miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Bandera

Me lo encontré al final de sus días en el centro sociosanitario de Taliarte. Yo había ido a hacer un reportaje para el periódico sobre alguna actividad que organizaba el centro con los mayores y no pude dejar de reparar en su mirada melancólica y en aquel gesto adusto, aburrido, de alguien a quien la vida ya le parecía una propina sin sentido. Los años anteriores lo había visto muchos días en los bancos de Triana. Tampoco tenía nada que ver con el que yo me encontraba de niño en el Insular haciendo sonar una corneta que formaba parte de la banda sonora del Estadio.

Los que frecuentamos el estadio de Ciudad Jardín somos capaces de recordar, casi con el mismo sonido desafinado y los mismos agudos, a Fernando el Bandera con aquella corneta que hacía que el estadio reaccionara cuando el público se dejaba llevar por el sopor de algún partido infumable. También fue él el que un día se presentó anunciando el grito de guerra del Pío Pío. Creo que fue antes de un partido decisivo contra el Valladolid de Gilberto Yearwood, aunque igual me equivoco, pero sí soy capaz de recordar la entrevista en un periódico local a Fernando el Bandera, y la propuesta que éste hacía para fomentar el Pío Pío como grito de guerra futbolera. Quién le iba a decir que luego ese cántico se corearía cientos de veces en conciertos, partidos de fútbol y de baloncesto, o cada vez que necesitamos apelar a un acuerdo sonoro en el que reconocernos. Así se generan muchos de los cánticos y de los himnos que entran a formar parte de la memoria colectiva: vienen de la nada, o de la ocurrencia de alguien en un día de partido o en una tarde de aburrimiento en casa.

A mí se me pone la piel de gallina cuando recuerdo las grandes noches del Insular con el sonido de aquella trompeta que se escuchaba por todo el estadio anticipando riqui racas o goles memorables. De alguna manera su sonido se confunde con los sístoles y los diástoles de todos los que asistíamos a aquellos partidos. Los ingleses, que en las tradiciones del fútbol, en sus parafernalias y en sus estadios no permiten que nadie trafique con las emociones, han sabido siempre convertir esos himnos y esos sonidos en signos de identidad de un club o de una afición. Creo que nosotros tenemos poco que ver con el Hola don Pepito, Hola Don José. No nos dice nada, no hay emoción sino infantilismo en ese canto. Deberíamos volver al riqui raca, al sonido de aquella trompeta, al Pío Pío y a todos los cantos que nos hermanen en el recuerdo y en las grandes gestas amarillas. El Somos costeros que tanto se cantó con Los Gofiones en la final de Copa del Rey con el Barcelona sí que es uno de esos himnos con solera en los que reconocernos. No estaría mal tampoco el Triqui Traque del Tartanero que ya ha propuesto Malena Millares. Yo les aseguro que los forofos del Celtics o del Liverpool no dejarían escapar esas y otras canciones similares que le dieran a los partidos una dimensión más festiva y ritual que ese Hola don Pepito que no tiene nada que ver con nuestra tradición futbolera.

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