredes son verticales y casi no tienes asideros para retornar al campo base. Lo de abajo es pasado, riesgo de vértigo, duda o indecisión en los pasos que nos queden para coronar la cima. Ahora mismo la Unión Deportiva Las Palmas es un escalador que no puede mirar hacia abajo en ningún momento. Cantaba Serrat que los que estaban en el fondo del pozo eran unos bienaventurados porque de ahí en adelante solo podían ir mejorando. No me ha gustado el cese de Paco Herrera. Uno es un sentimental, y no me olvido nunca de que ese hombre efusivo y vehemente fue el que nos sacó del abismo de una Segunda División que amenazaba con eternizar el palmarés amarillo. Pero está claro que los sentimentales no podemos tener puestos de mando. Nos temblaría el pulso y nos dejaríamos llevar siempre por los sentimientos. En esa subida de la que hablaba lo único importante ahora mismo es la Unión Deportiva. Lo dijo el propio Paco Herrera demostrando una vez más su caballerosidad y su saber estar. Por eso no entiendo a los que promueven pitadas contra nuestro propio equipo en un partido en el que nos jugamos buena parte de nuestro futuro. Dejemos los silbidos o los aplausos para final de temporada. Y no olviden que el nuevo equipo técnico no tiene culpa de lo que el propio fútbol genera con sus sus prisas clasificatorias y dinerarias.
Llega Quique Setién. Era de los futbolistas por los que valía la pena pagar una entrada: técnico, desequilibrante e impredecible, casi parecía más un jugador de la escuela canaria que de la cántabra. No hubiera desentonado nunca entre los grandes de la Unión Deportiva. Aquel fútbol que iba desentrañando el camino con regates y escorzos casi imposibles es el mismo que encontramos en el Lugo cuando lo vimos jugar. Propone el control del balón y la búsqueda de la portería contraria; pero sin asumir riesgos suicidas y valiéndose de la calidad de esos jugadores distintos que siempre marcan las diferencias. Las Palmas tiene varios jugadores así, y si él consigue darles el protagonismo y, sobre todo, hacerles creer que pueden llegar lejos, creo que, poco a poco, iremos escalando esa montaña que ahora nos parece casi inexpugnable. Hace unos días escuchaba una entrevista al actual entrenador del River Plate, el Muñeco Gallardo. Venía a decir que lo de menos era ganar o perder, y que lo importante, a veces, es dejar una impronta y un recuerdo de nuestra manera de jugar y de entender el fútbol. También me gustaría recordar lo que sucedió con Del Bosque cuando tuvo que sustituir a Luis Aragonés después de que este hubiera terminado con una sequía de títulos de muchos años. Ojalá Quique Setién sea nuestro Vicente del Bosque. Lo que sí está claro es que Paco Herrera sí será siempre nuestro Luis Aragonés, un hombre íntegro y caballeroso que nos subió al séptimo cielo de la Primera División cuando pocos confiaban ya en nosotros. No perdamos las referencias y pensemos en la Unión Deportiva. Si los aficionados no creemos en el milagro, no creerá nadie, ni siquiera los jugadores. Asumamos la realidad y la gran montaña que tenemos delante. Que sean otros los que miren para abajo.

domingo, 18 de octubre de 2015

Juguete roto

Hubo un día de junio en que encontramos el regalo que llevábamos buscando desde hacía muchos años. No sé si lo recuerdan, pero aquella alegría era indescriptible. Se parecía a la que vivíamos en la mañana de Reyes cuando encontrábamos aquellos juguetes rutilantes aún dentro de las cajas, todavía sin estrenar y con toda la ilusión intacta. El robot, el scalextric o el coche teledirigido casi nunca fallaban; pero el día que alguno de ellos lo hizo se convirtió, sin duda, en uno de los más decepcionantes de la infancia. Podía fallar porque las pilas estaban gastadas, porque los cables estaban inservibles o porque su funcionamiento era erróneo. El juguete rutilante se quedaba apagado al fondo de la casa. Así, más o menos, es como veo yo a la Unión Deportiva Las Palmas después del varapalo de anoche ante el Getafe. No había alma, y sin alma no hay nada que merezca la pena. Se puede perder, pero no se puede tirar la toalla desde el primer minuto del partido. Cada vez que el Getafe llegaba, o metía gol o fallaba de puro milagro. No había concentración ni coordinación en los marcajes, y cuando atacábamos éramos pollos sin cabeza, o lo que es lo mismo, nos fallaba, como lleva fallando toda la temporada, el centro del campo, el lugar donde se gesta el fútbol, el busilis de este deporte, el que manejaron Germán, Brindisi o Juan Carlos Valerón.
La Unión Deportiva es para miles de personas, y eso quiero que lo lean los jugadores que defienden sus colores, el juguete que más nos alegra, el sino de nuestra felicidad, la alegría o la tristeza que se acaba dibujando en muchas caras. No me olvido, y sería injusto si lo hiciera, que fueron Paco Herrera y casi todos los jugadores que integran la plantilla, los que nos regalaron un día de Reyes en una tarde inolvidable del último mes de junio. Quedan pocos motivos para el optimismo, pero quiero creer en ese entrenador y en la motivación de esos mismos jugadores. Habrá que cambiar las pilas y renovar la maquinaria. Recuerdo un momento parecido cuando subimos con Kresic y aparecieron Jorge, Ángel y Guayre. A lo mejor va siendo hora de mirar de nuevo a la cantera, de buscar a Matías y de confiar más en Vicente Gómez, en Tana o en Asdrúbal. Todo juguete es salvable, sobre todo si cuenta con una afición como la que ayer acudió al Alfonso Pérez. Será la misma, y estoy seguro que multiplicada, que acuda en breve al Bernabéu. Vienen el Villarreal y el Real Madrid. Les recuerdo que le ganamos al Sevilla, y que el Barça y el Atlético tuvieron que emplearse a fondo para derrotarnos. Ahora mismo somos un juguete roto, una especie de barco a la deriva; pero el fútbol, como la vida, da muchas vueltas, y casi todas ellas acaban pareciendo imposibles cuando pasa el tiempo. Les recuerdo también que este mismo equipo fue el que jugó hace unas semanas contra el Celta de Vigo, el que empató y pudo ganar con un jugador menos. Realmente, los juguetes que estamos rotos somos los que vemos los partidos desde las gradas o a través de las pantallas. Los otros, esos jugadores que nos representan y que escriben en el campo lo que nosotros soñamos en nuestras cabezas, pueden cambiar esta historia de arriba abajo. No sé si lo recuerdan, pero no había alegría mayor que ver funcionar un juguete que dábamos por perdido.

