Uno quisiera que el fútbol fuese una ficción. Y que en la medida de lo posible esa ficción, cuando tocara escribir sobre nuestro equipo, nos correspondiera inventarla a cualquiera de nosotros. Si el fútbol no fuera tan real como la vida misma, a esta hora nos imaginaríamos a Las Palmas jugándole de tú a tú al Barça de Guardiola o disputando la final de la Champions contra el Chelsea de Fernando Torres y Carlo Ancelotti. En esa ficción jugaríamos intemporalmente con un equipo en el que estaría Daniel Carnevalli (hoy me lo presentó Manolo Borrego y me sentí igual que cuando con doce años lo veía volar de poste a poste en el Insular; sólo me atreví a decirle que para mí era un honor estrecharle la mano: los mitos crecen con nosotros y nunca dejan de salir en las estampas), Felipe Martín, Tonono, Guedes, Silva, Mujica, Germán, León, Correa, Juani, Brindisi, Morete, Jorge, Narciso, Contreras, los hermanos Valerón y hasta el mismísimo David Silva. En los sueños cabe todo lo que es grandioso. Por eso nunca soñaríamos con un partido soporífero en casa contra el Huesca, casi a las puertas del descenso de Segunda División, y con un equipo que ha olvidado cómo se juega al fútbol. Lo de hoy fue realidad, con todo lo prosaico y doloroso que tiene lo real cuando se cruza con nuestros sueños de grandeza futbolística. Hemos perdido el potencial de las primeras jornadas: no está Vitolo, no volverá a jugar Cejudo y Viera está temporalmente (y menos mal que en este caso hablamos de temporalidad, si no la cosa se presentaría realmente fea)fuera de combate. Sin ellos, David González es un pasador sin destino, Guayre un delantero sin música de fondo y Javi Guerrero cambia el chaqué por el mono de trabajo que le aleja de la excelencia. Querer tener lo que teníamos hace unos meses es tan impensable como esa alineación de mitos que planteaba al principio de esta crónica. Toca sufrir y apretar los dientes. Ahora sólo nos queda el patadón y la solidez defensiva. La afición no se merece esa propuesta, pero esto es Segunda División, la suerte ha sido adversa con las lesiones y el potencial es el que es, con jugadores que se borran lastimosamente cada vez que se les da una oportunidad para demostrar el talento que les suponíamos: nos ha pasado con Jorge en varios partidos, y ya se repite peligrosamente con jugadores como Sergio Suárez o el mismo Pedro Vega. Lo de los laterales, como decía un vecino de asiento, es para subir a Lourdes descalzos ahora mismo. Pierden la posición cada dos por tres, no son contundentes y generan una inseguridad tremenda. Me paro. No todo va a ser negativo. Claro que no: está Matías Lequi, sin duda el mejor del partido. Su presencia nos hace ser menos pesimistas para el futuro. Gran fichaje el suyo. Algo parecido podríamos decir de Quero. La pena es que los regates no los intente más cerca del área contraria, pero es un jugador con decisión, con buena técnica y comprometido a carta cabal con el equipo.
Uno, como ya he dicho, preferiría la ficción o seguir escribiendo sobre aquellas expectativas que todos, y digo todos porque escuchando algunas emisoras de radio parece que los ilusionados éramos sólo cuatro imbéciles, teníamos en el mes de octubre. La Liga es larga y coloca a todo el mundo en el lugar que merece. No había dinero y tocaba tirar de la cantera, de la épica y de ese trabajo que preconiza Paco Jémez. Muchos se burlan de su mensaje, pero yo no conozco otro camino en la vida, en el fútbol, en la literatura, en la agricultura o en la ingeniería aeroespacial que el trabajo, el trabajo y el trabajo; sobre todo cuando no dispones de dos Brindisis, tres Messis, un Beckembauer, un par de Germanes, algún Valerón y un killer tipo Torpedo Muller o Mario Alberto Kempes. Tenemos lo que tenemos y hemos de estar con el equipo. Sigo apostando por Jémez pase lo que pase. Quiero mirar al futuro y a un proyecto que, al margen de la categoría en la que juguemos, nos ayude a reconocernos en el terreno de juego. No hablo de los balonazos de hoy, ni de los desastres de los últimos partidos. Es más una cuestión de propósitos, y ya sabemos que los propósitos sólo se pueden cumplir cuando las circunstancias lo permiten. Estas circunstancias empiezan a ser preocupantes, pero creo que estamos mejor que otras temporadas. Este año, por lo menos, nos queda la memoria cercana de la excelencia. Confiemos en ese trabajo semanal e intenso que defiende el entrenador, dejemos un margen de posibilidades a la suerte y vayamos haciendo poco a poco el equipo que en los próximos años nos suba definitivamente a Primera División. Volverán Vitolo y Viera, entrará Tyronne y aparecerán otros canteranos rutilantes. Junto a ellos, jugadores como Lequi, Barbosa, Quiroga o Quero nos harán más grandes. Ahora es cuando hay que estar con Las Palmas. En las tempestades hay que mantener el timón firme y saber desplegar las velas para no zozobrar. Ya volverán las aguas calmas más adelante. Los mejores nadadores y los más conspicuos navegantes suelen ser los que primero se ahogan. No debemos confiarnos porque nos iremos al fondo de la clasificación a las primeras de cambio. La realidad exige compromiso por parte de todos. Dentro de unas semanas espero que el tiempo contradiga estas derrotas y estos miedos como mismo ha contradicho la euforia del principio. No hay nada que no arregle el tiempo. Ya ganaremos. No nos queda otra que confiar en los jugadores que tenemos. Sólo ellos son los que están capacitados para afrontar esa realidad adversa que nos tiene a todos tocando madera.
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