domingo, 31 de enero de 2016

Agónicos y cíclicos

Esta mañana, al encender el ordenador y conectarme a Facebook, la red social me recordaba que el pasado año un día como hoy había escrito sobre la victoria de Las Palmas ante el Mallorca con un gol de penalti en el último minuto. Y entonces escribía también que con aquellas victorias eran con las que se conseguiría el ascenso. Justo un año después, en el mismo escenario, y con una situación parecida, pero ya en Primera División, volvimos a marcar en el último minuto en uno de esos encuentros en los que uno sabe que se está jugando buena parte de su futuro. Hasta ese momento nos parecíamos a la mitad de Cassius Clay: bailábamos como una mariposa pero no picábamos como una abeja, no teníamos aguijón, tocábamos y tocábamos sin crear ocasiones; pero al final, la fidelidad a un estilo y la perseverancia siempre terminan encontrando algún camino. Deberíamos anotar en un diario todo lo que nos ocurre para darnos cuenta de lo que se parece la matemática de la vida algunas veces. A lo mejor descubrimos que el dolor de lumbago se repite todos los quince de junio o que corren los barrancos todos los tres de diciembre. Cada vez que Las Palmas juegue el 31 de enero me sentaré tranquilo esperando al último minuto del partido para descorchar el champán de la victoria.
Se nos da bien el Celta de Vigo. Siempre tengo en el recuerdo aquel último partido de Tonono (y de Pierre Sinibaldi) en el Insular en el que nos jugábamos el descenso y ganamos tres a uno. Después de esa permanencia, que marcaba la transición entre el final de la era de Tonono, Germán y Guedes, y anticipaba la de Felipe, Brindisi o Morete (con jugadores como Roque, Páez, Pepe Juan, Noly, Félix o Hernández en ambas épocas), la Unión Deportiva volvió a la UEFA y fue subcampeón de Copa. Este año toca mantenerse para luego comenzar a asentarnos en Primera y aspirar a lo que hoy han conseguido equipos como el Celta de Vigo. En aquellos tiempos, los clubes de fútbol no eran tan barojianos como los de ahora. En las novelas de Baroja los personajes entran y salen todo el rato casi sin tiempo de que lleguemos a conocerlos. En aquellos años nos sabíamos las alineaciones y los jugadores estaban unidos a unos colores casi de por de vida. Ahora el fútbol es otra cosa, se juega más rápido y se ficha todo el tiempo: parece un vertiginoso tiovivo que no para nunca de dar vueltas.
Vamos paso a paso, cogiendo confianza y reconociendo automatismos. No es fácil ser valiente cuando te asomas al abismo, y Setién y Sarabia lo están siendo, valientes y consecuentes con su manera de entender el fútbol. Veníamos de dos derrotas peligrosas, sobre todo para el ánimo y para la confianza de los jugadores y de los aficionados, y uno quiere creer que cuando marcas casi de milagro en el último minuto es porque te aguarda un destino halagüeño a corto plazo. Si la suerte se pone de nuestra parte, tenemos andado la mitad del camino. Nos falta el aguijón, picar como una abeja para ser más efectivos, y dejar a la mariposa cuando estemos defendiendo para ser más contundentes. Lo otro es fútbol, ese juego que se parece tanto a la vida.

