domingo, 28 de noviembre de 2010

El disparate

Si se acaba la emoción desaparece la magia. Los amores mueren muchas veces cuando tienen que enfrentarse a las necesidades materiales y alimenticias. Uno no se puede pasar toda la vida contemplando puestas de sol o besando románticamente en los bancos de los parques. La hipoteca, la inestabilidad laboral o el recibo de la luz acaban muchas veces con ese idilio que uno pensaba disfrutar toda la vida. Lo prosaico mata lo poético y el dinero envilece casi todo lo que toca. También el fútbol, que era una pasión a salvo justamente por lo que tenía de incongruente, de sorpresivo y de épico. Ahora está en manos de la televisión y de cuatro ejecutivos que sólo buscan la rentabilidad y el negocio. Si alguien nos hubiera dicho hace años que el Barcelona jugaría contra el Real Madrid un lunes por la noche lo hubiéramos tomado por un aguafiestas. Pero las teles emiten partidos los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados, y por supuesto también los domingos. Los ponen a cualquier hora y de cualquier Liga. El fútbol se ha convertido en un disparate que puede morir por saturación de intereses y de goles.

Supongo que serán cosas de la aldea global. También es verdad que en medio de esa alocada programación de partidos nos vamos aproximando otra vez a lo más cercano. Paradójicamente lo global activa luego lo local. Por eso estamos mirando tanto hacia la Unión Deportiva nuevamente, sobre todo si juegan canteranos que aún podemos reconocer por la calle. El Madrid y el Barcelona juegan otra competición. Parecen los globetrotters de gira por España. Sólo hay emoción cuando disputan la Liga de Campeones. No creo que tarden mucho los de la UEFA en montarse una Liga Europea de fútbol similar a la NBA, con franquicias, sin descensos, y con más anuncios de refrescos, hamburguesas y zapatillas deportivas que deporte. No sé para qué perdemos el tiempo viendo partidos de Primera División. Con seguir los dos clásicos tendríamos de sobra. El dinero marca la diferencia. En una competición regular es casi impensable la sorpresa si de entrada un jugador de un equipo cobra lo mismo que los veintidós del otro. Es una cosa de locos. También resulta incongruente que sigamos el partido del Madrid contra el Barcelona con corazón de lunes y viendo tan lejos el próximo fin de semana. Todavía un miércoles, aun incordiando, era más llevadero, pero pasar a un lunes este enfrentamiento es quitarle el carácter sagrado que siempre ha tenido para los buenos futboleros. Ya nada importa. Mandan las apuestas, los anuncios, las televisiones y los cuatro ídolos engominados e inmaduros. Los que aún queremos mantener a salvo el romanticismo tendremos que tirar de la épica. Los futbolistas ya sólo son iconos de máquinas tragaperras.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La noria

Cuando llegamos hoy al estadio de Gran Canaria nos encontramos una gran noria. En principio no estaba funcionando, pero no recordábamos que la vida y el fútbol se mueven con los mismos ritmos y las mismas subidas y bajadas que las norias. Unos días estás arriba y otros abajo. Unas noches tocas el cielo y otras te acercas peligrosamente al infierno. Hoy nos tocó terminar arriba, en lo más alto, ganando y respirando satisfechos al final del partido. Quince minutos antes del final estábamos abajo, y la verdad es que veíamos difícil que el mecanismo del azar se moviera y nos volviera a elevar a las alturas. Otros partidos habíamos caído en los últimos minutos. Hoy ganamos. Siempre he escrito que la suerte no iba a estar eternamente en nuestra contra. Pero también he sostenido que la suerte sólo la encuentra quien la busca. Me quito de nuevo el sombrero ante Paco Jémez. Fue fiel a su estilo y le ganamos a un señor equipo que podría estar perfectamente en Primera División.