sábado, 26 de septiembre de 2015

El niño que jugaba en la arena

Un niño flaco juega en una playa de Arguineguín con un balón. Sueña mientras imita a sus ídolos en la arena. Luego ese niño se convierte en uno de los mejores jugadores del mundo y juega un Mundial, una Eurocopa, gana la Supercopa, la Copa del Rey y lo aplauden en muchos de los grandes estadios europeos. Y ese niño, que ahora es un hombre flaco, nunca deja de esbozar una sonrisa. Ha estado en el banquillo durante muchos partidos sin alzar la voz, como si fuera un recién llegado del filial. Pero la vida regala siempre grandes momentos a quien se lo merece. Si a aquel niño que jugaba en la playa, le hubieran dejado imaginar su vuelta a Primera División con la camiseta de la Unión Deportiva Las Palmas habría imitado a esa realidad que a veces se adelanta a todos nuestros sueños. Habría querido debutar en el Nou Camp y hubiera recibido una de esas ovaciones de los aficionados del equipo contrario que jamás se olvidan.
La Unión Deportiva perdía dos a cero y el Barça acababa de fallar un penalti. Un amigo me llamó romántico varias veces durante el partido, y otro me dijo que Valerón no jugaría ese día. Jugó Valerón, Las Palmas marcó el dos a uno y el Nou Camp terminó pidiendo hora y temiendo que en cualquier ataque se repitiera la historia de Germán, de León, de Niz o de Orlando. Niz decía el otro día en una magnífica entrevista con Nacho Acedo y Alberto Artiles, que por más años que pasaban siempre recordaba el momento en que marcó el uno a dos cuando veía la portería en la que batió a Sadurní tras una jugada iniciada por Guedes. Para que lo de ayer hubiera sido perfecto, tendríamos que haber empatado o ganado, y ya puestos, tendría que haber marcado Valerón; pero a veces los recuerdos no son los goles sino los grandes momentos, y ver al Flaco vestido de amarillo con el número 21 sobre el césped del Nou Camp quedará para siempre en nuestra memoria.
Su grandeza y su bonhomía la demostró una vez más al final del partido. Luis Suárez se desgañitaba protestándole al árbitro, y el Flaco, como si fuera su hermano mayor, o el capitán de su equipo, estuvo varios minutos tratando de contener y de separar al jugador uruguayo, el mismo que nos había marcado los dos goles. Esa es la grandeza de una gran persona y de un jugador distinto al resto. Por eso le aplaudieron. Por eso el gran Andrés Iniesta (el mejor heredero del juego y de los valores de Valerón) le esperó a la salida del vestuario para pedirle la camiseta. Y por eso jamás olvidaremos el partido de hoy. Da lo mismo que no lo memoricen: el recuerdo de cada uno de ustedes lo mantendrá a salvo eternamente, evocarán el día en que Juan Carlos Valerón debutó en Primera División con la Unión Deportiva, aquella tarde en la que el Barça sin Messi, pero con Neymar, Luis Suárez y compañía acabó pidiendo la hora, ese momento se quedará resguardado en el poso de romanticismos fuboleros. Y sí, como me decía mi amigo, soy un romántico, en el fútbol y en la vida, y me emocionan los gestos más que las grandilocuencias, la sonrisa de aquel niño que jugaba en la playa de Arguineguín antes que toda esa mentira que rodea el espectáculo. El espectáculo es el Flaco. Y casi todo lo demás es tedio.












miércoles, 23 de septiembre de 2015

Tenía que ser así

Siempre fue así. Nos crecemos ante los grandes. Quizá porque en esos partidos tenemos poco que perder y asumimos riesgos dando ese paso hacia adelante que nos refrena ante los equipos pequeños. El Sevilla siempre había sido un club como el nuestro cuando estábamos en Primera, el equipo de Biri Biri, de Montero, de Bertoni, de Scotta y más adelante también de Morete. Jugábamos la misma Liga, siempre a las puertas de la UEFA o de alguna gesta en la Copa; pero el Sevilla al que le ganamos esta noche es un grande del fútbol europeo desde hace muchos años.
Las próximas semanas lo veremos ante el Manchester City de David Silva o ante la Juventus, y hace unos días le ganó al mítico Borussia de Mönchengladbach, el mismo equipo en el que jugaron Bonhof, Simonsen, Netzer o Stilike. Ahí queríamos ver a la Unión Deportiva hace mucho tiempo, tuteando a los grandes como siempre hicimos en el Insular. Y uno celebra que esta primera victoria después de tanto tiempo lejos de Primera División haya sido ante el Sevilla. Ya estuvimos a punto de derrotar al Celta en Balaídos, el mismo Celta que hoy le ganó cuatro a uno al Barça. Nuestra historia no se entendería sin esa grandeza y esa osadía cuando estamos al borde del precipicio. Y ahora vamos al Nou Camp sin agobios y sabiendo que no tenemos nada que perder y sí mucho que ganar si damos el campanazo. Hace unos días escribía que había que tener paciencia. No siempre sucede, pero a veces el tiempo nos regala días memorables. Hoy hemos vivido uno de esos días. Han sido muchos años escribiendo lejos de donde se trazan las gestas. Esta victoria colocará el nombre de la Unión Deportiva en los medios de comunicación de todo el planeta. Le hemos ganado al campeón de la Europa League de los últimos años. Si esto nos lo cuentan hace unos meses, aún nos estaríamos pellizcando para creerlo. Hoy empieza una nueva historia. Volvemos a ganar en Primera y a sacudirnos muchos complejos. Tenemos que seguir con los pies en el suelo, o eso es lo que recomendaría la razón y el sentido común; pero esos segundos después de que acabó el partido ante el Sevilla nos han vuelto a convertir en aquellos soñadores irreductibles que sabíamos que nuestro equipo sería capaz de derrotar a cualquier plantel de estrellas que se le pusiera delante. Hoy estamos todos más felices y nos reiteramos en que el fútbol, a veces, cicatriza de repente las heridas y las derrotas de muchos años.







domingo, 20 de septiembre de 2015

Paciencia y tiempo

Ese partido que todos temíamos tenía que llegar. Una noche extraña, un rival sin empaque y con poco atractivo, una resaca de un encuentro épico, ocasiones falladas que podían haber escrito el guion de otra manera y una llegada que se convierte en gol en el peor momento. Eso es lo que, más o menos, ha sucedido hoy en casa contra el Rayo Vallecano. Perdimos cero a uno contra uno de esos rivales con los que acabaremos sumando la diferencia de goles; pero creo que esto entraba dentro de lo previsible. Y ahora viene el Sevilla y luego el Barça, nada menos que los dos mejores equipos europeos del pasado año. Tocará apelar a la épica de Vigo, pero pase lo que pase hemos de tener la cabeza fría y saber que la Liga es muy larga y la moral, si no se alimenta a diario, muy endeble. Estamos peor que la semana pasada y estoy seguro de que dentro de unas semanas estaremos mucho mejor que ahora. Toca apretar los dientes y no venirse abajo. Ya sé que tiro de tópicos, pero los pesimistas ya estarán sacando todo el repertorio de tópicos derrotistas, y hay que contraatacarles con sus mismas armas. Paciencia y tiempo. Todo lo demás lo tenemos. Un día para olvidar o para seguir aprendiendo. Nos vemos el miércoles contra el Sevilla.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Tres con diez

En el fútbol las matemáticas nunca son exactas. Tampoco la lógica. Me explico: uno no vale siempre uno. A veces uno puede valer tres o seis. Las Palmas empató contra el Celta de Vigo en Balaídos. Si un seguidor de la Unión Deportiva no vio el partido y solo conoce el marcador dirá que está bien, que un empate fuera de casa es un buen resultado; pero no se imagina lo que vale realmente ese punto.
Los tres goles de Las Palmas fueron marcados con un jugador menos y cuando cualquier otro equipo se hubiera desmoronado anímicamente. Y no por quedarse con diez jugadores sino porque primero había un dos cero en contra, y cuando lograron marcar el Celta sumó otro gol y se colocó con un tres a uno que yo creo que nos dejó a casi todos asumiendo una justificada derrota. Pero los jugadores no se dieron por vencidos y tuvimos un portero que hoy se ha consagrado definitivamente. Si se confiaba en Raúl era porque el cuerpo técnico, con Cicovic y Paco Herrera a la cabeza, tenía claro que llegaría a ser un buen portero de Primera División. También se han cargado de confianza aquellos jugadores que hasta ahora no conocían la Liga de las estrellas. Ya han podido comprobar que ellos también forman parte de esa supuesta condición sideral del fútbol. Marcaron dos goles más con diez jugadores y tuvieron al Celta contra las cuerdas hasta el final del partido. Qué lástima los dos contraataques finales que no se convirtieron en gol cuando ya habíamos empatado a tres. Vuelvo a los guarismos y recuerdo el cuatro para dos en el que Wakaso conducía el balón. Pero este empate, como decía al principio, vale más que un punto. Creo que se acaban las dudas de los pesimistas y de los que decían que este equipo solo iba a recibir goleadas en Primera. Y el Celta no es un equipo del montón. Tres con diez, sin decimales, gol a gol como en esas historias en las que va sucediendo lo que nosotros deseamos. Ni en el mejor de nuestros sueños podíamos imaginar un final así cuando nos ganaban dos a cero con un jugador menos. Pero repito lo que escribía hace un rato: en el fútbol no hay matemáticas, ni lógica, ni pronóstico que valga. Agradezco a los jugadores el esfuerzo y las ganas que han puesto para que nosotros podamos seguir soñando.

