martes, 25 de octubre de 2011

David Silva

Es verdad que al fútbol se juega con los pies, pero no habría milagro si en cada jugada no se cruzaran también los sueños de quien conduce el balón. David Silva sueña sus pases imposibles removiendo al mismo tiempo nuestras propias fantasías futboleras. Los ingleses se estarán preguntando que de dónde sale tanto talento y tanta imaginación en unas milésimas de segundo. Yo les llevaría a Arguineguín, les hablaría de la playa de Patalavaca y de lo que se aprende dominando la pelota entre las pequeñas dunas que se forman en la arena o les refrescaría la memoria con las actuaciones de Juan Carlos Valerón en los años dorados del Deportivo de La Coruña en la Liga de Campeones. Pero Silva viene también del sacrificio y del esfuerzo diario, de la lucha sin tregua en el barro de Ipurua, de aquel gol cantado que dejó de marcar para no acabar con ese fair play que tanto defienden los ingleses, de su aprendizaje en el Celta de Vigo de Fernando Vázquez o de un Valencia que le consagró y le dejó desarrollar todo su talento. Y por si no tuvieran ya bastantes pistas tiraría de vídeo y les enseñaría cuál era una de las claves de la España campeona de Europa con Luis Aragonés. ¿Y el Mundial? ¿Les hablaríamos del Mundial? Claro que habría que recordarles una suplencia injusta con la que muchos jugadores hubieran finiquitado su carrera por falta de confianza y por la impotencia de ver los huecos de los pases desde la frialdad del banquillo y del olvido. Lo que vimos en Old Trafford no fue más que el corolario de un futbolista genial que ha sabido entremezclar el talento y el esfuerzo, una memorable exhibición del que probablemente sea en estos momentos el futbolista más en forma de todo el mundo. Y no lo digo yo solo. La otra noche, entendidos del fútbol nacional e internacional como Gaby Ruiz o Guillermo Uzquiano, defendían esta teoría que también suscriben los aficionados citizen cuando repiten todo el rato que ellos tienen su Messi en David Silva. Nada surge nunca por generación espontánea. Vale que siempre hay que tener en cuenta los renglones que va escribiendo la suerte, pero cuando alguien juega al fútbol con la rapidez, el desparpajo y el talento del jugador grancanario solo cabe la contemplación asombrada y el disfrute. Podríamos decir que Silva está cumpliendo muchos de nuestros sueños futboleros. No lo haría si jugara solo con los pies. En sus botas se aparece la magia desde que controla el primer balón del partido. Todo lo que sucede a partir de ese control inicial ya solo se puede narrar teniendo en cuenta la grandeza y la épica de los elegidos.

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