martes, 17 de mayo de 2016

Finales, principios y permanencias

Si en noventa minutos puede suceder de todo en un terreno de juego, imaginen entonces lo que acontece en 38 partidos, en más de tres mil minutos, contra unos trescientos jugadores, ante una treintena de árbitros y delante de decenas de miles de espectadores. Si seguimos sumando también podremos encontrar días de lluvia y de solajero, goles a favor y en contra en el último segundo, penaltis señalados que jamás se cometieron, penas máximas de libro que no fueron pitadas, paradones y cantadas de nuestros porteros, goles por la escuadra o balones que atravesaron la raya de la portería con una lentitud casi de caracol. También sumaremos noches en que salimos del estadio con esa alegría de las goleadas y del buen juego de nuestro equipo y tardes aciagas en las que parecía que solo nos quedaba resignarnos y esperar el descenso. Todo eso es lo que suele vivir durante una temporada un equipo como el nuestro que no está llamado a conquistar la Liga de antemano, aunque después de lo del Leicester en Inglaterra ya no habrá sueño que no se pueda trazar el año que viene.
Comenzamos con un entrenador que nos había devuelto a Primera después de muchos años deambulando sin norte por estadios medio vacíos a los que casi no llegaba el eco mediático. Pero no tuvo suerte Paco Herrera cuando se vio con los morlacos de Primera. Muchos no entendimos en un primer momento su destitución. Ahora, qué duda cabe, aplaudimos aquella decisión aunque sin ponerle un pero a la caballerosidad, la honradez y el buen hacer de Herrera. La llegada de Setién y de Eder Sarabia sí la aplaudí desde un primer momento. Y lo hice por su propuesta futbolística, por su coherencia y por ese estilo que a los que nos gusta el fútbol nos parece que siempre ha de ser innegociable. Recuperó a jugadores que, de no haber llegado, ahora mismo podrían estar buscando equipos en Segunda o Segunda B y que hoy son codiciados por muchos de los grandes. Eso solo lo puede hacer un entrenador que sepa mucho de este deporte y que, además, sea un motivador casi milagrero, capaz de sacar el talento de quienes creían que ya estaban en esa cuesta abajo que suele acompañar a los que no encuentran quien les enseñe una puerta de salida por la que volver a esos estadios en los que soñaban con mostrar su talento.
Pero lo más importante es justamente que no hay jugadores importantes. Aparece siempre un equipo, intercambiable, cada uno con lo mejor que puede aportar pero trabajando todos con un objetivo y con unos automatismos casi idénticos. Y no es que Setién robotice a los jugadores: todo lo contrario, una vez logrado el orden ya deja que se despliegue libremente el talento. Todo pasa por el centro del campo y, sobre todo, por el balón; pero el balón y ese medio campo pasa todas las veces por el cerebro. Se piensa y se crea, se defiende y se inventa, y se divierten ellos jugando y nosotros cuando los vemos frotándonos los ojos por si esto no fuera más que un sueño.
Este año le dijimos adiós a Juan Carlos Valerón, pero él también contará con esa permanencia en la Unión Deportiva que aporte valores, experiencias y credibilidad al vestuario. Hay una suma de muchos factores que no creo que nadie, a estas alturas, se atreva a confundir con la suerte. En una Liga no se tiene suerte. Todo es constancia y creencia en lo que se hace. Hubo días en los que muchos cuestionaron el juego que proponía Setién. Me alegra haber sido uno de los que apostó por él en todo momento, incluso si esa apuesta conllevaba el descenso. No quiero más apagafuegos pasajeros. Deseo que Las Palmas defienda un estilo y sea fiel al mismo cueste lo que cueste. Lo normal es que el estilo, si se complementa con orden y con disciplina, nos dé muchas alegrías. De momento, escribo feliz y relajado este balance final de temporada. Ha sido un honor contar lo que he ido viviendo en casi todos los partidos, en esa suma de tantas contingencias y de tantos momentos que denominamos temporada y que acaba en mayo o junio como acaba para nosotros cada año en diciembre. Muchos siglos antes de que naciera el fútbol, escribió Ovidio que la gota horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia. Yo añadiría que también por el estilo y por la búsqueda de la belleza. Así es como nos hemos mantenido en Primera. Y creo que ese sueño, como los juguetes que realmente valían la pena en la infancia, todavía tiene cuerda para rato.