lunes, 31 de agosto de 2015

Las estampas y los horarios

El niño tiene once años y se llama Emilio. Yo pido el desayuno en una conocida dulcería de Las Canteras y él está con su madre mirando estampas mientras esperamos nuestro turno. Tiene jugadores de varios equipos de Primera División, pero está todo el rato poniendo delante la de Javi Varas. Hacía muchos años que los niños no encontraban a los jugadores de la Unión Deportiva en las estampas. No puedo evitar preguntarle por la colección. Me comenta entusiasmado que ya tiene diez jugadores de Las Palmas y me los nombra a todos de carrerilla como mismo hacía yo cuando era niño.
Durante años hemos perdido a varias generaciones de niños que no vieron las estampas de su equipo en las colecciones que se vendían en los quioscos. Tampoco veían las fotos de sus jugadores con los grandes ídolos. Todo eso ha cambiado este año. Y probablemente ese sea el gran cambio o una de las consecuencias más importantes del ascenso a Primera. Las Palmas ha vivido durante mucho tiempo sustentada en el recuerdo de todos los que la vimos entre los grandes siendo niños, cuando encontrábamos las estampas de Germán, de Noly o de Félix junto a las de Cruyff, Santillana o Mario Kempes. En aquellos años los niños no pagaban por acudir al estadio. Lo hablaba el otro día con Sergio Maccanti y me acordé de un relato que escribió Jonás Meneses. Los niños estaban en la puerta del Insular y les decían a los mayores que si los pasaban con ellos. También los horarios estaban hechos para que fuéramos al fútbol. Ya nos parecía tarde que Las Palmas jugara los sábados a las ocho y media; pero es que ahora te encuentras partidos a las nueve y media de la noche que finalizan cuando los pequeños ya deben estar en el quinto sueño. Y en la Península es peor, con un final que tiene lugar al día siguiente. Dicen que es por las audiencias en otros países. Creo que se equivocan, que si alejan a los niños del fútbol con los horarios y los precios, están robando la identidad futura de los equipos y esa cara emocionada que tenía Emilio cuando veía el escudo de la Unión Deportiva Las Palmas en las estampas. Ya el Nou Camp o el Bernabéu se están llenando con un porcentaje altísimo de turistas de paso que van al fútbol como quien va a ver las Fallas o una exhibición de los Globetrotters. No todo son casas de apuestas y audiencias. El fútbol es algo más, una ilógica y una emoción que solo se gesta en la inocencia soñadora de la infancia. Si alejamos a los niños, solo dejaremos franquicias con publicidad en las camisetas. Yo me quedo con la cara de Emilio el otro día presumiendo con la estampa del guardameta Javi Varas. Me recordó a mí con la de Carnevali a mediados de los años setenta.

sábado, 22 de agosto de 2015

Cuando la derrota no es un fracaso

Hoy Las Palmas ha perdido por un gol a cero contra el Atlético de Madrid en el Manzanares. No por cinco o seis goles a cero como preconizaban los agoreros. Nos derrotaron por un solo gol a balón parado y con mucha mala suerte. Y tuvimos tres ocasiones claras para empatar o para ganar el partido. Claro que se aprende de las derrotas, pero en este caso somos los aficionados los que tenemos que aprender de unos jugadores que han bregado y que han demostrado que, a poco que les acompañe la suerte, se quedarán en Primera cuando llegue junio.
Si temíamos algo, era la solvencia defensiva, y creo que la Unión Deportiva ha demostrado que tiene defensa para aguantar las acometidas de cualquier equipo. No era la Primera División tan fiera como la pintaban. Habrá que luchar, y también habrá que buscar una mejor transición de balón entre el centro del campo y la delantera. Todo eso irá llegando, pero me tranquiliza el empaque de un equipo que no se arredró ante un gallito de la competición ni ante un ambientazo como el que había esta tarde en el Manzanares.
Queda un mundo por delante. No ganamos. Y creo que el resultado justo hubiera sido un empate. Nos ganó la estrategia del veterano, pero ni nos apabullaron ni se notaron los muchos años que llevábamos lejos de Primera. Ahora viene el Levante. Vale que esa es nuestra Liga; pero hoy, ante uno de los grandes, los jugadores de Las Palmas, con un conjunto formado mayoritariamente por canteranos, nos han demostrado que el fútbol sigue siendo una suma de voluntades y de esfuerzos. Hemos perdido, pero no creo que ningún seguidor amarillo se sienta derrotado.

Un buen presagio

La historia empieza hoy jugando a nuestro favor. Un buen presagio antes de vestir de amarillo el Manzanares.

viernes, 21 de agosto de 2015

Tiempo al tiempo

Uno quisiera coger un pincel y pintar una puesta de sol en Las Canteras como pintaba Manet las aguas del Sena. O escribir en este mismo teclado una novela como Fortunata y Jacinta de Galdós. O agarrar un trozo de piedra en un barranco y crear algo tan hermoso como La Victoria de Samotracia. Para mí el fútbol también tiene mucho de arte, tal vez porque cuando tengo un balón entre los pies se me enreda como si tuviera un trasmallo. Uno termina admirando lo que ha sido incapaz de conseguir. Por eso me emociona tanto un regate de Garrincha, un control de Maradona, un pase largo de Brindisi o una carrera por la banda de George Best. Pero para llegar a esa perfección, además de talento, hizo falta tiempo y mucha paciencia.
No podemos pretender que la Unión Deportiva Las Palmas salga al campo en pretemporada y juegue como Brasil del 82 o como el Barça de Guardiola. Ni siquiera podemos esperar que juegue como jugó el pasado año cuando estaba en racha y con toda la confianza del mundo. Todo lleva su tiempo. Y sigo insistiendo en que tenemos talento de sobra, y en que estos jugadores, cuando estén en forma, recuperen la confianza y vean que ganan partidos, se irán asentando poco a poco en Primera División. Lo que no parece lógico es que se silbe al equipo a las dos semanas de comenzar la pretemporada y en una pachanga sin ninguna trascendencia.
No me gustó ni cómo jugó Las Palmas contra el Tenerife ni cómo se comportó una parte de la afición. Lo del equipo tiene remedio, y hasta cierto punto es lógico que suceda; pero creo que los aficionados que silbaron no deben olvidar que hace menos de dos meses saltaban como chiquillos celebrando el ascenso que llevábamos buscando desde hacía años. No puede fallar ese engranaje. El día del Zaragoza fue clave el empuje de la grada, y cuando estábamos en Primera, en nuestros años de gloria, fue la fuerza de esos mismos aficionados la que consiguió ganar numerosos partidos. Nosotros no podemos fallar, y a los jugadores tenemos que dejarles que se preparen para que dibujen algún trazo inolvidable sobre el césped. Ya habrá tiempo de enmendar errores si una vez preparados, y después de pagar los tres o cuatro tributos inevitables de todos los novatos, vemos que la cosa no arranca; pero de momento solo cabe ilusión, euforia y creencia desmedida y optimista en los jugadores que integran el equipo. Vuelvo a repetirme: en los jugadores que nos han traído hasta aquí, hasta este sueño que comienza en el Manzanares. Hay que sacudirse cuanto antes los complejos y los miedos. En el fútbol hay equipos con grandes presupuestos y equipos con grandes aficiones. Nosotros somos de los segundos, y esos clubes también han ganado Ligas, Copas y hasta Copas de Europa. Volvemos a casa. Al Olimpo en el que queríamos estar hace muchos años. Seamos consecuentes con nuestros sueños y nuestras esperanzas.