Jugó Jorge Larena y ganamos el partido. No tuvo la soltura ni el desparpajo de los que llevan muchos partidos, pero logró mantener el equipo armado y supo poner la inteligencia en todo lo que intentaba. Les recuerdo que Josico, la temporada pasada, cuando jugaba tan poco como Jorge en ésta, parecía un jugador acabado, y ya ven ahora cómo está rindiendo cuando sale al campo. Por tanto hemos recuperado a Jorge para el resto de la temporada. Y también hemos descubierto que su alumno más aventajado, Vicente Gómez, tiene mucho que decir en el futuro. Me gusta la demarcación en la que ha jugado hoy, y sobre todo me gusta cómo lo ha hecho. Puede ser la combinación perfecta de Busquets y de Juan Guedes. Ojo al futuro que viene de la mano de Vicente Gómez. Partidazo a pesar de algunas precipitaciones. Otro mérito de Paco Jémez su reconversión en el campo.

Pero quien estaba en el terreno de juego era Jonathan Viera, y eso son ya palabras mayores. Cuanto más lo veo jugar más entregado estoy a su forma de entender el fútbol. Somos unos afortunados por tenerlo en nuestro equipo. No sé lo que aguantará porque vendrán muchos grandes a intentar ficharlo, pero los dos o tres detalles que nos deja en cada partido nos seguirán llevando al estadio cada quince días como quien acude a ese restaurante en el que sabes que siempre hay alguna delicatessen que quedará grabada para siempre en tu recuerdo más sibarita. Lo mismo podría escribir de Vitolo. Desde que coja el ritmo volverá a llenar de sutileza y poesía el juego de su banda.

Hoy no voy a escribir del árbitro. Me molesta que haya expulsado a Jémez. Habría que sacarlo en volandas de los estadios por su contribución al fútbol bello y al espectáculo. Era mentira que no sabíamos ganar. Ganaremos muchos más partidos y estaremos arriba toda la temporada, pero no me gustaría estar en la piel de Paco Jémez. Tiene una veintena de jugadores que pueden jugar y que merecerían ser titulares indiscutibles. Qué me dicen de las jugadas de Pedro Vega o del gol de Quiroga, otro que se suma a la fiesta. Les recuerdo que no pudieron jugar Josico, Guayre o David González, y que no olvidamos a Juanpe o a Armiche. No éramos unos locos soñadores. La noria se movía con su propio mecanismo, pero más tarde o más temprano iba a terminar poniéndonos a la altura de nuestro fútbol y de nuestro compromiso con el espectáculo. Hoy estamos todos un poco más felices.

PD: Le pediría al responsable de la megafonía del estadio que no nos silenciara poniendo el himno a todo volumen según pita el árbitro el final del partido. Hoy nos hubiera encantado que los jugadores hubieran escuchado el eco ensordecedor de nuestros aplausos. También el otro día, contra el Girona, dejaron que el árbitro se marchara sin escuchar la música de viento que mereció su desvergüenza.

Un sueño cumplido

Hoy Vicente Gómez se habrá despertado comprobando que a veces los sueños se cumplen. De niño siempre iba al estadio Insular a ver cómo jugaba Jorge Larena, cómo controlaba la pelota o cómo buscaba los desmarques de los compañeros. Él no le decía nada a nadie, pero se imaginaba jugando junto a Jorge con la camiseta amarilla, recibiendo sus pases y celebrando los goles. Con el tiempo, Jorge salió a recorrer mundo y Vicente se quedó subiendo los distintos escalones que conducen a los objetivos que uno se plantea confundiendo siempre los sueños con una realidad que a veces se empeña en echarlos abajo. Hoy, al paso de muchos años, se verá saltando al campo con su ídolo y recibiendo sus consejos cuando falle un pase o se equivoque en la manera de interpretar una jugada. Se sentirá más tranquilo teniendo a Jorge a su lado. Y Jorge, claro, sabe que está ante su gran día. No creo que estuviera tan ansioso desde que debutara con la Unión Deportiva. Los que admiramos su fútbol cruzaremos los dedos cada vez que el balón pase por sus pies. Les deseo a ambos toda la suerte del mundo. Sus destinos han terminado reencontrándose. Ahora falta que el azar juegue junto a ellos. Reconozco que hoy iré al estadio de Gran Canaria con una ilusión tremenda. Me sigue fascinando la apuesta de Paco Jémez: es valiente, sabe lo que tiene que hacer en cada momento y sigue apostando por la belleza y por el buen fútbol. En un partido como el de esta tarde, casi todos los entrenadores que hubieran estado en su lugar habrían optado por un centro del campo defensivo. Se merece todos los éxitos del mundo por esa osadía y esa fidelidad al fútbol que nos seduce. Espero que Vicente Gómez y Jorge Larena contribuyan a embellecer su propuesta. De momento, el sueño de los dos se ha hecho realidad.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ganar, perder y seguir jugando

