Hay días en los que uno intuye, casi desde que sale de la cama, lo que luego le termina sucediendo. No sabes qué pasará; pero sí llegas a presentir las alegrías o alguna malhadada desgracia. En el fútbol pasa un poco lo mismo. Si comienza el partido y ves que el equipo contrario falla una ocasión sin portero y con el jugador a un metro de la portería ya casi asumes que tu equipo ha amanecido poco menos que protegido por las estrellas. Nadie regaló nada esta mañana en el Gran Canaria, y si subimos a Primera podríamos decir que veremos muchos partidos como este.
Pudo ganar cualquiera de los dos equipos; pero venció el que contó con la suerte, con un porterazo casi imbatible y con un grupo de jugadores que se mueve por el campo al compás del primer pase de alguien que dignifica este deporte cada vez que el balón pasa a su lado. Barbosa, Valerón, Momo, Asdrúbal, Massoud, Aranda, los hermanos Castellano…Había nombres y ahora hay jugadores comprometidos que por fin se creen lo bien que saben jugar al fútbol cuando quieren. Y además jugó la suerte, pero para tenerla hay que arriesgar y seguir insistiendo como si nada hubiera pasado cuando vienen mal dadas. Estamos donde queríamos. El ascenso directo está casi a tiro de piedra. No puede haber otra meta en estos momentos. La promoción es una lotería, y ahí la suerte ya termina claudicando ante los nervios. Tenemos que salir a ganar en Alcorcón y llenar el Gran Canaria en el próximo partido en casa. Yo creo que esa suerte que hoy encontramos, y que nos fue tan esquiva en otros encuentros, también cede ante el estruendo y la felicidad de tanta gente con ganas de celebrar un ascenso. Me quedo con las caras de los aficionados que salían hoy del estadio. Esta isla hace tiempo que se merece una gran alegría futbolera. Es verdad que nos conformamos con poco; pero solo nosotros sabemos el calvario que hemos vivido durante años de fútbol insulso y desastroso. Pensar en el Madrid, en el Barça o en el Atleti casi nos devuelve a la noche de Reyes. Y esta vez sí que parece que por fin puede dejar de ser un sueño.
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