Lo puedes tener todo y no darte cuenta. El famoso tridente de Las Palmas podría ser la delantera de cualquier equipo de media tabla de las grandes ligas europeas. Los tres jugadores marcan goles, combinan, presionan, regatean y asustan a las defensas contrarias. Araujo, en el estado de forma que está, lo raro es que siga en el equipo amarillo después de navidades. En menos de quince minutos esos jugadores, participando los tres en cada uno de los goles, ya ganaban cero a dos al Mallorca.
Ya todos sumábamos los tres puntos, hacíamos combinaciones y calculábamos lo que esa suma podía suponer antes del partido contra el Deportivo. Nos traicionaba la coherencia futbolística y lo vivido en un tiempo cercano. Nos olvidábamos de los temblores de Jiménez, de que el equipo no juega a nada y de que, desde que el Mallorca presionara más de la cuenta, nos meteríamos atrás, a defender, una vez más, hasta que nos empataran. Esta vez, además, falló nuestro portero, pero eso fue una anécdota. Lo hicimos con el Reus en el primer partido de Liga y lo repetimos siempre que vamos por delante en el marcador.
No sirve de nada ese tridente si el equipo no va a ganar creyendo en sus posibilidades y mirando solo a la portería contraria. De poco vale la calidad de la plantilla si a las primeras de cambio jugamos a no perder y a buscar el contraataque. Si queremos subir a Primera no podemos especular con el resultado de una manera tan burda. No perdimos. Cualquiera que lea esta crónica sin conocer el resultado podría colegir que salimos goleados. Empatamos a dos, pero hay empates que duelen más que una goleada en casa, por lo que podía suponer ganar en la isla balear, por el golpe en la mesa, y porque creíamos que, por fin, la Unión Deportiva iba a consolidar lo que vimos ante el Numancia; pero todo es un espejismo, también el partido contra el equipo soriano: no jugamos a nada, no sabemos lo que es el centro del campo, y lo fiamos todo a un tridente que no supera los temblores y el canguelo.
Así solo seremos como un Neptuno que reina debajo de las aguas, un tridente que solo exhibiremos como un trofeo casi protocolario. Y decir eso viendo jugar a Araujo es casi una herejía, pero uno se vuelve hereje cuando deja de creer en las incongruencias. Y cada vez creemos menos en Jiménez. Nos vendió fiabilidad defensiva y contundencia. Ganando cero a dos y con Rubén Castro, Rafa Mir y Araujo en el campo no se puede especular nunca con el resultado. Jamás. Si se hace eso se pierde o se empata. Sufrimos el mal menor: el empate, pero ese resultado jamás puede servirnos de consuelo. Cortázar decía que en la novela se gana a los lectores a los puntos y en el cuento con un knockout. Las Palmas no tiene ni novela ni cuento. No tiene quien le escriba, ni quien le trace unas líneas maestras para no extraviarse en el campo. Y así estamos, como aquellos niños consentidos que tenían el mejor balón de reglamento, pero que no sabían luego ni golpear de puntú, ni regatear su propia sombra. Lo tenemos todo, un tridente letal que mete miedo, pero sin estilo no canta ni Bob Dylan.
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