lunes, 25 de enero de 2016

Balones al suelo

Un partido de fútbol un lunes es como un agujero en un pantalón de etiqueta, como un carnaval en Viernes Santo, algo que no acabas de creerte del todo, y si tu equipo pierde, como perdió esta noche Las Palmas, la mente se defenderá sepultando la derrota lo antes que pueda. También hay partidos de Primera que parecen de Segunda. Los jugadores, el público, los comentaristas y hasta nosotros mismos miramos esos encuentros como si fueran entrenamientos. No es fácil sobreponerte a la ausencia de tu jugador más determinante. Ya habíamos perdido para toda la temporada a Javi Castellano, pero la lesión de Vicente Gómez nos costará algunos puntos. No es cierto que no haya nadie imprescindible. El canterano era quien comenzaba a distribuir el juego y quien ordenaba las piezas desde el primer pase. Nos iremos reponiendo, pero hoy se notó su ausencia. Tendremos que ir probando alternativas. Uno confía en que Matías tenga su oportunidad, o en que llegue un fichaje que se adapte a esa posición, o ya puestos, en que cualquier compañero que ahora es secundario se reivindique y ofrezca otras alternativas a Setién. Esta noche aún era pronto para cerrar una herida que todos intuimos desde que nos anunciaron el alcance de la lesión.
También nos volvió a hundir la inexperiencia, la falta de solidez defensiva y la escasa contundencia cuando llegamos al marco contrario. Los otros equipos que llevan años en Primera saben que la efectividad es un grado más determinante que la veteranía. Volvimos a tocar y a tener la posesión, pero todos veíamos que esa circulación del esférico no nos iba a llevar a ningún sitio. Parecíamos un coche extraviado en una rotonda, girando y girando todo el tiempo sobre nosotros mismos. Fue valiente Setién apostando por Juan Carlos Valerón. Fue una declaración de principios. Era la opción más lógica para sustituir a Vicente Gómez. Podía haber salido bien, pero nos tocó ese día raro en el que hagas lo que hagas no hay manera de encontrar la salida.
El Levante sacó al campo a Rossi. Esa es la única historia que quedará de este partido, como en su día quedó el debut de Cruyff con un equipo granate que sigue siendo colista pero que se suma a esa revoltura que se está formando en la parte baja de la clasificación. No solo es el balón, hay mucho más. El balón es un fin que necesita de medios que lo distribuyan y de delanteros que lo coloquen en el fondo de una portería. Pero lo bueno es que en el próximo partido volverá a rodar como rueda la vida cada día. Hay que olvidar este lunes de plenilunio cuanto antes y mirar de frente a esa eliminatoria de Copa que tenemos a la vuelta de la esquina. No pasemos otra vez del extremo ditirámbico de San Mamés a un desastre apocalíptico. Este camino es muy largo y se tiene que hacer con mucha cabeza. Queda mucha Liga y hay muchos equipos peleando por un mismo objetivo. Vuelvo a lo que nos decían los entrenadores más avezados y más sabios cuando nosotros creíamos que el partido se acababa a los noventa minutos: balones al suelo. Mantengamos la calma y sigamos creyendo en este equipo.


domingo, 17 de enero de 2016

El efecto óptico

Yo canté un gol de Las Palmas en el estadio. Por unos segundos vi cómo le marcaban a ese porterazo llamado Oblak. Lo hizo Roque Mesa. Vi el balón golpeando en la red. Salté de alegría. Y creí que ganaba esa justicia poética que hace grande al fútbol algunas veces. Habíamos merecido el empate durante la primera parte. Hubo momentos, en torno al minuto treinta, en los que la Unión Deportiva combinó y jugó al fútbol como uno querría siempre que jugara su equipo. Pero enfrente estaba Oblak, y las oportunidades que tuvimos terminaban en sus guantes una y otra vez. Por eso cuando canté el gol de Roque Mesa estaba tan eufórico. En los diez segundos que creía que habíamos marcado, casi soñé el partido que teníamos por delante. Vislumbré el dos a uno, imaginé a la afición llevando en volandas al equipo y casi me vi escribiendo esta crónica con esa tinta que, digan lo que digan, brilla mucho más intensa que cuando cuentas la derrota (que por otro lado, todo hay que decirlo, es más hija de la literatura y de la poesía que la victoria y todos sus festejos).
No fue gol. Te lo confirma tu compañero en la grada y tú te niegas a creerlo hasta que ves que el balón no se pone en juego desde el centro del campo. Y entonces, como en esas tragedias griegas en las que sucede todo lo peor que uno imagina, ataca el rival y te marca un gol que deja a tu equipo frío y totalmente fuera del partido. Ahí se acaba todo. Ni justicia poética ni milagro divino. Se impone el presupuesto y la calidad del portero y de ese delantero llamado Griezmann que está a punto de subir al parnaso en el que solo tienen entrada los dioses del fútbol. Todo lo demás es sueño. El efecto óptico marcó el gol que llevábamos soñando más de quince años, ese gol que derrotara a un equipo de campanillas y que nos volviera a encumbrar ante los grandes.
No fue verdad. Golpeó la red, pero fuera de la portería. Lo que sí fue verdad fue el ambiente de Primera División. Creo que es la primera vez que el Gran Canaria vive ese ambiente tan especial y tan grandioso. Me llamó René del Pino desde Guía a primera hora de la mañana para contarme emocionado que había visto llegar en el barco de Agaete a decenas de aficionados con camisetas amarillas procedentes de Tenerife. Así era en los años setenta. Venían de Tenerife a ver cómo Las Palmas le ganaba a los grandes, pero los grandes de entonces solo jugaban con dos o tres extranjeros, y los derechos televisivos no alargaban las distancias de los sueños. Así y todo, Las Palmas jugó un buen partido, y les aseguro que el marcador final también es un efecto óptico que no refleja lo que vimos en el estadio. No me gusta escribir de los árbitros, pero hubo muchos pequeños detalles que condicionaron el encuentro, muchas faltas consentidas, un penalti de libro que nos hubiera metido en el partido, y otras muchas decisiones que hacen aún más difícil la lucha de un equipo pequeño contra esos Goliats de presupuestos mareantes.
Queda la afición, y ese es al final el patrimonio más grande de cualquier club de fútbol. Caminaba a la salida entre miles de seguidores que ya quisieran tener otros equipos de campanillas. Ese es nuestro aval: la afición y la cantera. Y el tiempo que nos irá poniendo poco a poco más arriba. Ya sé que no es fácil justificar un cero a tres en contra; pero háganme caso, solo es una ilusión óptica, como la que vimos cuando cantamos el gol de Roque Mesa. Al final estaremos lejos de donde estamos ahora mismo en la clasificación. Y llega la Copa. Y volveremos al Gran Canaria como si no hubiéramos perdido.

