martes, 23 de mayo de 2017

La camiseta


Quienes me conocen saben que esta camiseta es especial. Me la han regalado Emilio y Carmen. A Emilio lo conocí hace dos veranos y escribí sobre él. Carmen, su madre, le regaló hace un tiempo un balón firmado por los jugadores e intuía, y no se equivocaba, que a mí esta camiseta de la Unión Deportiva me haría la misma ilusión que a Emilio. Hoy me han dado este regalo y me siento casi como Emilio con su balón. A pesar del nefasto final de temporada, estoy seguro de que el paso de Quique Setién por la Unión Deportiva se recordará, cuando pasen los años, como un momento grandioso del equipo amarillo. Nos volvimos a ilusionar con el buen fútbol y vivimos muchos partidos inolvidables. Los veinte toques y la pared final con espuela y remate acrobático de Boateng en Villarreal, la segunda parte del Bernabéu y muchos pequeños detalles, deslumbramientos que nos parecían increíbles cuando veíamos que el balón se movía por el campo como una estela de sueños.
Hoy me han regalado una camiseta firmada por Setién y por los jugadores que hicieron posible la consecución de ese logro. La guardaré como oro en paño y me la pondré en una de esas finales o partidos decisivos que seguimos soñando los aficionados amarillos. Ese sueño y esa fidelidad a esta camiseta nos seguirá llevando al estadio la próxima temporada. Y la siguiente. Y también la otra que venga. Siempre seguiremos la pista de ese escudo y de esos colores que elegimos en la infancia.




sábado, 20 de mayo de 2017

Los finales equivocados

Fragilidad y derrota. Bochorno. Nueva decepción. Un corolario que nadie hubiera imaginado hace seis meses. La vueltas que da la vida y las inexplicables revolturas del fútbol. ¿Impotencia? Sí, como si nos estuvieran robando el tiempo. ¿Vergüenza? El consuelo que nos queda es que Las Palmas se haya despedido de fucsia y no de amarillo.
Pero hay que tener cuidado con las inercias porque son más determinantes de lo que creemos. Las inercias y las confianzas. El fútbol es confianza, creencia de que eres realmente mejor de lo que todos piensan, afán de superación, amor a tu camiseta y compromiso con lo que haces. La pasada temporada terminamos en subida y seguimos subiendo luego hasta el mes de diciembre. Este año la caída ha sido imparable, tan imparable que estamos en Primera por los pocos puntos que bastaban para salvarse, por el nivel tan bajo que había en la categoría y por el compromiso y la ilusión que traíamos del pasado. Todo salió mal. Todo salió peor de lo que cualquiera de nosotros hubiera imaginado cuando nos comíamos las uvas del Nuevo Año. Ni sigue Setién, ni queda nada de aquel juego que nos deslumbraba. El equipo acabó como esos juguetes rotos que ya no tienen más arreglo que el olvido o el milagro de un tiempo que los reviva de nuevo. Hay mil maneras de despedirse dignamente, pero la Unión Deportiva no ha encontrado ninguna de ellas. Cada partido ha ido empeorando esa despedida. Uno prefiere un final con silencios, sin estridencias, y ya no digo un final brillante, porque hace muchos meses que perdimos la fe en la brillantez pasada que nos brindó este equipo. Lo mejor es que todo esto terminara cuanto antes. Es lo que agradecemos cuando estamos leyendo un mal libro o cuando vemos una pésima película. Es cierto que cuando leíamos las primeras páginas todos soñamos con una obra maestra, pero las obras maestras requieren muchos compromisos, pocas vanidades y ninguna soberbia. Solo se crece desde la humildad y desde el aprendizaje diario. Los humanos que se endiosan se idiotizan, o pierden esa grandeza que justamente tenían por escapar de los egos y de las arrogancias. Ganamos el primer partido fuera de casa y en ese momento no sabíamos que comenzaba y terminaba el sueño al mismo tiempo, y que lejos de casa no íbamos a ganar ningún otro partido.
Yo pensaba que a lo mejor contra el Deportivo podíamos cerrar el círculo con una victoria postrera, pero está claro que desde que el vestuario se quebró, y que desde que Setién anunció que se iba, ya todo estaba perdido. Ahora solo queda el olvido, el paso de ese tiempo que logre atemperar la decepción tremenda que sentimos. Un sueño roto. Un barco a la deriva. Nos volveremos a ilusionar. Siempre ha sido así, pero primero tendremos que digerir todo el desastre de los últimos partidos y recoger muchos cristales rotos que seguirán abriendo heridas. Qué lástima que todo lo bueno lo echemos a perder de una forma lastimosa. Qué pena que nada haya sido como casi todos soñábamos hace unos meses. Está claro que no aprendemos a escribir finales. Y quien no sabe escribir finales termina matando casi todos los principios. No era esto lo que uno querría haber escrito para la última crónica de una temporada que soñábamos grandiosa y que termina como esas mansiones oscuras y tristes que encontramos a veces en medio de las tierras baldías.




