Hay momentos en la vida en los que cruzamos los dedos de manera inconsciente antes de dar un paso. También hay partidos de fútbol en los que esos mismos dedos se mueven igual de nerviosos ante la incertidumbre. Hoy era uno de esos partidos. Había que ganar, y además había que demostrar que la reciente derrota en Alcorcón no fue más que un episodio anecdótico, o que por lo menos esa sensación de equipo endeble y sin confianza iba a quedar nuevamente alejada jugando en el estadio de Gran Canaria. Lo que no entiendo es por qué el mismo equipo que logra jugar al fútbol prodigiosamente en casa se estrella luego a las primeras de cambio cuando se las tiene que ver con un rival lejos de la isla. Confío en que partidos como el de hoy se graben en la mente de los jugadores para que se crean de una vez lo que todos nos venimos creyendo hace tiempo: que si salen a ganar y apuestan por la filosofía de fútbol que propone Sergio Lobera no habrá azar o contingencia que nos aleje de la promoción del ascenso (o del propio ascenso directo).
En la primera vuelta, fue el partido con el Girona el que más nos hizo dudar de nuestras verdaderas posibilidades, sobre todo porque veníamos de una derrota en casa contra el Alcorcón y porque se nos caía de las manos el sueño que habíamos vislumbrado tras la primera victoria contra el Racing de Santander. Ahora han cambiado las cosas, y otra goleada, en este caso a nuestro favor, nos devuelve, casi intacta, la ilusión que veníamos fraguando desde hace meses. Aun a pesar de la pájara de los últimos minutos, hoy hemos podido ver a un equipo solvente, creativo y con rematadores cada día más letales. Toca salir fuera con la misma intención con que salimos en el estadio de Gran Canaria. Y ya no se puede esperar más tiempo. No hay nada que impida ese cambio a la hora de encarar los partidos lejos de casa. Ahí estará la clave del ascenso. Hay equipo, hay una afición dispuesta a empujar en todo lo que haga falta y contamos con un entrenador que se ajusta a nuestra manera de entender el fútbol. Hoy tocaba mirar hacia arriba y se ha conseguido alzar sobradamente esa mirada. Solo deseo que esos mismos jugadores ya no vuelvan a bajar los brazos. Se puede ganar o perder, pero lo que no se puede hacer nunca es dejar que los partidos pasen de largo. Si no se desfallece, el tiempo siempre logra que encontremos salidas en medio de cualquier caos.
domingo, 17 de febrero de 2013
sábado, 2 de febrero de 2013
Jugando a mantener los sueños
Hay partidos que solo pueden disfrutar los aficionados de los equipos que están sobre el terreno de juego. Apenas hay ocasiones, se juega casi todo el tiempo en el centro del campo, se opta por el despeje azaroso y no se para de correr en ningún momento. Si no eres de la partida, saldrías corriendo del estadio sobre la marcha; pero si estás implicado, esos encuentros son los que también te hacen amar el fútbol. Hoy había dos equipos bien armados y conjuntados sobre el estadio de Gran Canaria. Se respetaban. Se tanteaban. Se temían. Y los aficionados valorábamos ese respeto, ese tanteo e incluso esos temores que convertían cada saque de esquina en faltas al borde del área. No hubo goles (bueno, hubo un golazo del Elche que por lo menos en el campo me pareció totalmente legal, uno de esos goles que se quedan grabados en la buena memoria futbolística por su plasticidad y por su ejecución, en una posición casi imposible, de media chilena, casi de espaldas; pero sabiendo dónde se quería dirigir el balón en todo momento). Pero ese cerocerismo no fue de los que te espantan de los estadios. Yo por lo menos me entretuve viendo el partido y tuve la impresión de que el tiempo se me pasó volando. Me quedo tranquilo porque Las Palmas le jugó de tú a tú al líder de la categoría y porque la actitud de los jugadores me permite mantener todos los sueños intactos. No quiero olvidar la iniciativa de Armas&Asociados, que logró que buena parte del estadio corease el himno de la Unión Deportiva en el minuto cuatro de la segunda parte. Conozco mucho a Manolo Armas, y estoy seguro de que en los próximos partidos logrará que todo el Gran Canaria se ponga en pie en ese minuto para escorar los ánimos de los encuentros a los anhelos amarillos. Esta tarde, si levantabas la mirada te encontrabas un cielo azul e intenso que de alguna manera contribuía a la puesta en escena del espectáculo. También pasaban nubes con esas formas que de niños nos hacían buscar similitudes de animales o mapas de países recién estudiados en los atlas que nos enseñaban en el colegio. A veces el fútbol también dibuja en el césped esos escorzos prodigiosos, eléctricos, como el control que realizó Momo en la segunda parte o como los que nos suele regalar Vitolo cuando tiene su día. Realmente son las expectativas las que luego anticipan las emociones: uno puede buscar lo sublime en todo lo que le rodea; también en un partido embarullado, en un empate a cero, en una tarde de febrero que podría ser perfectamente la primera tarde de cualquier primavera. Por un momento pensé que estaba viendo un encuentro de promoción. Será más o menos como el de hoy, así de intenso, así de incierto. Esto sigue siendo fútbol: sucesión de guiones tan improvisados como los que uno quisiera encontrar en la vida. Sin trampas, sin mentiras, sin silencios cobardes.
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