viernes, 7 de agosto de 2015

Los prolegómenos

Cuando alguien se enfunda la camiseta de un equipo de fútbol ha de saber que está vistiendo una parte de su historia. Un jugador que aprenda esa lección sabrá comportarse siempre como se espera de un buen profesional. Sobran los divos y los que solo buscan su palmarés personal. Por eso me importa cada vez menos el relumbrón de los jugadores que se fiche y prefiero cada vez más el compromiso de los canteranos. No entiendo a los que se echan las manos a la cabeza porque Las Palmas no está haciendo grandes fichajes para jugar en Primera. Los aficionados que saben de esto siempre recuerdan cómo Juani pasó de jugar en el Unión Chile a hacerlo directamente en Primera División cuando la Unión Deportiva se codeaba con los más grandes. La mayor parte de los jugadores que jugará este año en Primera proviene de la cantera, y casi todos los demás aprendieron la pasada temporada lo que supone vestir la camiseta amarilla, y todo lo que conlleva ser de la Unión Deportiva Las Palmas.
Creo que ese es el gran aval de esta plantilla. Da lo mismo que enfrente esté el Real Madrid o el Orientación Marítima. Si los jugadores tienen presentes a quienes vistieron esos colores antes que ellos y, sobre todo, a los miles de aficionados que representan, no habrá rival grande ni pequeño. Y no podemos olvidar que fueron casi todos estos jugadores los que consiguieron el ascenso a Primera División. Se merecen su oportunidad. Lo otro sería injusto y descortés. Se han apuntalado algunos puestos y seguro que llegará algún refuerzo más, pero la base de este conjunto está en la sinergia y en la energía de quienes vivirán cada partido como si fuera el último, como mismo disputaron el encuentro ante el Zaragoza, o como creyeron en un ascenso que muchas veces parecía que se escapaba de las manos. No veo esta Primera División como un muro infranqueable. Tiendo al optimismo, incluso muchas veces al optimismo suicida; pero estoy deseando que empiece esta temporada como mismo lo deseaba cuando era niño. Después de muchos años, nos buscaremos otra vez entre los más grandes, allí donde las gestas y los sueños nunca pasan de largo ni se quedan en esos claroscuros de las otras categorías. Lo saben los jugadores y lo sabemos los que crecimos viendo cómo Las Palmas le ganaba al Barcelona o al Real Madrid con mimbres parecidos a los que tenemos ahora. Que no me lapiden los pragmáticos y los que siempre analizan todo con estadísticas. Si el fútbol es grande y nos atrae tanto es justamente por los imprevistos, y también por esa historia que se enfundan los jugadores cada vez que visten los colores de un equipo.


lunes, 22 de junio de 2015

Uno de esos días inolvidables

Hay días en que uno se levanta y solo está pendiente de que pasen las horas. No sabes qué hacer porque no te quieres ir lejos del lugar al que esperabas acudir desde hace años. No hablo de amor. El amor es siempre una cita inaplazable, pero también lo es el fútbol cuando uno está unido a unos colores desde la infancia, o desde mucho tiempo antes de venir al mundo. Ya mi abuelo era de Las Palmas cuando casi no dormía pendiente del destino del Victoria de Pacuco Jorge o de Alfonso Silva. Y mi padre también era de la Unión Deportiva antes de que se fundara el equipo uniendo los destinos de los cinco grandes rivales de la isla. Un equipo que nace de un sacrificio como ese ha de ser siempre algo más que un club de fútbol. No es fácil conciliar colores, sentimientos y recuerdos. La Unión Deportiva cuenta con una historia que se remonta mucho más allá de 1949. Cuando yo nací, en 1967, estaba en Primera División; pero ya digo que yo era de la Unión Deportiva mucho antes de venir al mundo o de que nos jugáramos el ascenso contra el Real Zaragoza.
No sabía qué hacer el domingo. Llegué a acudir al santoral a ver si encontraba algún vaticinio que me sosegara. Se celebraba el día de san Apolinar y el de san Leufrido. Eran santos que no me decían nada, pero les juro que me encomendé a ellos como quien se agarra a un clavo ardiendo. Y no digo que san Leufrido o san Apolinar hayan logrado el ascenso; pero les aseguro que jamás olvidaré que el 21 de junio se celebran sus onomásticas. Tampoco olvidaré a mi abuelo, el mayor aficionado de la Unión Deportiva que haya conocido nunca. Murió en 1974, pero le recuerdo contándome las gestas amarillas o explicándome por qué Las Palmas era su equipo. Yo ahora me siento como me imagino que se sentiría mi abuelo cuando ganamos en el Nou Camp con los goles de Germán y de Niz, o como cuando eliminamos al Torino. También he recordado lo que me contaba de Silva y de Mujica, y de todos aquellos años que Armas Marcelo cuenta en esa prodigiosa novela que lleva por título Cuando éramos los mejores. Ayer volvimos a ser los mejores. Y regresamos a Primera División. Y tuve la suerte de celebrar el ascenso con mi padre como cuando él me llevaba de niño y nos abrazábamos después de un gol de Germán o de Brindisi. Pero todo eso, como decía al principio, lo venía celebrando mucho antes de que aconteciera. Han sido muchos años con este sueño metido en la cabeza. Otra vez volveré a mirar en el calendario de la Liga buscando los enfrentamientos con el Real Madrid, con el Bilbao o con el Barça. Siempre fue así cuando era niño. Me alegro especialmente por los niños que podrán mirar dentro de unas semanas ese calendario poblado de mitos. Y también por todos esos aficionados que hace un año lloraron el quebranto de un gran sueño. Soy feliz. Tan feliz como ya presentía que lo iba a ser antes de venir al mundo. De amarillo, por supuesto. Como mi abuelo, como mi padre.

domingo, 21 de junio de 2015

La foto soñada

Trato de que no me ciegue la euforia, pero hace un rato viví en el estadio de Gran Canaria uno de los días más bonitos de mi vida. En el descanso le comentaba al jefe de Deportes de Canarias 7, Nacho Acedo, que una afición como la de Unión Deportiva Las Palmas tenía que estar siempre en Primera División. Lo de esta tarde ha sido apoteósico. Bendito fútbol cuando los resultados juegan a tu favor y te permiten curar las heridas del pasado. Hace un año salí con mi padre de ese estadio después de vivir uno de los peores momentos de mi vida. Hoy he compartido la alegría del ascenso. Nos abrazamos como niños (en el fútbol todos nos abrazamos como en el patio del colegio). Él estuvo toda la segunda parte pendiente de que no me diera un infarto. Así estaba yo cuando iba con él al fútbol en los años setenta. Hoy nos hemos abrazado como no creo que lo hayamos hecho nunca. No hizo falta que dijéramos nada. Estoy seguro de que los dos recordábamos al abuelo Santiago. Les juro que vi llorar a decenas de personas cuando el árbitro pitó el final del partido. Seguro que también estaban pensando en todos sus ausentes. Disfrutemos de este hermoso día, uno de esos días inolvidables.

El aficionado

A ese señor de la foto no lo conocía de nada hasta hace un momento. Lo vi bajando el Guiniguada como si todavía existiera el barranco que él tuvo que ver correr muchas veces. Salió el periodista y le pregunté si me dejaba sacarle una foto para publicar en mi blog y en las redes sociales. El hombre me miró como si le hablara en chino, pero me dijo que con esa camiseta de Las Palmas podía sacarle donde quisiera. Quiso ponerse la gorra y la bufanda que llevaba dentro de una especie de cartera. Le dije que no hacía falta. Me recordó a mi abuelo cuando lo veía salir de Guía camino del Estadio Insular. A mi abuelo le dio el primer amago de infarto viendo por televisión un partido de Las Palmas contra el Murcia en 1974 (hoy me comentaba Rafael Méndez que era normal que le diera ese amago por la intensidad del encuentro y por los paradones casi increíbles que hizo Carnevali aquel día). Murió ese mismo año. Le pregunté el nombre a ese señor. Se llama José Juan Ventura y venía de Santa Brígida. Esa es la imagen que yo identifico con la Unión Deportiva de Las Palmas. La gente que realmente merece disfrutar esta tarde del ascenso

