No era un espejismo ni un sueño de una noche de verano. No encontramos muchos trazos poéticos en el juego, pero sí la intensidad, la verticalidad y la estrategia necesaria para salir de los desiertos en los que llevamos dando vueltas hace ya demasiado tiempo. La victoria también es bella, y en medio del pragmatismo queda espacio para la lírica y para la improvisación de la belleza. Hay muchos estilistas en el campo, pero esta vez no corrían sin sentido, ni regateaban donde no se resuelve absolutamente nada. Muchos dirán que el Llagostera no es un rival para medir fuerzas, pero eran justamente esos rivales los más que nos complicaban la vida en las últimas temporadas. Y lo hacían porque el equipo saltaba al campo sin intensidad y sin tener en cuenta que los tres puntos eran igual de importantes que cuando nos enfrentábamos a un equipo de campanillas. Esto no es más que el comienzo. Y en esa practicidad inicial ni siquiera hubo espacio para que Valerón luciera por lo menos un rato. La temporada es larga y el entrenador creo que sabe lo que está haciendo. Me quedo con la actitud de todos los jugadores, tanto en el terreno de juego como en el banquillo. No pasará este partido a los anales de la historia amarilla, pero quizá en unos meses podremos decir que todo comenzó con el Llagostera. Y luego está Sergio Araujo. Y ese golazo por toda la escuadra. Nos faltaba ese jugador que parece clonado con Saviola y Jonathan Viera. Si tienes actitud, una plantilla talentosa y bien plantada y, además, un fenómeno que te resuelve los partidos con dos regates o un tiro a puerta casi imparable cuentas con los mimbres necesarios para poder llegar adonde quieras. Esto es muy largo, pero creo que esta vez sí se está transitando por el camino correcto.
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