domingo, 4 de noviembre de 2012

Guerrero

Quien ha estado alguna vez delante de un portero sabe lo pequeña que se vuelve siempre la portería en el momento crucial del remate. La figura del arquero se va acrecentando a medida que el atacante trata de buscar en unas milésimas de segundo el espacio por el que meter el balón entre los tres palos. Casi siempre lo que vislumbra en su mente se acaba pareciendo poco a lo que hace, o no golpea correctamente, o le sale el disparo desviado, o el portero se convierte en un gran pulpo que no deja pasar ni una corriente de aire hacia su portería. Otras veces aparece un defensa y le roba la pelota, o los nervios le juegan una mala pasada y es capaz de disparar al aire o de mandar el esférico al banderín de córner. Parece fácil marcar los goles cuando vemos el partido desde la tribuna, pero hay que estar en el césped, en ese momento en el que solo unos pocos elegidos tienen la capacidad de decidir y de cambiar el rumbo de los encuentros y el ánimo de los aficionados. Uno de esos rematadores decisivos es Javi Guerrero, y el gol que le marcó hoy a la Ponferradina define lo que es un delantero centro, un rematador, un killer, un matador o como quieran llamar a esa especie cada día más en extinción que te hace subir al séptimo cielo encontrando ese hueco que los demás ni siquiera atisban en la portería contraria. Hay delanteros que viven rachas, y otros que están con el santo de cara un par de jornadas; pero con el tiempo no hay rematador que no quede en evidencia si no ha nacido para esa suerte tan despiadada con quien no la domina. Han sido muchos los partidos que ha ganado Las Palmas gracias a ese instinto goleador y a la responsabilidad profesional añadida de un jugador que debería ser llevado a todos los equipos de la cantera como ejemplo de lo que tiene ser un buen futbolista. La Segunda es una categoría en la que en cualquier momento caes al entresuelo y en donde nadie te regala absolutamente nada. Ahora contamos con la suerte que nos faltó en los primeros partidos, pero esa suerte también tiene mucho de Guerrero: control en el área con dos toques entre un mar de piernas, y luego la búsqueda del hueco para colar el balón por la mismísima escuadra, justo por ese lugar en el que los goles parecen todavía más importantes y más grandiosos de lo que realmente son.

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