martes, 11 de diciembre de 2018

Los vaticinios

No hacía falta que se abriera el cielo y apareciera un santón prediciendo el futuro, tampoco había que buscar sortilegios extraños ni preguntarle a ningún gurú con gesto reconcentrado. Lo peor es que tampoco había que entender mucho de fútbol. Lo que sucede en la Unión Deportiva lo veníamos viendo la mayoría de los aficionados desde hacía muchos meses. Viene el Tenerife, y ya sabemos que en un derbi puede pasar cualquier cosa, pero un derbi no es una Liga, no es una suma de partidos, son encuentros que se juegan de otra manera: la propia energía de la grada lleva a los equipos en volandas. Pero los puntos valen lo mismo. Cambiar de entrenador y obtener un solo punto en tres partidos en un fracaso estrepitoso.
El año pasado se fue Manolo Márquez y no estábamos en puestos de descenso, y luego ya saben lo que sucedió con la llegada de Pacos que hicieron de su capa un sayo y nos vendieron las motos con mil gestos desafiantes antes de que nos fuéramos de la Primera División. Recibir ocho goles en dos salidas, y no contra el Real Madrid y el Barcelona, ni tampoco contra el Málaga o el Granada, sino contra el Cádiz y el Lugo, hace que se nos enciendan todas las alarmas y que ya miremos más hacia abajo que hacia arriba en la tabla clasificatoria. Y ahora mismo, qué quieren que les diga, da mucho miedo pensar en el futuro con una defensa que hace aguas por todas partes y con un equipo que sigue careciendo de sistema de juego o de proyecto más o menos reconocible.
Lo dijimos muchas veces: queremos jugadores de la cantera, y así fue como volvimos a brillar en élite, con Viera, Tana, Vicente Gómez, Roque Mesa y compañía, pero de repente la cantera desapareció del equipo, y lo ha hecho justo cuando está realizando un buen papel en Segunda B. Podemos entender una caída como un tránsito con canteranos para subir de nuevo con más fuerza, pero asistir a esta debacle con jugadores fichados a golpe de talonario es lo peor que le puede pasar al aficionado de un equipo que siempre ha defendido el valor de su cantera. Y no solo es caer sin canteranos, es hacerlo también traicionando todos nuestros principios y ese juego de toque, con imaginación y con poesía, que vieron nuestros abuelos y que nosotros disfrutábamos hasta ayer mismo. Lo de ahora, como decía al principio, era un vaticinio fácil, una consecuencia de la ilógica y de la soberbia, pero esa arrogancia y esa prepotencia puede acabar con un sueño de muchos años. Ojalá sea el Tenerife el punto de inflexión que necesitamos, pero lo que me temo es que pase lo que pase en el campo, el problema de Las Palmas tiene que ver más con los despachos que con el terreno de juego.

martes, 4 de diciembre de 2018

Las páginas en blanco

Siempre repito en los talleres literarios que imparto que no creo en la página en blanco, que si vivimos, respiramos y miramos lo que acontece alrededor siempre encontraremos algo sobre lo que escribir: el sabor de la magdalena de Proust, un olor, un recuerdo, o el canto de un pájaro que nos acaba recordando el canto de otros pájaros lejanos. Lo que no pensaba es desdecirme nunca de esa afirmación, pero viendo a la Unión Deportiva Las Palmas lo normal es que la página se me quedara en blanco. Ni juegan a nada, ni proponen, ni hacen rememorar el toque de otros jugadores que nos hicieron disfrutar con el fútbol, ni ganan, ni pierden, vamos, un horror. Lo peor de todo eso es que si no reaccionamos nos podemos ver a las primeras de cambio en los puestos bajos de la tabla, o en esa tierra de nadie en la que no interesa si juegas un viernes o un domingo porque sabes que no vas a encontrar nada, ni emoción, ni diversión, y en un momento determinado ni siquiera enfado.
Las Palmas ha ido anestesiando poco a poco a sus aficionados, alejándolos del estadio y de las pantallas de la tele, y ahora lo que provoca es una especie de indolencia extraña, porque sí nos duele su deriva, cómo no nos iba a doler, pero es un dolor como soñado, como si lo viéramos desde tan lejos que ya no nos quita el sueño. También debe ser la costumbre, el comprobar que jornada tras jornada se repiten los mismos errores, entrene quien entrene y juegue quien juegue. No hay orden, jugamos diez minutos al patadón y cinco minutos al toque en corto y la combinación (disculpen la exageración: no damos más de cinco pases seguidos desde hace meses). Todos esperábamos la reacción con Herrera, pero por más que se desgañite en la banda, que en eso es verdad que no le vamos a quitar ningún mérito, no hay nada que hacer si no jugamos por las bandas y si no dominamos el centro del campo. Nunca he sido entrenador, pero desde niño aprendí que el busilis del fútbol está en el centro del campo, y si no en el juego rápido por las bandas, o en el contraataque, pero no en esa acumulación de jugadores que acaban molestándose entre sí. Bueno, al final he logrado escribir unas líneas. Del partido contra el Oviedo apenas he escrito nada, pero es que donde no hay ni juego, ni coherencia, ni emoción, y donde ni siquiera tiembla el pulso por la incertidumbre del resultado, hay poco que escribir. Ponemos empate a cero por poner algo. Un empate a cero, como ustedes comprenderán, es casi siempre una página en blanco para un equipo que nos decían que se saldría de la clasificación antes de las navidades.