martes, 29 de octubre de 2019

La elegancia de la garza real

Regresas porque siempre atisbas a lo lejos una luz que alumbra nuevas esperanzas. También sigues caminando porque confías en ese reflejo lejano que se empeña en que sigas buscando la belleza más allá de la noche y de las sombras. Uno se aleja del fútbol cada cierto tiempo, y sobre todo en estos tiempos en que el deporte se ha vuelto mercantilis-ta, soporte de casas de apuestas y, en muchos casos, hervidero de fal-sos mitos, ídolos de pacotilla a los que se le ven los sombrajos en el primer control de balón o cuando intentan un regate.
Yo vengo de ver durante muchas noches de mi infancia a Germán Dévora y a Brindisi, y eso, claro, hace que no me den gato por liebre, porque encima luego tuve la suerte de ver jugar a Maradona, y entonces sí que ya no hay fenómenos a no ser que se llamen Valerón, Messi, Iniesta, David Silva o Jonathan Viera. Pero ya digo que decidí alejarme un poco, quizá por la decepción de los años que siguieron a Setién y por la deriva caótica del equipo amarillo, y porque además este tiempo ha coincidido con la retirada de muchos de los futbolistas que le han dado a España sus mejores años de fútbol. Pero llegó Pedri. Recuerdo un titular de esta pretemporada de Ignacio Acedo en Canarias 7 en donde decía que tenía algo de Valerón, de Iniesta y de Messi. Casi llamo a Nacho para decirle que era un exagerado o un vendemotos; pero no, Pedri tiene un poco de todos ellos y mucho de sí mismo, de genio, de jugador que marcará una época si tiene suerte, le respetan las lesiones y mira a jugadores como David Silva a la hora de habitar la realidad que queda lejos del oropel y de los focos.
Uno regresa cíclicamente siguiendo los pasos de jugadores como Pedri González. Ver jugar a la Unión Deportiva cuando él está en el campo, o cuando se asocia con Jonathan Viera, es como volver a soñar con los ojos abiertos, y seguirlo en un Mundial sub 17, como el otro día contra Argentina, es asumir que será un jugador de los que marcarán una épo-ca, por su desparpajo, por su atrevimiento, por su inventiva y por ha-cer algo diferente al resto: inventar una fantasía donde solo había un balón y unos metros de césped, driblar con la cintura o fintar con un escorzo que deja sentado a cualquier defensa.
Pedri es como una garza real, siempre con el cuello levantado y la frente alta, mirando el desarrollo de la jugada cuando ni siquiera ha comenza-do a dibujarla, el que ve ese pase imposible entre tres contrarios, el que se adentra entre esos contrarios casi confiando en que es un elegido de los dioses, el que consigue que regresemos a la infancia durante un rato. Ya hace tiempo que asumimos la condición efímera del talento en la ca-sa del equipo que no se mueve en las cifras estratoféricas de ese gran disparate que se está gestando últimamente alrededor del fútbol; pero Pedri hará que nos olvidamos de todo lo prosaico y de lo inevitable y que volvamos al estadio, o al canal de la tele en el que esté jugando, y lo buscaremos siempre que atisbemos ese andar cansado, tan de Guedes, que de repente se vuelve una estela inalcanzable para los defensores que no entienden cómo los ha dejado atrás por donde parecía que no había más que un muro infranqueable.
Lo bueno de todo esto es que otro jugador que será leyenda habrá ves-tido de amarillo, aunque solo fuera, como Juan Carlos Valerón en sus inicios, efímeramente. A mí me ha devuelto a la querencia del fútbol, porque su fútbol es el fútbol que siempre busco en todos los terrenos de juego, el que le vi jugar a Germán o a Brindisi, el que nos enseñó Mara-dona para que nunca nadie nos vendiera humo antes de que ardieran lentamente los rescoldos, ese calor que no quema pero que perdura en la memoria para siempre como una llama tibia y cercana.