domingo, 10 de enero de 2016

La mitad del viaje

A veces solo nos salva lo que creemos, lo que hacemos y lo que seguimos intentando. Mirar atrás también es un aprendizaje si cuando miramos aprendemos a valorar lo mucho que hemos mejorado y también esos milagros que parecían imposibles. Borges decía siempre que el mejor antólogo es el tiempo. Lo decía refiriéndose a la literatura, pero podríamos aprovechar esa cita para referirnos también al fútbol, una entelequia, al fin y al cabo, como la que crean a veces las ficciones con sus nudos y sus desenlaces. Hemos llegado a la mitad de la travesía. Si miramos atrás veremos que no ha sido fácil navegar después de tantos años lejos de un océano tan complicado y, por momentos, tan revuelto y turbulento. Si alzamos la mirada hacia delante creo que esos horizontes que difumina la distancia nos parecen menos complicados que hace unos meses, o por lo menos ya creo que nos consideramos tan buenos navegantes como la mayoría de los equipos que nos acompañan en Primera División. Cerramos la primera vuelta fuera del descenso, con jugadores que no existían en septiembre o en octubre y que ahora no concebimos fuera del equipo titular. Bendito Setién solo por haber recuperado a Vicente Gómez o a Tana. Y por hacernos creer otra vez en la cantera. Y por jugar, con todas las consecuencias, al juego que llevábamos demandando desde hacía años.
Yves Saint Laurent repetía siempre que en la moda el estilo es eterno. Y también lo es en el fútbol. Nosotros, después de muchos años desnortados, después de haber visto a nuestro equipo en estadios de medio pelo y después de tantos y tantos experimentos fallidos, seguimos recordando el estilo de Silva y de Mujica, el de Germán, Tonono y Guedes, el de Brindisi, el de Narciso, el de Alexis Truillo, el de Coke Contreras, el de Robaina, el de Orlando, y por supuesto el estilo de Juan Carlos Valerón. Todo lo demás era mentira. Y ahora estamos en Primera, en mitad de esa travesía que sabíamos que iba a ser tempestuosa y complicada, y creemos a pie juntillas en que lo que nos queda será aún más grandioso. Sabemos a lo que jugamos. Ramón Gómez de la Serna, en una de sus muchas frases geniales, escribió una vez que si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte. A nosotros nos había sucedido algo parecido durante muchos años. Hablábamos siempre del fútbol canario y de la cantera, pero luego nos encontrábamos con planteamientos más propios del catenaccio o con jugadores que no tenían nada que ver con nuestra idiosincrasia. Creíamos conocernos tanto que nos estábamos equivocando todo el rato. Ahora todo es distinto. Y creo que estamos de acuerdo en que con este estilo llegaremos lejos. Y no solo es ganar o perder. Eso, y no porque lo dijera Coubertin, a veces es lo menos importante. Lo que vale es que nos divirtamos y que salgamos del estadio con esa sensación de que realmente nuestro equipo ha querido que su fútbol se parezca al que soñamos la mayoría de los aficionados.