lunes, 15 de junio de 2015

El último paso

Todos hemos vivido alguna vez ese momento final en el que, estando a punto de tirar la toalla, recuperamos de repente todas las fuerzas para llegar a una meta, para aprobar un examen, o simplemente para arribar a la cama como llega un superviviente de un largo y peligroso viaje. En el deporte no hay más que pasos que siguen a otros pasos interminablemente. Un día parece que está todo perdido, y al siguiente nos vemos disputando el partido del siglo o viviendo uno de esos momentos que jamás se borran de la memoria ni del palmarés de nuestro equipo.
La Unión Deportiva Las Palmas va a vivir una semana crucial para su historia. Y con esto no quiero decir que los jugadores se responsabilicen de tal manera que acaben bloqueados cuando salten al campo. Nunca estuvo tan cerca el ascenso. Ni siquiera el pasado año. No teníamos a Viera y a Araujo en punta, y creo que con esos jugadores en forma no hay quien detenga a este equipo. Sí espero que Paco Herrera cuente con Valerón como lo hizo en el partido de ida ante el Valladolid. También en los pocos minutos que jugó el pasado sábado demostró que su participación debe ser casi innegociable en partidos trascendentales. Pero ahí será el entrenador, que también se juega mucho en este envite, el que tenga la última palabra. Nosotros apoyaremos hasta donde podamos al equipo confiando en que el próximo domingo podamos celebrar lo que nos robaron hace casi un año.
Nos queda ese último paso que decía al principio, el esfuerzo sin medida aunque parezca que no podemos movernos de donde estamos, el gol en el último minuto, la confianza en la suerte, ese segundo inolvidable en el que el árbitro pite el final del partido con el equipo ascendido a Primera División después de tantos años y tantas decepciones repetidas. Ahora mismo no creo que anide el desánimo ni en el más pesimista de los aficionados. Estamos pendientes de ciento ochenta minutos. Y no me digan que es lo mismo que otros años. Todo parece que se repite, pero nada es lo mismo. Tenemos mejor plantilla que antes, el sabio aprendizaje de las derrotas y un estadio que aguarda, espero que ya sin pistas de atletismo, esa primavera del fútbol que es jugar con los grandes equipos que nuestros hijos solo han podido ver desde la asepsia de las pantallas o los videojuegos.
Nos volvemos a citar ante la historia. Cuarenta años después de que nos dejara Tonono, a la sombra de la imagen imborrable de Juan Guedes dando un paso al hueco, ante el escorzo inesperado de Germán o con los goles por la escuadra de Brindisi o de Contreras. Y también estarán las sombras de Silva y de Mujica. Y el alma de todos los amarillos que ya no están físicamente, pero que permanecen en nuestra memoria como si no hubieran abandonado nunca su sitio en el estadio, aquel asiento de cemento en el Insular o las butacas del Gran Canaria. Va por ellos. Por los que vieron a este equipo cuando era grande, por los que se fueron y no pudieron verlo regresar a Primera y por todos esos niños que no se creen que nosotros derrotábamos al Real Madrid o al Barcelona con esta misma ilusión y con estas mismas ganas con las que ahora queremos lograr el ascenso.

martes, 9 de junio de 2015

Tonono

El partido fue en color, en el Estadio Insular, con aquel amarillo intenso de las grandes noches, el llenazo en las gradas y en los arenales del Paseo de Chil, el eco de la corneta de Fernando el Bandera, el olor a hierba y aquella luminosidad inolvidable de los focos. En el campo estaban todos nuestros héroes. Yo tenía entonces ocho años, la edad en la que se forjan los mitos y los futbolistas que admiramos se convierten en leyenda. Recuerdo a Germán, a Carnevali o a Quique Woolf. El nombre de Sinibaldi también ayudaba a que acrecentáramos esa leyenda. Pocas veces he escuchado pronunciar un nombre de un entrenador con tanta reverencia y tanta veneración por parte de los aficionados. Nos jugábamos el descenso después de haber estado a punto de ganar la Liga un par de años antes. Enfrente estaba el Celta de Vigo. Ganamos tres a uno. Recuerdo el golazo de Woolf y el estruendo del Insular. Uno no sabe por qué hay partidos que se quedan para siempre en la memoria. Aquella noche fue especial, emocionante. Se salvó el equipo, se despedía Sinibaldi y todos sabían que había mimbres en la cantera para mantenernos muchos más años en Primera División. Había dos grandes mitos en aquel equipo: Tonono y Germán. El tercer gran mito, Juan Guedes, había fallecido unos años antes. Esos tres nombres son los que conforman la gran leyenda de la Unión Deportiva Las Palmas. Aquella noche había dos de ellos en el campo. No sabíamos que era la última vez que jugarían juntos.
Unos días más tarde fallecía Tonono. Voy a confiar en la memoria. Ya luego iré al libro que ha escrito Pepe Hernández para confrontar los datos y saber mucho más de aquel jugador de Arucas que idolatrábamos todos los que acudíamos cada quince días, a las ocho y media de la noche, al Estadio Insular. Recuerdo que estaba en la plaza de San Roque, en Guía, cuando alguien dijo que había muerto Tonono. Era lunes, o así quiero recordarlo, y ese día era el que emitían lo que ahora viene a ser Estudio Estadio. Entonces había una sola cadena de televisión en Canarias. El programa comenzaba con un presentador compungido y con la foto de Tonono en blanco y negro ocupando el fondo de la pantalla. Todos los futboleros del país vivieron con estupefacción la muerte del líbero de la Unión Deportiva y de la selección española. Los niños no entendíamos aún que cuando llega la muerte ningún jugador vuelve a saltar al campo. Rememoro los días posteriores. No se hablaba de otra cosa en cualquier rincón del pueblo. Y luego vino el homenaje contra el Peñarol de Montevideo, y las heridas reabiertas por la muerte Juan Guedes. El blanco y negro de aquellos días en la tele y en los periódicos contrastaba con el recuerdo de la hierba verde, los focos y el amarillo intenso que vestía Tonono cuando se anticipaba a todos los delanteros o cuando ordenaba al equipo que empujara hacia delante. Recuerdo que todos nos sentíamos seguros desde que el balón llegaba a nuestra área. El Omega sabía unos segundos antes dónde iría a parar el esférico. A veces el fútbol no es más que una intuición, y los grandes jugadores son aquellos que ven la jugada una milésima de segundo antes de que el balón llegue a sus botas. En cada calle y en cada pueblo de la isla había un niño que recibía el nombre de Tonono. Solía ser el capitán del equipo, el mejor defensa, el más regular y, por supuesto, el más carismático. Han pasado cuarenta años y aquellos niños de entonces seguimos pendientes de las jugadas y de los resultados de la Unión Deportiva. Siempre digo que nos alimenta ese pasado grandioso y esa memoria de partidos como el del Celta cuando no sabíamos que era la última vez que Antonio Afonso Moreno iba a saltar al estadio en el que le vimos tantas veces como si viéramos a una divinidad que de repente salía de la bocana del vestuario. Los niños de aquellos años nunca sabemos diferenciar lo que fue real de lo que fue un sueño. Aquella muerte todavía nos sigue pareciendo mentira al paso de tantos años. Cierro los ojos y veo a Tonono en el área de la Grada Naciente. Y vuelvo al olor cercano del césped, al eco de la corneta de Fernando el Bandera, al griterío de las gradas, y entonces es cuando reaparece aquel equipaje azul y amarillo que, siendo de tela, brillaba mucho más que cualquiera de esos tejidos sintéticos con los que ahora intentan disfrazar el fútbol cada semana.


martes, 26 de mayo de 2015

Los eternos comienzos

Siempre digo que el fútbol no es más que una representación de la vida diaria. También la vida es juego: si no lo fuera no sería tan maravillosa ni tan sorprendente. Nunca tenemos nada controlado en ninguna parte. Todo lo que crees que está cimentado se desmorona de la noche a la mañana inesperadamente; pero también todo aquello que creías que estaba perdido se recupera milagrosamente cuando menos lo esperas. Como en el fútbol, ese juego que nos mantiene en el alambre, sobre todo cuando uno es aficionado de un equipo como la Unión Deportiva Las Palmas.
Mientras estamos inmersos en los partidos y las clasificaciones, los árboles de nuestros propios empecinamientos nos impiden ver el bosque que tenemos justo al lado de nuestros ojos. Estos días parece como si hubiéramos perdido la Champions, y sin embargo estamos a punto de jugar cuatro partidos que puedan cambiar nuestra historia por completo. Pensemos en el Córdoba. Hace un año, sus aficionados y sus jugadores saltaban por las calles celebrando el ascenso. Nosotros, mientras, regresábamos a casa con la sensación de que el destino nos había robado de la forma más cruenta todos nuestros sueños. Un año después, el Córdoba vuelve a ser equipo de Segunda y nosotros tenemos muchísimas posibilidades de regresar a Primera, o por lo menos tenemos las posibilidades que ya no tienen los cordobeses. Así es el fútbol y así es la vida, y creo que es el momento de que volvamos a creer en nuestros jugadores como mismo creíamos hace unos pocos meses.
Nos jugaremos el ascenso en solo cuatro partidos. Ya sé que quedan posibilidades matemáticas para el ascenso directo, pero aun siendo como soy un soñador casi utópico, esta vez quiero tener los pies en el suelo y plantearme ya que todos esos sueños se juegan en dos partidos de ida y vuelta. Por tanto, como tantas veces en nuestra existencia, comenzamos de nuevo. La vida es un eterno comienzo, aunque sepamos, porque lo aprendimos de Heráclito de Efeso, que jamás nos bañaremos dos veces en las mismas aguas. Olvidemos los fracasos de otras promociones. Pertenecen a esas otras aguas y a otros tiempos. Este equipo mantiene intactas todas sus opciones para ascender a Primera. Y todo lo demás no son más que pamplinas o miedos que ahora no vienen a cuento. Si entre todos nos creemos el ascenso, no habrá nadie que nos frene en las próximas semanas. Es verdad que, al igual que en la vida, aquí se gana y se pierde todo el rato; pero el resultado es algo tan incierto como nuestro sino dentro de unas horas o de unos meses. De momento, como en todos los sueños, solo cabe un planteamiento de esperanza y grandeza.