El fútbol te enseña que la derrota es pasajera, que todo cambia en un par de partidos o de temporadas, y que, más tarde o más temprano, ganamos de nuevo y nos sentimos los seres más afortunados que han pisado la tierra. También la victoria se pierde por el escotillón del olvido. Realmente lo que disfrutas es cada paso que vas dando hasta conseguirla, y luego, cuando ya has ganado, llega poco a poco la desmemoria. Muchas veces es más épico el sueño de la victoria que la propia victoria; pero puestos a elegir, tanto en la vida como en el fútbol, apostamos por ganar en cualquier parte.

Lo que no vale es ganar de cualquier manera. Una victoria al patadón satisface y te hace vibrar cuando levantan la copa, pero luego te queda el regusto amargo de no haber visto ni un pase inolvidable que compensara los noventa minutos. Si Puyol no hubiera marcado cuando España jugó con Alemania en el último Mundial, y finalmente hubiera sucedido lo que casi siempre pasa con Alemania, que gana en el último minuto o en los penatis, todo hubiera sido olvido desde aquel día. No soportamos la derrota, ni siquiera jugando bien, y el resquemor del recuerdo de lo que pudo haber sido hace que nos olvidemos cuanto antes de ese partido. Si jugamos de maravilla y ganamos sí que conservamos esa victoria como oro en paño para el resto de nuestros días. El fútbol, por tanto, te enseña desde niño a relativizar y a valorar las cosas en su justa medida. Lo que vale es seguir jugando y apostando por el futuro. Da lo mismo donde estemos ahora. Hay apostar siempre por los grandes sueños. Que se cumplan o no es lo de menos. Lo importante es poder seguir viviendo en ellos, seguir jugando.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Una pésima digestión

Nada es casual. Hoy perdimos. Perdimos con Carril en el campo y con Jorge Larena en el banquillo. El partido empezó con música de Albinoni en honor del gran Carmelo Campos. Albinoni fue lo único bello del encuentro. Esta vez no hay árbitro que nos excuse. Entiendo a Paco Jémez. Él sabe por qué dijo lo que dijo la pasada semana sobre los errores infantiles. Jamás cuestionaré a Jémez. Valoro su osadía, su apuesta por el fútbol bello y hasta los riesgos que luego nos acaban destrozando; pero no entiendo su apuesta por Dani Carril y su ninguneo a Jorge Larena. Vicente Gómez es un grandísimo jugador que dará muchas tardes de gloria a Las Palmas, pero ganando dos a uno y con el Salamanca a punto de tirar la toalla fue un pecado casi mortal no haber dejado el centro del campo en manos de alguien con la veteranía y el saber hacer de Jorge.