domingo, 14 de mayo de 2017

Una digna despedida

Nada que reprochar. Nada que ver con los últimos partidos. Enfrente estaban tres de los diez mejores delanteros del planeta. Era previsible la derrota, pero hay mil formas de perder y otras tantas de ganar. Salimos con intensidad, movimos el balón y fallamos, como casi toda la temporada, en las áreas; pero no hubo ni silbidos ni reproches. Hubo algún quizás, como el de la tarjeta roja que tuvo que ver el defensa Digne cuando Jesé se iba solo hacia la portería azulgrana. En ese quizá, dejando al Barça con uno menos, pudo estar el partido, pero eso es mucho soñar para los equipos pequeños.
Luego llegaron los destellos de calidad, los pases precisos, los remates certeros, los goles inevitables. Y comenzó la segunda parte, y nuestro equipo volvió a ser el que vimos durante buena parte de la temporada, y nos fuimos arriba, y marcamos un gol y creímos en el milagro de la remontada. Pero volvió el zarpazo y la evidencia, y el Barça marcó el tres a uno tras el gol de Bigas culminando un excelente contraataque. Y más tarde llegó el tercer gol de Neymar con un toque sutil y perfecto. Pero aun así seguimos compitiendo y siendo dignos, despidiendo la temporada sin ridículos y sin acciones vergonzantes.
Era el último partido de Setién y de Sarabia. Las despedidas casi nunca son como uno soñaba. Luego es el tiempo quien se encarga de conservar lo que realmente mereció la pena que se salvara. Cuando empezó esta temporada recuerdo que escribí que había que soñar fuerte, y así comenzamos, jugando y soñando tan fuerte como no lo hacíamos desde hacía cuarenta años. Quedarán destellos que les contaremos a nuestros nietos, la jugada de los veinte toques y las paredes con espuela incluida y remate acrobático del partido contra el Villarreal, la segunda parte en el Santiago Bernabéu, el encuentro contra el Sevilla de la primera vuelta o aquel delirio que vivimos contra el Granada. De eso es de lo que se nutre la épica del fútbol. Para la memoria lo de menos es el resultado.
Éramos un juguete roto hacía algunos meses, pero contra el Barça, aun siendo goleados, no tengo nada que reprochar a mi equipo. Nos quedará la memoria y todos esos niños con las camisetas por las calles como no se veían hacía años. Seguro que volveremos a ser mejores y a ser peores, pero nadie nos quitará el orgullo de los días grandiosos en que Setién estuvo entre nosotros. A veces la bonanza es el peor enemigo, y el halago, y la pérdida de objetivos, pero estoy seguro de que todos esos jugadores recordarán estos días con la misma grandeza en el futuro. Seguiremos regresando al estadio y siguiendo al equipo porque eso es lo que hemos hecho siempre, cuando estábamos en tierra de nadie o cuando parecía que íbamos a desaparecer entre deudas y desmanes. Siempre ha sido así. Y lo que nos consuela es que estaremos en Primera División el próximo año y que todos esos niños que vieron los grandes partidos de la era Setién ya contarán con esa reserva de la épica con la que contamos otras generaciones cuando vimos jugar a Germán, a Brindisi o a Koke Contreras. Lo bonito sería ganar el último partido. Hoy pasó un vendaval de talento y prodigio por el estadio de Gran Canaria. Así es el fútbol y así tratamos de escribirlo. Otra cosa es lo que soñemos o lo que sigamos deseando. Esos sueños nos seguirán llevando al estadio, y nadie nos quitará esa fidelidad amarilla que solo se entiende desde la bendita irracionalidad de un deporte que nos sube y nos baja de las nubes como hace la vida varias veces cada día. Gracias Setién por todo lo vivido.

