Eduardo Galeano cuenta que para el hincha fanático el placer no está en la victoria del propio club sino en la derrota del otro. El escritor uruguayo sabe de lo que habla porque vive como nadie uno de esos duelos apasionantes y enconados cada vez que se enfrentan Peñarol y Nacional en Montevideo. Todo hincha del Tenerife y de la Unión Deportiva lo primero que hace cuando acaba la jornada es comprobar cómo ha quedado su equipo casi al mismo tiempo que mira disimuladamente el resultado del otro. Siempre nos traiciona el subconsciente más o menos fanático y, por más que digan los políticamente correctos, la derrota del rival genera casi tanta alegría como la victoria propia. Si no fuera por esos posicionamientos el fútbol sería aburrido y casi me atrevería a decir que no tendría ningún sentido.
Uno no sabe cómo se hace seguidor de un equipo que no es de su tierra. Unas veces es el azar y otras el paso de un jugador que fue el ídolo de nuestra infancia o cualquiera de esas modas que van cambiando el orden de ganadores y derrotados cada cierto tiempo. Pero ese sería el añadido, el otro, el que se elige. Luego está el que nos toca, y ese es realmente el importante y el que nos quita el sueño. En el caso de casi todos los grancanarios ese equipo es la Unión Deportiva Las Palmas, y el inevitable contrario es el Club Deportivo Tenerife. Mi generación, además, vivió el final de Germán o Tonono y el comienzo de Brindisi, Carnevali, Felipe o Morete. En aquellos años no había duelos directos porque había un abismo que separaba a ambos conjuntos y porque casi todos los mejores jugadores de Tenerife acababan jugando en Las Palmas. Luego se viraron las tornas y fueron los blanquiazules los que vivieron sus días de gloria mientras nosotros penábamos en aquel malhadado purgatorio de la Segunda División B. Ahora llegamos casi a la par al mismo sitio y miramos hacia la misma meta, y además con alineaciones en las que suenan muchos nombres canarios. Esta noche se juega al doble o nada. No solo ganamos sino que además derrotamos a nuestro gran rival. Miel sobre hojuelas. Lo más fetén. Lo que todo aficionado, fanático o no, desea con todas sus fuerzas. A estas horas no nos planteamos la palabra derrota. Ni siquiera nos vale el empate. Este partido, además, tendrá el sello de Juan Carlos Valerón, que es el jugador que todos querríamos haber sido, un ejemplo a seguir, el que marcará buena parte de lo que acontezca esta noche en el Gran Canaria.
No sé si son cosas mías, pero no veo en el fútbol de hoy la pasión que uno encontraba en los aficionados cuando iba de niño al Insular. Raro era el partido en el que no veías a los de la camilla sacar a alguien infartado de las gradas; pero es que lo mismo sucedía en los duelos del norte de la isla entre el Guía y el Unión Moral de Gáldar. Ahora nos hemos distanciado un poco y somos espectadores un poco más asépticos. No digo que nos pongamos a gritar como orates desenfrenados, pero en aquellos enfrentamientos mirabas a los ojos de los aficionados y veías en ellos el reflejo de algo más que un balón o unos colores. En aquellas miradas había una épica que hoy hemos perdido con tanta televisión y tanta saturación de información deportiva. En partidos como el de esta noche sí es cierto que reaparece ese brillo en las miradas y que uno encuentra, a medida que se acerca a la entrada del estadio, la misma tensión y las mismas sensaciones que cuando nos asomábamos al graderío del viejo Fedora y escuchábamos el eco de la trompeta de Fernando el Bandera entre el runrún de quienes presentían que estaban a punto de vivir un espectáculo inolvidable.
Que empiece la fiesta cuanto antes. La vida dura a veces lo que dura un partido de fútbol. Ya luego habrá tiempo de volver a la rutina. El poeta Fernando Pessoa decía que el Tajo era un río más grande e importante que el que pasaba por su pueblo; pero que el río que pasaba por su pueblo era para él más importante que el Tajo y que cualquier otro gran río del mundo precisamente porque pasaba por su pueblo. Podrá haber otros derbis y podrán decir que mueven más pasiones o más aficionados; pero para los canarios ningún partido es tan importante como este porque es en el que se encuentra el equipo que siempre queremos que gane con el que queremos que siempre pierda.
Este artículo ha sido publicado hoy en Canarias 7
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