Hace unos meses, saliendo del estadio de Gran Canaria, se le apareció una especie de ángel a un hombre apesadumbrado con una bufanda amarilla.
-Pídeme un milagro
-¡Estoy yo para milagros! Hace un rato te hubiera pedido que el remate del Córdoba hubiera golpeado en el palo o que hubieras impedido que saltaran decenas de energúmenos al campo; pero ahora, como casi siempre, los milagros llegan tarde.
-Ya eso pasó, si quieres la temporada que viene subo al equipo a Primera.
-Has tenido muchos años para hacer eso. Lo primero es meter goles y evitar que nos los metan. Pero no me hables del año que viene porque ni siquiera sé si voy a venir al estadio.
Todo aquello se olvidó, y esta temporada más de catorce mil aficionados se hicieron socios de Las Palmas. También llegó un argentino. Los grandes ídolos de ese aficionado que renovó su abono fueron los argentinos de los años setenta que vistieron de amarillo. Siempre que le preguntas algo de fútbol el subconsciente le remite una y otra vez a Carnevali, a Wolf, a Brindisi y a Morete. No ha vuelto a tropezarse con aquel ángel, pero cada vez que la Unión Deportiva marca un gol le lanza un guiño desde la grada. Es imposible que aparezca un delantero como Araujo si no hay un milagro o un ángel por medio. Casi todo lo que toca lo convierte en gol, que es algo que en el fútbol vale más que el oro o que cualquier potosí que nos pongan delante. Pero un fenónemo necesita un equipazo a su alrededor, si no es probable que se quede en el mismo camino en el que se quedaron tantos jugadores de esta isla por no disponer de ese conjunto adecuado y, sobre todo, de un entrenador que supiera de fútbol y de lo que acontece fuera del campo. El partido ante el Alcorcón se parece a aquel encuentro en el que descubrimos a Jonathan Viera y a Vitolo, pero la solidez de este equipo no tiene nada que ver con el empaque y la seguridad defensiva que ha logrado Paco Herrera. Ya sé que tiendo a ser optimista desde que ganamos un par de partidos seguidos. La vida no sería habitable si uno no intentara ser optimista desde que sale de la cama. El fútbol se parece mucho a la vida y nos enseña que las decepciones son como esas borrascas que siempre terminan pasando. No sé si todo esto tendrá algo que ver con el encuentro que tuvo aquel aficionado con un ángel. Los ángeles también aparecen cuando los buscamos. O un día se presentan vestidos con los colores de tu equipo y casi tienes que pellizcarte para saber que no es un sueño lo que estás mirando. Ha habido muchas apariciones así de fulgurantes en la historia de la Unión Deportiva; pero hacía muchos años que no llegaban, o que si llegaban se apagaban en un par de jornadas o con los primeros elogios. Lo de Araujo es otra historia, lo mismo que lo de Nauzet, Valerón, Momo, David Simón o Javi Castellano. Muchos de ellos lo perdieron todo hace un par de meses. También a nosotros nos quebró el alma aquella panda de desalmados que saltó al campo; pero ya dijimos entonces que no estábamos dispuestos a que nos ganaran. A los bárbaros se les derrota con belleza y con inteligencia, o con goles como los que se marcaron anoche en el estadio de Gran Canaria. Que no nos despierte nadie de este sueño. Y que los ángeles sigan vistiendo de amarillo durante muchos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario