No es cierto que los murciélagos sean ciegos. Tienen ojos y ven como la mayoría de nosotros. Pero no podrían volar en la oscuridad solo con los ojos. También cuentan con la orientación de su propio eco y con una especie de brújula que les indica hacia dónde deben dirigir sus vuelos para no estrellarse contra un muro o contra esas torres que rodean a velocidad de vértigo. En el escudo del Valencia reina el murciélago, pero esta noche esa brújula interna y ese eco que ayuda a elegir los caminos fueron amarillos. Yo creo que a estas alturas los jugadores de la Unión Deportiva están tan unidos al balón que ya saben hacia dónde se dirige desde que lo golpea un compañero. Como si escucharan su eco. Como si todo lo demás quedara lejos del terreno de juego. Este año, además, sí hemos podido empezar la temporada con los automatismos que tanto nos costó conseguir la pasada campaña. Setién y Sarabia han tenido toda la pretemporada para trabajar el sistema, los movimientos y las estrategias que ya dejaron medio avanzadas el pasado año en los jugadores que repiten. Pero sobre todo han tenido tiempo para transmitir a los jugadores que pueden ser los mejores si ellos quieren. Bastaba con ver el empuje de Viera, la precisión de Roque Mesa, la efectividad de Livaja o la confianza recuperada de ese jugadorazo que es Kevin Prince Boateng para entender lo que puede hacer la Unión Deportiva esta temporada.
También nos harían falta esos ojos de murciélago para ver un partido un lunes a las nueve de la noche (aunque peor lo tienen los aficionados peninsulares). En esos días y con esos horarios solo los equipos que juegan a divertirse y a divertirnos nos mantienen despiertos. Las Palmas es uno de esos equipos, lo demostró desde la primera jugada del partido y lo mantuvo hasta que el árbitro pitó el final del encuentro. Nunca se da un balón por perdido, se presiona con inteligencia y no se regala ese preciado botín con pelotazos o con despejes al otro campo una vez se recupera. Desde que el balón transita entre sombras amarillas se le mima y se le trata con esa delicadeza con la que se debe tratar lo que realmente amamos más allá de las palabras. Se dice siempre que se da lo que se recibe, en el amor, en la amistad y creo que también en el fútbol. Los equipos que juegan a hacer bello todo lo que intentan terminan teniendo esa suerte que los ilusos llaman de los campeones y que no es más que el premio de quienes son fieles a un estilo y a una manera de entender el juego más allá de la especulación o de lo meramente pragmático. Siempre decimos que la Liga es larga, pero esa amplitud de horizontes hay que trazarla teniendo en cuenta al mismo tiempo el carpe diem de lo que nunca regresa: jugar cada balón como si fuera el último minuto, buscar en cada ocasión lo bello y lo sorprendente, y no pensar en el minuto siguiente si se puede honrar a ese dios del fútbol que regala ocasiones a los más valientes y a los que aspiran a la gloria cada segundo y con cada remate que intentan.
Quienes llegan tarde el primer día de clase tienen la posibilidad de atisbar mejor que los otros los roles y los papeles que jugarán muchos de sus compañeros. Ya Las Palmas saltó al campo intuyendo quiénes serán los más aplicados, los más temerosos, los que asumirán riesgos y los que ganarán casi siempre. El Valencia hace años que es un gran equipo con gestores empeñados en destrozar su propio juguete. No quisiera que Las Palmas entrara nunca en esa dinámica del dinero sin ton ni son y de los representantes que juegan a intercambiar estampas como quien vende acciones en la bolsa o naranjas en el mercado de un pueblo. Por suerte Las Palmas tiene un proyecto y, sobre todo, cuenta con un estilo que nos enorgullece y nos hace robarles horas al sueño cuando juega a la hora de los murciélagos. Nosotros miramos y ellos juegan, pero cuando ellos juegan como nosotros llevábamos soñando desde hacía décadas entonces sí que acontece ese milagro que nos despabila y nos emociona a las once de la noche o las diez de la mañana. Y podíamos haber perdido o haber empatado. Pero no, ya dije al principio que la victoria es casi siempre para quien no traiciona ni uno solo de sus pasos.
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