Me quedo con el partidazo de Juanpe. Espero que Jémez empiece a valorar al de Arinaga como merece y se olvide de los despistes y de las salidas de tono de Samuel. Faltaba Josico. Eso lo notamos todos cada vez que atacaba el Salamanca. Tampoco fue el día de David González. Perdió muchos balones comprometidos y no se mostraba tan talentoso como en los partidos anteriores. Hoy hemos aterrizado en la realidad de la Segunda División con un equipo que creo que tiene todas las papeletas para subir a Primera División. Sigo creyendo en Las Palmas, pero no concibo que haya cometido diecisiete faltas por siete del Salamanca, ni tampoco me vale perder metiendo a un defensa para contener el resultado. La entrada de Aythami fue una traición a nuestra filosofía que se acabó pagando. Ya nos pasó lo mismo con la entrada de Pollo en el partido contra el Elche. O vamos o no vamos. Si dudas te quedas en tierra de nadie, y ya sabemos que al camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Lo que espero es que no nos pongan más partidos a esta hora. Ganes o pierdas, con los nervios se te echa a perder el almuerzo. Esta es una hora para que jueguen los veteranos o los benjamines. No entiendo este negociado inconcebible del fútbol y de las televisiones. Eso sí, me gustó más la narración de Marca Televisión que la del Plus en el partido contra los ilicitanos. Tenían más referencias, tiraban de historia y a veces sabían de lo que estaban hablando. Digo a veces porque ni Jonathan Viera jugó en el Universidad ni tampoco comprendo cómo se pudieron olvidar de Carnevalli cuando hablaban de los porteros de la Unión Deportiva. Internet y la bisoñez tienen esas cosas, que se van a la wikipedia y tiran del gran Pepín Casas pero luego se olvidan de lo que nos acordamos casi todos los buenos futboleros. Carnevalli, al margen de las palomitas y de las estiradas que vimos en mil noches inolvidables en el Insular, fue el portero de Argentina en el Mundial 74. Por tanto, Marca, primero que nada hay que tener un respeto a la historia y a los mitos. Espero que el gran Paco García Caridad, que sí sabe mucho de la Unión Deportiva, les dé un tirón de orejas a esos pitagorines de la wikipedia. Hablaban de los setenta y del subcampeonato de la Copa del Rey, pero confío en que García Caridad les dé lo antes posible una rápida lección de Guedes, Tonono, Germán y compañía, de un subcampeonato de Liga, de una eliminación al Torino, que era lo que hoy puede ser el Inter de Milán, o de aquella épica victoria al Millonarios de Di Stéfano y Pedernera. Pero de la historia no comemos. Ahora viene el Rayo. Ya esto es pasado, como aquel pasado glorioso y tristemente efímero. Empecemos de nuevo en ese próximo partido en el Gran Canaria. Espero que Jémez recuerde que hay un jugador llamado Jorge Larena en el banquillo. Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Carril, les recuerdo, ya ha tenido por lo menos dos, la del partido del Girona, que era para haberlo borrado de la alineación, y la de hoy, de juzgado de guardia. Que vuelva Ruymán o que se le dé una oportunidad al lateral izquierdo de Las Palmas Atlético o de los juveniles A, B o C. Cualquiera menos este Carril que encima tampoco es una apuesta de futuro. El del Rayo Vallecano será otro partido. El de hoy mejor lo olvidamos. Ha sido una pésima digestión.

martes, 16 de noviembre de 2010

A Jorge Larena



No sé qué te habrán contado de los héroes y de los mortales. Aquí todos venimos a sobrevivir, pero cada uno tiene una virtud especial que le hace distinto al resto. Están los amañados, los resistentes, los optimistas, los que lo ven todo negro, los rápidos, los lentos…Cabemos todos porque el mundo es grande y la vida corta. También están los genios, unos para la pintura, otros para la escritura, algunos para los números y muy pocos para el fútbol. Tú eres uno de esos pocos elegidos. Acabo de escribir que la vida es corta, pero lo que realmente es un fogonazo que sólo aguanta unos pocos años es la vida del futbolista. No soy dado a escribir la palabra genio así como así. La escribo porque te vi jugar maravillosamente al fútbol muchas noches en el Insular y otras tantas cuando vestías la camiseta del Atlético de Madrid. Toda aquella sutileza en el toque de balón sólo se conserva en tus pies. Aquella visión de juego y aquella inteligencia sólo está en tu cerebro. Supongo que te faltará la ilusión. Eso es lo más fácil de buscar. Yo por mucha ilusión que le ponga a mi fútbol jamás lograré hacer lo que tú sí puedes lograr. Ni yo, ni tampoco muchos de esos futbolistas que sí son titulares en equipos de Primera y Segunda División. Tú eres mil veces mejor que la mayoría de ellos. Creo que no te queda otra que creértelo cuanto antes y saltar al campo a comerte el mundo. Se te van los años y no puedes dejarnos a los que admiramos tu fútbol con la magua de no volver a verte gobernando magistralmente el centro del campo. Es tu momento. Si te conciencias y recuperas lo que tienes dentro, y si trabajas a destajo y te olvidas de fracasos recientes, te puedes convertir en una pieza fundamental de la Unión Deportiva. No quiero ni pensar cómo jugarían Vitolo, Viera, Armiche, Guayre, Vicente Gómez y compañía recibiendo la clarividencia de tus pases. De ti depende. No te agobies ni te precipites intentando demostrar nada nuevo. Déjate llevar por tu juego, sal al campo relajado, entrena como un galeote cada semana, y verás cómo te conviertes en el líder de este equipo. Piensa en tu retorno a los campos de Primera División comandando a este conjunto plagado de canteranos talentosos. Tienes muchas páginas por escribir. No las dejes en blanco. El poeta Baudelaire decía que había que tratar de ser sublime sin interrupción. No olvides nunca esa máxima. Sólo los genios pueden ser sublimes. No te escribiría esto si no valorara la calidad que atesoras. No la desaproveches. El día que vuelvas a salir al campo piensa en esa sentencia del poeta francés. No te desesperes si no te sale el primer o el segundo pase. Sigue intentándolo. La conquista de la belleza requiere paciencia y confianza. No desperdicies el talento que te han regalado los dioses.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Robo de cartera

