domingo, 5 de mayo de 2013

Perder el miedo

Si se desata la locura el fútbol termina siendo una fiesta y vuelve a ser ese juego que todos buscamos desde que cantamos los primeros goles en el patio del colegio. Es entonces cuando aparece el azar en medio del caos alterando los marcadores y nuestras propias pulsaciones. Se juega con fuego; pero al mismo tiempo se sabe que se mantiene a raya al tedio que tanto nos aleja de los estadios últimamente. El tramo final del partido de la Unión Deportiva contra el Sporting fue un ejemplo de esa locura inesperada, sobre todo teniendo en cuenta que el Gijón tenía un jugador menos y que, aun así, mereció el empate que luego quedó roto cuando el equipo amarillo pudo deshacerse de esa coraza que a veces le agarrota impidiendo que fluya con naturalidad el talento de sus jugadores.
A Las Palmas le falta desmelenarse un poco más. Hay calidad de sobra para ganar y para alegrar la mirada de quienes les vean jugando al fútbol; pero una y otra vez parece que les puede la responsabilidad y que les pesan hasta las botas cuando llegan los momentos decisivos. Ayer hubo suerte; pero no siempre vamos a encontrar el santo de cara, y esa suerte, como digo, solo aparece cuando dejas que tus músculos se muevan como se moverían tus propios sueños. Seguimos dependiendo de nosotros mismos para la promoción; pero cualquier carambola nos puede dejar fuera si no salimos a ganar cada uno de los partidos. Y si llegamos a la promoción prefiero perder en un partido alocado y con muchos goles que en uno de esos encuentros que estamos viendo cada vez que se mete más gente de la cuenta en el estadio y no contemplamos ni una sola jugada que merezca la pena. Ya escribí hace unas semanas que estas finales en casa eran como un ensayo general para la promoción, y en esos ensayos los jugadores siguen sin creerse todo el potencial que atesoran. Lo único que me tranquiliza es que en el banquillo hay un entrenador sereno, observador e inteligente. También sé que, llegado el momento, la afición lograría marcar un par de goles decisivos; pero esos ensayos generales tienen que convertirse cuanto antes en grandes estrenos que despejen todas las dudas y que asusten a los posibles rivales. Hay una gran ilusión colectiva en juego. Lo único que pedimos es que no nos desvalijen ese sueño por el miedo a no conseguirlo.


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