miércoles, 27 de octubre de 2010

Razones


Hace tiempo que no tengo por qué justificar mis aficiones. Me gusta el fútbol porque la vida sería mucho más aburrida si no existiera. También me gusta la literatura, la música, el periodismo, la mujer, el mar o escuchar esos pájaros cumbreros que te sorprenden improvisando acordes. Creo que no hay que estar todo el santo día eligiendo unas cosas y desechando otras. Hay que defender lo que a uno le hace feliz.

Hace años, en una magnífica obra de teatro titulada Geppeto, el protagonista recuerdo que decía que en la vida hay un tiempo para Cervantes, otro para Beethoven y otro para Pelé. Suscribo esa frase. Nunca reniego de mi condición de futbolero. Aprendí mucho de la vida jugando al fútbol de niño y sobre todo asumiendo poco a poco que con los años se gana y se pierde, casi siempre con el azar de por medio, y que por eso no hay ni que desesperar ni que lanzar las campanas al vuelo como si se fuera a acabar el mundo.

El fútbol no deja de ser un juego, como la propia vida. Y si no seguimos jugando nos vamos olvidando poco a poco de vivir. Albert Camus, uno de los escritores que más admiro, también era de los que decía que buena parte de lo que sabía de la vida lo había aprendido jugando al fútbol. No tengo nada que explicar a los que no han disfrutado nunca de un buen partido ni de la emoción de los prolegómenos. A mí tampoco me gusta el críquet, y sería incapaz de apasionarme como lo hago cuando sigo un partido de la Unión Deportiva en Primera, Segunda o Segunda B. Da lo mismo. La emoción quedó grabada a fuego en la infancia. También los colores que a uno le remueven sobre la marcha todas las emociones.

2 comentarios:

  1. No me gusta el fútbol, pero en el encuentro España-Holanda me sorprendí encendiendo una velita por el equipo español.Maravilloso Camus. Delicioso artículo, Santiago.

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  2. Saludos:
    Me encanta qué dices y cómo lo dices, pues para mí tienes muchísima razón. El fútbol, contrariamente a lo que piensan muchos, no sólo es un rectángulo de juego donde veintidos jugadores con ropa deportiva y un señor, que ya siempre no va de negro, intenta ser juez, aunque a veces se convierta en protagonista. El fútbol ya cambió. El protagonismo, en mucha parte se ha trasladado a las gradas, donde muchas y muchos dejan volar sus pasiones, debilidades, actitudes y conflictos particulares tras la pelota. El fútbol se ha burocratizado, en donde señores que jamás dieron una patada a una pelota de trapo, dirigen, oprimen y encauzan los sentimientos de una masa que sufre, vive y goza con las peripecias de los muchachos que se enfundan los colores de sus amores. El fútbol ha creado un jugador número trece, el representante de jugadores o depredador, que estando al acecho del trabajo en los equipos modestos y para su propio provecho, con falsos cantos de sirenas, engañan a las familias con, la mayorías de las veces, esperanzas infundandas, causando las más, daños sustanciosos e irreparables en la educación y crecimiento humano y deportivo del verdadero protagonista, que no es otro que el propio jugador.
    Con todo esto, no quiero ni puedo negar mi apego y amor al fútbol, que me vio crecer, me dio alas, me educó y ahora desde la posición espectadora me hace gozar cuando veo algún partido que merezca la pena verlo.
    Saludos: Hermógenes.

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