El único aficionado de la Unión Deportiva que debe estar alegre ahora mismo se llama Juan Antonio García Melián. Sólo sé que es de Agüimes y que a la salida del estadio de Gran Canaria había una señora con un pequeño megáfono gritando que había encontrado su cartera. La señora jugaba con la socarronería canaria y decía que en ese caso no se había producido un robo como el que hoy sufrió el equipo amarillo. La encontró en el suelo y su intención, si no aparecía el dueño, era llevarla a la policía. A esta hora supongo que García Melián estará dando saltos de alegría si está leyendo este texto o si ya le han avisado del hallazgo. La señora repetía que menos mal que fue ella la que encontró la cartera y no el árbitro que hoy se suponía que debía impartir justicia en el partido que enfrentaba a la Unión Deportiva Las Palmas con el Girona. El trencilla, al que me niego a ponerle nombre para no hacerle publicidad (la mejor venganza es siempre el olvido y el silencio) sí que nos robó la cartera pitándonos un penalti más que dudoso en el último minuto y no queriendo ver uno posterior a favor de Las Palmas en el descuento.

Se nos ha vuelto a quedar cara de tonto. Vale que Paco Jémez dice que esos goles en los momentos finales se deben a fallos del propio equipo. Estoy de acuerdo con él, pero no me negará que en circunstancias normales, y a pesar de esos fallos infantiles en el marcaje, el Girona nunca habría empatado si no se pita ese penalti y se mira para otro lado cuando hay que pitar el otro. Qué pena esas pistas de atletismo. Todo queda lejos, para el árbitro y para ese portero impresentable que también tenemos que devolver cuanto antes al olvido (quién es, quién ha sido, adónde ha llegado: no es más que un mindundi provocador e inmaduro que tampoco verá escrito aquí su nombre). El nombre que sí escribo es el de Jonathan Viera. Qué quieren que les diga: yo hoy vi tres o cuatro jugadas que quedarán grabadas para siempre en mi memoria (eso es lo que tienen los grandes y los que valen la pena, que se asientan para siempre en nuestro recuerdo tirando de su talento y su genialidad). No voy a describir ninguna de esas jugadas, pero si el fútbol estuviera estructurado por géneros como la literatura, esas creaciones sólo se podrían concebir como poesías sublimes sólo al alcance de los elegidos. Tampoco me quiero olvidar de los detalles de Armiche. Dará mucho que hablar. Tiempo al tiempo. Tiene descaro, velocidad y una técnica exquisita. Y qué puedo decir de Josico. Cuando se va el equipo se desmorona. Los otros tienen que aprender cuanto antes y ser capaces de repetir lo que él hace. Su ausencia se nota sobre todo en la presión. No hay inteligencia ni ayudas, y en un visto y no visto el equipo contrario se planta en nuestro área. Esto sigue siendo fútbol. Por tanto viva la fiesta, aun cuando nos toque llorar últimamente y además a última hora, que es cuando más amargo es el llanto. Yo decía en la entrada anterior que la mala suerte no podía durar siempre, y lo mismo escribí en la contracrónica de hace dos partidos, y en el partido del Huelva, y en el del Granada e incluso en el del Betis. Faltaba el colmo de la mala suerte: que te metan un gol decisivo en el último minuto del partido y de penalti más que dudoso, o por lo menos de un penalti de los que habitualmente no se pitan, y menos al equipo de casa. Digo yo que llegados al colmo, a partir de ahora sólo cabe ir mejorando. No quiero creer a Paco Jémez cuando dice que el equipo no está para luchar por el ascenso. Supongo que buscará una motivación renovada en los jugadores con esa cura de humildad y que, al mismo tiempo, pretende que los aficionados aprendan a valorar la salvación como el gran objetivo irrenunciable. Ni en la vida ni en el fútbol sabemos qué pasará mañana, pero sigo siendo optimista a pesar de estos varapalos que nos están echando abajo las ilusiones de los fines de semana. No sé si es verdad que se perdió más en la guerra de Cuba. Pero hoy necesito tirar del tópico para consolarme. Por más que busco no encuentro ningún argumento razonable.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Bandera