domingo, 8 de mayo de 2016

Una tarde de mayo de 2016

Hoy cerramos una herida abierta desde 1983, desde aquel día del descenso que cambió nuestra historia. Nunca fuimos los mismos desde entonces, jamás volvimos a jugar al fútbol como habíamos jugado los veinte años anteriores a aquella tarde funesta. Ni en la peor de las pesadillas se podía imaginar el éxodo que nos ha llevado por campos de tierra y amenazas de desaparición. En esa debacle que parecía no tener final perdimos hasta el Estadio Insular.
Ahora, por fin, podemos escribir una historia nueva, y además la trazamos contra el Athletic de Bilbao, el otro equipo de cantera, el ejemplo que debemos seguir para que no vuelva a repetirse esa odisea de la que hemos terminado aprendiendo a fuerza de palos y de desconsuelos. Se fue Valerón, pero al mismo tiempo se queda. No es un contrasentido, es parte de la magia de ese hombre que siempre hizo lo que parecía imposible en un terreno de juego. Se queda transmitiendo valores y como ese espejo necesario cuando se ensirocan los egos y los vestuarios.
Nadie olvidará lo que vivimos hoy en el Gran Canaria. Ese estadio ya empieza a ser tan mítico como el Insular. Le faltaban el Real Madrid, el Atlético o el Barça, pero sobre todo le faltaban momentos como los que vivimos ayer tarde cuando Valerón se encaminaba hacia el banquillo y se nos puso la piel de gallina a los que amamos el fútbol que el Flaco interpreta como nadie. Le aplaudimos y nos levantamos en el minuto 21, en el momento del cambio y al final del partido. Acertaron los que le dieron un micrófono para que se despidiera de todos nosotros. Es un hombre parco en palabras, pero cada una de esas palabras palpitaba con la misma magia que sus pases al hueco o sus controles casi funambulistas.
Setién quiere una plantilla corta para poder subir jugadores de la cantera. Así fue cuando éramos los mejores y así creo que será más allá de los resultados en los próximos años. El Athletic era para mí José Ángel Iríbar, aquel portero que cuando era niño me impresionaba vestido de negro como Yashin y con aquella altura ante la que uno intuía que difícilmente podríamos marcar un gol. Era seguro y volaba de palo a palo sin ningún aspaviento y sin adornarse con palomitas. Muchos amigos son todavía del Athletic por ese recuerdo de Iríbar. Por eso ayer el partido fue todavía más legendario. Vimos saltar juntos al campo a Germán y a Iríbar y, sobre la marcha, los que ya peinamos canas, llegamos a oler el césped del Insular y aquel olor a puros y a jareas que formaba parte del bullicio.
El Athletic era de los pocos equipos que dejaban ver sus camisetas en las gradas del Insular. Hoy sucedió lo mismo en el Gran Canaria, y agradezco a esos aficionados que tanto saben de fútbol que se sumaran como cualquiera de nosotros al homenaje que le tributamos al Mago de Arguineguín. Queda un partido para terminar la temporada. Esta tarde vimos dos grandes equipos sobre el terreno de juego, y uno de ellos era el nuestro, y eso se lo debemos a Quique Setién y a Eder Sarabia, que ahora sí tendrán tiempo para planificar y para elegir jugadores. No me atrevo a hacer valoraciones para la próxima temporada. Un amigo me habló el otro día del milagro del Leicester y yo le respondí que si nos gusta el fútbol es justamente por esos milagros y porque quien escribe los guiones se supera cada año que pasa. Por eso soñamos a lo grande desde que nos dan un poco de cuerda y de tiki-taka. De momento disfrutemos de esta permanencia. No solo nos mantenemos. También sabemos que hay un proyecto fiable y que volvemos a formar parte de la elite. Gracias a todos los que han tenido que ver con esa cura inesperada y casi milagrosa. Ayer cicatrizó una herida que llevaba abierta más de treinta años. Una tarde de mayo de 2016.

