Lo primero es el balón. Todo lo demás, por lo menos en el fútbol, no es más que metafísica. Si no tienes el balón no juegas a nada. Puedes ganar; pero tu victoria será efímera y tus aficionados te acabarán silbando porque es como si hubieras usurpado algo que no te pertenecía. Las Palmas tuvo el balón en Mestalla, y lo movió con ocho jugadores canarios en el equipo titular, y también contó con la paciencia de los buenos artistas.
Unas horas antes habíamos visto cómo el Barcelona desarbolaba al Real Madrid con parecidas estrategias. Allí también jugó un equipo contra una serie de figuras desperdigadas por el campo. A veces no responde la suerte y todo ese dominio, y ese sacrificio en la presión, no tiene el resultado esperado; pero la eficacia es siempre perecedera ante el martillo pilón de la insistencia en lo bello. Tenemos un equipo trabajado, y debería escribir la palabra equipo con mayúsculas porque esa es la clave de la nueva Unión Deportiva. Empatamos y seguimos con la misma filosofía de juego, y fuimos a ganar el partido. No sé a ustedes, pero a mí esta noche la camiseta de Las Palmas me pareció aún más amarilla que otras veces. Pudimos haber ganado. Aún veo a Momo rematando solo dentro del área y todavía retumba el larguero ante el disparo de Tana cuando empatábamos a uno. También la tuvimos en el último segundo con Araujo solo ante el portero.
La Unión Deportiva vuelve a respetarse para ser respetada. Quique Setién y Sarabia han demostrado que el fútbol es de quien quiere jugar con el balón desde que comienza el partido, y quien cree en esa filosofía busca el esférico cuando gana, cuando pierde y cuando empata. Nunca aburre. Jamás se adormece. Pessoa escribía que el Tajo era un río más grande que el que pasaba por su pueblo, pero que ese mismo Tajo, con toda su grandeza, no era para él más importante que el pequeño riachuelo que pasaba por su pueblo. Ayer hubo un derbi que paralizó a medio mundo futbolístico; pero ese clásico no fue más importante en la vida de los aficionados amarillos que el encuentro de anoche ante el Valencia. Los partidos se ganan o se pierden a veces de forma azarosa; pero uno sabe que en las competiciones largas la justicia casi siempre tiene que ver con un proyecto. Nuestro proyecto es el balón y el juego sincronizado del equipo. Dominamos la técnica y hemos reavivado la ilusión. Nos acostamos tarde, pero valió la pena la vigilia. Merecimos la victoria y casi la conseguimos. En el fútbol podríamos decir que la posesión es una paradoja. Quien tiene el balón es quien mejor sabe ser solidario. Lo tienes y lo compartes buscando la eficacia, la belleza y la victoria. Esta noche todo fue bello y casi ganamos. Se buscó la portería contraria hasta el último momento, y se seguirá buscando en el primer minuto del próximo encuentro.
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