domingo, 19 de abril de 2015

La fe ciega

Cuando la lógica, los resultados y las evidencias te dejan sin argumentos, no te queda más remedio que aferrarte a la fe ciega. En el fútbol no cabe el agnosticismo ni las medias tintas. O estás o no estás. Unas veces andarás encumbrado por los triunfos y otras te reconocerás cabizbajo y aliquebrado por las derrotas inesperadas. Lo decía Galeano. Puedes cambiar de mujer o de religión, pero nunca de equipo de fútbol. A veces es cierto que uno desearía divorciarse de sus colores y empezar otro idilio con un equipo lejano y, a ser posible, con vitola y marchamo de ganador. No nos valen los segundos equipos. Esos Real Madrid o Barcelona que sumamos a la Unión Deportiva no nos quitan el sueño a los forofos amarillos. Lo que duele es siempre lo cercano. Y también lo que se disfruta más intensamente.
No esperaba la derrota ante el Mirandés. Tenía fe ciega en mi equipo, sobre todo teniendo en cuenta que, si ganaba, seguiría dependiendo de sí mismo para lograr el ascenso directo; pero mi equipo volvió a fallar y se dejó llevar por esa indolencia que le aleja de aquel conjunto solvente y confiado que saltaba al campo hace un par de meses. Aún nos quedan posibilidades matemáticas para el ascenso directo; pero los que llevamos años en esto ya estamos empezando a asumir una nueva promoción. Después de lo del Córdoba es lo último que hubiéramos deseado, pero a lo mejor es que la suerte nos debe un ascenso de esa manera para compensar aquel desastre de 2014 en el Gran Canaria.
No me queda más remedio, como dije al principio, que mantener la fe ciega. Si no fuera por esa creencia que no admite ningún tipo de raciocinio, no seguiría, año tras año, haciendo depender mis ánimos de los desastres o las gestas amarillas. No puedo cambiar de equipo. Eso sería como renegar de mis recuerdos o de mis ancestros. Y ahora no me queda otra que volver a ilusionarme con el fin de semana siguiente. Nunca jugamos nosotros. Ese es el gran contrasentido del fútbol, que dejamos nuestras ilusiones en manos de otros que a veces no son conscientes de todo lo que nos importa el equipo. Pero tampoco puedo renegar de mis jugadores porque son los únicos que pueden conseguir el ascenso. Me imagino que ellos serán los que peor llevan los malos resultados. Por lo menos aquellos jugadores de la cantera que no pueden tener otro equipo por mucho que jueguen con otras camisetas. Son mayoría en la Unión Deportiva los que seguirían siendo amarillos aunque jugaran en el Osasuna o en el Manchester City. Apelo a esos jugadores. Ellos, mejor que nadie, saben lo que sentimos los que estamos en las gradas. De su fe ciega en el ascenso dependerá nuestro futuro optimismo

domingo, 12 de abril de 2015

El reencuentro

Volvemos a empezar, pero en puesto de ascenso directo y, por tanto, dependiendo de nosotros mismos para volver a Primera. Nos toca visitar al Mirandés. Todos están hablando de campo maldito y de todos esos tópicos que a veces se repiten hasta la saciedad en el fútbol. Si la Unión Deportiva sale a ganar contra el Mirandés no hay mitología que la detenga. El fútbol es una suma de voluntades y una confianza que puede haber recuperado Las Palmas tras la victoria ante el Girona. Queda mucho y no queda nada, y hace falta mantener la cabeza fría y seguir buscando la portería contraria. Después del partido del domingo todos repetían que se habían recuperado sensaciones. Ahora hay que lograr que esas sensaciones nos sirvan para no volver a bajar la guardia. Ojalá haya pasado ya nuestra inevitable pájara de todos los años.
A veces cuesta reencontrarnos con nosotros mismos cuando llevamos mucho tiempo extraviados. Si se trata de un conjunto de extravíos la cosa se complica un poco más, y un equipo es una suma de ilusiones o de extravíos que adelantan o refrenan sus propias circunstancias. Creo que ha habido un reencuentro que puede ser determinante para no volver a mirar atrás. Lo que está por venir solo lo sabe el tiempo. Pero ese tiempo pertenece ahora mismo a los jugadores de la Unión Deportiva Las Palmas. Y también a sus aficionados. Unos y otros tenemos que aprender a navegar más allá de las revolturas de un resultado fallido o ventajoso. Que no nos ciegue la pasión desmedida y que tampoco nos frenen esos apocalipsis que queremos encontrar en todas las derrotas. Recuperemos sensaciones. Ya sé que vuelvo al tópico; pero por ascender soy capaz de agarrarme a un tópico o a un clavo ardiendo.

domingo, 29 de marzo de 2015

Araujo y el bolero de la suerte

La alegría ahuyenta los malos farios y espanta al miedo. En medio del caos o de las derrotas, el hedonismo nos sirve para alejar temores. También es el tiempo el que escribe casi todos los guiones y el que convierte a los hombres en poetas, ese tiempo de Machado y sus estelas en la mar, o aquel de Gil de Biedma cuando decía que de casi todo hacía ya más de veinte años. La Unión Deportiva hace más de veinte años que, parafraseando a Neruda, ya no es la misma. Ha cambiado mucho el fútbol y todas sus circunstancias; pero ahora siguen siendo las victorias las que curan casi todas las heridas, y las que acaban con esas crisis que parecen peores que las de los filósofos existencialistas. Anoche volvió Araujo, el mismo que nos mantuvo toda la primera vuelta como líderes. Un equipo no es un jugador, o sí, o a veces, o sí lo es cuando ese jugador decide el resultado. Había mucho de mal fario y de mala suerte en el sino del Araujo de los últimos partidos. Nunca dejó de luchar y de intentar meter esos goles que marcó ante la Ponferradina. ¿Qué ha cambiado para que el destino no golpee el balón contra el poste o lo desvíe a cualquiera de los lados de la portería? Probablemente no ha cambiado nada, o lampedusianamente todo parece que cambia para que lleguemos a ese ascenso que todos anhelamos. Espero que en Soria se trazara esa línea del olvido que uno quisiera ir dibujando cada vez que nos vienen mal dadas. Nuestra suerte, como cantaba el bolero, necesita de la suerte de Araujo, y él nos necesita mucho más. Nunca le ha fallado la afición al Chino ni a la Unión Deportiva. Y desde anoche espero que, por fin, se hayan virado esas tornas que nos estaban alongando hacia el abismo.

viernes, 27 de marzo de 2015

Nos vemos en el estadio de Gran Canaria

Empezar de nuevo. Siempre estamos empezando de nuevo. Mañana contra la Ponferradina tenemos que dejar atrás lo bueno y lo malo vivido en todos estos meses para centrarnos en lo que realmente importa: ganar y, si es posible, jugar bien y entretener. Hay que trazar una raya de olvido después de Soria. No hay ningún rival que tenga garantizado el ascenso y, más tarde o más temprano, todos sufrirán alguna mala racha. Suele ser así. Casi nunca se escapa nadie, y si no miren a ese Real Madrid que parecía invencible en diciembre y que a mediados de marzo casi era comparado con el peor Alcoyano de la historia. Los tópicos hablan de finales, pero estos partidos no son más que comienzos que nos tienen llevar hacia el objetivo que estamos buscando. Ya haremos balance al final de temporada. En medio de los caminos no queda otra que seguir andando y mirando hacia delante. Nos vemos mañana en el estadio de Gran Canaria.

