El fútbol nos alegra la vida con un balón y noventa minutos por delante. Si alguien quiere buscar lógicas o fórmulas matemáticas lo más probable es que termine haciendo el ridículo. Sí es cierto que, como en la vida, la intención, la búsqueda de lo bello y la coherencia suelen premiar a quienes no traicionan sus principios, unos principios que a veces se parecen a aquellos que Groucho Marx cambiaba según las circunstancias, y que otras veces se asientan en un estilo y en una búsqueda sin tregua de la excelencia.
Contra el Espanyol vivimos una primera parte dubitativa, extraña y muy alejada del juego de toque y de la presión que nos ha caracterizado en las últimas semanas; pero por esas cosas del fútbol, o por esa memoria que a vece se asemeja a la justicia poética, marcamos un gol en las postrimerías de ese primer tiempo y luego, como en esos libros que ganan con el paso de las páginas, vivimos en la segunda parte una de las mejores fiestas de la temporada en el estadio de Gran Canaria.
No creo que nadie, ni en el más optimista de los aficionados amarillos, hubiera podido prever este final de temporada. Casi me pellizco mientras escribo por si en mitad de alguna frase hubiera confundido lo real con lo ficticio, o lo que miro con lo que soñé durante mucho tiempo. Estos días se parecen mucho a esos sueños demorados durante décadas. Han pasado muchos años, ha habido muchos aficionados amarillos que se fueron sin volver a encontrar la esencia de nuestro pasado grandioso, y también mucha memoria que a veces parecía inventada. Casi parece mentira que estemos viviendo este momento. Somos unos privilegiados, unos afortunados a los que el destino ha invitado a una fiesta que llevábamos mucho tiempo mirando como esos desconsolados que solo atisban la felicidad detrás de las ventanas o de las pantallas. Ahora es el momento de disfrutar y de recordar quiénes somos y lo que hemos vivido estos años. Conviene no olvidar que en la vida siempre seremos eternos aprendices o que en la próxima temporada podemos empezar perdiendo los primeros partidos. Sé que me repito; pero llevo escribiendo esto desde que estábamos en puestos de descenso: solo creo en un estilo, en un marchamo que nos identifique y que sea casi innegociable. Felicito a quienes apostaron por Quique Setién y Eder Sarabia aun en los días en que parecían más probables los naufragios que estas olas que ahora se improvisan en las gradas del estadio. El fútbol es el milagro del Leicester en Inglaterra o este milagro de vernos salvados varias jornadas antes de que termine el campeonato. Jugamos a divertirnos y hemos terminado ganando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario