Lleva varias temporadas aguantando las bromas de quienes se acercan cada tarde a merendar. Viven casi todos en la calle o en condiciones de extrema pobreza. No han tenido suerte en la vida. Debe tener casi setenta años y siempre llega con su gorra de la Unión Deportiva Las Palmas. No sé cómo se llama. Yo a esa hora paseo a mi perro cerca de donde ellos se encuentran y escucho lo que dicen antes de entrar a la parroquia que les ofrece esa comida vespertina que les ayuda a llegar a la noche o a bajar los efectos del alcohol de garrafón al que están enganchados muchos de ellos. Saben de fútbol, y los mayores pontifican poniendo como ejemplo a Alfonso Silva, a Guedes o a Germán. Ese hombre lleva años aguantando burlas por su fidelidad amarilla. Ahora llega ufano y sonriente casi todos los lunes. Cualquiera que lo viera podría decir que ha sido el autor de los goles de la Unión Deportiva. No los ha marcado, pero su alegría seguro que no tiene nada que envidiar a los gritos de Vitolo o de Thievy cuando logran batir al portero del conjunto contrario. Ya no tiene que bajar la cabeza cuando le dicen que el equipo no vale un duro o que los jugadores son unos gandules. Ahora es él quien desafía a los otros exhibiendo en todo momento el amarillo y azul de su gorra de plato. Yo creo que es lo único que se mantiene limpio y poco desgastado en su vestimenta. Cada vez que gana Las Palmas me acuerdo de él, lo imagino viendo el partido al borde del infarto y luego saltando o maldiciendo la suerte por las calles en las que malvive tratando de encontrar cada noche un portal o unos cartones donde cobijarse. No ganamos el pasado sábado; pero aun así tenemos el ascenso, por lo menos el que se logra promocionando, más cerca que nunca. Nadie podrá silenciarlo hasta que acabe la temporada. En el fondo, casi todos sus compañeros de merienda son igual de aficionados a Las Palmas, aunque con tal de hacerlo rabiar lo llevan molestando hace años cada vez que el equipo pierde o tiene un mal día. El otro día hablaba de los viejos y de su deseo de ver a la Unión Deportiva en Primera antes de morir; pero esa alegría, cuando acontece, se multiplica todavía más en quienes no tienen absolutamente nada. Ese hombre seguro que hoy anda por las calles algo aliquebrado; pero el próximo lunes volverá a cantarle las cuarenta a todo aquel que se le ocurra bromear con los colores o el escudo de su gorra.
Muy emotivo, Santiago. El sentimiento amarillo no entiende de patrimonios o situación social. Unos con la boca grande (el hombre de la gorra azul y amarilla) y otros con la boca pequeña, a todos nos entra el hormigueo cuando pensamos que este año sí que tenemos opciones (aunque creo que es difícil) de volver a la élite, al primer plano, del fútbol nacional. Un abrazo.
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