sábado, 28 de febrero de 2015

Preludio de sueños

Estoy deseando que llegue el domingo. A veces el fútbol no es más que un preludio de sueños, una espera ilusionada en la que se mezclan las otras esperas de partidos importantes y los goles que cambiaron nuestros estados de ánimo o nos terminaron volviendo irremediablemente futboleros. No lo entienden los que no han vivido estas sensaciones previas, las que teníamos cuando venía el Real Madrid o el Barcelona, o la que tuvimos cuando Iniesta le marcó el gol a Stekelenburg. El fútbol, como aquel París del que escribía Hemingway, era entonces una fiesta. Y espero que lo siga siendo por muchos años. Solo deseo que los exaltados aprendan de los derbis de baloncesto y entiendan de una vez que se puede perder, empatar o ganar y que no pasa nada por ello. Al día siguiente volverá la rutina y el olvido, y la vida seguirá como si nada. Sí es cierto que hay derrotas que se quedan fondeadas por mucho tiempo, y que hay victorias tan grandiosas que cada vez que las rememoramos se nos ilumina la cara como si fuéramos niños ilusionados. Y es que siempre digo que el fútbol nos conduce directamente a la infancia. Si no fuera así, no tendría sentido ni estaríamos durante una hora y media con el alma en vilo.
Esta vez sí es verdad que nos jugamos mucho. Si le ganamos al Tenerife creo que daremos uno de esos pasos que suman más de tres puntos. Tenemos equipo de sobra para salir a por la victoria sin complejos y sin especulaciones. En estos partidos las dudas solo benefician al equipo visitante. Nunca gana el público, pero no imagino el fútbol sin el bullicio o el runrún de las gradas. Deseo que estos derbis se jueguen en Primera cuanto antes, y siento no cumplir esta vez con el espíritu Coubertain. Yo quiero que gane Las Palmas aunque sea en el último minuto y de penalti. El otro día, el escritor Javier Hernández Velázquez declaraba en la prensa tinerfeña que veía al Tenerife favorito y salía arropado con una bandera blanquiazul. Javier y yo nos sentaríamos encantados a ver estos partidos cada uno con su bandera y con el subconsciente de su mitificada pasión futbolística, pero jamás nos tiraríamos piedras o nos insultaríamos. Eso es lo que pido para el domingo, que vivamos una fiesta y que disfrutemos del espectáculo. En los prolegómenos ganamos todos. También cuando los jugadores están en el campo. Ya luego uno de los dos se irá para casa un poco más apesadumbrado mientras el otro querrá gritar como un loco playa por la calle. Yo me sentaré junto a mi padre como cuando tenía cinco años. Mis sueños futboleros, huelga decirlo, se acaban tiñendo siempre de azul y de amarillo. Y hay días en que esos colores brillan como mismo brillaban en el Estadio Insular cuando yo me creía todos los sueños.

sábado, 14 de febrero de 2015

Amarillo en blanco y negro

Cuando éramos niños teníamos que imaginar los colores de casi todos nuestros sueños. La tele se veía en blanco y negro y no era todavía el centro de la vida de ninguna casa. Se seguía solo un rato y casi siempre como un acontecimiento. Apenas había partidos televisados de la Unión Deportiva Las Palmas. Las imágenes las veíamos los lunes en Estudio Estadio. Pero el pasado jueves aconteció uno de esos milagros que no esperas. Yo nací en 1967 y vi jugar a Germán, a León o a Tonono en el césped del Insular y en ese blanco y negro de la tele. Pero entonces no tenía conciencia para entender lo grandioso de su juego, ni sus movimientos por el campo. La otra noche, cuando estaba a punto de ir a la cama me llamó Nacho Acedo para decirme que encendiera rápidamente la tele y que sintonizara Teledeporte. Creo que lo que vi lo podrán encontrar en la web de Televisión Española dentro de Fútbol Vintage. ¿Qué fue lo que vi? A Guedes conduciendo la pelota, a Tonono cortando expeditivo, a Germán recorriendo todo el campo y regateando prodigiosamente o a León corriendo la banda como un galgo. También vi paradones de Betancort, jugadas magistrales de Velázquez y carreras y regates de Amancio o de Gento. Estaban emitiendo un amplísimo reportaje del Real Madrid-Las Palmas de diciembre de 1968 en un Bernabéu con un grado de temperatura; pero con mucho esplendor en la cancha. Se cumplía el aniversario de la muerte de Molowny. Quien contaba los detalles del partido y del gran jugador y entrenador canario era Matías Prats. No dejaba de elogiar el juego de la Unión Deportiva y era un lujo escucharle en una narración pausada, documentada y sin más estridencias que las que tenía que contar de lo que estaba viendo.
Luego pudimos ver también las victorias de Las Palmas ante el Atlético de Madrid en el Manzanares y ante el Fútbol Club Barcelona en el Nou Camp. Escribo esto unas horas después de haber seguido el programa, recién levantado de la cama y aún dudando si lo que vi no fue más que un sueño deseado. Casi todo era en blanco y negro. Uno entonces tenía que imaginar el amarillo en el blanco y negro todo el rato. No era difícil porque lo memorizábamos cada quince días en el Estadio Insular, aquel amarillo que brillaba intensamente con la luz de los focos. De repente también vimos ese amarillo en las imágenes contra el Atlético de Madrid en 1970. Era como si los mitos hubieran bajado un rato del Parnaso para dejarse ver y recordarnos su grandeza. Fue hermoso descubrir que los mayores nunca exageraron cuando hablaban de ellos.

martes, 3 de febrero de 2015

La recreación del mito

A los mitos hay que mantenerlos casi siempre a una distancia prudencial. Si te acercas mucho corres el riesgo de que se te vengan abajo a las primeras de cambio. Casi nunca me he acercado a mis ídolos futbolísticos de la infancia, por eso los mantengo a salvo. En otras facetas de mi vida sí he conocido de cerca a grandes hombres y mujeres que admiraba en la distancia, y no siempre ha sido gratificante esa cercanía. A esas aproximaciones he llegado como periodista, pero siempre que pude elegí no acercarme a los grandes personajes que mantengo en un pedestal literario, musical o futbolístico. Germán, Tonono y Guedes eran los grandes mitos futboleros de mi niñez. Mi abuelo y mi padre reverenciaban al Maestro, y yo recuerdo verlo jugar cuando tenía siete u ocho años como si estuviera viendo a una especie de ser superior sobre el césped del Insular. Más tarde llegaron Brindisi, Morete y compañía a convertirse en nuestros ídolos, pero los mitos siempre fueron intocables.
Nunca me acerqué a él en todos estos años, pero gracias a Ignacio S. Acedo aquel jugador con el número 10 a la espalda es todavía más grande. Nacho ha podido acercarse al personaje porque no lo vio jugar, y por tanto no se vio coartado por ese miedo a las decepciones que contaba hace un momento. Pero aun con esa lejanía generacional, en su libro se nota todo el tiempo la admiración que siente hacia Germán Dévora. No era fácil acercarse a un personaje tan mítico en la sociedad canaria. Las veces que me contó que estaba escribiendo el libro y que se reunía con Germán cada viernes por la tarde desde hacía muchos meses, no le quise romper aquella ilusión que se acrecentaba a medida que se iba adentrando en la historia del jugador y de la Unión Deportiva Las Palmas. Intuía que Nacho podría encontrar ese camino que ha encontrado, pero también temía que se perdiera en la grandeza del personaje. El libro que ha escrito es ahora mismo uno de los mejores caminos de vuelta a la infancia que conozco. El repaso de los partidos y de las anécdotas es el repaso de la vida de muchos de nosotros. Porque la trayectoria de Germán no solo fue la que vimos sino también la que no dejaban de contarnos quienes lo vieron jugar desde sus primeros encuentros. Hace unos días sí coincidí con Germán y con Nacho Acedo en un acto que se celebraba en la sede de Los Cachorros. Estuvimos hablando y le recordé al Maestro que yo de niño llevaba un llavero con su efigie a todas partes y que recordaba cada una de las estampas en las que aparecía en aquellos álbumes plagados de ídolos. Encontré a alguien parco en palabras pero con una mirada emocionada cuando le relatabas anécdotas o recuerdos de aquellos años. El libro de Nacho Acedo no solo ha sabido mantener a salvo el mito sino que lo ha engrandecido todavía más con contenidos, datos y fotografías que se repasan como mismo se repasaban una y otra vez aquellas colecciones de estampas. En la vida solo se consigue lo que se busca con esfuerzo y con disciplina diaria. Y si a ese esfuerzo se le añade la pasión de lo que uno está haciendo casi siempre se consiguen concretar todos los sueños. Así se ha gestado este libro y así se fraguó la carrera futbolística de Germán: con trabajo, con profesionalidad y con talento. Lo que queda es un testimonio que de no haber sido escrito se hubiera ido perdiendo poco a poco en la espesura del tiempo.


