Escribía Sartre que en el fútbol todo se complica por la presencia del otro equipo. Por eso jamás habrá dos partidos iguales, ni siquiera jugando los mismos jugadores. El otro equipo, como hoy el Deportivo, nos puede sorprender con una defensa inesperada o con una presión en todo el campo. Y en ese caso tenemos la opción de ser fieles a nuestro estilo o de jugar a expensas de lo que proponga el contrario. A mí me gustan los equipos que son fieles a su estilo con todas las consecuencias. Me gusta, por tanto, cómo está jugando la Unión Deportiva. Y me alegro si gana; pero cuando pierde no tengo esa sensación de que no hay camino de salida por ninguna parte. Perdimos con el Deportivo de La Coruña y casi no disparamos a puerta. Podría escribir que seguimos al borde del abismo y que no ha habido milagro; pero sería ingrato si en el fragor de una mala noche me olvidara del partido de Valencia y de lo que propone mi equipo más allá del resultado.
Cada jugador que juega en la elite tiene un largo camino recorrido. No se llega saliendo de la cama una mañana. Casi siempre llegan los que más lucharon o los que más talento atesoraban. Quique Setién se ha encontrado a esos profesionales y ha sabido transmitirles un estilo, y esos jugadores estoy seguro de que comenzarán el próximo partido como si hoy no hubiera pasado nada. Si únicamente volvemos a estar pendientes de lo inmediato regresaremos por donde mismo vinimos. A lo mejor también caemos así, pero creo que sabemos a dónde vamos. Aun pudiendo parecer frívolo o iluso, hace tiempo que mantengo que en el fútbol lo único que queda, cuando pasan los años, es esa pátina de los regates inolvidables o de las gestas inesperadas. Y esos recuerdos son los que luego terminan amarilleando en nuestra memoria.
Hace años, cuando Las Palmas fue subcampeón de Liga, los equipos sorprendían a los rivales con sus planteamientos. Casi no había imágenes. Hoy juegas un partido como el que jugó Las Palmas en Valencia y ya el próximo rival sabe cómo controla el balón Tana o hacia qué lado regatea Roque Mesa. Aún nos falta rapidez en los movimientos, un buen organizador en el centro del campo y, sobre todo, contundencia en el ataque. Mientras tanto tendremos que apretar los dientes y esperar al siguiente encuentro. Claro que vale la crítica, pero no pasemos del blanco al negro en una sola semana. El fútbol es un juego de matices que navega siempre a favor del tiempo. La próxima jornada comenzará todo de nuevo, la dicha de la victoria o la desazón del fracaso. Lo que queda es un estilo. En la vida. En el deporte. Y también en el propio estado de ánimo.
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