Pongámonos en pie

Los finales no siempre son imprevistos. No recuerdo a Guedes, pero siempre será el mito, vi jugar a Tonono cuando era muy pequeño y a Germán no tuve la suerte de seguirlo en sus grandes momentos. No había nacido cuando jugaron Padrón “El Sueco”, Ángel Arocha, Timimi, Miguel “El Palmero”, Pacuco Jorge, Rosendo Hernández, Lobito Negro, Alfonso Silva, Mujica, Luis Molowny, Felo, Vicente González o Correa. Betancort fue el mejor portero canario de la historia. David Silva me parece un jugador excepcional con un currículum que será difícil que vuelva a igualar algún futbolista de las islas. Jesé y Pedro son grandes jugadores, lo mismo que lo fueron Felipe, Barrios, Gerardo, Juanito, Narciso, Alexis, Orlando, Socorro o Toni Robaina. Siempre ha habido mucho talento en estas islas, pero para mí no ha habido ninguno como El Flaco.
Juan Carlos Valerón ha dibujado en cada pase, cada control y cada regate lo que yo dibujaría si me pidieran que representara el fútbol canario. Y además es noble, humilde, como casi todos los grandes que realmente son grandes más allá de lo que hacen. Se va dejando esa estela de los mitos que se quedan para siempre en el recuerdo. Esta tarde, en el estadio de Gran Canaria, viviremos uno de esos momentos gloriosos que jamás olvidaremos. Valerón es de los jugadores que se han quedado en los fotogramas de nuestra memoria. No recuerdas una jugada concreta. Es una suma de genialidades lo que hace grande a un futbolista. Vamos a tener la suerte de despedirlo en casa, vestido de amarillo y con un estadio que se pondrá en pie como pocas veces lo habrá hecho. Creo que deberíamos retirar la camiseta con el número 21 y colgarla bien visible en el Gran Canaria como hacen en la NBA con los jugadores que han marcado una época. El paso del tiempo se lleva por delante todo lo que algún día fue joven, novedoso o sorprendente; pero ese mismo tiempo, como decía Borges en la literatura, es el gran antólogo, el que coloca todo en su sitio y el que realmente escribe las páginas gloriosas de lo que vamos viviendo. Aplaudamos a ese genio que salió de Arguineguín casi sin hacer ruido y que se retira sin más estridencias que los aplausos que ha recibido en todos los campos que ha visitado en los últimos veinte años. Mañana dará la vuelta al mundo esa retirada de un genio irrepetible. Pongámonos en pie donde quiera que estemos cuando abandone el campo. Que resuene su nombre en todas partes. A partir de ahora será la memoria la que se encargará de hacerlo cada día más grande.






sábado, 7 de mayo de 2016

Un hombre de palabra

A veces se cumplen los sueños. La vida cuenta con esas vías extrañas que no conocemos y que, de repente, nos cambian el guion de nuestra propia existencia de arriba abajo. Los seguidores amarillos llevábamos décadas soñando con un juego como el que proponen Quique Setién y Eder Sarabia. Casi nos daba lo mismo estar en Segunda o en Primera. Lo que queríamos era ver a nuestros canteranos y a jugadores que entendieran el fútbol como lo entendemos quienes vimos jugar a Germán o a Brindisi. Setién los tuvo que ver también de cerca alguna vez, como vería al Ajax de Cruyff o al Brasil del 82. Vino con una idea romántica del fútbol y demostró que a veces las intenciones de los soñadores se imponen a los delirios de los pragmáticos. Él sabe, además, que no hay sueño que no se logre sin esfuerzo y sin constancia. Desde que le dimos tiempo comenzó a dibujar en el terreno de juego las jugadas que nosotros habíamos imaginado mil veces en nuestra cabeza. Y además lo hacía jugando en Primera División, entre los grandes de la Liga más grande del mundo, ante millones de personas de todo el planeta, donde se gestan las leyendas y donde se consiguen esos aficionados que se vuelven fieles para siempre.
Era lógico que Quique Setién recibiera ofertas o que el mismísimo Julio Maldonado, “Maldini”, uno de los hombres que más saben de este deporte, lo propusiera como sustituto de Vicente del Bosque en la selección española. Uno hubiera entendido que se hubiera marchado siguiendo el camino de cualquiera de esas ofertas astronómicas que le han llegado estos días; pero este señor es un hombre de palabra, en el terreno de juego y también lejos de la cancha, uno de esos románticos que aún cree que la belleza y la honradez son las únicas que pueden derribar las montañas del tedio y las de ese negocio que muchos confunden con el fútbol y con lo que significa el fútbol para quienes amamos este deporte. Este año ha sido grande y confío en que los próximos sean todavía más gloriosos. Me gusta lo que dijo Setién el otro día, que quiere que a este equipo se le recuerde por cómo juega y no por cómo gana. Así es como se gestan los mitos, con los hombres de palabra que además saben soñar sin ponerle límites a ningún mapa que se trace entre dos porterías y un centro del campo.