Unos días previos desapacibles, el Barcelona contra el Real Madrid la misma tarde del partido y la tele en directo; pero una vez más la afición ha vuelto a demostrar que, suceda lo que suceda, está con su equipo, sobre todo porque este equipo sigue empeñado en hacernos soñar y en demostrar que se puede ganar jugando bien al fútbol, siempre tratando de improvisar algún gesto bello en un regate, en un control o en un disparo a portería. San Agustín escribía que lo pequeño es pequeño, pero que ser fiel en lo pequeño es cosa grande.
Luego están los detalles imprevisibles, como ese error de nuestro portero en el minuto tres que nos dejó helados; pero la Unión Deportiva ha aprendido a afrontar los malos momentos. Por eso se repuso y logró remontar el partido. Pero hubo mucho más, esa jugada del minuto doce saliendo desde atrás con paredes y toques precisos, esa intención por hacer bella cada jugada y esa sensación de que los jugadores disfrutan de lo lindo jugando a un fútbol que seguro que soñaron muchas veces en el patio del colegio.
No buscamos solo la efectividad. Claro que queremos ganar, pero lo queremos hacer embelleciendo cada punto de la clasificación con algún recuerdo que mantenga vivo el partido en nuestra memoria. Así ha sido siempre. Yo me acuerdo de los partidos contra el Valencia cuando en el equipo Che jugaban Kempes, Darío Felman, Bonhoff o Solsona, y mantengo vivos en la memoria esos partidos sin saber a ciencia cierta cuáles fueron los resultados. Quedaron grabados por los detalles, por algún remate casi imposible de Morete, por un cambio de juego de Brindisi o por el lujo de ver a Mario Alberto Kempes a pocos metros.
Hoy fue al estadio por vez primera el hijo de una buena amiga. Tiene cinco años y estrenaba su equipaje de Las Palmas. Ya los niños, como nosotros hace años, no quieren quedarse en casa para ver al Real Madrid o al Barcelona: si Las Palmas está en Primera y juega como está jugando, esos niños serán lo que hoy somos nosotros, devotos aficionados asidos a la épica, pertinaces soñadores que jamás traicionamos los colores así juegue Las Palmas en campos de tierra situados en pueblos perdidos de la Península Ibérica. Ese niño mantendrá para siempre en su recuerdo los mismos detalles que guardamos nosotros con el olor de la jarea, la corneta de Fernando el Bandera o aquellos tornos de hierro que empujábamos sabiendo que detrás de ellos comenzaban todos los sueños.
Ya sabemos que a veces queremos convertir al fútbol en una especie de oráculo literario con frases hechas; pero al fútbol se juega con los pies y con la cabeza cuando el balón rueda por el campo. La palabra solo sirve para alentar recuerdos o para cantar las épicas. También para consolarnos en alguna derrota que solo se concibe cuando alguien nos la cuenta con algún atisbo de esperanza. Si acaso el único acierto pleno es el fútbol es fútbol que dictó Boskov cuando entrenaba al Real Madrid en los setenta. También la vida es la vida, y ese es el único consuelo que nos queda muchas veces para seguir adelante. Otro tópico es el de a entrenador nuevo, victoria segura. Pero los tópicos están para ser derrotados con talento y con belleza, y ahora mismo a la Unión Deportiva Las Palmas solo le vale el arte por el arte, ese espectáculo que estamos disfrutando y que aún nos parece mentira después de tantos años mirando desde lejos la fiesta que vivían otros.
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