lunes, 12 de enero de 2015

Una patada en la cabeza

Si un alevín le da una patada en la cabeza a otro alevín en un partido de fútbol, y si eso sucede cerca de mi casa, cerca de mi casa y en el fútbol tenemos un grave problema. Lo que pasa cerca de nuestras casas casi siempre se termina representando en el fútbol: esa violencia no se genera solo en los estadios.
Hoy querría escribir de la victoria de Las Palmas ante el Zaragoza, pero las letras se escoran hacia el titular con el que abría el domingo el periódico Canarias 7. Un alevín del Unión Viera pateó la cabeza de un niño de diez años del Huracán. Otras veces hemos leído noticias de otras agresiones en categorías inferiores que han sucedido en Gran Canaria. Alguna vez he asistido a partidos de menores y me he tenido que marchar ante la agresividad de los padres que están en las gradas. Ganar o perder a esas edades debería ser lo menos importante. Todos queríamos ganar cuando éramos alevines, pero nunca se nos ocurrió golpear a un contrario de esa manera, y eso que casi todos nuestros partidos a esas edades eran sin árbitro y se improvisaban en descampados, maretas vacías o solares. Se marcaban los límites y todos los respetábamos. Si un niño no aprende a respetar esos límites siempre será un adulto inadaptado. El deporte debe existir justamente para enseñar jugando lo que luego encuentras en la realidad cotidiana. Para que eso suceda es importante el comportamiento de los profesionales. A jugadores como Valerón o Iniesta habría que hacerles un monumento por lo que contribuyen a ese sosiego en el fútbol y, por ende, en la sociedad en la que son idolatrados e imitados por muchos menores. A otros jugadores, en cambio, habría que recordarles las consecuencias de sus actos cuando agreden a un contrario o se comportan como energúmenos dentro del campo. No solo la euforia es contagiosa. Toda pasión se acaba contagiando, y no olvidemos que el paso de la euforia a la violencia nos robó hace unos meses un ascenso que parecía cantado.
Ese niño agresor no es el único culpable. Para llegar a patear a otro niño en la cabeza tiene que haber visto mucha violencia a su alrededor, y cuando digo alrededor me estoy refiriendo también a la que sale por las pantallas. Para mí el fútbol siempre fue y será una fiesta. Ahora mismo soy el hombre más feliz del mundo viendo cómo Las Palmas camina con paso seguro hacia Primera División; pero la felicidad se ve empañada por esas patadas en la cabeza que ha recibido un niño de diez años que seguro que también sueña, como soñé yo en su día, con vestir de amarillo o con ver a Las Palmas derrotando al Real Madrid o al Barça. Disfrutemos de la alegría de este año, pero no olvidemos lo que está pasando lejos de los focos mediáticos. Al fútbol se gana o se pierde todo el tiempo en muchos estadios; pero hay derrotas en las que lo que menos importa es el resultado.

Artículo publicado hoy en el periódico Canarias 7

2 comentarios:

  1. Y lo peor es que cada vez son más y más habituales los episodios de violencia en el fútbol infantil..Como bien dices son los propios padres de los jugadores los que se enzarzan en peleas o incluso llegan a manos contra el árbitro. Ellos muchas veces son los únicos responsables de ese comportamiento. Lo único que debería de saltar al campo de juego es la deportividad y la diversión de un deporte que nos enamora...La violencia debería de estar de una vez por toda fuera de juego. Buena entrada. M.C.

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  2. Hola a todos.
    Soy un chicha de La Laguna que está pensando en formar una peña en la Isla. En la página del club no dice cómo hacer, por lo que ruego a quien lea esto me informe o me diga dónde dirigirme.
    Mi correo es siyuleitar@hotmail.com. Muchas gracias

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