miércoles, 5 de enero de 2011

El equipaje

Cuando yo era niño los equipajes de los equipos de fútbol duraban toda la infancia. No había publicidad en las camisetas ni las casas comerciales cambiaban cada año una raya o el puño de la camisa para volver a venderlas de nuevo a los aficionados más entregados. Realmente en mi infancia, y no hablo de hace mucho tiempo, casi no había equipajes. Estaban los de los grandes equipos de Primera División y el de la selección española. El de Las Palmas, por ejemplo, no lo encontrabas en ninguna parte.

Las camisas eran de tela, sin ningún tipo de añadido decorativo ni de marcas que a veces ocupan más espacio que el propio escudo: camiseta amarilla, pantalón azul y medias azules con la parte superior de color amarillo. Nosotros teníamos que improvisar ese equipaje tirando de cualquier camiseta amarilla de manga larga que diera el pego. Luego le pedíamos a nuestras madres que nos cosieran el escudo en el pecho y un número en la espalda, y ya salíamos a la calle convertidos en Páez o en Noly. Cuento esto porque a los Reyes sólo le podías pedir el balón de reglamento, que tampoco variaba de un año para otro hasta que llegó el Tango en Argentina 78, y unas botas con las que emular a tus ídolos. Como generalmente jugábamos en canchas de cemento, en maretas vacías o en pedregales improvisados tenías que tener mucho cuidado con las botas de tacos recambiables, que casi nunca podías utilizar y que acababan quedándose pequeñas casi sin estrenar. Al final, después de darte el pisto el día de Reyes, tenías que volver a recurrir a las botas de tela del Gallo, que eran las que mejor se ajustaban a todos esos campos en los que no sé cómo no nos descalabrábamos los tobillos cada dos por tres.

Así y todo, de la noche de Reyes nos quedan un par de sonidos irrepetibles que ponen música a la banda sonora de nuestra infancia: el timbre de la bicicleta, el motor de los coches teledirigidos y, sobre todo, el sonido del bote de un balón recién desempaquetado, con el olor a cuero y el blanco nacarado brillando sin ninguna marca en toda su esfera. Ese balón volverá a brillar esta madrugada en muchas casas concitando emociones. También mañana volveremos a ver, en este caso con los equipajes oficiales, a muchos niños vestidos de amarillo por las calles de la isla. En ellos está el futuro que escriba las próximas páginas de la Unión Deportiva. De los mitos y de las gestas que vivan estos años dependerá su pasión futura. Nosotros tuvimos la suerte de tener cerca a Germán, a Brindisi, a Felipe y a equipos cuyas alineaciones, como los equipajes, se mantenían casi sin variación durante muchos años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario