No, no siempre resulta fácil agradar a los demás. Tampoco convencer. Uno no sabe a veces qué es lo que hace para que las cosas rueden de maravilla o para que todo se refrene o se quede en intentos baldíos, en esas derrotas de las que tenemos que recuperarnos cuanto antes. Escribe Kipling que el fracaso o el éxito son igual de impostores y que uno debe estar siempre por encima de esas contingencias y proseguir con su lucha diaria por alcanzar las metas, aunque las metas haya que alejarlas muchas veces para que sea el camino, como escribía Kavafis, el sentido de todo esto.
Con esta introducción poética-filosófica trato de entender lo que le sucede a la Unión Deportiva Las Palmas, por qué nos movemos en un tiovivo tan peligroso y por qué, históricamente, hemos sido capaces de lograr gestas casi imposibles y de fracasar luego en lo que estaba al alcance de la mano. Parece que por fin se rearmará el centro del campo con las llegadas de Samper, Aquilani y, sobre todo, con la recuperación de Vicente Gómez, un jugador ante el que siempre me quito el sombrero. Y es evidente que no era el Atlético el mejor equipo para salir de una crisis, y mucho menos sin tener armada esa sala de máquinas en la que se genera el fútbol se juegue a lo que se juegue. Enfrente teníamos a la efectividad y a la antítesis de lo que nosotros proponemos, y nuevamente nos vapulearon sin piedad. Muchos temíamos que la inercia de la segunda vuelta del pasado año siguiera en agosto, y así ha sido, como hace un año seguimos al comienzo de Liga con la inercia positiva que traíamos de la anterior temporada. Pero no solo son inercias. Nos sigue fallando la contundencia y la colocación defensiva y, aunque me repita, carecemos de centro del campo, y presentarte en una Liga como la española con esas carencias es casi un suicidio futbolístico.
Solo llevamos dos jornadas de Liga, pero creo que un equipo debe llegar armado y con su sentido de juego definido antes de que comience la temporada. Siempre cuesta más remontar que remar a favor del viento, y la confianza, como en todo en la vida, se presenta como un arma casi victoriosa incluso cuando hay que derrotar a los pronósticos. La confianza y la planificación, que ya luego es la suerte la que determina el resultado, aunque la suerte, como el destino, la escribamos cada uno de nosotros en esas previsiones y con esas fuerzas que sacamos cuando todo nos sale de maravilla y parece que el balón se ha puesto de nuestra parte. Empieza otra Liga después de que juegue la selección la próxima semana. Es tiempo de rearmarnos y de conjurarnos para volver a creer en que somos nosotros los únicos hacedores de nuestros propios milagros. Y, por desgracia, también somos los que hemos dejado que se vaya alejando un sueño que hace un año casi nos obligaba a pellizcarnos para creernos que era cierto.
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