sábado, 28 de noviembre de 2015

El estilo como estrategia innegociable

Escribía Sartre que en el fútbol todo se complica por la presencia del otro equipo. Por eso jamás habrá dos partidos iguales, ni siquiera jugando los mismos jugadores. El otro equipo, como hoy el Deportivo, nos puede sorprender con una defensa inesperada o con una presión en todo el campo. Y en ese caso tenemos la opción de ser fieles a nuestro estilo o de jugar a expensas de lo que proponga el contrario. A mí me gustan los equipos que son fieles a su estilo con todas las consecuencias. Me gusta, por tanto, cómo está jugando la Unión Deportiva. Y me alegro si gana; pero cuando pierde no tengo esa sensación de que no hay camino de salida por ninguna parte. Perdimos con el Deportivo de La Coruña y casi no disparamos a puerta. Podría escribir que seguimos al borde del abismo y que no ha habido milagro; pero sería ingrato si en el fragor de una mala noche me olvidara del partido de Valencia y de lo que propone mi equipo más allá del resultado.
Cada jugador que juega en la elite tiene un largo camino recorrido. No se llega saliendo de la cama una mañana. Casi siempre llegan los que más lucharon o los que más talento atesoraban. Quique Setién se ha encontrado a esos profesionales y ha sabido transmitirles un estilo, y esos jugadores estoy seguro de que comenzarán el próximo partido como si hoy no hubiera pasado nada. Si únicamente volvemos a estar pendientes de lo inmediato regresaremos por donde mismo vinimos. A lo mejor también caemos así, pero creo que sabemos a dónde vamos. Aun pudiendo parecer frívolo o iluso, hace tiempo que mantengo que en el fútbol lo único que queda, cuando pasan los años, es esa pátina de los regates inolvidables o de las gestas inesperadas. Y esos recuerdos son los que luego terminan amarilleando en nuestra memoria.
Hace años, cuando Las Palmas fue subcampeón de Liga, los equipos sorprendían a los rivales con sus planteamientos. Casi no había imágenes. Hoy juegas un partido como el que jugó Las Palmas en Valencia y ya el próximo rival sabe cómo controla el balón Tana o hacia qué lado regatea Roque Mesa. Aún nos falta rapidez en los movimientos, un buen organizador en el centro del campo y, sobre todo, contundencia en el ataque. Mientras tanto tendremos que apretar los dientes y esperar al siguiente encuentro. Claro que vale la crítica, pero no pasemos del blanco al negro en una sola semana. El fútbol es un juego de matices que navega siempre a favor del tiempo. La próxima jornada comenzará todo de nuevo, la dicha de la victoria o la desazón del fracaso. Lo que queda es un estilo. En la vida. En el deporte. Y también en el propio estado de ánimo.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Las posesiones paradójicas

