viernes, 27 de enero de 2012

Sinibaldi

Sinibaldi es un sonido de mi infancia. Nos llamaba la atención ese eufónico nombre extranjero que repetían todos los mayores con veneración. Mis primeros recuerdos de la Unión Deportiva están asociados a los jugadores que él colocaba en el campo y a su forma de entender el fútbol. Yo en aquella época no entendía de tácticas ni de sistemas; pero supongo que si me gusta tanto el fútbol debe ser porque disfruté mucho viendo al equipo amarillo que entrenaba Pierre Sinibaldi. Fue, además, el entrenador que hizo de puente entre Molowny y Miguel Muñoz, entre el equipo subcampeón de Liga y el que quedó subcampeón de Copa, uno derrotado por el Real Madrid de los yeyés y el otro por el del Barça que comandaban Cruyff y Rexachs.
Me imagino que su estancia en Las Palmas ayudó a que aquella irrupción de finales de los sesenta no quedara en un sueño y a que la Unión Deportiva se mantuviera en Primera División hasta mediados de los años ochenta. Hoy he leído en los periódicos los merecidos reportajes dedicados a su paso por Gran Canaria tras haberse conocido su fallecimiento. En Canarias 7 aparecía una fotografía de su último partido como entrenador, cuando nos jugábamos el descenso frente al Celta del portero Fenoy. Detrás de Sinibaldi aparecen muchos de los que se sentaban junto a mí en el Insular. Me busqué en la foto porque recuerdo perfectamente ese partido. No me encontré, pero me ha bastado con ver las caras de todos los de entonces para reafirmarme en mi afición a un equipo que, estando en la categoría que esté, siempre marcará buena parte de mi estado de ánimo. Qué recuerdos en una sola fotografía. Me llegaba hasta el cercano olor del césped. Para que luego digan que el fútbol no es pasión y no es memoria. Cuando me pregunten que por qué me gusta el fútbol también repetiré siempre el nombre de Sinibaldi.

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