sábado, 6 de mayo de 2017

Fútbol a deshoras

Un sábado a las doce del mediodía solo jugaban los alevines o los infantiles, o había algún partido de veteranos, o quedábamos los amigos para jugar al futbito o para creernos Brindisis o Moretes en cualquier solar que convertíamos en un estadio con cuatro piedras y un balón de reglamento. Pero es que ahora se está jugando al fútbol en España y se tiene la mente puesta en las audiencias de Hong Kong o de Melbourne, o se separan los partidos para que se apueste hasta por el minuto en el que va a disparar a puerta cualquiera de los dos equipos por vez primera.
Nosotros llegábamos a Gijón como esos caminos que aunque lleguen al destino se ven sometidos a un calvario a medida que van dando pasos. Nuestro final de Liga parece casi una Odisea como aquella que alejaba a Ulises de Ítaca y de Penélope. El Sporting, un equipo cercano, parecido a Las Palmas, se jugaba media vida en ese partido y los aficionados amarillos, la verdad, ya no sabíamos qué nos íbamos a encontrar cuando comenzara el encuentro. En ese estadio logramos el pase a la final de la Copa del Rey hace muchos años, y en mi memoria siempre conservo las alineaciones de los dos equipos que fueron grandes en los setenta y que llevan años viviendo al borde del abismo. Por suerte El Molinón sigue siendo el mismo, uno de los pocos estadios en los que el fútbol es fútbol también por lo que representa el espacio, por todo el eco de la historia que allí se ha vivido.
Las Palmas jugó hoy con Jonathan Viera, y cuando eso sucede se traza el fútbol nuevamente sobre el terreno de juego. No jugamos mal en la primera parte, no salimos con la caraja ni fuimos goleados a las primeras de cambio. Sin embargo, y aunque no me gusta personalizar, la lesión de David Castellano y la salida de Hélder Lopes cambió el destino del partido. El jugador portugués creo que no está para jugar partidos en Primera en una liga tan exigente. Falló mucho y erró en el gol del Sporting. Perdimos uno a cero en la penúltima oportunidad que teníamos para acabar con el baldón de los partidos fuera de casa. Nos queda Riazor como última oportunidad para no terminar esta temporada con unos números tan parcos lejos de Canarias.
La semana que viene llega el Barça jugándose la Liga y nos apuntará ese foco del protagonismo que casi siempre pasa de largo. Creo que debe ser el momento para que este equipo se despida en casa dejando una estela inolvidable. Perder o ganar es lo de menos. Lo que queremos es volver a encontrar aquellos destellos de hace apenas unos meses. Es imposible que se hayan olvidado de la belleza. La belleza anida siempre en los adentros de quienes la vivieron un día. Nuestros jugadores conocen el camino. Y Setién y Sarabia creo que merecen un partido inolvidable en su despedida. Y se lo merecen todos los aficionados amarillos que este año vimos, después de muchas décadas, esa luz al final del camino que nos seguirá llevando al estadio en busca de esos sueños que sabemos que a veces se vuelven tan reales que parecen mentira.