Explicar el vacío no es fácil. El vacío es la carencia absoluta, la nada, el silencio, el abismo, y en el fútbol podríamos decir que es también el fracaso, la apatía, la gloria que pasó de largo, o esa extraña sensación que se asemeja a los naufragios y a las aventuras malogradas.
El vacío es un estadio en el que todos los grancanarios, los aficionados de la Unión Deportiva y los que miran al fútbol como un arcano incomprensible, pagaron un dineral para que luego jugara una Sociedad Anónima Deportiva sin ninguno de esos grancanarios en el terreno de juego, el mismo campo que vio cómo se destinaban millones de euros para quitar las pistas de atletismo con el fin de que la gente estuviera más cerca; pero la gente no quiere saber nada de lo que se aleja de la coherencia y del sentido común y futbolístico.
El vacío es un palco sin nadie que mire de frente y que asuma las consecuencias de sus prepotencias y de sus arrogancias, y también es un domingo por la tarde jugando contra el Getafe con casi todas las sillas vacías y con el alma de tu equipo arrastrándose como una sombra malvendida en las rebajas.
Qué sucedió. Pues lo inevitable: otra derrota, otro desastre, otra vergüenza. El gol del partido lo marcó el único jugador canario que saltó al campo al inicio del encuentro. Jugaba en el Getafe.
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