No es una cuestión de matemáticas sino de certezas. Daba lo mismo que ganáramos o perdiéramos en Riazor, o que el Sporting saliera derrotado o nos venciera en el último minuto. El estilo, el estado de ánimo y el arabesco derrotan siempre a los números cuando hablamos de fútbol. Hemos descendido otras veces cuando las leyes de las probabilidades casi nos daban por salvados. Todos recordamos el descenso de 1983. Yo creo que pocas veces fueron tan crueles las matemáticas como entonces, tanto en los partidos previos como en aquella jornada en que tenían que darse resultados casi imposibles que luego se dieron. También sucedió lo mismo con el último descenso, pero en ambos casos todo se veía venir aunque la lógica presagiara lo contrario. Esta vez es todo diferente. No lo escribo ahora: aun estando en puestos de descenso todos intuíamos que nos terminaríamos salvando, y que si descendíamos también terminaríamos ganando. No me contradigo y ustedes saben lo que digo. A los que nos gusta el fútbol, y más a los que nos criamos viendo un fútbol virguero y creativo, lo que nos vuelve triunfantes y contentos es lo que está haciendo ahora mismo el equipo de Quique Setién y de Eder Sarabia. Nombro a los dos entrenadores porque creo que se complementan de maravilla aportando la experiencia de uno con la formación del otro, el conocimiento del vestuario y del fútbol de Setién con el estudio y la teoría de Sarabia. Y además tengo muy claro que Eder Sarabia será uno de los grandes entrenadores de este país en los años venideros. Se ve venir esa permanencia más allá de lo que digan los números.
No jugamos nuestro mejor partido, nos suele pasar con los conjuntos más aguerridos y correosos. Y por mi parte desearía que se salvara el Sporting, un equipo que siempre ha vivido una historia paralela a la de la Unión Deportiva, con una afición parecida a la nuestra y con esa vitola que siempre queda de los equipos con los que de niño jugábamos a las cajas o a las chapas, aquel Gijón de José Manuel, Churruca, Morán, Quini o Enzo Ferrero.
Empatamos ante el Gijón cuando parecía que todo estaba hecho, pero sigue estando hecho y me atrevo a escribir esto aun sin la certeza de las referidas matemáticas. Será el próximo partido o el siguiente. Ahora lo que todos queremos es que este proyecto se consolide, y para ello dependemos de estos dos entrenadores que han cambiado la dinámica y la concepción del fútbol de nuestro equipo. No dependemos de ningún jugador sino de un juego colectivo, de la creencia en que el esfuerzo y la belleza terminan ganando los partidos y de una cantera que tiene que jugar desde benjamines a lo mismo que juega el primer equipo. El fútbol se mueve por rachas, y está claro que en este final de temporada ha salido cara en la moneda del destino de la Unión Deportiva. Llegarán días con cruces y entonces tendremos que recordar siempre que el juego de toque, ese estilo festivo y virguero que está unido a nuestra historia y a nuestra propia forma de entender la vida, es el único camino para llegar a la portería contraria y para subir puestos en esa clasificación que ahora miramos sin miedo a ningún abismo.
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