lunes, 14 de enero de 2019

El pie de rey

Casi tres meses sin ganar un partido. Mucho tiempo. Mucha zozobra. Mucho miedo a caer de nuevo en aquel abismo del que nos costó salir tantos años. Ganamos por goleada al Osasuna. Nos quedamos con eso. También con poder mirar hacia abajo en la tabla clasificatoria viéndonos más lejos del descenso y reconociendo un horizonte que, aún muy lejano, por lo menos no parece ya imposible.
Pero no se puede sacar pecho ni salir como si hubieras ganado la Copa de Europa por haber vencido al Osasuna una tarde fría de enero. Para hacer eso hay que ganar ahora durante, por lo menos, tres meses seguidos. Si logramos una continuidad de resultados, sí que ya podremos empezar a celebrar algo. Porque, además, lo del sábado no fue un proceso de consistencia y de estilo de juego. Se ganó con la fortuna que nos había faltado en otros partidos en los que luego acabamos goleados. No podemos olvidar eso. Los jugadores tienen que creer en sí mismos con cualquier resultado, y tienen que saber que si no marcan en el minuto cinco o en el minuto treinta de partido no pasa nada, ni siquiera aunque el contrario se ponga por delante en el marcador. Creo que esa es la clave, terminar con la fragilidad mental y anímica de una plantilla que, por nombres y por calidad, tendría que estar luchando por el ascenso directo.
Sigo diciendo que Herrera no tiene estilo de juego, pero, si consigue que los jugadores se motiven y luchen, todos firmamos su continuidad porque su suerte será nuestra suerte. Será más fácil jugar sin tanta presión y sin ver que un resbalón más te puede hundir donde a veces no vale ni el talento ni la destreza. Lo que no entiendo tampoco es cómo Fidel Chaves puede estar tanto tiempo en el banquillo o por qué no se apuesta más por los canteranos. Los dos partidos que ha jugado Eric Curbelo son un claro ejemplo de que nuestra cantera está capacitada para dar el salto en cualquier momento al primer equipo como lo dio en su día Juani pasando del Unión Chile a la Unión Deportiva Las Palmas cuando estaba en Primera. Seguiremos criticando la indolencia, los equipajes verdes que no nos representan y las constantes contradicciones técnicas que salen de la casa amarilla, pero que no se equivoquen los que ahora sacan pecho por una goleada azarosa. La asistencia al estadio de Gran Canaria es el pie de rey que deben utilizar para medir lo que están haciendo. Demandamos más humildad, más respeto por nuestros colores y más coherencia. Todos queremos ganar. Eso es innegociable; pero no a cualquier precio.

miércoles, 9 de enero de 2019

Pedrada a pedrada

Era el día en que desmontábamos el portal de Belén y quitábamos los adornos del árbol de Navidad. Ya hoy parece que ese ayer cercano pasó hace mucho tiempo, pero esa sensación de fin de fiesta es lo que transmite la Unión Deportiva, un equipo que ya no esconde su condición mercenaria con ese verde que cada día nos aleja más de la esencia y que ha conseguido lo que parecía imposible: la indiferencia de muchos aficionados que no admiten que se juegue con algo casi sagrado, porque sagrado es todo lo que nos une a la infancia, y que se atente contra la memoria y contra quienes fueron haciendo que el azul y el amarillo (esos colores que ahora están empeñados en que desaparezcan de nuestra memoria) escribieran una historia que para muchos de nosotros aún retumba en los ecos del Estadio Insular, en aquella cercanía que se ha ido perdiendo casi sin que nos diéramos cuenta. Yo creo que un jeque árabe no hubiera alejado tanto a Las Palmas de sus aficionados. Ojalá llegue algún día uno de esos inversores extranjeros como los que han llegado al Manchester City, al Liverpool o al Chelsea. Esos equipos conservan el color de sus camisetas, el amor de sus aficionados y el compromiso de sus jugadores. Si no coinciden esos tres factores: la afición, el respeto a tu historia y el compromiso de los que juegan, no hay más salida que el fracaso. Quienes mandan tienen el deber de hacer coincidir esos tres movimientos, pero quien manda en la UD lo primero que hace es pintarla de verde como si fuera un macetero o una pared sin importancia.
Hemos pasado de jugar en grandes estadios a disputar los partidos en los campos de entrenamiento de los equipos de Primera. Esta debacle comenzó hace unos meses en el partido de Copa contra el Rayo Majadahonda. Aquella eliminación inesperada en nuestro estadio fue el principio de una pesadilla que cada día se complica más y que, de repente, nos tiene mirando más hacia los puestos de descenso que hacia aquel ascenso que entonces parecía algo lógico teniendo en cuenta la calidad de la plantilla y el proyecto que nos vendieron a bombo y platillo con Manolo Jiménez.
Nos dicen que el equipo se mostró seguro en defensa y que sumamos un punto: si ese es el objetivo jugando con el Rayo Majadahonda en el Cerro del Espino, creo que buscar cualquier otra ambición sería como esperar que se abrieran los cielos y aparecieran Germán y Brindisi gobernando el centro del campo de la Unión Deportiva. Lo único que espero es que esa defensa nos mantenga en la Liga Adelante con un gol, aunque sea de rebote, de vez en cuando.
Lo que encontramos es un equipo sin posesión, que gusta del patadón y que estila un juego insulso que se convierte en una penitencia para quienes lo observan. El Rayo Majadahonda, con todas sus limitaciones, sí jugaba como nosotros cuando éramos nosotros, combinando desde atrás, evitando ese despeje a tierra de nadie, confiando en que el balón, como siempre repetía Setién, te devuelva lo que tú le das, lo que tú le propongas, un verso o una pedrada, y está claro que hace tiempo que la Unión Deportiva apostó por la pedrada más que por el arabesco. Y pedrada a pedrada han ido destrozando un sueño.