miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fútbol y playa

Cada fútbol tiene su propia idiosincrasia. Generalmente tiene que ver con la forma de ser de quienes habitan el lugar donde se juegue. La alegría brasileña o la constancia alemana no son mitos, tampoco el espíritu de lucha del Athletic de Bilbao o la tendencia a la belleza del juego canario. Nunca se puede generalizar en nada. En Bilbao jugaban Manu Sarabia o Dani y en Las Palmas hemos tenido a muchos picapedreros, pero aun con esas salvedades, porque no todo el mundo tiene que jugar recreándose en un equipo, sí es cierto que el juego de Las Palmas ha quedado siempre marcado por las playas que circundan nuestra isla, y especialmente por la playa de Las Canteras.

Da lo mismo que ahora se juegue menos en la playa o que haya campos de césped artificial por todas partes. Más tarde o más temprano, el futbolista canario regresará a la arena y se le removerá todo el pasado que lleva en su carga genética y en su propio carácter. El control del balón y su conducción por el terreno de juego quedan marcados para siempre cuando uno se las ha tenido que ver en un campo que variaba según las pisadas y que exigía poco menos que malabarismo y una técnica depurada para dominarlo. Cuando paseo por La Cícer y me paro a ver cómo juegan al fútbol los niños o los jubilados reconozco ese fútbol tan nuestro y tan olvidado durante años. Jonathan Viera, Armiche, David González, Jorge, Vitolo o Guayre saben de lo que hablo, y ya digo que da lo mismo que no hayan jugado tanto en la arena como jugaron en su día Germán y compañía.

Nuestras playas se parecen más a las playas brasileñas que a las vascas, no sólo porque nos baña el mismo océano sino también por la forma de ser de quienes se acercan cada día a la orilla. En esos paseos he ido viendo durante años a verdaderos fenómenos que luego nunca me encontraba en el estadio. Pero por suerte, con el inicio de esta temporada, por fin han ido apareciendo por el césped del Gran Canaria. Preferiría ganar siempre, pero en caso de derrota me compensaría un control exquisito de un canario criado en la playa antes que todos esos patadones que nos han ido destrozando el fútbol durante años.

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