domingo, 17 de octubre de 2010

La suerte y el padrino

El partido de esta tarde contra el Real Valladolid fue uno de esos encuentros que se parecen a los días en los que todo nos sale torcido desde que salimos de la cama. Hay una gran semejanza entre la vida y el fútbol, y en ambos casos la suerte juega un papel primordial. Y también, claro, lo tiene más fácil en la vida quien cuenta con un padrino que allane el camino y facilite las cosas, sobre todo cuando uno empieza. Ese padrino lo tuvo hoy el Valladolid en la figura de Pino Zamorano y en un penalti que en la vida hubiera pitado a favor de Las Palmas. Pero no contento con ese padrino arbitrario, el equipo pucelano contó con la suerte que evitó que Las Palmas marcara en los primeros minutos. Salió arrollando al Valladolid, combinando, desbordando, jugando con el mismo prodigio que en los otros partidos de la temporada. Y estuvo así hasta que se lesionó Vitolo. Cómo dependemos del desborde, del cambio de ritmo y del desparpajo de Vitolo. Pero aun con ese gol facilitado por el padrino y con la lesión del canterano le seguimos jugando de tú a tú a los blanquivioletas. Pero nuevamente la suerte nos dio de lado con un gol justo antes del descanso. Lo demás tiene poca historia. Comienza la segunda parte, el Valladolid juega con espacios y a las primeras de cambio cierra el partido. Al final el marcador indica un tres a cero tan injusto como engañoso. Pero no nos queda otra que aprender de estos partidos. Forman parte del guión que nos espera.

Ahora sólo nos cabe desear que no sea nada lo de Vitolo y que tampoco vaya a mayores la lesión de Jonathan Viera. El equipo nos espera el próximo fin de semana en el Gran Canaria. Ahora más que nunca es cuando hay que demostrar que avalamos este proyecto y que nos sentimos orgullosos de la manera que tienen de jugar al fútbol. Falta cerrar los partidos y tener más contundencia arriba, pero sobra calidad y ganas de seguir creciendo. No tengo ninguna duda de que continuaremos en los primeros puestos. Otro día la suerte jugará con nosotros. Han sido muchos partidos sin ver puerta cuando arrollábamos al rival. El día del Alcorcón sí encontramos el gol y los huecos que se abrieron nos permitieron jugar al fútbol desplegando todo el prodigio que atesoran nuestros jugadores en sus botas. Y el Alcorcón, para aquéllos que decían que era un equipo bailable, está en la zona alta de la tabla.

La próxima jornada viene el Albacete, y además llega herido tras perder con la Ponferradina. Es otro conjunto con oficio y plagado de jugadores con experiencia. Nadie nos dijo que esto iba a ser fácil. Hoy hemos tenido un mal día y hemos cosechado la primera derrota de la temporada. Ahora toca olvidar, aprender de los errores y seguir confiando en nuestro juego. Estos jugadores precisan de nuestro empuje y necesitan saber que cuentan con todo nuestro apoyo. Habrá otros días como éste, pero también se repetirán noches como las que vivimos contra el Alcorcón, el Villareal B o en la primera parte contra el Betis. Fue un partido raro, como esos días raros en los que nos vemos atrapados de vez en cuando. Pero la vida y el fútbol, que como digo van casi siempre de la mano, también nos han enseñado que todos estos desastres se olvidan desde que regresan los días venturosos. Menos mal que esta tarde me la ha alegrado un poco David Silva con el golazo que acaba de marcar contra el Blackpool en la Premier. Al equipo derrotado, a pesar del gran gol de Silva, le pasó como a Las Palmas: jugó mil veces mejor y mereció la victoria, pero así es el fútbol. Deciden los goles, esos regalos del cielo que casi siempre están en manos del azar. O del padrino que contribuye a que aparezcan penaltis que allanen un poco el camino.

1 comentario:

  1. Lo del árbitro fue una vergüenza, no solo en el penalty sino en los pequeños detalles que van desmoronando a un equipo, en todas esas faltas no pitadas y en las que pita en contra cuando el contrario siente el contacto. Estoy con usted: hay que aprender de estos guiones y saber que estas derrotas se olvidan cuando lleguen las victorias. Aníbal.

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