Hace muchas semanas que la realidad de la Unión Deportiva tiene poco que ver con lo que sucede en los estadios. Se habla de todo menos de los partidos que disputamos cada semana. Si no hubiéramos estado tan alejados de la zona de descenso y tan lejos también de los puestos de Europa, no creo que se estuviera hablando a todas horas de renovaciones, sueldos o negociaciones. Los mayores nos decían siempre que tuviéramos la cabeza ocupada para alejarnos de los peligros o de la molicie. Si Las Palmas estuviera en una situación deportiva delicada se tomarían decisiones y se dejaría de marear la perdiz. Si los aficionados estamos descontentos y desorientados, no quiero imaginar cómo estarán los jugadores que tienen que saltar al terreno de juego.
Yo mismo, en lugar de estar escribiendo sobre el partido del Villarreal, he caído en esa trampa de estar pendiente de lo que realmente importa poco cuando comienza a rodar el balón sobre el césped. Curiosamente, nos enfrentábamos al primer rival que tuvo Setién cuando llegó a Las Palmas. Son esos guiños del destino que se escriben más allá de nuestras presencias. Ya saben lo que pienso de Setién y del fútbol que propone. Incluso cuando falla en los planteamientos lo defiendo, porque hace años que defiendo el fútbol que aspira a ser bello y a alegrarnos los ojos y el alma cuando lo estamos viendo. En el partido contra el Villarreal todo se nos puso de cara tras el gol de Boateng y la expulsión de un jugador del equipo castellonense; pero esa ventaja, en lugar de propiciar nuestro dominio, acabó dejándonos a expensas de la suerte y de Raúl Lizoain, que hoy sí salvó al equipo con un par de paradas impresionantes. Ganamos uno a cero, pero esta es una victoria que suma tres puntos en la clasificación y cero puntos en nuestra memoria futbolera.
Y vuelvo a lo de tener la cabeza en otra parte, aunque en este caso sea para escribir sobre las incongruencias. Que Viera no vaya a la selección española es una afrenta al talento, al desparpajo y a ese fútbol que ofrece destellos de genialidad y no pases programados o movimientos casi robóticos que no emocionan ni en un videojuego. Que no vaya Roque Mesa es otra incongruencia injustificable. Canarias está a menos de tres horas de Madrid, pero la distancia desde la que nos miran algunos desde el continente resulta realmente vergonzante. Es la misma distancia que también condenó a Germán Dévora hace décadas. Parece como si se desconfiara del talento ofensivo cuando viste de amarillo. Solo Tonono, Gerardo o Felipe, todos defensas, tuvieron las puertas de la selección abiertas regularmente. Valerón o Vitolo tuvieron que marcharse fuera para que los vieran. Y Silva se tuvo que ir todavía más lejos. Ayer dos amigos repitieron exactamente la misma frase: no importamos nada. Y así es. Y así ha quedado demostrado en esa convocatoria de Lopetegui.
Todavía estamos en marzo. Quedan muchas semanas y muchos encuentros por delante. Hablemos solo de los partidos y que lo demás se quede en la inevitable burocracia y en esos extraños intereses que mueven los hilos del fútbol. Lo único que queremos es seguir viendo a la Unión Deportiva en Primera, jugando como el día del Bernabéu, sumando momentos inolvidables, ganando partidos y apostando por la belleza aunque no esté de moda en un mundo cada día más pragmático y aburrido en el que se elige el músculo en lugar del talento.
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