sábado, 31 de enero de 2015

Los vientos favorables

Hay días en que los vientos no dejan que llegues a ninguna parte. Comenzamos la segunda vuelta en un vendaval en el que era casi imposible jugar al fútbol. Empatamos y seguimos líderes. Hoy los vientos eran más psicológicos, y tras el gol del Mallorca nos asomamos a ese abismo de la impotencia que en otras temporadas nos hubiera derrotado; pero las sensaciones son ahora muy distintas. Ganamos en el último minuto y de penalti, como quieren ganar todos los que entienden el fútbol como un deporte no apto para cardíacos.
Vimos cómo Momo corría hacia el balón y cómo el balón trataba de alejarse de un portero que hoy estaba empeñado en convertirse en una especie de Zamora o de Arconada de leyenda. Cabrero lo paraba todo, incluso los tiros en fuera de juego inexistente cuando se quedaba mano a mano con los jugadores amarillos. Esos vientos soplaron a nuestro favor con la irrupción de Ortuño, un nuevo fichaje que parece que se suma al resto de acertadas incorporaciones de esta temporada. Y luego se concretaron con la pausa y el geito de Valerón, y con el coraje de un equipo que se niega a bajarse del tren de los sueños en el que viaja ahora mismo. Estos son los encuentros en los que nos jugamos el ascenso. Quedan en la memoria del jugador y del aficionado. Esa será la memoria que nos salve en esta segunda vuelta, la seguridad de que pase lo que pase se pueden ganar los partidos a fuerza de insistencia, talento y confianza. Ya estamos en 2015. Este tiene que ser el año del ascenso. El pasado año todavía soñábamos. Ahora ese sueño lo estamos empezando a tocar con la punta de los dedos, aunque sea en el último minuto y de penalti. Cada victoria es un paso de gigante que nos separa del Sporting, el Girona, el Valladolid o el Betis. Esa es nuestra Liga. Y de momento la vamos ganando.

sábado, 24 de enero de 2015

Brindisi

A veces huimos de los regresos para evitar las decepciones del tiempo. También idealizas lo que realmente no era tan grandioso. Hay canciones, libros e incluso paisajes que, al paso de los años, pierden buena parte de su encanto. Cuando era niño mi gran ídolo era Miguel Ángel Brindisi. Luego estaba Felipe, que jugaba de líbero en aquel equipazo que tenía la Unión Deportiva Las Palmas a finales de los setenta. Yo entonces tenía la edad en la que asientan casi todos los mitos. Veía jugar a Brindisi cada dos semanas en el Estadio Insular y desde entonces el fútbol se convirtió en una búsqueda constante de la belleza. Todo los balones que tocaba el jugador argentino tenían magia, aquellos pases largos, las combinaciones en corto por espacios casi imposibles o los lanzamientos de falta a la escuadra de la Naciente o de la Grada Curva. Hace unos días me encontré en la casa de mis padres algunas de las revistas Don Balón que yo leía cada sábado como si me fuera la vida en ello. Y en ese repaso encontré evidencias que demostraban que yo no estaba idealizando absolutamente nada. Los más jóvenes no se creen que Las Palmas fuera tan grande como era entonces. Y lo fue mucho más unos años antes, cuando Germán, Guedes, Tonono y compañía casi se proclaman campeones de Liga en Primera División. En esas revistas hay muchas crónicas con las gestas de la Unión Deportiva de finales de los setenta. Fue el equipo que de la mano de Miguel Muñoz se plantó en la final de la Copa del Rey o el que se quedaba cada año entre los cinco primeros de la Liga. En el especial de la temporada 1978-79 aparece mi ídolo de la infancia como el jugador más valorado para la revista Don Balón. Era el más regular y para muchos el mejor jugador de la liga española. Luego regresó a Argentina a jugar con Maradona en el Boca Juniors. A Las Palmas había llegado después de liderar una de las mejores plantillas del Huracán. Lo entrenaba nada menos que Menotti y en aquel equipo jugaba con Ardiles, Larrosa, Houseman o Babintong. Era la época en que a Las Palmas venían extranjeros de postín ya consagrados. Brindisi jugó con Argentina el Mundial del 74, y en ese mismo equipo también estaban Wolf y Daniel Carnevali (que aparece en el décimo puesto de ese ranking de la temporada 1978-79). Comparto esta página del Don Balón y por una vez me quedo tranquilo al comprobar que lo que uno creía grandioso no se convierte en calabaza con el paso del tiempo.

lunes, 12 de enero de 2015

Una patada en la cabeza

Si un alevín le da una patada en la cabeza a otro alevín en un partido de fútbol, y si eso sucede cerca de mi casa, cerca de mi casa y en el fútbol tenemos un grave problema. Lo que pasa cerca de nuestras casas casi siempre se termina representando en el fútbol: esa violencia no se genera solo en los estadios.
Hoy querría escribir de la victoria de Las Palmas ante el Zaragoza, pero las letras se escoran hacia el titular con el que abría el domingo el periódico Canarias 7. Un alevín del Unión Viera pateó la cabeza de un niño de diez años del Huracán. Otras veces hemos leído noticias de otras agresiones en categorías inferiores que han sucedido en Gran Canaria. Alguna vez he asistido a partidos de menores y me he tenido que marchar ante la agresividad de los padres que están en las gradas. Ganar o perder a esas edades debería ser lo menos importante. Todos queríamos ganar cuando éramos alevines, pero nunca se nos ocurrió golpear a un contrario de esa manera, y eso que casi todos nuestros partidos a esas edades eran sin árbitro y se improvisaban en descampados, maretas vacías o solares. Se marcaban los límites y todos los respetábamos. Si un niño no aprende a respetar esos límites siempre será un adulto inadaptado. El deporte debe existir justamente para enseñar jugando lo que luego encuentras en la realidad cotidiana. Para que eso suceda es importante el comportamiento de los profesionales. A jugadores como Valerón o Iniesta habría que hacerles un monumento por lo que contribuyen a ese sosiego en el fútbol y, por ende, en la sociedad en la que son idolatrados e imitados por muchos menores. A otros jugadores, en cambio, habría que recordarles las consecuencias de sus actos cuando agreden a un contrario o se comportan como energúmenos dentro del campo. No solo la euforia es contagiosa. Toda pasión se acaba contagiando, y no olvidemos que el paso de la euforia a la violencia nos robó hace unos meses un ascenso que parecía cantado.
Ese niño agresor no es el único culpable. Para llegar a patear a otro niño en la cabeza tiene que haber visto mucha violencia a su alrededor, y cuando digo alrededor me estoy refiriendo también a la que sale por las pantallas. Para mí el fútbol siempre fue y será una fiesta. Ahora mismo soy el hombre más feliz del mundo viendo cómo Las Palmas camina con paso seguro hacia Primera División; pero la felicidad se ve empañada por esas patadas en la cabeza que ha recibido un niño de diez años que seguro que también sueña, como soñé yo en su día, con vestir de amarillo o con ver a Las Palmas derrotando al Real Madrid o al Barça. Disfrutemos de la alegría de este año, pero no olvidemos lo que está pasando lejos de los focos mediáticos. Al fútbol se gana o se pierde todo el tiempo en muchos estadios; pero hay derrotas en las que lo que menos importa es el resultado.

Artículo publicado hoy en el periódico Canarias 7