La historia se escribe muchas veces lejos de las mayúsculas y de las grandes gestas, allí donde a veces ni siquiera llegamos a darnos cuenta de la trascendencia de nuestros pasos. Estaría bien ganar dentro de unos días en el Bernabéu por vez primera en nuestra historia, llegar a otra final de Copa o regresar a las competiciones europeas como en los años setenta, pero no hay que olvidar que después de esos logros estuvimos muchos años jugando con equipos de medio pelo que preferimos olvidar para no sentir el vértigo del fracaso en el espinazo.
También es cierto que muchas veces no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos o hasta que no vemos cómo otros se conforman con lo que nosotros no valoramos por esa extraña costumbre que nos hace olvidar la grandeza de lo que estamos viviendo. Quizá hemos olvidado lo que era para nosotros la Primera División hace cuatro o cinco temporadas, y no digamos hace diez o doce campañas. Ahora estamos en Primera, más o menos asentados y con una plantilla que supera a todas las plantillas que hemos tenido estos últimos quince años. He sido crítico, y lo seguiré siendo cuando se tomen decisiones erróneas e incompresibles, esas improvisaciones casi demenciales que nos han llevado a donde estamos. Pero en estos momentos a mí, y creo que también a ustedes, lo único que me interesa es la Unión Deportiva Las Palmas. La goleada al Coruña en Copa puede servir para recuperar la confianza y para que los jugadores no olviden quiénes son cuando llegan esas pájaras extrañas en las segundas partes de casi todos los encuentros.
Esa historia que no se juega en las grandes gestas sino en los pequeños detalles tiene su razón de ser en partidos como el del próximo lunes en el Gran Canaria. Necesitamos ganar al Coruña para salir del descenso y para romper una dinámica que nos puede condenar al abismo si no espabilamos a tiempo. Después iremos al Bernabéu ( y mantengo que sin presión, y teniendo la plantilla que tiene Las Palmas, podemos dar la sorpresa en Chamartín), pero de lo que se trata ahora es de reaccionar y de apoyar al equipo como si nos estuviéramos jugando el ascenso nuevamente con el Zaragoza. La pena es que el partido sea un lunes nuevamente, es como si alguien quisiera alejarnos de la fiesta del fútbol, que digan lo que digan cae siempre en fin de semana. A pesar de ello no hay que olvidar que jugamos en casa y que venimos de ganar uno a cuatro al mismo equipo que tendremos delante. Esta batalla la tenemos que ganar entre todos y ya luego habrá tiempo de arreglar los desaguisados. Ahora solo tenemos un objetivo: ganar al Deportivo. Todo lo demás no vale para nada. Olvidemos los últimos resultados y centrémonos en ese objetivo irrenunciable. No será un encuentro de los que aparezcan luego en el recordatorio de las grandes gestas del equipo, pero todos sabemos que no habrá gesta que valga si no salimos a jugar ese partido como si nos jugáramos un ascenso. Dejemos la palabra descenso muy escondida en el diccionario. Si acaso volvamos a recuperar el espíritu de aquellos partidos que nos llevaron a vivir un sueño que hace muy poco tiempo nos parecía lejano y casi inalcanzable.
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