domingo, 18 de octubre de 2015

Juguete roto

Hubo un día de junio en que encontramos el regalo que llevábamos buscando desde hacía muchos años. No sé si lo recuerdan, pero aquella alegría era indescriptible. Se parecía a la que vivíamos en la mañana de Reyes cuando encontrábamos aquellos juguetes rutilantes aún dentro de las cajas, todavía sin estrenar y con toda la ilusión intacta. El robot, el scalextric o el coche teledirigido casi nunca fallaban; pero el día que alguno de ellos lo hizo se convirtió, sin duda, en uno de los más decepcionantes de la infancia. Podía fallar porque las pilas estaban gastadas, porque los cables estaban inservibles o porque su funcionamiento era erróneo. El juguete rutilante se quedaba apagado al fondo de la casa. Así, más o menos, es como veo yo a la Unión Deportiva Las Palmas después del varapalo de anoche ante el Getafe. No había alma, y sin alma no hay nada que merezca la pena. Se puede perder, pero no se puede tirar la toalla desde el primer minuto del partido. Cada vez que el Getafe llegaba, o metía gol o fallaba de puro milagro. No había concentración ni coordinación en los marcajes, y cuando atacábamos éramos pollos sin cabeza, o lo que es lo mismo, nos fallaba, como lleva fallando toda la temporada, el centro del campo, el lugar donde se gesta el fútbol, el busilis de este deporte, el que manejaron Germán, Brindisi o Juan Carlos Valerón.
La Unión Deportiva es para miles de personas, y eso quiero que lo lean los jugadores que defienden sus colores, el juguete que más nos alegra, el sino de nuestra felicidad, la alegría o la tristeza que se acaba dibujando en muchas caras. No me olvido, y sería injusto si lo hiciera, que fueron Paco Herrera y casi todos los jugadores que integran la plantilla, los que nos regalaron un día de Reyes en una tarde inolvidable del último mes de junio. Quedan pocos motivos para el optimismo, pero quiero creer en ese entrenador y en la motivación de esos mismos jugadores. Habrá que cambiar las pilas y renovar la maquinaria. Recuerdo un momento parecido cuando subimos con Kresic y aparecieron Jorge, Ángel y Guayre. A lo mejor va siendo hora de mirar de nuevo a la cantera, de buscar a Matías y de confiar más en Vicente Gómez, en Tana o en Asdrúbal. Todo juguete es salvable, sobre todo si cuenta con una afición como la que ayer acudió al Alfonso Pérez. Será la misma, y estoy seguro que multiplicada, que acuda en breve al Bernabéu. Vienen el Villarreal y el Real Madrid. Les recuerdo que le ganamos al Sevilla, y que el Barça y el Atlético tuvieron que emplearse a fondo para derrotarnos. Ahora mismo somos un juguete roto, una especie de barco a la deriva; pero el fútbol, como la vida, da muchas vueltas, y casi todas ellas acaban pareciendo imposibles cuando pasa el tiempo. Les recuerdo también que este mismo equipo fue el que jugó hace unas semanas contra el Celta de Vigo, el que empató y pudo ganar con un jugador menos. Realmente, los juguetes que estamos rotos somos los que vemos los partidos desde las gradas o a través de las pantallas. Los otros, esos jugadores que nos representan y que escriben en el campo lo que nosotros soñamos en nuestras cabezas, pueden cambiar esta historia de arriba abajo. No sé si lo recuerdan, pero no había alegría mayor que ver funcionar un juguete que dábamos por perdido.

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