Lo primero es el balón. Todo lo demás, por lo menos en el fútbol, no es más que metafísica. Si no tienes el balón no juegas a nada. Puedes ganar; pero tu victoria será efímera y tus aficionados te acabarán silbando porque es como si hubieras usurpado algo que no te pertenecía. Las Palmas tuvo el balón en Mestalla, y lo movió con ocho jugadores canarios en el equipo titular, y también contó con la paciencia de los buenos artistas.
Unas horas antes habíamos visto cómo el Barcelona desarbolaba al Real Madrid con parecidas estrategias. Allí también jugó un equipo contra una serie de figuras desperdigadas por el campo. A veces no responde la suerte y todo ese dominio, y ese sacrificio en la presión, no tiene el resultado esperado; pero la eficacia es siempre perecedera ante el martillo pilón de la insistencia en lo bello. Tenemos un equipo trabajado, y debería escribir la palabra equipo con mayúsculas porque esa es la clave de la nueva Unión Deportiva. Empatamos y seguimos con la misma filosofía de juego, y fuimos a ganar el partido. No sé a ustedes, pero a mí esta noche la camiseta de Las Palmas me pareció aún más amarilla que otras veces. Pudimos haber ganado. Aún veo a Momo rematando solo dentro del área y todavía retumba el larguero ante el disparo de Tana cuando empatábamos a uno. También la tuvimos en el último segundo con Araujo solo ante el portero.
La Unión Deportiva vuelve a respetarse para ser respetada. Quique Setién y Sarabia han demostrado que el fútbol es de quien quiere jugar con el balón desde que comienza el partido, y quien cree en esa filosofía busca el esférico cuando gana, cuando pierde y cuando empata. Nunca aburre. Jamás se adormece. Pessoa escribía que el Tajo era un río más grande que el que pasaba por su pueblo, pero que ese mismo Tajo, con toda su grandeza, no era para él más importante que el pequeño riachuelo que pasaba por su pueblo. Ayer hubo un derbi que paralizó a medio mundo futbolístico; pero ese clásico no fue más importante en la vida de los aficionados amarillos que el encuentro de anoche ante el Valencia. Los partidos se ganan o se pierden a veces de forma azarosa; pero uno sabe que en las competiciones largas la justicia casi siempre tiene que ver con un proyecto. Nuestro proyecto es el balón y el juego sincronizado del equipo. Dominamos la técnica y hemos reavivado la ilusión. Nos acostamos tarde, pero valió la pena la vigilia. Merecimos la victoria y casi la conseguimos. En el fútbol podríamos decir que la posesión es una paradoja. Quien tiene el balón es quien mejor sabe ser solidario. Lo tienes y lo compartes buscando la eficacia, la belleza y la victoria. Esta noche todo fue bello y casi ganamos. Se buscó la portería contraria hasta el último momento, y se seguirá buscando en el primer minuto del próximo encuentro.

viernes, 6 de noviembre de 2015

La memoria de las camisetas

Las camisetas de los equipos tienen memoria. Guardan las grandes gestas y las más duras derrotas. El recuerdo no solo lo ponemos quienes llevamos años viendo esos colores en cientos de partidos diferentes. Esa memoria se le activa a Las Palmas cuando juega con los equipos con más solera. Se encoge en estadios como el Bernabéu donde no logramos ganar ni cuando éramos los mejores, y se rearma con equipos como el Sevilla o la Real Sociedad. La Real casi siempre se nos dio bien en el Insular, incluso en sus años de gloria, cuando ganaron las dos Ligas en unos tiempos en los que el fútbol podía escribirse de vez en cuando con la letra de los equipos más modestos. Recuerdo una victoria, también por dos a cero, con Arconada parando todo lo que llegaba a la puerta. Jamás he vuelto a un portero volar como voló aquella noche el meta donostiarra ante los disparos de Brindisi, de Wolf o de Morete. Y también los barrimos del campo el año en que ganaron una de las Ligas, con un Julio Suárez imparable que trajo por el camino de la amargura al lateral Celayeta.
En el partido contra la Real nos jugábamos mucho, más de lo que nos atrevíamos a contar. Una caída en nuestro estadio en estos momentos nos hubiera dejado muy tocados anímicamente. Pero no solo ganamos sino que recuperamos a Araujo y nos quedamos con la sensación de que cuando el equipo combina y corre genera peligro. Ahora nos enfrentamos al Valencia, otro equipo de esos que acabará recordando la memoria de la camiseta. Aquel Valencia de Claramunt o de Bonhoff y Kempes también se nos dio bien muchas veces. El miedo lo tengo contra el Getafe, el Eibar o el Levante. Entre los pesos medios de toda la vida, Las Palmas se desenvuelve como si no hubiera pasado el tiempo. La victoria de esta noche puede ser el principio del camino que nos ayudará a consolidarnos en Primera. Y luego está Valerón. Da lo mismo que solo toque el balón un par de veces. El fútbol no es más que ese par de segundos en que se para el tiempo. Esa es también la memoria que guardan las camisetas. La nuestra tiene las arrugas de los escorzos de Alfonso Silva o de los regates en corto de Germán Dévora.