Me lo encontré al final de sus días en el centro sociosanitario de Taliarte. Yo había ido a hacer un reportaje para el periódico sobre alguna actividad que organizaba el centro con los mayores y no pude dejar de reparar en su mirada melancólica y en aquel gesto adusto, aburrido, de alguien a quien la vida ya le parecía una propina sin sentido. Los años anteriores lo había visto muchos días en los bancos de Triana. Tampoco tenía nada que ver con el que yo me encontraba de niño en el Insular haciendo sonar una corneta que formaba parte de la banda sonora del Estadio.

Los que frecuentamos el estadio de Ciudad Jardín somos capaces de recordar, casi con el mismo sonido desafinado y los mismos agudos, a Fernando el Bandera con aquella corneta que hacía que el estadio reaccionara cuando el público se dejaba llevar por el sopor de algún partido infumable. También fue él el que un día se presentó anunciando el grito de guerra del Pío Pío. Creo que fue antes de un partido decisivo contra el Valladolid de Gilberto Yearwood, aunque igual me equivoco, pero sí soy capaz de recordar la entrevista en un periódico local a Fernando el Bandera, y la propuesta que éste hacía para fomentar el Pío Pío como grito de guerra futbolera. Quién le iba a decir que luego ese cántico se corearía cientos de veces en conciertos, partidos de fútbol y de baloncesto, o cada vez que necesitamos apelar a un acuerdo sonoro en el que reconocernos. Así se generan muchos de los cánticos y de los himnos que entran a formar parte de la memoria colectiva: vienen de la nada, o de la ocurrencia de alguien en un día de partido o en una tarde de aburrimiento en casa.

A mí se me pone la piel de gallina cuando recuerdo las grandes noches del Insular con el sonido de aquella trompeta que se escuchaba por todo el estadio anticipando riqui racas o goles memorables. De alguna manera su sonido se confunde con los sístoles y los diástoles de todos los que asistíamos a aquellos partidos. Los ingleses, que en las tradiciones del fútbol, en sus parafernalias y en sus estadios no permiten que nadie trafique con las emociones, han sabido siempre convertir esos himnos y esos sonidos en signos de identidad de un club o de una afición. Creo que nosotros tenemos poco que ver con el Hola don Pepito, Hola Don José. No nos dice nada, no hay emoción sino infantilismo en ese canto. Deberíamos volver al riqui raca, al sonido de aquella trompeta, al Pío Pío y a todos los cantos que nos hermanen en el recuerdo y en las grandes gestas amarillas. El Somos costeros que tanto se cantó con Los Gofiones en la final de Copa del Rey con el Barcelona sí que es uno de esos himnos con solera en los que reconocernos. No estaría mal tampoco el Triqui Traque del Tartanero que ya ha propuesto Malena Millares. Yo les aseguro que los forofos del Celtics o del Liverpool no dejarían escapar esas y otras canciones similares que le dieran a los partidos una dimensión más festiva y ritual que ese Hola don Pepito que no tiene nada que ver con nuestra tradición futbolera.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Me quedo con los detalles

