lunes, 23 de abril de 2018

El luto y el dinosaurio

Como en el texto de Monterroso, un día te levantas y el dinosaurio todavía está al acecho, no se ha movido, no ha pasado el tiempo, o ese tiempo te devuelve a un pretérito lejano que creías que ya había pasado para siempre. Hace un año, todos creíamos que el dinosaurio, aquellos días de Segunda A y Segunda B, pero Segunda al fin y al cabo, se habían marchado para siempre, que por fin estábamos entre los grandes y que íbamos a estar muchos años codeándonos con ellos, llenando el estadio, jugando con canteranos, disfrutando como se disfrutó del buen juego y de los resultados en los años sesenta o setenta; pero todo aquello se quedó en nada y, de repente, la carroza se convirtió en calabaza, y las banderas y las bufandas de los aficionados en bolsas de basura y en un negro que no se parece nada a aquel amarillo casi anaranjado con el que vestía la Unión Deportiva de cuando yo era niño y todavía creía que los malos no eran los que ganaban las batallas.

Esta batalla la ganaron los que no quisieron escuchar a los aficionados, y ahora, ya derrotados y descendidos, perdemos todos, los que todavía no entendemos por qué se han podido tomar las peores decisiones posibles en las mejores circunstancias, todo ese despropósito que nos ha llevado al fracaso y que ha supuesto una quiebra entre quienes mandan en el club y los aficionados (que son los que realmente mandan aunque alguien se crea el dueño sentado en la mendacidad del palco, pero lo más vergonzoso es que en el palco no estaba quien ha tomado las decisiones que nos han llevado a este desastre).

Todo lo que nos queda de aquí al final de la temporada es como una gota malaya que nos irá martirizando jornada tras jornada. Querríamos ilusionarnos con la próxima temporada, pero no solo ha sido el descenso de categoría lo que nos ha dejado aliquebrados: nos ha noqueado todavía más la traición a un proyecto, al juego bonito, a la cantera y, sobre todo, al aficionado. Ningún equipo del mundo puede vivir de espaldas a sus aficionados.

El partido contra el Alavés ya lo hemos jugado a espaldas de una afición que no merecía un desprecio como el que ha sufrido esta temporada. Fueron muchos años esperando, muchos desengaños, infinitas frustraciones. No se puede jugar de una manera tan vergonzante con la ilusión y el amor a unos colores de tanta gente. Mañana, como decía Scarlett O`Hara, será otro día, pero los días que vienen se escriben siempre en las decisiones que tomamos antes de acostarnos. Está el azar, pero miren al Sporting de Gijón, la fidelidad de su afición, el más que probable regreso a Primera o su despedida el pasado año de la categoría. Lo nuestro es otra historia. Aquí se ha ninguneado al aficionado sistemáticamente tomando decisiones que no entendía nadie. Y luego, como para desviar la atención, nos traen a un entrenador que jamás entenderá lo que significa la Unión Deportiva para muchos de nosotros. No solo descendemos sino que además pisotean nuestra imagen cada semana que pasa. Y la entrada de Jairo y de Nacho Gil en la segunda parte fue un insulto a nuestra historia, a nuestra cantera y a ese cemento que sabe mucho de fútbol, como decía Ángel Cappa, creo que mucho más de lo que se imagina Jémez. Un estadio casi vacío, unos aficionados gritando claramente lo que sentían y un descenso impensable hace un año. Comenzó a diluviar. Solo quedaba la lluvia. Todo lo demás ya era un páramo.

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