sábado, 1 de octubre de 2016

El otro fútbol

Cuando los jugadores están a punto de saltar al campo escuchan en la lejanía el retumbar de las gradas o el estruendo de los aficionados cantando himnos o recordando pareados que llevan repitiéndose decenas de años. Da lo mismo que sea el campo de tu equipo o el terreno de juego del contrario. El olor de la hierba y el horizonte trazado con rayas blancas y una portería en cada lado del campo es el mismo en todas partes. Es en ese momento cuando un jugador sabe muchas veces si va a ganar o a perder un partido. Me lo han contado algunos de ellos, que les sucede lo mismo que a nosotros cuando salimos de casa cada mañana y ya sentimos avisos del día que nos espera.
El encuentro contra el Osasuna era como esos días raros en los que intuyes que te estás jugando media vida pero no quieres reconocerlo. El equipo de Pamplona era el colista y nosotros uno de los conjuntos que más han dado que hablar en este inicio liguero; pero al mismo tiempo sabíamos que El Sadar era un escenario con mucha historia y mucha magia, uno de los pocos estadios que todavía nos traen a la memoria la cercanía de los jugadores y el olor de la hierba, un estadio como el Insular o como Atocha, con el público a pocos metros de los jugadores y con ese bullicio que suena de otra manera en los espacios más pequeños, un sonido parecido al eco de aquellas maretas en las que jugábamos de pequeños.
El partido salió como quería Osasuna, y nosotros salimos como en Valencia y en Anoeta, algo despistados y sin esa tensión necesaria para que no te marquen a las primeras de cambio. El equipo navarro se encontró un penalti en la primera jugada y creyó que sentenciaba el encuentro con un dos a cero en el último minuto de la primera parte. Pero esta Unión Deportiva ha demostrado personalidad y madurez mental varias veces a lo largo de esta temporada. Seguimos saliendo desde atrás, combinando, moviendo el balón de lado a lado y buscando huecos entre esas sombras que a veces dejan los defensas cuando alguien los mueve de posición o los desorienta con un regate o un pase al hueco que no esperan. Y así empatamos y demostramos una vez más que este equipo va en serio y que sabe a lo que juega incluso cuando todo se pone en su contra.
Veníamos de la euforia del Madrid y del affaire de Araujo. Llegábamos con muchos lesionados y con esas dudas que decía al principio que se generan muchas veces en mitad de los caminos. Hoy era un partido para estar abajo o para quedarnos arriba mucho tiempo. Jugábamos en un campo del norte, uno de esos campos que tan mal se le suelen dar casi siempre a Las Palmas, y encima contra un histórico necesitado de puntos. Pudo ganar cualquiera de los dos, y si el fútbol fuera boxeo y el balón y el azar no jugaran lo que juegan hubiera ganado Las Palmas a los puntos. Pero me quedo con el estoicismo de Séneca: per aspera ad astra (hasta las estrellas por el camino más difícil). Por ahí seguiremos rondando, con sacrificio, con paciencia y con esa convicción de que quien propone belleza siempre acaba encontrando algo que merece la pena. Las Palmas sigue proponiendo un fútbol bello y los resultados refrendan esa máxima de Séneca: seguimos cerca de las estrellas, aunque nuestro camino se llene de pequeños obstáculos o de días aciagos. Este empate también es un premio para los osados y los valientes.



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