Uno puede mirar la vida desde un plano panorámico o acercando la cámara todo lo posible a lo más pequeño y casi siempre inadvertido. Desde una visión panorámica, el partido que hemos jugado hoy contra el Elche deberíamos arrojarlo sobre la marcha por el escotillón del olvido. Apenas tuvimos posesión de balón, hilvanamos sólo un par de jugadas y lo raro fue que no saliéramos derrotados. Pero si nos asomamos al partido con un primer plano, o con un zoom que ayude a ver lo que se pierde en la espesura, encontraremos un equipo que no paró de luchar los noventa minutos, a otro árbitro que consintió el juego violento cada vez que alguien de Las Palmas quería parar el balón y buscar combinaciones con los compañeros, y sobre todo podremos reconocer a ese virguero talentoso y genial que responde al nombre de David González: pase de lujo para dejar solo a Cejudo en el primer gol e inteligencia avispada para marcar con un gesto su renuncia a la jugada de ataque en el segundo tanto: si hubiera intentado jugar la pelota nos hubieran pitado fuera de juego. También en esa mirada de los detalles aparece Paco Jémez aportando músculo al centro del campo cuando íbamos ganando y quedaban unos pocos minutos para finalizar. La pena fue que no valiera para nada esa apuesta defensiva. La suerte que nosotros nunca hemos tenido para cerrar otros partidos atendiendo a la justicia poética merecida la encontró el Elche en el descuento (yo no sé qué diablos pretendían los comentaristas de Canal Plus Liga recordando todo el rato el empate del Elche en el último suspiro en Valladolid: yo creo que lo repitieron hasta quince veces en cinco minutos. Y claro, pendientes de ese detalle de mal agüero que acabó cumpliéndose, no comentaban nada del juego violento de Wakaso, Acciari, Pelegrín y el resto de pateadores del Elche. De pena).

Después de que el Elche empatara a uno hubiéramos firmado este resultado, pero ahora no hay quien nos quite la rasquera por haber perdido dos puntos que nos hubieran mantenido en los puestos más altos de la clasificación. Analizando los partidos contra la Ponferradina y contra el Elche uno se queda con la magua de no haber traído los seis puntos para la isla. Lo único que consuela de este pequeño naufragio es que en la segunda vuelta, cuando estemos en el momento clave de la temporada, tendremos ocasión de resarcirnos. De momento sólo tenemos que pensar en el partido contra el Girona. También contamos los días para la vuelta de Vitolo, o para que puedan volver a coincidir en el ataque de la Unión Deportiva Vitolo, Viera, Guayre, Cejudo y David González. Ya habrá otros rebotes que nos beneficien y otros descuentos que nos sean más propicios. Hoy llegamos tres veces y metimos dos goles. En muchos partidos teníamos que contar con diez o doce ocasiones para marcar un gol. Quedémonos con los detalles y con el empate conseguido. El Elche casi vuelve a ser nuestro revitalizador; pero esa condición la dejaremos para la segunda vuelta, que es cuando los puntos ya no se jugarán con balas de fogueo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Mitos

No estás viendo a Guayre, a Armiche, a Vitolo o a Jonathan Viera. Tampoco veías hace años a Miguel Ángel Valerón, a Alexis Trujillo, a Narciso, a Koke Contreras, a Noly o a Martín Marrero. Desde la grada se ven mitos, no jugadores. En la tele también tienen esa misma condición, pero la distancia y la frialdad los vuelve más humanos.

Cuando vamos a un partido no vemos a los jugadores que cada cierto tiempo renuevan las alineaciones. Seguimos viendo a aquéllos que salían en las estampas o que aparecían en nuestros equipos de chapas o de cajas. Da lo mismo la cara o el dorsal. Desde la grada uno entrega al jugador todo lo que ha soñado. Casi podríamos decir que juega por nosotros y con nuestros sueños más futboleros. Ustedes me entienden.

Nunca vamos a ver jugar al vecino de la esquina. Tampoco a esos jugadores que un día tenían edad para ser nuestros padres y que hoy podrían ser nuestros hijos. Kafka decía que la literatura se escribía entre sombras, rebuscando. El fútbol también mantiene esa nebulosa que convierte en seres casi irreales a los futbolistas que se enfundan la camiseta de nuestro equipo. Una alineación de mitos. Eso es lo que lo es un equipo para los que nos sentamos en las gradas de un estadio. Por eso nos sigue enganchando tanto.