sábado, 17 de septiembre de 2016

Detalles y vestigios

Quique Setién es un hombre moderado, tranquilo, de movimientos ajedrecísticos más que de golpes en el pecho como aquellos que daba Carlos Aimar cuando los jugadores saltaban al campo. Mira los partidos y parece que observa un tablero de ajedrez. Pero es cierto que en ese sentido casi matemático del juego es más Bobby Fischer que Spaski, más Kasparov que Karpov. Dentro del tablero es un osado que sigue ese manido lema que defiende el ataque como la mejor de las defensas.
El fútbol también enseña que no vale la pena lamentar lo perdido. Cada partido es un mundo nuevo, y cada semana un principio que deja atrás las euforias y las decepciones, las grandes gestas y los fracasos que parecían inasumibles. Olvidan los jugadores y olvidan los aficionados. Todos saben, por experiencias repetidas, que no hay pena que dure cien partidos, ni gesta que no se lleve el viento del olvido. Recibíamos al Málaga. No me gustaba nada ese encuentro. Hubiera preferido jugar contra uno de los grandes después del robo en Sevilla, uno de esos equipos que logran avivar el ambiente y que consiguen que los jugadores salten al campo como si les fuera la vida en cada balón dividido. El Málaga es un conjunto bien armado que no hace ruido, pero que estoy seguro de que estará al final de la temporada de media tabla para arriba. Nosotros salimos a jugar a lo que sabemos, aun asumiendo que los rivales ya empiezan a conocer nuestros automatismos. Sin embargo esta temporada nuestra manera de jugar maneja muchas más variables y somos más verticales y efectivos, más guerreros en la presión y más certeros cuando toca salir al contraataque en tres o cuatro pases. Los rivales pueden conocer nuestras consignas tácticas esenciales, pero luego se ven sorprendidos por la calidad de quienes se mueven dentro del terreno de juego vestidos de amarillo. Esta es tierra de poetas y de futbolistas virgueros que no dudan en regatear a su propia sombra si de esa manera embellecen aún más la jugada de su vida.
Contra el Málaga, sobre todo en la segunda parte, vimos que este equipo es capaz de resistir y de defender ordenadamente. Todo ataque, como también saben los buenos ajedrecistas, comienza por una buena defensa de tus posiciones. Si no hubiera mediado el robo de Sevilla ahora estaríamos en lo más alto de la clasificación; pero la vida nos enseña que a veces hay que dar muchas vueltas para llegar a un destino. Recuerdo que tras el gol de Casemiro el pasado año contra el Real Madrid, en lugar de hundirnos levantamos el vuelo y ya no nos detuvo nadie hasta que terminó la temporada. La próxima semana, pase lo que pase en Anoeta, vendrá el actual campeón de Europa y nosotros estaremos rondando esa zona a la que solo llegan los equipos de campanilla. Si esa historia nos la cuentan hace un año, pongamos que tras aquella derrota en los últimos segundos contra el Real Madrid, la hubiéramos considerado casi un imposible. Estos jugadores reflejan en su sombra la silueta de grandeza de todos los que un día hicieron grande a la Unión Deportiva. Volvemos a ser grandes nuevamente. No es un sueño. Miren la clasificación ahora mismo. Estamos casi en lo más alto. Ya, ya sé que parece mentira. Qué les voy a contar que ustedes no sepan. Ustedes también atravesaron desiertos que parecían interminables. Disfruten y sigan soñando fuerte. Esos jugadores merecen que creamos en todas las utopías.


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