Esta mañana, al encender el ordenador y conectarme a Facebook, la red social me recordaba que el pasado año un día como hoy había escrito sobre la victoria de Las Palmas ante el Mallorca con un gol de penalti en el último minuto. Y entonces escribía también que con aquellas victorias eran con las que se conseguiría el ascenso. Justo un año después, en el mismo escenario, y con una situación parecida, pero ya en Primera División, volvimos a marcar en el último minuto en uno de esos encuentros en los que uno sabe que se está jugando buena parte de su futuro. Hasta ese momento nos parecíamos a la mitad de Cassius Clay: bailábamos como una mariposa pero no picábamos como una abeja, no teníamos aguijón, tocábamos y tocábamos sin crear ocasiones; pero al final, la fidelidad a un estilo y la perseverancia siempre terminan encontrando algún camino. Deberíamos anotar en un diario todo lo que nos ocurre para darnos cuenta de lo que se parece la matemática de la vida algunas veces. A lo mejor descubrimos que el dolor de lumbago se repite todos los quince de junio o que corren los barrancos todos los tres de diciembre. Cada vez que Las Palmas juegue el 31 de enero me sentaré tranquilo esperando al último minuto del partido para descorchar el champán de la victoria.
Se nos da bien el Celta de Vigo. Siempre tengo en el recuerdo aquel último partido de Tonono (y de Pierre Sinibaldi) en el Insular en el que nos jugábamos el descenso y ganamos tres a uno. Después de esa permanencia, que marcaba la transición entre el final de la era de Tonono, Germán y Guedes, y anticipaba la de Felipe, Brindisi o Morete (con jugadores como Roque, Páez, Pepe Juan, Noly, Félix o Hernández en ambas épocas), la Unión Deportiva volvió a la UEFA y fue subcampeón de Copa. Este año toca mantenerse para luego comenzar a asentarnos en Primera y aspirar a lo que hoy han conseguido equipos como el Celta de Vigo. En aquellos tiempos, los clubes de fútbol no eran tan barojianos como los de ahora. En las novelas de Baroja los personajes entran y salen todo el rato casi sin tiempo de que lleguemos a conocerlos. En aquellos años nos sabíamos las alineaciones y los jugadores estaban unidos a unos colores casi de por de vida. Ahora el fútbol es otra cosa, se juega más rápido y se ficha todo el tiempo: parece un vertiginoso tiovivo que no para nunca de dar vueltas.
Vamos paso a paso, cogiendo confianza y reconociendo automatismos. No es fácil ser valiente cuando te asomas al abismo, y Setién y Sarabia lo están siendo, valientes y consecuentes con su manera de entender el fútbol. Veníamos de dos derrotas peligrosas, sobre todo para el ánimo y para la confianza de los jugadores y de los aficionados, y uno quiere creer que cuando marcas casi de milagro en el último minuto es porque te aguarda un destino halagüeño a corto plazo. Si la suerte se pone de nuestra parte, tenemos andado la mitad del camino. Nos falta el aguijón, picar como una abeja para ser más efectivos, y dejar a la mariposa cuando estemos defendiendo para ser más contundentes. Lo otro es fútbol, ese juego que se parece tanto a la vida.
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