miércoles, 8 de septiembre de 2010

Palomas mensajeras

Nunca conocí a nadie más aficionado al fútbol y a la Unión Deportiva Las Palmas que mi abuelo Santiago. Vivía en Guía, pero era del Victoria antes de que se fundara la Unión Deportiva. Con el nacimiento del equipo amarillo ya no hubo sino un solo destino hacia el que encauzar la pasión futbolera. En aquellos años no había Internet ni las radios emitían en directo el desarrollo de los encuentros.

En Guía tenían que esperar alguna llamada telefónica o la llegada de los que, tras muchas horas de carretera, regresaban con las últimas noticias de la Unión Deportiva. Tampoco había teléfono móvil, y ni siquiera estaba el puente de Silva para bajar a la capital. En vista de esas deficiencias de la comunicación, mi abuelo bajaba al estadio con un cajón de palomas mensajeras. Mi padre esperaba en Guía, justo a la entrada del pueblo, a que llegaran las incidencias del partido anilladas a aquellas palomas que ponían el corazón en un puño cuando las veían acercarse a la casa de mi familia. Y hablo en tercera persona del plural porque eran cientos de personas las que se agolpaban esperando noticias del equipo amarillo.

Mi abuelo solía enviar las palomas en el descanso y al final del partido, y también cada vez que se marcaba un gol. Nunca lo llegué a ver con las palomas en el estadio porque cuando yo iba con él los encuentros de Las Palmas ya los retransmitían en la radio, pero jamás he dejado de imaginarme cómo sería el vuelo de esa paloma saliendo del Insular, surcando la costa norte de la isla, y llegando a Guía para provocar, en caso de triunfo, una especie de repetición de emociones y de vítores entre los aficionados que esperaban ansiosos. Esto no es literatura, no me estoy inventando nada. Mi abuelo murió hace muchos años, pero siempre que marca un gol histórico Las Palmas soy capaz de reconocer palomas que llevan mensajes mucho más allá de donde es capaz de llegar nuestra vista. Y me acuerdo de mi abuelo, y estoy seguro de que seguirá anillando palomas con las mismas manos temblorosas con las que anillaría los goles de Gallardo, Oramas y Padrón cuando le ganamos por tres a dos al Millonarios de Pedernera, Pipo Rossi y Alfredo Di Stéfano.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado esa historia. Emociona, y parece que la estoy viendo.

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  2. Yo también llegué al fútbol de la mano de mi abuelo en el Insular. Gracias por invitarme al recuerdo.

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  3. Joder amigo tengo la carne de gallina y la lagrima en los ojos por tan bonita historia,gracias

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